Tradicionalismo vs. tradicionalismo

By Peter Wright & Paul Elam

El tema del ginocentrismo está siempre en el trasfondo de la filosofía de la pastilla roja. Volvió a surgir hace poco, en una crítica a una comentarista muy popular y muy crítica con el feminismo de tercera ola. Esto tocó una fibra sensible en el MHRM (Movimiento por los Derechos Humanos de los Hombres), y desencadenó un debate encendido, incluso resentido.

Creemos que esa fibra sensible está conectada directamente con una frontera divisoria; una línea de demarcación dentro del sector no feminista que consigue resurgir con regularidad dentro de este nuevo mensaje.

La historia indica que esta fricción volverá con mayor intensidad en los próximos meses y años. Ese calor aumentará paralelamente al aumento de popularidad del no feminismo. Merece la pena intentar identificar y explicar, de buena fe, lo que está ocurriendo. Puede que incluso consigamos reconducir algunos problemas.

Tradicionalismo vs. Modernismo

Aparentemente, se diría que desde hace mucho tiempo existe un conflicto entre los tradicionalistas y aquellos que querrían romper por completo con todas las construcciones sociales que establecen identidades y expectativas en base al sexo.

Sin embargo, el debate sobre el tradicionalismo es mucho más complejo que un mero desacuerdo entre los que quieren relaciones tradicionales vs. no tradicionales, un hecho que resulta mucho más evidente con cada estallido de controversia y disensión.

Sí, lo vamos a decir: NATALT (Not All Traditionalists Are Like That, «No todos los tradicionalistas son así»). No todo aquel que acepta algunos aspectos de las relaciones tradicionales acepta también la caballerosidad o la desechabilidad masculina.

En el pequeño pero existente pensamiento colectivo del MHRM hemos tendido a marcar unos límites bastante estrictos de lo que percibimos como relaciones tradicionales. Si ella trabaja en el hogar y él trabaja fuera, y/o ella es la que se ocupa principalmente de los hijos, y él corta el césped y se ocupa de las reparaciones caseras, tendemos a agruparlo todo en la misma categoría, a menudo de forma poco favorecedora.

Incluso hemos creado un término peyorativo, tradcon (traditional conservative, «conservador tradicional») para designar a quienes deciden seguir la vida familiar y de casado.

Esta división no es insignificante, y ha creado facciones y rupturas durante años dentro del movimiento principal.

Tradicionalistas ginocéntricos vs. Tradicionalistas no ginocéntricos

Pensamos que aquí está la diferencia definitiva más clara. Mucho más que la división entre tradicionalistas y no tradicionalistas, esta otra división identifica a aquellos que siguen legítimamente un camino que apoya la restauración del valor humano de hombres y niños.

Dentro de estafrontera divisoria también se pueden diferenciar dos tipos de acuerdos de relaciones: entre tradicionalistas ginocéntricos y tradicionalistas no ginocéntricos. Sin embargo, ambos grupos pueden decidir casarse y fundar una familia. Lo que queremos decir, sencillamente, es que uno de esos dos tipos de familia tiene mayores probabilidades de producir hijos más completos, individuos con agencia y responsabilidad.

La frontera divisoria, que merece existir, separa a aquellos que siguen los postulados de la caballerosidad y el amor romántico, y a aquellos que no lo hacen.

El tradicionalismo no ginocéntrico puede seguir basándose en una división de roles, siempre que sea una división equitativa en términos de esfuerzos y riesgos para la salud asociados. Esto quiere decir que las divisiones de roles no pueden basarse en la caballerosidad ni en otros tipos de servidumbre masculina. No hay división de tareas tal que pueda devolver o compensar la muerte de un hombre en su trabajo.

Por ejemplo, este texto de Modesta Pozzo en 1590 nos habla de la división de esfuerzos desigual, y por tanto de la tradición ginocéntrica:

“¿No vemos que la tarea legítima de los hombres es salir a trabajar y agotarse intentando acumular riquezas, como si fuesen nuestros criados o representantes, para que nosotras podamos quedarnos en el hogar como señoras de la casa, dirigiendo su trabajo y disfrutando del beneficio de su trabajo? Ese, si les parece, es el motivo de que los hombres sean naturalmente más fuertes y robustos que nosotras: lo necesitan para poder soportar el duro trabajo que deben llevar a cabo a nuestro servicio.” [1]

La descripción de los roles ginocéntricos tradicionales de Pozzo no es una simple teoría, como muestran las palabras de una coetánea suya, Lucrezia Marinella (c.1571-1653), que describía de esta manera la situación entre hombres y mujeres:

“Es una visión maravillosa, en nuestra ciudad, ver a la esposa de un zapatero, un carnicero o un porteador, bien arreglada con cadenas de oro alrededor del cuello, con perlas y valiosos anillos en los dedos, acompañada por un par de mujeres a cada lado que la asistan y ayuden, y por el contrario, ver a su marido cortando carne, manchado de sangre de buey y mal vestido, o cargado como una bestia de carga, vestido con ropa áspera como la que llevan los porteadores. Al principio puede parecer una increíble anomalía ver a la esposa vestida como una dama y al marido vestido de forma tan vil que a menudo se diría que es su sirviente o su criado, pero si consideramos el asunto correctamente, lo encontramos razonable, porque es necesario que una mujer, aunque sea de baja y humilde cuna, se ornamente de esa forma, por su dignidad y excelencia naturales, y que el hombre no lo haga tanto, como un sirviente o una bestia nacida para servirla a ella.” [2]

Este tipo de caballerosidad y amor romántico, que promueve un contrato sexual ginocéntrico entre el hombre y la mujer, es algo que puede abandonarse fácilmente aunque se sigan aceptando normas tradicionales que estrechen los lazos familiares y la educación de hijos funcionales y equilibrados.

Lo que queda después de extirpar el ginocentrismo son los aspectos beneficiosos de las relaciones tradicionales, como la división de tareas equilibrada (en la que tanto hombres como mujeres cortan carne y se empapan de sangre de buey) o tareas equilibradas en diferentes áreas (ella friega el baño y él corta el césped). La disposición de la mujer para el trabajo era muy común en el pasado, pues trabajaban regularmente como carniceras, panaderas y fabricantes de velas junto con sus cónyuges.

En esa atmósfera cooperativa de contribución mutua, hombres y mujeres se sentían más atraídos hacia el matrimonio y la pertenencia a una amplia y extensa familia, cuyos miembros cuidasen de la seguridad y la salud de la red familiar.

Hay otros aspectos del tradicionalismo que también merecen una mención, como aquellos que benefician a los hombres. Estos aspectos incluyen más tiempo entre padre e hijo, y la aceptación de poder disfrutar de los espacios masculinos, como las cantinas masculinas, los equipos deportivos, los salones de billar y las organizaciones fraternales: Elks, Masones, Golden Fleece y muchos otros. [3]

La pregunta, hoy en día, es dónde demonios puede un hombre encontrar una relación tradicional con una mujer que huya de la caballerosidad y del amor romántico, alias ginocentrismo. Es como buscar una aguja en un pajar, y por eso seguir tu propio camino, o más bien alejarte del tradicionalismo ginocéntrico, es lo más sensato que puede hacer un hombre.

Las escasas probabilidades de éxito son la razón por la que los hombres modernos rechazan las relaciones tradicionales con mujeres, incluso con las no ginocéntricas, en favor de nuevas y novedosas ideas: porque no creen que las mujeres de hoy estén dispuestas a corresponderles mientras la mano del ginocentrismo siga dando. Y a menudo tienen razón.

Los defensores de los derechos humanos de los hombres que deseen promover los aspectos beneficiosos o valiosos de las tradiciones tienen que ser más activos a la horade denunciar el ginocentrismo tóxico de las mismas; en caso contrario, los hombres que no estén dispuestos a jugar a la ruleta rusa con un mundo de princesas Disney seguirán desechando tanto lo bueno como lo malo sin miramientos.

Aun así, sigue quedando la pregunta de si los aspectos valiosos del tradicionalismo se pueden separar en la vida, ya que los aspectos buenos y malos llevan siglos interconectados.

La respuesta a esta pregunta probablemente sea afirmativa para aquellos pocos hombres con la perspicacia, inteligencia y determinación suficientes para crear esa clase de relaciones.

Pero lo que sigue siendo cierto es que esos hombres, y otros, no se van a beneficiar de una fachada de apoyo a los hombres que, una vez apartada, resulta tener detrás obediencia ginocéntrica y desechabilidad masculina.

Dicho en pocas palabras, el antifeminismo no basta. Enfrentarse a los justicieros sociales es un pasatiempo entretenido, pero por si solo es un falso aliado para los hombres preocupados por la misandria y la desechabilidad masculina.

Si te preocupa la humanidad de los hombres, su acceso a la compasión y la capacidad de decisión, harías mal en considerar tu aliado a cualquiera que diga en la misma frase que el feminismo es perjudicial, y que necesitamos que los hombres aprendan a tratar a las mujeres de acuerdo a un código de caballerosidad.

Fue ese mismo código el que se transformó en las olas contaminadas de ideología del feminismo.

Referencias:

[1] The Worth of Women: their Nobility and Superiority to Men (1590) «El valor de la mujer: su nobleza y superioridad frente al hombre»

[2] The Nobility and Excellence of Women and the Defects and Vices of Men (1600) «La nobleza y excelencia de la mujer y los defectos y vicios del hombre»

[3] Edward Ward, The Secret History of Clubs, (publicado en 1709). «La historia secreta de los clubs». [Este es uno de los cientos de libros que describen los clubs masculinos, cofradías y fraternidades tradicionales. Los ejemplos que se dan muestran que los clubs eran lugares alborotados llenos de risas, vínculos masculinos, bebida, invenciones y colaboraciones en varios proyectos, y por encima de todo eran lugares en los que se podía disfrutar de un poco de libertad voluntaria. Participaban tanto solteros como casados, y en la mayoría de los clubs no podían entrar las mujeres.]

[4] E. Belfort Bax, ‘Chivalry Feminism’ in The Fraud of Feminism (1913) “Feminismo caballeroso” El fraude del feminismo.

http://www.avoiceformen.com/sexual-politics/traditionalism-vs-traditionalism/