By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)
El matrimonio moderno evolucionó de un ritual histórico diseñado para contratar esclavos para los señores, aunque la mayoría de la gente ha olvidado su historia. Sin embargo, muchos de los comportamientos y rituales que son centrales en esta historia se pueden todavía discernir en el matrimonio moderno.
Se piensa que la práctica de intercambiar anillos de boda se extiende muy atrás en la historia antigua, y se ha encontrado evidencia de ese ritual en el Antiguo Egipto, Roma, y en diferentes culturas religiosas. Sin embargo, nuestra práctica moderna de anillos de bodas tiene un origen y un significado distinto, uno que podría ocasionar un estremecimiento en más de una persona. Como se sugiere en el blog Society of Phineas, el anillo funciona como un contrato feudal entre el hombre y su esposa:
“El anillo funciona como una prueba de habilidad en el juramento del vasallo a su esposa. Esto es cierto si se tienen en cuenta las expectativas tradicionales de la cantidad de recursos que han de utilizarse en comprar el anillo junto con los gastos del día de la boda. En este ambiente ginocéntrico, es un sacrilegio total no darle a la mujer su Anillo Único u ofrecerle uno que esté por debajo de los estándares de ella y de sus amigas. Ella utiliza su Anillo Único como prueba social de su estatus en el Equipo Mujer (es una competencia parecida a los regalos del Día de San Valentín), ya que ella no dudará lucirlo tanto como sea posible cuando lo consigue, si es que éste obtiene su aprobación.” (1)
Esta opinión encuentra apoyo en académicos medievalistas quienes muestran el origen de nuestro ritual de intercambio de anillos en primitivas fuentes literarias o en representaciones artísticas de la Edad Media. H.J. Chaytor, por ejemplo, escribió “El amante era colocado en su posición por la dama, hacía un juramento de fidelidad para con ella y recibía un beso para sellarlo, un anillo, o alguna otra posesión personal.” La Profesora Joan Kelly nos ofrece un resumen de la práctica:
“Un beso (como el beso de homenaje) sellaba el juramento, se intercambiaban los anillos, y el caballero entraba al servicio de su dama. El representar el amor en los términos del vasallaje tenía varias implicaciones liberadoras para las mujeres aristocráticas. Las más fundamentales, la ideas de homenaje y mutualidad, se introdujeron en la noción de las relaciones heterosexuales junto con la idea de libertad. Como se simbolizaba en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no la dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (2)
Como en la descripción ofrecida por Kelly, los hombres continúan poniéndose sobre una rodilla y no tienen problema en demonstrar humildad declarando que la boda es “el día de ella”, traicionando el origen y la concepción del matrimonio al hacerla, en su estructura más feudal que cristiana. Con gestos como ese, es obvio que el matrimonio moderno está basado en los primeros rituales feudales conocidos como “ceremonia de mención” o “de elogio” en la que se crea un lazo entre el señor y su guerrero (es decir, su vasallo). La ceremonia de mención está compuesta de dos elementos, uno que es realizar el acto de homenaje y el otro que es un juramento de vasallaje. Para el juramento de vasallaje, el vasallo colocaba sus manos en la Biblia (como aún se practica) y juraba que nunca lastimaría a su señor en ninguna forma y que le sería fiel. Una vez que el vasallo había hecho el juramento de vasallaje, señor y siervo entraban en una relación feudal.
Como este contrato arcaico sigue en vigencia en nuestros matrimonios contemporáneos, también podríamos cuestionar los conceptos típicos de obediencia entre marido y mujer. En las antiguas ceremonias cristianas, la mujer a veces juraba amar, estimar y “obedecer” a su esposo. Sin embargo, como estaba enmarcada dentro de una relación de tipo feudal, la obediencia de la mujer estaba fuertemente compensada e incluso revertida en la práctica porque ella tendía a ser quien tenía el poder en relación al hombre. En este último caso, la mujer, como la figura más poderosa, simplemente obedece –si es que obedece del todo– a sus responsabilidades como un gentil señor feudal de su esposo. Es importante notar que en este caso se cambia la noción de patriarcado benévolo a un ginocentrismo amable que las feministas tratan de promover como amoroso, pacífico, e igualitario.
El servicio de amor
El modelo Medieval de servicio a un señor feudal fue transferido en su totalidad a relaciones de “servicio de amor” de los hombres a las mujeres. Dicho servicio es la marca distintiva del amor romántico y es caracterizado por la deferencia que el hombre le profesa a la mujer, quien es vista como superior moral. Durante ese periodo, los hombres se referían a las mujeres como domnia (rango dominante), midons (mi señor), y después como dame (autoridad respetada), términos que tienen su raíz en el latín dominus que quiere decir “señor”, o “dueño”, particularmente de esclavos. El experto en lenguaje Medieval Peter Makin confirma que los hombres que usaban estos términos debieron ser conscientes de lo que estaban diciendo:
“Guillermo IX llama a su dama midons, que he traducido como ‘mi Señor’… Estos hombres sabían latín y debieron ser conscientes de su origen y peculiaridad; de hecho, era claro que eran sus emociones y expectativas colectivas las que suscitaban lo que solía ser una metáfora del ámbito del señorío, de la misma manera que el proceso de creación colectiva de metáforas establece ‘bebé’ como un término para referirse a una novia, y que crea y transforma el lenguaje constantemente. Así mismo, al saber que don, ‘señor’, también se usaba para referirse a Dios, ellos debieron haber sentido alguna conexión con la adoración religiosa.” (3)
Recapitulación
Recapitulemos las prácticas que estaban asociadas con el ritual de dar anillos de bodas:
1. Genuflexión: el hombre se coloca sobre una rodilla para proponer matrimonio.
2. Símbolo de mención: se intercambian los anillos.
3. El beso de vasallo: se representa en la ceremonia.
4. Homenaje y vasallaje: implícito en los votos matrimoniales.
5. Sumisión: “Es el día de ella”.
6. Servicio: el hombre se dispone a trabajar para su esposa por el resto de su vida.
7. Desechabilidad: “Moriría por ti”.
¿Es de extrañar que las mujeres sientan tantas ganas de casarse y que los hombres estén rechazando el matrimonio en bandadas? El modelo feudal revela exactamente en qué se están metiendo los hombres a través de esa pequeña banda dorada –un compromiso de por vida con una mujer que está culturalmente preparada para actuar como nuestro señor. Mientras más hombres se dan cuenta de esta farsa, más escogerán rechazarla, y para aquellos que aún consideran casarse, los aliento a que lean este artículo una segunda vez; su habilidad de conservar o perder su libertad depende de ello.
[1] Website: Society of Phineas
[2] Joan Kelly, Women, History, and Theory, University of Chicago Press, 1986
[3] Peter Makin, Provence and Pound, University of California Press, 1978