Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 9-12)

La Falsa Conciencia y la Trampa Kafkiana

Conferencia Nº 9

“[…] no debe importarte si es Critias o Sócrates el que es refutado. Preocúpate, pues, sólo de poner atención al discurso y de ver por dónde salir airosamente cuando se te cierre el paso con argumentos.”

-Sócrates de Atenas

 En este punto es necesario dejar de lado el hilo conductor que he estado tejiendo, y desviarme dentro esa profunda jungla que es la lógica feminista. La frase lógica feminista puede parecerle a algunos lectores un nombre poco apropiado – ¡incluso un oxímoron! – así que déjenme aclarar que lo que en realidad quiero decir es tentativa feminista de lógica. Y no tiene nada de lógica, ¡se los aseguro!

En primer lugar ¿por qué les resulta tan amenazador el uso de la lógica a las feministas? Y definitivamente sabemos que lo es –con algunas feministas diciendo que la lógica no es más que una herramienta del patriarcado. Desde luego, eso es absurdo. Un argumento lógico es, por definición, una colección de inferencias válidas – de tal manera que no es posible discutir con la lógica. Para ponerlo de otro modo, no se puede razonar contra el razonamiento, porque el intento mismo implica el uso (tentativo) de la razón. La única manera de atacar la lógica sin usar (o sin intentar usar) lógica sería hacerlo de manera aleatoria –es decir, sin una consecuencia lógica. Los puntos argumentativos que se hagan, al atacar la lógica, no deberían tener ninguna relación entre ellos en lo absoluto. Por ejemplo, no podríamos decir:

 Los hombres usan la lógica para derrotar a las mujeres, por lo que la lógica es una herramienta del patriarcado

 debido a que el uso de “por lo que” indica una consecuencia lógica, ¡que es un asunto que pertenece al dominio de la lógica! Esto le deja a la feminista dos opciones poco favorables: decir que la lógica es una herramienta del patriarcado, sin hacer referencia a ninguna premisa, evidencia, ejemplo, definición, etcétera –sin ninguna referencia a la realidad; o aceptar que su propio argumento, que intenta relacionar dos proposiciones sobre una base lógica, es él mismo una herramienta del patriarcado –y como defensora de dicho argumento, ¡ella también lo es!

Por consiguiente, la respuesta apropiada al argumento feminista según el cual “no se puede confiar en la lógica porque es una herramienta del patriarcado,” es decir: “¡Usted también lo es! Hey, –como patriarca, ¡le agradezco que haga mi trabajo por mí!”

Pero una vez más, ¿por qué resulta tan amenazante la lógica para las feministas? ¿Podría ser porque están equivocadas respecto a la naturaleza de la lógica? Lo dudo. Después de haber visto feministas derrotadas por la lógica muchas veces, estoy seguro de que le temen porque sus creencias no soportan el escrutinio lógico. Como cualquier culto, el feminismo no permite a sus miembros indagar la verdad, ni tampoco tolera una discusión abierta y honesta sobre sus valores fundamentales. Sin embargo, nada de esto nos importa a nosotroscomo no-feministas, no existe autoridad humana que nos obligue o que fuerce nuestro pensamiento o nuestra voz en lo que respecta al feminismo.

Si, las feministas le temen a la lógica porque esta contradice otras maneras de “conocer el mundo” –por ejemplo, que nos digan qué pensar. También temen que la lógica desacredite “verdades” ideológicas. Las feministas quieren que usted vea el mundo como ellas dicen que debería verlo –sin duda, ¡no quieren que usted llegue a sus propias conclusiones! En particular, que no llegue a conclusiones que sean críticas de la ortodoxia feminista, y que resulten del proceso de hacer preguntas y recibir respuestas insatisfactorias. No obstante, este es precisamente el producto que las feministas garantizan, cuando su ansiedad respecto al criticismo y a las consecuencias de una discusión abierta las hace reaccionar con exabruptos y con tácticas cuyo objetivo es avergonzar.

¿Qué pensaría un observador neutral y perspicaz cuando escucha que una pregunta razonable es respondida con un ataque contra el carácter del interlocutor? ¿Acaso esto lo inspiraría a adoptar la doctrina del conjunto de creencias en cuestión? ¿Qué es más probable: que se sienta amenazado hasta la sumisión por las tácticas humillantes usadas contra el buscapleitos, o que se sienta indirectamente ofendido por las evasivas del ideólogo y sus modales despectivos?

Los ideólogos no tienden a hacerse preguntas escrutadoras como estas. No es de sorprenderse entonces que la palabra ideología haya comenzado como un concepto de abuso. No fue sino hasta que Marx y Engels escribieron La Ideología Alemana que la frase tomó la caracterización con la que asociamos hoy en día la política de identidad. La ideología de cada persona, según dicen los dos autores, es el producto de la posición social de cada uno – es decir, si una persona hace parte del proletariado o de la burguesía. El proletariado socialista es quien posee la ideología que refleja la verdad, mientras que la burguesía capitalista solo posee una “falsa conciencia”. Nunca se explica cómo se sabe que las cosas llegaron a ser de esta manera y no al contrario –es decir, ¿Por qué no puede la burguesía capitalista estar en posesión de la verdad, y el proletariado socialista estar sometido a una falsa conciencia? No hay necesidad de responder esa pregunta ya que el Marxismo es un sistema de pensamiento cerrado. Es como un hombre que no está parado sobre el suelo sino, de alguna manera, sobre sus propios pies; cualquier parte del Marxismo se apoya en otras partes de la teoría, y para sustentarse no necesita de los caprichos del mundo experiencial. En otras palabras, lo que sucede en el mundo real no importa – el Marxismo se verifica a sí mismo. La verdad que apoya sus afirmaciones se encuentra dentro de la misma teoría, completamente independiente de cualquier evidencia contraria que pueda ser recolectada de las experiencias reales de gente real.

En ese sentido, es muy parecido al feminismo –en tanto éste también es abstracto y anti-contextual, decidiendo sobre la historia antes de que se conozcan los hechos. El feminismo, para las feministas, no requiere justificación fuera de sí mismo. No puede ser penetrado por ningún argumento externo, y por lo tanto es irrefutable –debido a que es irrazonable, es decir: no se puede razonar con él. Es una pérdida de tiempo tratar de lograr que las feministas sean sensatas, y cualquier MRA [Defensor de los Derechos del Hombre] aprende rápidamente que sería más fácil exprimir sangre de una piedra. El único discurso que conseguiría que las feministas se sentaran y cambiaran su manera de ser es el discurso de poder: y este discurso necesita apoyarse en actos. Los Anti-feministas deben sentirse cómodos con la idea de ejercer poder sobre las feministas, al menos hasta marginarlas y volverlas irrelevantes. Este es el objetivo final. Alcanzar el punto de masa crítica es la manera en que llegaremos allá, pero retrocedemos cada vez que les permitimos a las feministas darse gusto en su sofistería.

Tomemos, por ejemplo, el sofisma feminista según el cual estamos “encerrados” dentro de una perspectiva determinada por el sexo al que pertenecemos. Cualquier argumento contra-feminista esgrimido por un hombre, no importa qué tan exactas sean sus observaciones, no importa cuánta evidencia haya detrás de sus afirmaciones, puede ser desechado aduciendo que lo dijo un hombre. La razón es algo así: “Usted sólo está diciendo eso porque usted es un hombre. Si no fuera hombre, no tendría una perspectiva masculina, y por lo tanto no estaría diciendo eso.” La implicación es que la perspectiva masculina es inherentemente errónea –que un hombre, debido a que es un hombre, no es capaz de captar la verdad. Ahí está, ese es realmente el mismo truco de la falsa conciencia practicado por Marx y Engels y sus seguidores –la feminista no ha explicado porqué o cómo a perspectiva femenina, debido a que proviene de una mujer, es necesariamente la única que puede captar la verdad.

El truco de la “falsa conciencia” es, en últimas, una evasión. En una movida poco honorable, la feminista ha esquivado el argumento mismo y ha atacado al interlocutor. –“usted no puede tener la razón, porque usted es hombre.” Para la feminista, esto es suficiente, considera el asunto finiquitado, y continúa su camino. Por el mismo razonamiento oculto gracias al cual Marx sabía que el proletariado poseía la verdad, la feminista “sabe” (en otras palabras, tiene la fuerte impresión) que su ideología está en posesión de la verdad. Pero ese razonamiento oculto, cualquiera que sea, no funciona a la inversa. La feminista está segura de que un contraargumento que use la misma táctica –“usted no estaría diciendo eso sino fuera una mujer”– no es aplicable ni posible. La implicación es que las mujeres feministas ven el mundo objetivamente, mientras que los hombres están “encerrados” en su perspectiva privilegiada y no pueden ver las cosas como en realidad son. Un ataque a la perspectiva de un hombre, debido a que es una perspectiva masculina –aún el identificar una perspectiva como peculiarmente “masculina”– no es más que una afirmación de supremacía femenina.

En cuanto a las mujeres no-feministas, ellas también son oprimidas por la “falsa conciencia”, pues cuando las mujeres toman sus propias decisiones ¡están siendo manipuladas por el patriarcado! Pero cuando dejan de pensar por sí mismas, y se acogen a la autoridad de la conciencia feminista sin cuestionar nada, ¡es entonces cuando sus mentes han sido liberadas! ¿Pueden ver cómo es que funciona la cosa?

Ahora, detesto arruinarles la diversión al ser un hombre que dice cosas que no diría si no fuera un hombre, pero hay algo en todo esto que no tiene sentido. Lo que las feministas están tratando de impartir es un tipo de determinismo sexual, es decir, la noción que están tratando de propagar es una que dice que nuestras acciones y comportamientos están determinados por nuestro sexo, y que no tenemos ningún tipo de libertad de elección en el asunto. Somos robots morales, programados desde el nacimiento para ver el mundo de una manera particular, de la que no nos podemos desviar.

Esta teoría solo tendría algún significado si pudiera decirnos cómo hombres y mujeres actúan y piensan. No obstante, tanto hombres como mujeres son mucho menos predecibles de lo que aquellos obsesionados con encasillarlos quieren que sean. Hay, por ejemplo, feministas que son hombres, MRAs que son mujeres, y gente de ambos sexos que se rebelan en contra de todas las tendencias que podamos imaginar. El determinismo sexual feminista, por lo tanto, se ha vuelto una teoría inútil; si hay algo de verdad en ella, ésta se limita a aquellos aspectos del comportamiento humano que no pueden ser identificados. Se ha reducido al estado de tautología: ¡siempre haremos esas cosas que siempre hacemos!

Sobra decir que mujeres y hombres no somos dos grupos opuestos e internamente homogéneos. A las feministas les encantaría que así fuera. Sin duda, el feminismo descansa sobre esta percepción defectuosa. La idea de que los hombres y las mujeres deberían oponerse unos a otros es una construcción feminista, y cualquier desviación de esta premisa es una amenaza para toda la empresa feminista –de ahí el imperativo de la destrucción familiar. Esta también es la razón por la cual los ataques más venenosos se reservan para los “aliados feministas” hombres. Ese pequeño número de hombres que ejercen la auto-disciplina más estricta de acuerdo a la ortodoxia feminista son los que sufren las arremetidas más violentas por no ser lo suficientemente feministas. Lo anterior sucede porque cada hombre que se considera en lo más mínimo pro-mujer es una espina en el costado del feminismo, tanto como la más declarada mujer anti-feminista (y quizás más aún: en el caso de los hombres feministas, no hay ningún equivalente del argumento de la “falsa conciencia” que sí puede ser usado contra las mujeres anti-feministas). ¡Se debe negar el hecho de que los hombres feministas pueden llegar a ser lo suficientemente feministas! Se debe mantener la ilusión de que los hombres son “el enemigo” –y esto quiere decir que hay que repudiar las intenciones amistosas de los aliados masculinos. Al declararse a sí mismos feministas, esos hombres van en contravía del determinismo sexual feminista, y por lo tanto están contradiciendo la teoría feminista y amenazando el progreso del todo el movimiento. No es tan fácil describirlos como unos salvajes atávicos, y esto se debe a sus esfuerzos por estar siempre dispuestos a obedecer –razón por la cual reciben semejante desprecio tan corrosivo.

Para volver a nuestro tema central, el Marxismo y el feminismo tienen más en común además del Recurrir a la Falsa Conciencia. Ambos se acomodan a un patrón con el que podemos dibujar un mapa de cualquier ideología radical moderna. De nuevo, son los progresos en lenguaje y pensamiento los que permiten que configuraciones teóricas den lugar a movimientos sociales como el feminismo. El socialismo solo fue posible cuando se pudo distinguir conceptualmente entre el estado y la economía –en la época feudal, no era posible discernir entre los dos, lo que hacía irrelevante la posibilidad de que un sistema socialista fuera idealizado. Fue como respuesta al surgir del capitalismo, con todo lo que ello implicaba –pensamiento Ilustrado, individualismo económico, libre comercio, libre trabajo, y el final de la posibilidad de vender los derechos de cobrar impuestos, la formación de negocios y de la clase trabajadora –que el socialismo Utópico y (después) el Marxismo se volvieron una posibilidad en el ámbito de la imaginación.

De manera similar, el nacionalismo -en su forma moderna, como ideología– solo fue posible una vez que se pudo distinguir entre sociedad y cultura tanto en el lenguaje como en el pensamiento. Nuestra pregunta aquí es ¿qué fue aquello que hubo necesidad de distinguir antes de que el feminismo se convirtiera en una posibilidad?

La anterior es una pregunta que requeriría de mucho espacio para ser respondida –más espacio del que tengo disponible aquí. Bastará decir que el cada vez mayor número de libertades que se le otorgan al hombre resultan en una divergencia de expectativas entre hombres y mujeres. No es de extrañar entonces que una pequeña cantidad de mujeres empezaran a preguntarse por qué la noción heredada de la Ilustración de la libertad individual debía extenderse exclusivamente a los hombres. Sin embargo, lo que a menudo se omite es que estas mujeres se encontraban en posiciones privilegiadas –eran las beneficiarias de códigos culturales Ginocéntricos que las ponían en altos pedestales, muy por encima de los hombres. Con el transcurso de las décadas siguientes, los hombres tropezaban al dar a las mujeres todo lo que estas pedían. Es probable que la mayoría de estos hombres creyeran sinceramente que la libertad individual debía extenderse a las mujeres así como se había hecho con los hombres, pero el hecho de que el Ginocentrismo ya se estuviera dando con fuerza significaba la supremacía femenina sería el único resultado posible del feminismo. La “igualdad” que las feministas buscaban era una “igualdad” para hacer todas las cosas que estaban permitidas para los hombres, y además conservar las ventajas tradicionales que las mujeres han tenido sobre los hombres, acumuladas a lo largo de siglos de Ginocentrismo. Las destinatarias de las ventajas tradicionales no eran, desde luego, iguales en lo absoluto, sino personas privilegiadas a expensas de todos los demás. Esa fue siempre la intención.

A pesar de las afirmaciones de las feministas según las cuales ellas están prescindiendo de todas las formas de pensamiento masculinas y creando otras nuevas, el feminismo cae en su justo lugar entre otras ideologías radicales que la precedieron (y que fueron, desde luego, concebidas por hombres). Tomemos el hecho más obvio de las ideologías radicales modernas, es decir el que sus fundamentos se encuentren en sus formas de asociación –los Marxistas ponen al proletariado en oposición a la burguesía, los nacionalistas ponen su propia cultura o raza en oposición a una sociedad cultural o racialmente diversa, y las feministas ponen a las mujeres en oposición a los hombres. Las relaciones esenciales, usadas por ideólogos como explicaciones absolutas para cualquier tipo de fenómeno humano, corresponden a las formas de asociación que son enfatizadas. Para Marx, la relación clave es económica –el control de los trabajadores por parte de los capitalistas es una relación económica, y todo lo demás (política, religión, cultura) no es más que una “superestructura” que se encuentra sobre esa “base”. La superestructura puede cambiar, pero nada fundamental puede ser alterado a menos de que la relación económica entre las clases se reconfigurada. De manera similar, para los nacionalistas, la relación esencial es cultural (o racial, si ambas se pueden diferenciar). Esta es la “base” sobre la que se construye todo lo demás. Cualquier cambio que se haga a las estructuras superficiales que se encuentran sobre la “base” (por ejemplo, modificaciones a instituciones políticas o sociales) es irrelevante; el único cambio fundamental llegará gracias a transformaciones en las características culturales o raciales de la población.

Es posible apreciar el mismo patrón en el feminismo. Poner en oposición a hombres y mujeres, que es la relación esencial según las feministas, es desde luego algo sexual. Es la relación de los hombres respecto a las mujeres la que determina todo lo demás (política, economía, religión, cultura, etcétera). Es posible que los elementos de la superestructura cambien, pero hasta que la dominación de las mujeres por parte de los hombres sea derrocada en el nivel básico, no se conseguirá nada fundamental.

Es esta creencia la que a final de cuentas explica la tentativa feminista de lógica. Sus intentos de argumentación racional están nublados por una creencia en la culpa colectiva – que todos los problemas o inconvenientes que las mujeres deben enfrentar son el resultado de esa relación básica (la dominación de las mujeres por parte de los hombres, por lo que, mientras persistan esos problemas e inconvenientes, debe ser porque los hombres (colectivamente) están dominando a las mujeres (colectivamente). No importa si un hombre en particular es inocente – todavía es “el enemigo”, lo que las feministas están más que dispuestas a admitir (ver: The Redstocking Manifesto). Tampoco importa si una mujer particular es culpable –puesto que es absuelta en nombre de la inocencia colectiva.

Con base en lo anterior, nos encontramos con una peculiar táctica de debate feminista llamada La Trampa Kafkiana. Yo no inventé el término; el crédito se le debe dar a Eric S. Raymond, cuyo artículo original sobre el tema está relacionado al final. Eric no tenía la intención de utilizar el término exclusivamente con feministas – cualquier miembro de una ideología de víctima puede poner una trampa kafkiana a sus oponentes. El nombre, Trampa Kafkiana, es una referencia a la obra de Franz Kafka El Proceso, en la que se le anuncia al protagonista que es muy, muy culpable, aunque nunca se especifica cuál es el crimen; el protagonista pronto descubre que la única “salida” es admitir que es culpable (aunque no sabe de qué), y aceptar así su propia destrucción.

En palabras de Eric, una Trampa Kafkiana es:

Una afirmación infalsificable, sobre crímenes del pensamiento, cuya intención es inducir culpabilidad de manera que es sujeto se vuelva manipulable.

La cosa más escabrosa de esta táctica es que quien tiende la Trampa Kafkiana declara que tu mente está fuera de tus límites – su dictamen es una desestimación de tu propia opinión respecto a tus propios pensamientos. ¿Crees que sabes lo que piensas? ¡Inténtalo de nuevo, amigo!

Ahora voy a copiar, del blog de Eric, los seis modelos de Trampa Kafkiana que las feministas sin duda usarán en su contra. Apréndaselos. Conózcalos. Reconózcalos por lo que son: nada más que evasivas ad hominem. Denunciar la táctica como Trampa Kafkiana es refutación suficiente.

(Nota: en los ejemplos siguientes, he usado los términos ‘sexista’ y ‘sexismo’, pero pueden ser reemplazados por ‘misoginia’, ‘odio a las mujeres’, ‘patriarcado’, etc.)

Modelo de Trampa Kafkiana A

Su negativa a reconocer que es culpable de sexismo confirma que usted es culpable de sexismo.

Modelo de Trampa Kafkiana C

Aún si no se siente culpable de sexismo, usted es culpable porque se ha beneficiado del comportamiento sexista de otros en el sistema.

Modelo de Trampa Kafkiana P

Aún si no se siente culpable de sexismo, usted es culpable porque tiene una posición privilegiada en un sistema sexista.

Modelo de Trampa Kafkiana S

Ser escéptico respecto a cualquier narrativa anecdótica de sexismo, o cualquier intento de negar que una anécdota en particular implica que hay un problema sistémico en el que usted es una de las partes culpables, es en sí mismo suficiente para establecer su culpa.

Modelo de Trampa Kafkiana L

Su insistencia en aplicar escepticismo racional al evaluar aserciones de sexismo generalizado demuestra que usted es sexista.

Modelo de Trampa Kafkiana D

El acto de pedir una definición de sexismo que pueda ser revisada y falsificada de manera consecuente prueba que usted es sexista.

El último, el Modelo D, es el que me parece el más intrigante. Implica –y mi experiencia con el feminismo lo comprueba– que solamente el preguntar cómo no ser sexista será tomado como evidencia de sexismo. La razón por la cual me enfoco de manera insistente en las definiciones en mis conferencias anteriores es debida a la utilidad de adjuntar significados concretos a los términos. Si tenemos una definición concreta de sexismo, por ejemplo, yo podría verificar mi comportamiento respecto a esa definición, y descubrir potencialmente qué debo hacer para no cumplir con los criterios –en otras palabras, no soy sexista. Pero esto no satisface la noción feminista de la culpa colectiva. Se siente cómo una respuesta desesperada de su parte, entonces, insistir que cualquier hombre que intenta descubrir si es o no sexista es automáticamente sexista simplemente por tratar de descifrar todo esto. En otras palabras, se es sexista por no querer ser sexista. ¿Podría haber una indicación más clara de que las feministas quieren que hombres y mujeres sean dos clases de gente en conflicto?

El propósito de la Trampa Kafkiana es no dejar ningún espacio para que el individuo que se encuentra atrapado pueda creer en su propia inocencia. El negar que esté siendo opresivo es tan solo más evidencia de que está siendo opresivo. (Prestemos atención al siguiente extracto de la Rueda de la Violencia, diseñada por el Proyecto de Intervención al Abuso Doméstico: “decir que el abuso no sucedió es abusivo”. Podemos ver, entonces, que ya sea que usted se declare culpable o no, ambas declaraciones son evidencia de su culpabilidad.) Se alega que hay opresión porque el individuo es miembro de un grupo – pero no necesariamente uno con el que se sienta identificado. La capacidad de identificar si se hace parte de un grupo o no se le atribuye a quien opera la Trampa Kafkiana. Para citar a Eric una vez más,

Los crímenes reales –transgresiones genuinas en contra de individuos de carne y hueso– generalmente no son especificados. El propósito de la trampa kafkiana es producir un tipo de culpa etérea en el sujeto, una convicción de pecaminosidad que puede ser manipulada por quien tiende la trampa para lograr que el sujeto diga o haga cosas que son convenientes para las metas personales, políticas, o religiosas del operador de la trampa. Idealmente, el sujeto internalizará esas exigencias, y se volverá cómplice en las Trampas Kafkianas que se le tiendan a otros.

El que transgresiones propiamente dichas no sean especificadas el algo que se puede ver en todos los modelos aparte del Modelo S, en el que una transgresión concreta es especificada, pero cualquier duda relacionada con la versión de los hechos de la supuesta víctima se toma como evidencia de que quien duda es tan culpable como el supuesto perpetrador. ¡Qué familiar suena todo esto! ¿No es acaso la experiencia exacta de cualquiera que se tope con feministas en una discusión sobre la prevalencia de las acusaciones falsas de violación? Con respecto a esto último, me permito referirlos a un comentario de la feminista Amanda Marcotte, que ella pronto borró, pero no antes de que Fidelbogen guardara una copia:

Hablemos un poco más sobre Amanda Marcotte ¿quieren? De hecho, en su honor, me gustaría definir un séptimo modelo de Trampa Kafkiana, el Modelo J:

Aún si usted ha sido encontrado inocente en una corte de justicia, esto no solo confirma su culpa; también confirma la culpa del sistema (legal) que lo encontró inocente.

Prueba A para el Modelo J es una serie de comentarios que Amanda Marcotte hizo después del escándalo de las acusaciones falsas de violación en el caso Duke Lacrosse. Incapaz de aceptar que los hombres acusados pudieran ser inocentes (oigan, es que incluso para qué tenemos juicios), ella dijo lo siguiente:

Mientras tanto, he estado escuchando casualmente a CNN resonando en el área de espera y con un demonio ese canal es pura maldad. Por un momento, tuve que escuchar como esos pobrecitos jugadores de lacrosse de Duke estaban siendo perseguidos solamente porque decidieron sujetar a alguien y tener sexo con ella en contra de su voluntad –no violarla, desde luego, porque los cargos fueron desechados. ¿Es que acaso ya no puede un grupo de muchachos blancos atacar sexualmente a una mujer negra sin que la gente cause un escándalo por ello? Qué injusto.

Dejando de lado el contenido de su diatriba enfurecida, ¿no les parece que el estilo de su forma de escribir es el de una niña de doce años, tal vez el de una niña que hasta ahora descubre las malas palabras, y cree que al usarlas tanto como le sea posible es “cool”? Siguiendo la esencia de ese comentario, y dada la evidencia que tenemos a nuestra disposición, yo realmente creo que Amanda Marcotte tiene doce años. Cualquier argumento en contra de ello, ya sea de Amanda o de cualquier otra persona, será tomado como evidencia de que ella tiene doce años.

De acuerdo entonces. Como evidentemente Marcotte no fue criada de manera apropiada, ¡yo voy a recomendar un régimen de disciplina que no tardará en hacerla hablar como debería hacerlo una señorita decente! Sugiero, en primer lugar, que se le lave la boca vigorosamente con jabón; después, que alguien le propicie una fuerte serie de nalgadas (sobre las piernas de un patriarca, desde luego); y después que se le envíe a dormir sin haber cenado por una semana. ¡Esto no tardará en corregirla! Y como yo me rehúso a creer que cualquier evidencia contraria a mi opinión según la cual ella tiene doce años, cualquier desavenencia con mi opinión en el asunto solo servirá para reforzar mi afirmación de que ella merece, sin lugar a ninguna duda, este castigo. Ahora ¿qué piensan ustedes de eso?

Adam.

El Resultado Final del Feminismo, Parte I

Conferencia Nº10

“Los fundadores de una nueva colonia, sin importar qué Utopía o virtud humana tenían pensado proyectar, han reconocido entre sus primeras necesidades prácticas el designar una porción de suelo virgen para el cementerio, y otra porción para el sitio donde estará la prisión.” – Nathaniel Hawthorne

Parece sensato, en este punto, formular la pregunta: ¿Por qué está sucediendo todo esto? La respuesta que puedo ofrecer, para el propósito de esta conferencia, no es histórica sino psicológica: ofrece una explicación a través de referencias al estado mental de las operadoras del feminismo. Sin duda obran procesos históricos, explorados en otros textos, pero ningún movimiento social puede sobrevivir únicamente en beneficio de su historia. Nadie nace siendo feminista. Debe haber algún estímulo, o estímulos, trabajando para moldear a hombres y mujeres no-feministas en feministas activos, pero no podemos explicar la conversión feminista a través de la agitación de las activistas feministas que ya existen. Podemos ciertamente creer que el activismo feminista juega un papel en el reclutamiento, pero esta no es una explicación adecuada. ¿Por qué habría un individuo de comprometerse al feminismo, en lugar de cualquier otro movimiento social cuyos activistas se dedican a la agitación con el propósito del reclutamiento ideológico?

Debe ser que el feminismo ofrece a dichos individuos algo que otros movimientos no. Yo propongo que, al abrir un espacio que permite satisfacer perfectamente un odio colectivo contra los hombres, el feminismo ofrece una forma de catarsis, aprovechada con entusiasmo por aquellos que ya están predispuestos a la misandria. Es probable que haya tantas racionalizaciones de misandria como feministas individuales –tendríamos que explorar los detalles más íntimos de las vidas de cada feminista individual, en particular su cultura mental, para llegar a una conclusión respecto a cuándo y cómo esa persona decidió culpar a todo un sexo por cada uno de sus inconvenientes– pero lo que es común a todas ellas es la hostilidad hacia la masculinidad, o en otras palabras, hacia lo masculino. Una vez que la emoción inicial, provocada por la indulgencia mutua en el odio sexual, ha mermado, las líneas de comunicación entre feministas permanecen abiertas. El feminismo proporciona más que la oportunidad de catarsis, y las feministas no tardan en darse cuenta de que no necesitan restringirse a sus (figurativas) cajas de resonancia, y podrían intentar ocasionar un cambio real. Una excitación recorre sus cuerpos ante la posibilidad no solo de despreciar, pero en efecto lastimar a los hombres, apoyadas por un movimiento ampliamente organizado, generosamente financiado e institucionalmente conectado –un movimiento que disfruta de una reputación impecable como defensor de la gran virtud de nuestro tiempo, la igualdad– esas feministas se disponen a trabajar. El feminismo es el sueño de un misándrico.

Implícito en lo que escribí arriba es el corolario según el cual el feminismo no genera misandria. El feminismo promueve, respalda, refuerza, organiza y agranda la misandria, pero no la genera abiertamente. Una mujer que no es hostil hacia los hombres no adquirirá esa hostilidad al ser expuesta al pensamiento feminista, y lo más probable es que retroceda ante esa odiosa filosofía. El feminismo simplemente provee un espacio para que mujeres y hombres que ya tenían inclinaciones misándricas se congreguen y hagan planes.

El predecesor del feminismo es el Ginocentrismo tradicional, un sistema social auto-sostenible que les enseñó a las mujeres que los hombres se sacrificarían por ellas, y que les enseñó a los hombres que ellos eran mujeres defectuosas. El privilegio femenino inherente a esta ecología sexual estaba indudablemente acompañado y reforzado por una animosidad en contra de los hombres –el sexo defectuoso– más particularmente aquellos hombres que no se conformaron con el papel ginocéntrico que se esperaba de ellos. El feminismo se aparta de este modelo, no solo en el sentido de que proporciona organización para esta misandria, pero también en la inestabilidad de sus operaciones. El feminismo exige incansablemente un mayor sacrificio masculino en beneficio de las mujeres. Este es un proceso que se debe intensificar sin ningún fin a la vista, y ese proceso carece de planeación y de cualquier rastro de equilibrio. Se imponen restricciones cada vez mayores al mismo grupo de gente cuyo trabajo e ingenio sostienen un orden social en el que el feminismo puede prosperar. El parásito está matando al huésped, y o es purgado o muere junto con el huésped. Sencillamente, el feminismo no es sostenible.

Sin embargo, las feministas no piensan en esos términos. A pesar de sus incursiones en temas tan recónditos como la jurisprudencia y el posmodernismo, el pensamiento feminista finalmente se resuelve por la validación de emociones primarias. Los principios más importantes de los sistemas de justicia occidentales, que evolucionaron bajo patriarcados, aspiraban a la imparcialidad y la objetividad en todos los procesos judiciales. Se habla de habeas corpus, del derecho a un juicio   con jurado, de la presunción de inocencia, de castigos que se ajusten a los crímenes correspondientes en lugar de excederlos, entre otros. Que estas doctrinas de libertad civil hayan durado por tantos siglos es testimonio de la integridad de las generaciones de hombres que las heredaron. Las feministas, en sus esfuerzos por reemplazar estas instituciones “obsoletas y patriarcales”, no se dedican a nada que sea remotamente parecido a ese tipo de reflexión profunda como la que las engendró, y definitivamente no contemplan ninguna noción de imparcialidad. Cualquier innovación feminista en el campo legal –ya sea la introducción de la presunción de culpa (para los hombres), propugnar por un sistema de juicio inquisitorio en lugar de adversario (para los hombres), o proponer que las mujeres no deberían ser castigadas en lo absoluto cuando cometan crímenes– fluye de la misma fuente: las emociones vengativas y violentas de funcionarias feministas individuales. El feminismo es tan peligroso porque existe para validar esas emociones, y para darles un lugar permanente en discusiones sobre cómo la sociedad estaría mejor organizada.

Podemos apreciar el éxito del feminismo en este aspecto cuando consideramos la popularidad de la culpa colectiva, a pesar de ser anatema para los principios de imparcialidad y neutralidad que forman la  base de nuestros sistemas de justicia liberales. La culpa colectiva es una descarga emocional, un efecto visible del odio de clases concentrado, y es un ataque a la verdad verificable de la voluntad moral de los individuos. Bajo un sistema de culpa colectiva, las acciones de una persona no tienen relevancia en el destino de la misma. Seres humanos son enviados al patíbulo por las circunstancias con las que nacieron. Ni los juicios, ni ninguna institución que exista para verificar los hechos y asignar culpas, sirven para nada. La culpa ya ha sido asignada, y los hechos son irrelevantes. Lo que sigue después de la culpa colectiva es el castigo colectivo.

Las feministas aún no se encuentran en una posición lo suficientemente poderosa como para emitir castigos a todo el sexo masculino. En lugar de ello, arrojan una red tan amplia y profundamente como pueden, con la esperanza de atrapar la mayor cantidad posible de hombres y niños. Donde sea que un hombre individualmente identificable aparezca en su radar, este se convierte en un paria, aun si las acusaciones en su contra son débiles y sin fundamento. Esto es irrelevante, pues lo que importa es que fue identificado, para después convertirse en el blanco de un desasosiego desenfrenado, una piñata pública, una efigie de todos los hombres, de la masculinidad misma. Se convierte en la personificación de todo el sexo masculino, y el castigo colectivo que las feministas ansían imponer a todos los hombres es infligido a él. Incluso después de que se probado su inocencia respecto a todas las acusaciones, los ataques se intensifican, como si la renuencia del mundo a reconocer su culpa fuera un injuria aún mayor que los cargos en contra de ese individuo. Después de un tiempo, ese hombre es olvidado, y un nuevo chivo expiatorio es descubierto. En ese punto, las feministas intentarán sobrepasarse entre ellas en editoriales, discursos, y en las secciones de comentarios de los periódicos y blogs, exigiendo contra él las más grotescas mutilaciones y actos de violencia.

Un sistema legal imparcial, que trata a los seres humanos como individuos, es una barrera contra la culpa colectiva. Deshacerse de un sistema así permitiría castigar a muchos más hombres, sobre la base de que son hombres, razón por la cual las feministas han luchado incansablemente para anular la imparcialidad. Poco a poco, las funcionarias feministas dentro del gobierno, la academia, y el sistema legal han reemplazado la voluntad moral individual y el Estado de Derecho con la micro-gestión de la gente. Como dice el mantra, lo personal es político –y es cada vez más un asunto que le incumbe al estado. Incluso si no es planteado explícitamente de esa forma, el principio subyacente de toda innovación feminista es lograr que el estado ejerza presión, cada vez con mucha más fuerza, sobre nuestra vida personal. Si lo personal es realmente exactamente lo mismo que lo político, entonces ser políticamente correcto debe ser lo mismo que ser personalmente correcto –un sistema de control perverso y ubicuo que escudriña cada movimiento del individuo con el propósito de encerrarlo en su sitio. Uno deber ser personalmente correcto, en lo que se refiere a sus creencias, deseos, búsquedas, gustos –hasta las bromas de las que uno se puede reír– de acuerdo a los estándares de ellas. ‘Ellas’ se refiere a las auto-declaradas víctimas de la sociedad, quienes sin embargo son lo suficientemente poderosas como para disfrutar de un almuerzo con el Presidente y establecer normas sobre cómo el gobierno debe regular nuestra vida.

La idea no es que los hombres superen todos los obstáculos en su esfuerzo por ser política/personalmente correctos. Después de todo, aquellos que exigen que los hombres se sometan a todas esas vejaciones son los mismos que están aguardando su turno para golpearlos bastones en el intento. La idea es que los hombres deberían, para decirlo de alguna manera, morir intentándolo, es decir, la intención es que los fallen. Cada vez que los hombres logren vivir pacíficamente, se requerirán más y más incursiones dentro de su espacio personal. Es en el momento en el que ocurra el fracaso (cuando los hombres hayan fracasado en estar a la altura de unas reglas cada vez más constrictivas) que los hombres podrán ser castigados. La prueba se hace más dura cada vez con cada legislación que se impone.

El ejemplo extremo de la micro-gestión social es un estado como el de Corea del Norte, una dictadura totalitaria y brutal que controla todos los medios, e impone restricciones severas sobre la expresión, la asociación, el movimiento, y el acceso a la información, y detiene a los disidentes y a sus familias en campos de concentración donde muchos perecen debido al hambre o a experimentos médicos. Las sociedades occidentales está separadas de la sucesión de despotismo, como el de Corea del Norte, gracias a un pequeño número de fundamentos, algunos de los cuales ya hemos mencionado: el respecto por la autonomía del individuo, la presunción de inocencia, la separación de poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, entre otras, todas doctrinas que corresponden a aquellas que las feministas desean derrumbar. Las emociones violentas y vengativas que surgen del feminismo son, por naturaleza, irracionales; no existe ningún límite interno y racional que les sugiera que ya es suficiente una vez que se alcanza algún punto de referencia. Los impulsos furiosos que se encuentran en el corazón del feminismo no se detendrían sino hasta haber engendrado un régimen totalitario que restrinja el discurso de los hombres, su derecho a la libre asociación y al libre movimiento, y que los detenga y los encierre en campos de concentración donde sean sometidos al hambre y a la mutilación.

¿Acaso estamos tan lejos de regímenes salvajes como el de Corea del Norte que lo anterior simplemente no es una posibilidad? No deberíamos permitirnos ser engañados por llamados según los cuales vivimos en una democracia, donde los líderes deben, finalmente, rendir cuentas al pueblo. Nuestra democracia es solo aparente, y ofrece pocas opciones reales de dónde escoger. El consenso bipartito entre los dos partidos principales garantiza que el estado seguirá creciendo, y las intenciones ocultas de las feministas siguen siendo promovidas, ya sea que el nuevo gobierno se vista de azul (demócratas), o de rojo (republicanos). Al no encontrar ningún tipo de oposición seria, lo líderes no tienen que hacerle reverencia a la gente para asegurar su mandato. Todo ese “darle gusto al público” es superficial, aunque altamente efectivo, de la misma forma en que todos los regímenes totalitarios han disfrutado de la popularidad de las masas. Por definición, los regímenes totalitarios deben ser populistas: el apoyo que deben conseguir, para poder permanecer en el poder, no puede ser solo el de una minoría armada, y a cambio del respaldo de las masas, esos regímenes miman los egos del pueblo, elogiándolo por su coraje, y declarándolo la inspiración de todo progreso, al menos a la mayoría. Los grupos que no hacen parte de la mayoría favorecida son, por el contrario, tratados con desprecio antes de ser destruidos. Es la mayoría la que se vuelve tiránica –como lo advirtió Alexis De Tocqueville– cuando los líderes aíslan a un segmento específico de la población para culparlo y castigarlo. Como disfruta la manera como el líder la glorifica, la mayoría tomará partido en contra de los indeseables, y los tratará con una malicia abominable. Es una situación que se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia, en particular en las tiranías populistas del siglo veinte. Hoy en día, nuestros líderes exaltan lo femenino y calumnian lo masculino –un prejuicio tan profundamente arraigado que se ha normalizado hasta el punto en que son pocos los que consideran inusual que el Presidente recrimine a los hombres en el Día del Padre. Los hombres –quienes son el 49% de la población, es decir una verdadera minoría– están padeciendo las primeras etapas de la tiranía de la mayoría femenina. Los líderes de todos los partidos buscan satisfacer, primero que nada, a la mayoría femenina, y particularmente a los grupos de presión que se establecieron (supuestamente) para velar por los intereses de dicha mayoría. Más dañino aún fue el ingreso de las mujeres al campo de la política –no por el hecho de que sean mujeres, sino porque casi todas las mujeres que ejercen la política, sea cual sea su partido, hacen de los asuntos femeninos su prioridad. Por el contrario, los hombres que ejercen la política juran su lealtad a los principios de su partido y a las exigencias de sus votantes, pero no a los asuntos masculinos. No hay políticos que hagan de los asuntos masculinos una prioridad, pero hay muchos –hombres y mujeres– cuya plataforma política es aquella de los asuntos femeninos. El mundo no es tan sencillo como para decir que los hombres están sobrerrepresentados simplemente porque hay una mayor cantidad de ellos, pues aunque efectivamente hay más hombres en el campo de la política, son las mujeres quienes están sobrerrepresentadas porque los políticos se preocupan más  por ellas que por los hombres. El sexo de un político no hace la diferencia respecto a la legislación que intentan aprobar. Al cortejar el voto femenino, y particularmente en sus esfuerzos para complacer a los grupos feministas (misandria organizada), el político –hombre– perpetuará y extenderá el comportamiento caballeroso, menospreciará su propio sexo, y seguirá aprobando legislación anti-masculina, sancionando el tratamiento cruel y salvaje en contra del hombre común.

La destrucción sistemática viene después del desprecio sistemático. El resultado eventual del feminismo es nada menos que un Holocausto, el imponente crescendo que marcará el éxito de más de un siglo de guerra sexual y la demonización/degradación de lo masculino. Aquellos hombres, como el político que atiza el fuego del tribalismo de género para ganar votos y beneficiar su carrera, se convertirán en los facilitadores y verdugos en los programas de reducción de la población. Ellos serán los “Tíos Tom”, los Judenräte, sentados sobre caballos blancos, pero que eventualmente sufrirán el mismo destino de aquellos hombres que ellos ayudaron a exterminar. La violencia anti-masculina, homicida y genocida en la retórica feminista está bien documentada:

“El macho es un animal doméstico que, si es tratado con firmeza… puede ser adiestrado para hacer casi todo” –Jilly Cooper, SCUM (Sociedad para Destrozar a los Hombres)

“Quiero ver un hombre golpeado hasta hacerlo papilla con un tacón embutido en la boca, como una manzana en la boca de un cerdo” –Andrea Dworkin

“Asesinen a sus padres” –Robin Morgan

“Como la vida en esta sociedad es, en el mejor de los casos, un absoluto fastidio y ningún aspecto de la sociedad es relevante en lo absoluto para las mujeres, le corresponde a éstas, cívicas, responsables, y amantes de la emoción, derrocar al gobierno, eliminar el sistema monetario, instituir la automatización absoluta, y destruir al sexo masculino” –Valerie Solanas, Manifiesto SCUM

“No es un accidente que en los matriarcado antiguos los hombres fueran castrados, masacrados sacrificialmente, y excluidos de toda forma de gobierno; tampoco es un accidente que algunas supremacistas feministas hoy en día crean que el hombre es de una especie o raza diferente e inferior. Donde sea que el poder sea asequible o la integridad corporal sea respetada según los atributos biológicos, la crueldad sistematizada permea la sociedad y el asesinato y la mutilación la contaminan. Nosotras no seremos diferentes” –Andrea Dworkin

“¿Para qué tener hombres en lo absoluto?… La proporción de hombres debe ser reducida y mantenida a aproximadamente 10 por ciento de la especie humana” –Sally Miller Gearhart

“Si la vida ha de sobrevivir en este planeta, tiene que haber una descontaminación de la Tierra. Creo que esto será acompañado de un proceso evolutivo que resultará en una drástica reducción de la población masculina” –Mary Daly

La respuesta feminista típica es señalar que estas citas son de feministas radicales, quienes no han estado activas por una largo tiempo, y no representan al feminismo establecido. Sin embargo, aunque no es totalmente cierto que esas opiniones no representen al feminismo establecido, es posible encontrar ejemplos más recientes de actitudes feministas:

“Es hora de que el gobierno presente una estrategia para alejar a los hombres del poder y la facultad de oprimir como parte de su estrategia a favor de la mujer y la justicia de género… Cambiar programas futuros a favor de la mujer implica cambiar a los hombres; cambiar a los hombres implica deconstruirlos y reducir su poder; y, en un plazo aún más largo, esto puede implicar la abolición de los hombres” –EuroPro-Fem, una red europea de hombres pro-feministas.

El siguiente extracto es parte de una discusión reciente en un blog feminista:

Allecto: Creo que hay una solución muy simple al “problema” del deporte de equipos de las violaciones en grupo que es tan popular como forma de vinculación afectiva masculina entre los jugadores de fútbol.

Castración obligatoria para todos los hombres que jueguen fútbol y para todos los hombres que vean fútbol. Esta sería una solución fácil y rápida.

bononobabe: Me gusta la idea de la castración. Yo la llevaría un paso más allá y castraría a todos los bebés al momento del nacimiento.

Mary Sunshine: No hay otro remedio para esta situación además de detener el surgimiento de más humanos machos.

Es importante hacer dos advertencias antes de continuar. La primera no es un compromiso, y tampoco es una autocensura o moderación; es una declaración de hechos. La abrumadora mayoría de las mujeres no apoyan, ni apoyarían, la exterminación de los hombres. La pregunta de si todas las feministas, o solo algunas, apoyan la exterminación de los hombres será abordada en un par de semanas, pero es claro que hay algunas feministas que no apoyan abiertamente la exterminación masculina. No obstante, juegan un papel importante en el proceso, como todos los misándricos. Por ahora, será suficiente decir que cualquier auto-reflexión o auto-criticismo feminista llega al veredicto según el cual las personas que llevan a cabo esa reflexión, o ese criticismo, “no son lo suficientemente feministas”, lo que implica más radicalización. Tomé esta cita de la cubierta posterior del libro de Zillah Eisenstein, El Futuro Radical del Feminismo Liberal, un texto feminista que llega a la misma conclusión:

Eisenstein muestra que el feminismo liberal es “autocontradictorio” porque “acepta el liberalismo y al mismo tiempo rechaza su base patriarcal”. Sin embargo, la verdad es que el feminismo es “potencialmente subversivo”, tanto para el liberalismo como para el estado capitalista patriarcal, y debe y puede volverse radical al oponerse a las limitaciones de lo que puede lograrse dentro del contexto del estado… Eisenstein promueve la idea según la cual el feminismo liberal contiene en sí mismo las semillas del cambio radical.

El punto importante de la cita anterior es que Eisenstein, una autora feminista, rechaza la base patriarcal de todas las instituciones liberales; es decir, ella no tendría ningún problema es deshacerse de la imparcialidad legal, de la igualdad ante la ley, de la presunción de inocencia, entre otras. Conservar esas doctrinas, que existen para proteger a gente inocente, no se encuentra en los planes feministas, y Eisenstein llega a la misma conclusión que yo presenté en esta conferencia: que el feminismo liberal se volverá radical cuando logre todo lo que pueda lograr a través del estado liberal. Las emociones violentas y vengativas no se saciarán, nunca.   Una vez que el feminismo haya llegado tan lejos como pueda llegar a través del estado liberal, las “feministas liberales” se pondrán en su contra y tramarán su derrocamiento.

La segunda advertencia es que la destrucción física de los hombres no es inevitable, sino el resultado lógico del feminismo. Pero nuestro futuro no está grabado en piedra. Debido a que las feministas han pedido explícitamente el trabajo forzado masculino y que la presunción de inocencia sea eliminada cuando los hombres sean acusados de violación, y a que los legisladores están considerando seriamente la sugerencia según la cual aquellos declarados culpables de delitos sexuales deberían ser castrados físicamente, podemos concluir que ya vamos por el camino feminista hacia el infierno. El Feminismo no tiene sistema de frenado interno, y una victoria no modera las violentas emociones de la feminista, pero proporciona el impulso que ésta necesita para lastimar a los hombres sin sufrir consecuencias. Por lo tanto, cualquier obstáculo al progreso del feminismo tendrá que venir de afuera. Es responsabilidad de agentes externos el construir un muro de ladrillo en la trayectoria del feminismo.

Llevamos más de sesenta años en un proceso orgánico que dejará a la humanidad con una sociedad irrevocablemente cambiada. El catalizador para la abolición del Ginocentrismo es su propia expresión radical e insostenible, el feminismo. Esos mismos cambios sociales y conceptuales que han hecho posible el feminismo generan la pregunta de por qué los hombres deben tolerar cualquier forma de Ginocentrismo. Será posible llegar a la masa crítica de oposición al Ginocentrismo, que resultará en su derrocamiento, en cuanto el feminismo sea expuesto ante el mundo. Lo que aún está por verse es si el feminismo se expondrá a sí mismo, o si será expuesto por los contra-feministas. Lo primero ocurrirá si el movimiento se vuelve lo suficientemente poderoso como para iniciar la destrucción física de los hombres. En mi opinión, serán las feministas quienes lancen los dados de últimas, aunque no tendrán éxito y muchos hombres sufran muertes tortuosas. La otra posibilidad es que el feminismo sea expuesto antes de que esto suceda, lo que prevendrá mucha violencia, y permitirá la abolición del dominio Ginocéntrico con el menor derramamiento de sangre posible. Cualquiera que sea el caso –sea que el feminismo se exponga a sí mismo, o que sea expuesto– ya está acabado; arrojado en la desinfectante luz diurna de la mirada del mundo, rindiendo cuentas por sus severas transgresiones, el feminismo no será tolerado de nuevo nunca más.

Adam.

Lecturas Adicionales:

Roger F. Gay. Desentrañando el Feminismo en Suecia

Shannon O’Neil. El Odio a los Hombres Está Bien en la Universidad de new Hampshire

Martin Lehman. Fanáticas Feministas Crean un Mundo Anti-Masculino

El Resultado Final del Feminismo, Parte II

Conferencia Nº11

 “La propaganda, como patriotismo invertido, se alimenta de los pecados del enemigo. ¡Si no hay pecados, hay que inventarlos! El propósito es hacer que el enemigo parezca un monstruo tan grande, que renuncia a los derechos de un ser humano.” – Sir Ian Hamilton

La destrucción física de la masculinidad es el resultado final de la gobernanza feminista. Entre más gobernanza feminista haya, más persecución anti-masculina habrá, por lo que nos encontraremos más cerca del Holocausto. Más feminismo no resultará en más igualdad sexual. Más feminismo no es la solución a los problemas señalados por los Activistas de los Derechos de los Hombres. El feminismo es el problema. ¿Cómo podría ser de otra forma? Las feministas creen que los hombres, todos los hombres, tienen una deuda con ellas, deuda que no tienen ningún problema en cobrar con sangre y sufrimiento. No importa qué tanto dolor le inflijan al mundo, nunca será suficiente para saciar sus violentas y vengativas emociones. Por el contrario, entre más daño inflijan en los hombres, más se normaliza esa situación, y –justo como una adicción– necesitarán dosis cada vez mayores para satisfacer su odio, lo que culminará en el Castigo Final, la erradicación total de los hombres.

Noten que no estoy midiendo mis palabras, ya que no andaré con cuidado en lo que respecta a este tema. No recurriré a eufemismos, ni ocultaré mi mensaje “entre líneas”. No permitiré que ustedes se vayan con la mera impresión de que el Holocausto Masculino es el resultado final del feminismo, para después seguir hablando de otras cosas como si el solo hecho de airear la idea debería ser algo embarazoso para quien habla. Soy totalmente consciente de que la mía es una perspectiva marginal del feminismo, y que puede ser considerada “extrema” por algunos, pero es que la tergiversación y la confusión de lo que es el feminismo es tan solo otro síntoma de la enfermedad que estoy describiendo. Voy a afirmar, de manera franca, que esta es la conclusión a la que he llegado, después de haber considerado toda la evidencia disponible, y es una conclusión que aliento a la gente no tomar a la ligera. La tentativa de erradicación inminente de la mitad de la raza humana exige una escritura que no esté imbuida por la frivolidad ni el capricho. No me permite entablar un discusión civilizada con aquellos que intentan lograr dicha erradicación, o que la alientan desde el banquillo. No tiene sentido llevar a cabo un intercambio respetuoso de ideas con ese tipo de gente; la idea me parece una fea parodia de un discurso verdaderamente civilizado –como el de Neville Chamberlain al tratar de apaciguar a Adolf Hitler. No, mi objetivo es convencer tanta gente como sea posible que esta es, sin duda, la verdad, y con ello impulsarlos a hacer lo que puedan para detener un desastre humanitario antes de que empiece. Para tal fin, diré las cosas como son, y desafiaré a los enemigos de la humanidad donde los vea –y son las feministas, son ellas las que incluso en este momento, mientras usted lee estas palabras, trabajan diligentemente en poner ese sello oficial en su doctrina clave de la Culpa Masculina Colectiva.

No importa qué tanto esté metida en su fantasía, la feminista es consciente, en algún nivel, de que es imperativo que una persona haya cometido un crimen para poder ser culpable del mismo. Inicialmente, este hecho aparece ante ella, fantasmagóricamente, como una verdad inconveniente, una punta salida, algo que la irrita –como un nudo en la garganta, o una mota en un ojo, algo que simplemente no se va. Esta verdad irritante es un interceptor lógico, un arrume de escombros en el camino. Ella se pregunta: ¿debería detenerme y regresar? ¿Podría mi feminismo, este maravilloso vehículo para mi catarsis, reconciliarse con mis suposiciones de individualidad humana e imparcialidad judicial? Por supuesto que no podría, y si ella continúa siendo feminista, las abandona del todo. Tratar a los individuos como individuos destruye cualquier apelación a la Culpa Colectiva y al Castigo Colectivo, y viceversa: suscribirse a las nociones de Culpa Colectiva y Castigo Colectivo niega la posibilidad de tratar a los individuos como individuos. Después de tomar su decisión, la feminista ignora esta verdad, que los individuos deben cometer actos individualmente para rendir cuentas individualmente por dichos actos. Esa verdad se vuelve irrelevante, pues la venganza está más arriba en su lista de prioridades. La responsabilidad individual ha dejado de importarle, por lo que debe dejar de importarles a otros también. Aquellos que le recuerden esa verdad son atacados (con las tácticas de humillación) y, eventualmente, el hecho mismo es atacado. La responsabilidad individual es el producto de la falsa conciencia; todos los hombres tienen la culpa. El esencialismo biológico, alguna vez el recurso exclusivo de la derecha fascista, resucita ahora como el justificador de la Nueva Izquierda autoritaria.

Las feministas no están interesadas en la verdad, y no formulan sus principios basadas en un análisis de verdades recopiladas. El punto de inicio de todo feminismo es la emoción misándrica, y los principios subsiguientes son formulados a partir de ella. La verdad es, en su mayor parte, incidental: se le aprecia mucho cuando coincide con los argumentos feministas, pero es atacada abiertamente cuando no; en cualquier otro caso, es irrelevante, y los hechos no son más que una herramienta del patriarcado; el feminismo apunta a elevar pasiones subjetivas y voluntades a los ideales aposentos que antes estaban reservados para aquellas cosas que podían ser verificadas objetivamente.

Los detractores continúan, por supuesto, señalando esas verdades incómodas, inconvenientes e irrefutables. Por ejemplo: aun si aceptamos la afirmación falaz según la cual una de cada cuatro mujeres es violada, eso implicaría que, a lo sumo, uno de cada cuatro hombres comete violación, asumiendo que cada violador comete solo una violación. Pero esto no es muy realista, puesto que sabemos que hay violadores en serie, cuya reincidencia reduciría el número de culpables significativamente. ¿Podría alguien que promociona los datos de “una en cuatro” discrepar de manera realista con este cálculo? Esas personas se ven forzadas a concluir, con nosotros, que al menos tres cuartos del número de hombre nunca han violado, y nunca violarán, a nadie; en otras palabras, estos son hombres no son violadores, de una manera que es demostrable. ¿No es entonces monstruoso ensuciar al cien por ciento de una población con los crímenes de menos de un cuarto de la misma? Tal vez deberíamos organizar protestas, en el estilo de Recuperemos La Noche (Take Back The Night) y otras, en las que podamos gritar “¡tres en cuatro! ¡tres en cuatro!” hasta que la gente entienda el mensaje de que la abrumadora mayoría de hombres no son violadores y no merecen ser etiquetados como tal. ¿Qué opinan ustedes?

Cualquiera que sea el caso, pareciera que la Culpa Colectiva ha sido descartada –pero subestimamos la creatividad feminista. Mientras algunas de las seguidoras más dementes del feminismo han afirmado que “todo sexo es violación” –lo que hace violadores a casi todos los hombres por haber tenido relaciones sexuales consensuadas en algún momento, incluidas las que fueron iniciadas por las mujeres– la mayor parte de la “tercera ola” ha gravitado hacia la falsa racionalización según la cual una “cultura de la violación” persiste entre los hombres masivamente. La doctrina de la cultura de la violación sostiene que, aunque es solo una minoría de hombres la que comete violaciones, el otro setenta y cinco por ciento (o, si hemos de ser realistas, un porcentaje significativamente mayor) alientan a dicha minoría desde el banquillo, obteniendo placer de manera vicaria al saber que las mujeres están siendo atacadas sexualmente. La Culpa Colectiva está asegurada. La verdad –que los hombres son más histriónicos que las mujeres en lo que se refiere a declaraciones de violación– es inmaterial y puede ser tranquilamente negada o ignorada. Es posible encontrar más ejemplos de la creatividad feminista –como concebir nuevas maneras de culpar a todos los hombres por los crímenes de una pequeña minoría– en cualquier tema sobre el que decidan escribir. No los voy a mencionar aquí pues nuestra discusión debe continuar. Será suficiente decir que dicha creatividad recurre al mito de “el patriarcado” –que los hombres que de manera individual no controlan o abusan de las mujeres, por alguna razón, simplemente porque son hombres, apoyan activamente los procesos a través de los cuales otros hombres si lo hacen. La única cosa que un hombre debe hacer para ser culpable de esto es ser hombre; por lo tanto, es culpable sólo por existir. Toda la creatividad feminista de culpar a los hombres es una variación de este tema bioesencialista, y sirve para legitimar la Culpa Colectiva y el Castigo Colectivo.

El proceso feminista de destruir a los hombres y a la masculinidad no necesariamente seguirá un plan definido. ¡No tiene por qué hacerlo! Hasta el día de hoy, los historiadores continúan debatiendo si alguna vez hubo una orden directa para la Solución Final, o si el Holocausto fue el resultado de una radicalización acumulativa dentro del la totalitaria y anti-semita burocracia estatal de la Alemania Nazi. Es al menos concebible, entonces, que el asesinato de millones de personas puede ser logrado orgánicamente, después de un periodo significativo de demonización que hace que la mayor parte de la población sea permanezca indiferente (si no hostil) hacia el chivo expiatorio. Realmente se necesita muy poca gente para llevar a cabo un genocidio –típicamente menos del diez por ciento de la población, a menudo menos del cinco. Todo lo que se requiere es la indiferencia del resto.

Habiendo dicho esto, hay al menos un plan explícito para el Holocausto Masculino, que enfáticamente no fue escrito como sátira, incluso si la autora más tarde restó importancia a preguntas problemáticas al decir que si lo era. Aunque el Manifiesto SCUM se recuerda hoy en día como una reliquia bizarra que de ninguna manera representa al feminismo en ninguna época, vale la pena señalar que ese texto sólo adquirió el estatus de “clásico” debido a su abrumadora popularidad. Incluso si logramos engañarnos al creer que Valerie Solanas escribió el texto como una broma, no podemos creer lo mismo de sus seguidoras. De estas, quizás la más famosa es Robin Morgan, quien incluyó fragmentos de SCUM en su antología Sisterhood is Powerful [La Hermandad de Mujeres es Poderosa], y declaró su objetivo sincero de que la “Revolución Feminista” no lograría un “falso estado de igualdad”, sino un “orgulloso mundo ginocrático.”

Sin embargo, SCUM difícilmente contiene los bosquejos de la exterminación masculina. El proyecto feminista no ha seguido a SCUM al pie de la letra, aunque quizás es porque no hay letra que seguir. El texto es más una declaración que un programa; es el sentimentalismo violento y vengativo al desnudo, el feo rostro del feminismo desenmascarado, los contenidos disecados de una bomba sucia que antes estaba disfrazada de regalo. A la larga, la publicación de SCUM probablemente ha beneficiado a los anti-feministas más que a nadie. Es una prueba real de que el feminismo apoya, al menos en parte, la supremacía femenina y la eliminación de los hombres; y que semejantes opiniones, cuando finalmente fueron sacadas a la luz, fueron recibidas con apoyo suficiente del sector feminista como para hacer al libro famoso. ¿Será que las feministas de hoy en día serían tan displicentes con SCUM si los anti-feministas no lo hubieran tomado como evidencia?

Para volver a nuestro punto: aunque ciertamente hay individuos que trabajan desde la burocracia estatal y cuyo propósito en la vida en hacer que los hombres sufran –y sin duda, se han establecido departamentos en el gobierno con este objetivo– aún no se ha dado una orden oficial de eliminar a los hombres (todavía), hasta donde sabemos. Pero no se necesita dar una orden así, puesto que la situación puede llegar a suceder orgánicamente. Por décadas, los hombres han sido sujetos a la peor clase de demonización por parte de los medios masivos –incluyendo, a principios de año, la representación de bebés recién nacidos como violadores en crecimiento e inherentemente malos. Los agravios hechos en contra de todos los hombres, que no tienen manera de ser justificados con la excusa de desalentar a ese diminuto número de hombres dispuestos a cometer crímenes, hacen parte de una campaña típica de deshumanización. Los objetivos de esta larga cruzada de odio vienen en tres partes. Primero, que las mujeres al ser expuestas al interminable e incansable odio feminista, adopten la opinión de que los hombres son opresores violentos e inhumanos, y que por lo tanto merecen cualquier mal que sufran. Aunque la mayoría de las mujeres se opondrá inicialmente a este mensaje, el eco interminable de odio, debido a que es tan persistente y ubicuo, terminará por romper la resistencia psicológica. Una vez que el eco de odio haya acumulado el suficiente impulso, y se haya hecho cada vez más y más grande, como una bola de nieve que rueda cuesta abajo, entonces nuestros guardianes culturales solo necesitarán intervenir ocasionalmente para afinar el contenido. Por ejemplo: no era suficiente con que una mujer le tuviera miedo a los “hombres desconocidos”; ese miedo tenía que ser transmitido para que ella también temiera que su esposo, su padre, su hijo, etc. Fueran células activadas en “el patriarcado” que la está oprimiendo, que cada uno de ellos es un “violador potencial”, y así.

El segundo objetivo de la campaña de deshumanización es hacer que los hombres se vuelvan unos contra otros. El que esto haga parte de de la metodología feminista no es sorprendente, ya que la explotación de la masculinidad y el músculo físico masculino, para ser usados en contra de otros hombres para el beneficio de las mujeres, es una de las características centrales del Ginocentrismo histórico. Además de recurrir a hombres poderosos para que estos pasen legislaciones punitivas que permitan el tratamiento cruel de sus hermanos menos poderosos, las feministas buscan generar animosidades entre los hombres del común. Al promover entre los hombres el mensaje de que su propio sexo está lleno de violadores, abusadores y pederastas, los hombres estarán menos inclinados a identificarse con otros hombres, o con los hombres en general, y se sentirán mucho menos dispuestos a mostrar apoyo o simpatía entre ellos. Incluso mientras la industria de los agravios sexuales expande los significados de palabras como “violación”, “violencia”, y “pedofilia”, cualquier hombre señalado (ni siquiera acusado legalmente, mucho menos condenado) de cualquiera de estos actos se convierte en persona non grata entre su propio sexo. Lo que es aún peor, el hombre falsamente acusado (o el hombre “culpable” según la nueva definición de estos términos) se vuelve víctima de actos justicieros cometidos por hombres indignados que se tragaron el argumento feminista según el cual el abuso por parte de perpetradores masculino es ubicuo y está fuera de control (y por lo tanto este hombre que ha sido acusado debe ser culpable). Cuando los hombres que son falsamente acusados y recientemente penalizados se suben a los vagones que los llevarán a los campos de concentración, otros hombres que aún no han sido acusados reaccionarán de manera presuntuosa, consolándose a sí mismos con el pensamiento de que esos hombres deben ser abusadores, y se merecen lo que sea que les pase. Los hombres que aún no han sido acusados son apaciguados en una falsa sensación de seguridad, creyendo que estarán a salvo siempre y cuando continúen obedeciendo al estado feminista.

El tercer propósito de la campaña de deshumanización es el de normalizar la brutalidad en contra de los hombres. Las feministas están hirviendo una rana como dice el proverbio. La crueldad y el maltrato acumulados en contra de los hombres van incrementando, y cada uno de los actos parece objetable, pero no de manera abominable (excepto, tal vez, para aquellos hombres que están prestando mucha atención y que perciben ese insidioso despotismo). Ya hemos sobrepasado situaciones que habrían ocasionado que los hombres salieran a las calles a rebelarse si esos actos se hubieran conseguido en una sola jugada –la esclavización de los hombres por parte de las cortes de familia y las leyes de manutención, los juicios por violación llevados a cabo en secreto y sin jurado en Suecia, la negación de la presunción de inocencia para hombres en varios estados americanos, leyes de arresto obligatorias para hombres que llamas a la policía porque sus novias les clavaron un puñal en el pecho, hombres que son encarcelados y vendidos como esclavos sexuales en las prisiones de deudores porque sus esposas estaban aburridas, etcétera.

Mientras la crueldad contra los hombres se vuelve la norma, practicada por más y más gente, una mayor cantidad de misándricas se sentirán envalentonadas para darle rienda suelta a su odio. El feminismo no significa que los hombres “pierdan sus privilegios”, o que sufran solo por un tiempo hasta que los sexos estén en equilibrio y la vida disfrute de una perfecta harmonía. Entre más feminismo haya, peor será para los hombres, hasta el extremo de la exterminación. El nivel de persecución corresponde precisamente al nivel de poder que acumulen las feministas. Cuando un gran número de burócratas feministas se ponen a trabajar, encontrando diferentes maneras de acosar a los hombres, la burócrata feminista individual se dará cuenta de que no hay límite para poderse salir con la suya.

Me gustaría hablar un poco más del porqué esto ocurre. Desde sus inicios, el feminismo ha sido concebido como una guerra cultural. El hacer de la opresión misándrica una realidad significa que la deshumanización y la crueldad contra los hombres tenían que volverse un fenómeno normalizado –ruido de fondo, aquellos aspectos de la existencia ante los que nadie mueve una pestaña, aquellos hechos de la vida a los que los adultos se resignan, la molestia que puede ser explicada con mantras derrotistas como “así son las cosas”, “es injusto, pero qué podemos hacer”, y “los hombres y las mujeres son diferentes, así que hay que ser hombre y aguantar”. Crear este tipo de indiferencia hostil en contra de los Derechos de los Hombres era necesario porque es la base sobre la que se erige la persecución. Decir que la indiferencia hostil se ha vuelto normal es otra manera de decir que es normal que la gente muestre una indiferencia hostil. En otras palabras, un gran número de gente practica esa indiferencia hostil, y no son llamados a rendir cuentas, porque esa indiferencia está lo suficientemente diseminada como para descartar la posibilidad de hacer rendir cuentas a individuos.

Lo que tenemos, entonces, es una indiferencia hostil hacia los hombres como característica de todo el organismo social, y es dentro de las burocracias del estado que las feministas se congregan para edificar una persecución activa sobre esa indiferencia hostil. La hostilidad y la indiferencia hacia los hombres permiten a esas feministas salirse con la suya, ya que le otorga anonimidad e irresponsabilidad a cada individuo misándrico. Ella no creó esta situación, y no es personalmente responsable por ella. Ella no es la única que está presionando por una persecución activa; todo el resto de la gente es (al menos) indiferente en este aspecto, y en todo caso hay bastante más gente trabajando en el mismo campo. Al librarse del castigo a través de la anonimidad y de la falta de responsabilidad, la feminista individual hace parte de una muchedumbre cuyos miembros se pueden dar el gusto de sentir un poder invencible, lo que les permite dejarse llevar por emociones que de otra manera  habrían sido contenidas. Consideraciones meramente numéricas –la superioridad de las masas- permiten que el operador individual evada toda cuestión de responsabilidad y culpabilidad. Se convierten en simples engranajes cuya existencia y propósito son absurdos cuando se abstraen de la gran maquinaria. Simplemente hacen lo que les dicen, se dejan llevar por la corriente de lo que todos lo demás están haciendo –ostensiblemente inocuos, ordinarios, diligentes.

Cuando un estado busca cumplir una meta ideológica, su burocracia se convierte en el modelo arquetípico de la consciencia humana abrumada por la psicología de la muchedumbre. Cada colectivo actúa colectivamente, es decir, sin detenerse para dejar que los individuos reflexionen, sin consultarle a cada persona, sin requerir su consentimiento entusiasta. El colectivo actúa con inmediatez, de acuerdo a su propia voluntad, sin dejar ningún campo a la crítica interna o externa. Los individuos dentro del colectivo actúan como todos los demás. Son, por definición, anónimos y no rinden cuentas. Emocionado con una idea, y regodeándose en la superioridad de la masa, el colectivo no permite ni admite que nada se interponga en el cumplimiento de su voluntad.

La chusma feminista actúa de la misma manera que cualquier colectivo inspirado por una ideología lo haría –exagerando las trasgresiones minúsculas que se hacen en contra del colectivo, y trivializando las atrocidades que comete en contra de otros. Un ejemplo casi perfecto de esto viene del sitio web feminista Sociological Images [Imágenes Sociológicas]. Primero, la exageración de lo minúsculo. En Septiembre de 2010, una de las autoras de la página anunció su indignación porque una línea de reglas (i.e. el elemento escolar para medir) que conmemoraba a los grandes científicos de la historia, incluyó a Marie Curie bajo el título de “Grandes Mujeres Regentes de la Ciencia” [N. del Tr. Juego de palabras en inglés: ruler puede ser regla pero también regente]. Una horrible injusticia, no lo es. Sin embargo, en este punto, podríamos simplemente asumir que aquellos que visitan el blog habitualmente son personas frágiles, que se ofenden con muchas cosas en la vida –podríamos pensar que se sentirían igual de indignados si se encontraran con una versión equivalente de estas reglas pero con los sexos invertidos.

Podríamos pensar que este es el caso, hasta que miramos la sección de comentarios y encontramos una acusación según la cual el sitio web de Paul Elam Una Voz para los Hombres [A Voice for Men] no es más que un montón de hombres llorones. Ahora, dos semanas antes de que se hiciera ese comentario, A Voice for Men había discutido lo siguiente:

Un estado policial que arresta y encarcela a las víctimas masculinas de la violencia doméstica y permite a las infractoras continuar con su comportamiento criminal; una diferencia de diez a uno en lo que concierne a la pena capital que funciona en contra de los hombres; una diferencia de cinco a uno en contra de los hombres en lo relacionado con el suicidio; un impactante abandono de los hombres en la educación superior y en empleo; la absoluta falta de derechos reproductivos de los hombres, y la incidencia de las acusaciones falsas de violación en contra de hombres que incluso la policía cataloga como epidemia.

A primera vista, la disonancia cognitiva es impactante. ¿Es posible que la feminista haya descartado la discusión de semejantes temas de interés humano, mientras que al mismo tiempo su propio movimiento no encuentra nada más ofensivo para hablar que las etiquetas en las reglas (que de hecho resaltan, no obscurecen, el hecho de que ha habido grandes mujeres de ciencia)?

Como Paul lo pone sucintamente, “los lloriqueos de las mujeres = búsqueda de justicia. La búsqueda de justicia de parte de los hombres = lloriqueo”. Siguiendo esta simple máxima, las feministas se adhieren perfectamente a los oscuros elementos de la psicología de las muchedumbres: exagerar lo minúsculo cuando es algo que les concierne, y trivializar las atrocidades que se cometen en contra de otros.

Como todos los demás colectivos regidos por los principios de la psicología de muchedumbres, las feministas tienen una tendencia hacia el poder de la sugestión: que solo se necesita hablar de una idea en voz alta para que sea tomada como verdad sagrada. Desde luego, esto solo funciona con cierto tipo de ideas –obviamente, aquellas que ayudan a exagerar lo minúsculo, pero ciertamente no las que llaman la atención a las atrocidades no-triviales sufridas por otros. No importa que los gritos de los activistas de la violación –“¡una de cada cuatro!”– estén basados en un estudio cuya metodología es tan errónea que cualquier investigador serio la habría transferido de la impresora a la papelera de reciclaje. Mujeres jóvenes seguirán saliendo a las calles cantando “¡Una de cada cuatro! -¿por qué? Porque le sirve a la muchedumbre el que se haya transgredido en su contra de esa manera, porque les otorga esos sentimientos de indignación honrada que funciona como un trampolín desde el que pueden lanzar la persecución activa de la clase elegida como blanco. Ningún individuo necesita molestarse en corroborar los hechos, y en todo caso la muchedumbre no le pondría cuidado a quien lo hiciera. Como ejemplo de este poder de sugestión en la práctica dentro de la burocracia feminista estatal, no necesitamos mirar más allá de la anterior Ministra para la Mujer y la Igualdad del Reino Unido, Harriet Harman, a quien eventualmente un juez ordenó dejar de tergiversar los hechos diciendo que el crimen de violación solo tiene una tasa de encarcelamiento del seis por ciento. Incluso entonces, grupos activistas de la violación como Mujeres Contra la Violación han seguido utilizando esa cifra totalmente inventada como referencia. Demostrar las afirmaciones que uno hace es un asunto sin importancia, que además no es tan importante como la necesidad de entusiasmar a la chusma.

El poder de sugestión es particularmente pronunciado en el público feminista debido a que está compuesto en su mayor parte de mujeres, y las mujeres son más impresionables que los hombres. Esta no es una diferencia inherente entre los sexos, sino un defecto socializado. Una vida de privilegio, de explotación parasitaria y de creer que se tiene derecho a todo, a extraer los frutos del trabajo de otra persona, ha dejado a las mujeres desprovistas de carácter, con una perspectiva irreal del mundo que las deja vulnerables a ciertos tipos de manipulación que no funcionan tan bien en los hombres. El feminismo es una panacea ideológica, y las mujeres influenciables son sus clientes. Si una idea las entusiasma, si esa estadística de una de cada cuatro les provoca escalofríos, se les causa que sientan algo de manera tan fuerte, entonces debe haber al menos algo de verdad en ello –o así funcionan los procesos mentales inconscientes. ¿Cómo podría algo que no es real afectarlas de una manera que se siente tan real? Uno pensaría que no es posible. Una vez las feministas entendieron y apreciaron la maleabilidad de las mujeres, solo tenían que presentarles estadísticas desconcertantes que, si se repetían sin cesar, hasta el punto de convertirse en ruido de fondo, existen en algún plano más allá de la verdad y la falsedad, el plano del consenso popular, por lo que no puede ser refutado por la evidencia que la mayor parte de hombres han pedido desde que escucharon la afirmación la primera vez.

Por esa misma razón, encontramos tendencias entre las feministas para simplificar, e ir inmediatamente a los extremos. Una instancia excepcional de violencia en contra de las mujeres se convierte, para las feministas, en la norma que es practicada en contra de todas las mujeres, en todas partes. Un estudiante de universidad que cuenta un chiste de violación a sus compañeros de fraternidad se convierte en un microcosmos de toda la sociedad. Con respecto a esto último, contar un chiste sobre violaciones es la misma cosa, según las feministas, que aprobar la violación real de seres humanos. No hay espacio para matices, ni ninguna explicación para los miles de tonos de gris que existen entre el blanco y el negro; tan solo los dos colores percibidos por los Maniqueos Esencialistas. Muy posible y consistentemente, un chiste sobre una violación puede ser contado por gente que abarca todo el espectro de opiniones sobre violación, de la misma manera que se pueden contar chistes sobre bebés muertos, así sean de muy mal gusto, sin necesidad de apoyar o contribuir al infanticidio. Esto es cuestión de sentido común, pero el sentido común no excita las pasiones de las chusmas ideológicas. Los colectivos como el feminismo se apoyan, para su entendimiento compartido, en una fundamental falta de matices –para atraer de manera infalible a sus adherentes, un colectivo ideológico debe propagar un pequeño número de ideas simples, excitantes, y visuales. En el caso del feminismo, que es un colectivo ideológico basado en la validación de los sentimientos violentos y vengativos hacia los hombres, no debería sorprendernos el encontrar que estas ideas visuales sean tan a menudo caracterizadas por la violencia.

La validación del feminismo de ideas extremas, generalizadas, exageradas, simplistas e inmaduras resulta en que las emociones violentas sean los principios guías de la justicia –en otras palabras, la Culpa Colectiva y el Castigo Colectivo de los que ya he hablado. La jurisprudencia feminista fluye directamente de las emociones violentas y anti-masculinas de las feministas individuales, emociones que son, a su vez, validadas por el colectivo ideológico que ha logrado construir un clima de hostil indiferencia hacia los hombres. No existe siquiera la pretensión de imparcialidad en la jurisprudencia feminista –es abiertamente ‘anti-normativa’, buscando condiciones favorables para las criminales mujeres mientras expande indefiniblemente el alcance de las desviaciones masculinas que pueden ser castigadas. Aquellos que la defienden y practican no esconden su sexismo vengativo, mientras sus reformas continúan bajo el radar. Nos dirigimos hacia una explícita persecución en contra de los hombres porque no hay a dónde más ir y muy poca gente está dispuesta o lo suficientemente informada para ponerse de pie y decir ‘no’.

Para aquellos que niegan que el feminismo apruebe y defienda la violencia en contra de los hombres, solo necesito dirigir su atención a sus propias creaciones. Este es el banner del sitio web feminista Feministe:

Ahora, a pesar del contenido relativamente amansado de este sitio en particular ¿es concebible sugerir que el blanco del arma de fuego de esta niña pequeña no es un hombre adulto? Es un truco astuto, porque no se muestra el blanco, lo que permita alegar una denegabilidad plausible de parte de los miembros del sitio. Después de todo, las feministas no le disparan a nadie ¿o si? Como lo pone Fidelbogen:

Tratemos de mirar a la niña en el contexto de la palabra FEMINISTE exactamente detrás de ella. Démonos cuenta de la sinergia de los dos elementos, cómo se combinan en una unidad de mensaje visual-conceptual –efectivamente ampliándose y reforzándose mutuamente.

Siguiendo adelante, podríamos considerar la hilarante ironía de que las feministas expresen su preocupación sobre la probabilidad de que el Pick-Up Artist [artista de la conquista] Roosh Vorek sea violento, simultáneamente haciendo violentas amenazas en su contra:

Debo averiguar su verdadero nombre para que cuando me lo encuentre, pueda golpearle la verga.

Creo que Roosh es un buen ejemplo de aquello que realmente necesita ser purgado.

Me pregunto si su blog es lo suficientemente violento como para notificar a la oficina del fiscal.

Yo también me pregunto. Pero lo que me pregunto es por qué la frase “disonancia cognitiva” es tan utilizada por anti-feministas en situaciones como esta, si el comportamiento de las feministas es perfectamente consistente. Es simplemente que ellas han exagerado todas las transgresiones minúsculas en contra de las mujeres –como por ejemplo, un comentario vagamente ofensivo de un Pick Up Artist –y han trivializado todas las atrocidades en contra de los hombres. Cuando se logre apreciar que las operaciones feministas están caracterizadas por un doble estándar en la manera en que tratan a los hombres y a las mujeres, se entenderá que no hay ninguna ‘disonancia’ en lo absoluto, cognitiva o de otro tipo –su comportamiento es completamente consistente con sus conjeturas de que cada inconveniente que sufren las mujeres es una tragedia humanitaria, y que los hombres no importan en lo absoluto. Por lo tanto, después de décadas de escuchar a las feministas crujir los dientes sobre los horrores de la violencia doméstica, y sobre cómo ese es un tema tan serio que nunca se debería bromear sobre él, el sitio web feminista Jezebel produjo un infame artículo en el que se regodeaban sobre la mayor incidencia de violencia doméstica perpetrada por mujeres, y haciendo amenazas directas en contra de los hombres en general según las cuales las autoras del sitio web actuarían de manera abusiva si los hombres se atrevían a “joder” con ellas. Ahora que los hombres son las víctimas, es aceptable mostrar fotos de hombres golpeados; o referirse al abuso perpetrado por mujeres como “abrir una lata de patea-traseros”; referirse a las víctimas masculinas del abuso como “los tipos” y emplear tácticas encubiertas de humillación al insinuar que la culpa es de ellos por no defenderse. Si uno hace clic en el vínculo, es posible ver los comentarios –hay que asegurarse de hacer clic en “Todos” y bajar el cursor para poder tener una impresión apropiada de lo que las feministas realmente piensan cuando creer que están a salvo de la mirada del mundo.

Las imágenes visuales que el feminismo utiliza no están conectadas por ningún vínculo lógico, aunque todas son consistentes en la raíz pues todas contribuyen a aumentar el poder de las mujeres. Para los no-iniciados, parecería que todas las payasadas de las activistas feministas no están conectadas entre sí, y que las ideas más contradictorias y desiguales se apoyan lado a lado. Por ejemplo, las feministas simultáneamente abogan por la censura de la pornografía suave dirigida a los hombres y lamentan que no exista pornografía más explícita con hombres desnudos y excitados para que sea consumida por las mujeres. Esto sólo lleva a acusaciones intermitentes de “disonancia cognitiva” si uno da por sentado que las feministas asumen su propia filosofía como universal. Si ellas asumieran esto –si su única meta fuera la igualdad sexual y la imparcialidad –entonces sería sin duda cierto que las feministas son irracionales y se podría decir que sufren de disonancia cognitiva. Pero ese no es el caso. Su filosofía no tiene la intención de ser universal. El objetivo no es aplicar un estándar uniforme a hombres y mujeres, sino poner a las mujeres arriba y a los hombres abajo. Es darle más derechos a las mujeres, indefinidamente, y forzar nuevas obligaciones a los hombres, indefinidamente. El doble estándar es la regla suprema de las feministas, no la excepción.

¿Y cuál es el resultado lógico –si mañana, digamos, las feministas obtuvieron todo lo que están pidiendo hoy? Nos sumergiríamos inmediatamente en un sistema de derechos y obligaciones de dos niveles, en el que hombres y mujeres formarían castas distintas de ciudadanos, los primeros acosados por obligaciones que permitiría a las segundas deleitarse en su autonomía total. La vida para las mujeres sería de una anarquía literal, mientras que cada movimiento de los hombres sería dictado desde arriba, modificado con el propósito de satisfacer cada necesidad y capricho de las mujeres. No sería inapropiado llamar a un sistema semejante feudalismo sexual, y cada vez que leo un artículo feminista, esta es la impresión que me da: que ellas construyen una nueva aristocracia, constituida solo de mujeres, mientras los hombres esperan en la puerta, labran los campos, luchan en sus ejércitos, y se postran a los pies de las mujeres por sueldos insignificantes. Toda innovación y legislación feminista crea nuevos derechos para las mujeres y nuevas obligaciones para los hombres; por lo tanto, tiende a la creación de una sub-clase masculina, lo que será el primer paso para la exterminación de los hombres.

Actualmente, el feminismo exhibe todas las marcas distintivas de un movimiento peligroso a punto de convertirse en fascista: sus adherentes exigen sumisión ciega al dogma, son incapaces de discutir sus principios, desean difundir su ideología (por cualquier medio necesario), son intolerantes hacia aquellos que no se acogen a ella, se apresuran a hacer generalizaciones, exigen autenticidad y conformidad a un riguroso estándar de moralidad, y utilizan una retórica bio-esencialista y un imaginario violento para denigrar a sus blancos. La (a menudo literal) deshumanización de los hombres, junto con la gobernanza feminista, no puede llevar a nada más que a la imposición del Castigo Colectivo, el idealizado punto final de un principio de justicia basado en la validación de emociones violentas y primitivas. Ni una pizca de compasión por los hombres inocentes que son sujetos a las peores atrocidades.

El holocausto es la visión utópica final de algunas feministas radicales, y son bastante francas al respecto, discutiendo cómo sería un mundo futurista sin hombres tan insípidamente como si estuvieran discutiendo lo que harán en las vacaciones. Otras feministas radicales se imaginan un futuro en el que la cantidad de hombres se ha reducido dramáticamente, y los que queden serán tratados como esclavos. Otro grupo sueña con una sociedad similar a la nuestra, pero con las mujeres liderando en todos los campos de la vida, olvidándose de cualquier pretensión de igualdad. Mientras tanto, las feministas más serias no necesariamente desean ninguno de esos posibles resultados, pero como son miembros de un colectivo, actuarán como miembros de un colectivo, e incluso si no participan en la persecución activa de los hombres, les estará prohibido –como una regla tácita– mostrar cualquier tipo de compasión por lo hombres, no importa qué tanto estén sufriendo. Aquellas que lo hagan, serán expulsadas, etiquetadas como anti-feministas, y serán sujetas a violentos ataques por el grupo. Ninguna feminista detendrá el proceso de eliminación masculina, ni sentirá ningún tipo de remordimiento una vez se logre, siempre y cuando continúe siendo feminista.

Estas visiones utópicas supuestamente presentan una sociedad perfectamente justa y moral, pero en realidad, lo que imaginan es el fin absoluto de la moralidad. Utopía es aquella en la que nadie toma decisiones inmorales; por lo tanto, nadie realmente toma decisiones morales. En lugar de eso, se han socializado también –a través de la intimidación y el lavado de cerebro– que siempre toman las mismas decisiones. Esta pequeña y absurda fantasía ha inspirado a tiranos a enviar a millones a una muerte segura. La modernidad temprana está marcada por dos prominentes ejemplos de esto: las revoluciones Rusa y Francesa. Ambas se lucharon sobre la premisa de que el antiguo régimen daría paso a una nueva era de perfección humana. Ambas fracasaron, pero no sin antes bañar a sus respectivos países en sangre. El historiador Hippolyte Taine escribió que fue gracias a invocar los conceptos de “libertad, igualdad y fraternidad” que los arquitectos de la Revolución Francesa pudieron “instalar un despotismo digno de Dahomey, un tribunal similar al de la Inquisición, y de alcanzar hecatombes humanas de dimensiones similares a las del México antiguo.” De manera similar, el se presumía que el comunismo sería la materialización de la libertad y todo el potencial humano –hasta que realmente sucedió. Los países comunistas oprimieron y mataron de hambre a sus poblaciones, los hicieron trabajar hasta desfallecer, prohibieron la libertad de opinión, purgaron a los disidentes, e invadieron otros países con un fervor por la conquista imperialista que debió haber sorprendido a aquellos que veían al comunismo como una ideología de paz. Todo esto no sucedió por un objeto existente –no fue por tierra, ni por recursos, ni por libertad –sino por un orden social que nunca había existido y que tan solo se había imaginado.

No deberíamos esperar que los países Feministas –con F mayúscula, que representa la gobernanza Feminista –sean diferentes de ninguna manera. Los países Feministas oprimirán y matarán de hambre a su población. Forzarán a los hombres y a las mujeres disidentes a trabajar en campos de concentración, eliminarán la discusión abierta, cometerán asesinatos a gran escala, e invadirán otros países, todo en nombre de la liberación de las mujeres. Si algo podemos aprender de los últimos cien años, es que la humanidad no logra aprender las lecciones importantes, una y otra vez. Después de los hombres, ¿qué grupo será perseguido? ¿Deberíamos todos tomar un turno como si nuestras características biológicas nos hicieran representantes de aquellos que se parecen a nosotros, a lo largo del tiempo y el espacio? Después de los horrores del régimen soviético y del Holocausto ¿no sería sensato que todos acordemos el dejar de juzgar a grupos heterogéneos de gente por estándares bio-esencialistas, y condenarlos a todos a un infierno en la tierra debido a los crímenes aparentes de una minoría (sea esta una referencia a los sabios de Zión o al “patriarcado”)?

Ahora, soy muy consciente de que solo hacer preguntas no va a cambiar nada, y ciertamente no va a hacer cambiar de opinión a las feministas. Pero no estoy aquí para pedir nada a las feministas. Estoy aquí para interrogarlas, avergonzarlas por sus planes futuros, y difundir el mensaje de lo que realmente trata dicho plan. Porque incluso el auto-proclamado iluminado, y  progresista movimiento feminista no ha aprendido la lección que la humanidad ya debería conocer muy bien.

En contraste con ellas, yo les digo –la paz sea con ustedes.

Adam.

Lecturas Adicionales:

John Dias. Un Vistazo a la Histeria Colectiva, 80 Años en el Pasado

Welmer. La Relación Simbiótica entre Misandria y Poder

Fidelbogen. Una Palabra Agradable y Respetable

[Parte 12 disponibles pronto].

Persiguiendo Al Dragón

Por Peter Wright & Paul Elam

Muchos estudiosos de las políticas sexuales plantean la noción “científica” de que nuestra cultura ginocéntrica es una realidad biológica básica, y que tenemos dos opciones: o bien seguimos el programa y disfrutamos, o bien nos retiramos del sistema de manera nihilista.

Una explicación alternativa del superestimulo sugiere que se trata simplemente de una exageración del potencial humano; una exageración que lleva al fracaso social y reproductivo, pese a la sabiduría popular.

El léxico de las biociencias nos puede resultar útil para entenderlo.

EggsPor ejemplo, en el caso de los pájaros hembra, prefieren incubar huevos artificiales de mayor tamaño, en vez de sus propios huevos naturales.

Los huevos grandes y coloridos son un superestímulo. El hecho de dejar desamparados los huevos auténticos es la superrespuesta.

De una forma similar, los seres humanos también son engañados con facilidad por los vendedores de comida basura. Es muy sencillo entrenar a los seres humanos para que elijan productos que provocan enfermedades cardiacas, diabetes y cáncer, en vez de los alimentos nutritivos para cuyo consumo y aprovechamiento han evolucionado; sólo hacen falta unos cuantos trucos con las papilas gustativas y los reflejos de hambre.

El azúcar y los carbohidratos refinados son superestímulos. El consumo de sustancias tóxicas es la superrespuesta.

La idea es que el comportamiento humano saludable evolucionó en respuesta a estímulos normales en el entorno natural de nuestros ancestros. Eso incluye nuestros instintos reproductivos. Esas mismas respuestas de conducta ahora han sido secuestradas por el estímulo supernormal1.

Desde este punto de vista, podemos ver que el superestímulo actúa como una droga potente, perfectamente comparable con la heroína o la cocaína, que imitan sustancias químicas más débiles, como la dopamina, la oxitocina y las endorfinas, todas ellas presente de manera natural en el cuerpo.

Como ocurre con la drogadicción, los efectos de los superestímulos son responsables de toda una serie de obsesiones y fracasos que afectan al hombre moderno: desde la epidemia de la obesidad y la obsesión con la territorialidad hasta los comportamientos destructivos, violentos y suicidas fundamentales en nuestro culto moderno al amor romántico.

Un detalle interesante sobre los superestímulos de los narcóticos artificiales es el fenómeno conocido como “la caza del dragón”. Es un término que surgió en los fumaderos de opio de China, y se refiere a lo que ocurre la primera vez que una persona inhala el vapor del opio. La euforia resultante es absoluta e incluso mágica… la primera vez.

Después, el consumidor intenta recrear ese subidón maravilloso, una y otra vez, con cantidades cada vez mayores de droga. Pero no puede. El cerebro ya se ha acostumbrado a la inundación de opiáceos artificiales. El consumidor se coloca y se vuelve adicto, pero la magia de la primera experiencia es una mariposa esquiva.

Pero la persiguen con todas sus fuerzas, tratando de cazar al dragón sobre el que cabalgaron en su primera experiencia.

Podemos ver un fenómeno similar en los hombres que, en sus relaciones con las mujeres, intentan desesperadamente ser recompensados con amor, sexo y aprobación, mediante el uso de la caballerosidad romántica. Como drogadictos, avanzan por una banda de Möbius, caminan en círculos, persiguiendo al dragón.

En nuestra opinión, no hay duda de cómo se produce esto.

A continuación presentamos tres ejemplos de superestímulos humanos, y cómo se utilizan para desencadenar una superrespuesta destructiva en el hombre.

  1. Neotenia fabricada artificialmente

La neotenia es la retención de las características infantiles en el cuerpo, la voz o los rasgos faciales. En el ser humano, la neotenia activa lo que se conoce como cerebro parental: un estado de la actividad cerebral que fomenta la nutrición y los cuidados. Esa activación se produce mediante el llamado mecanismo de liberación innato.

Un ejemplo clásico de mecanismo de liberación innato es el que tiene lugar cuando los polluelos de gaviota dan picotazos en el pico de sus padres para conseguir comida.

Todas las gaviotas adultas tienen una mancha roja en la parte inferior del pico; cuando la ven los polluelos, se desencadena, o libera, el instinto de darle un picotazo. Se trata del mecanismo de liberación innato.

Seagull

Desde luego, este mecanismo de liberación innato es vital para la supervivencia de las gaviotas, y en todas las especies de aves y de mamíferos (y en cualquier criatura a la que le preocupe su descendencia) existe algo similar. En los mamíferos, el infantilismo es uno de los mecanismos de liberación innatos que determinan, de forma inconsciente, nuestra motivación para proteger y proveer, garantizando así la supervivencia de la especie.

Sin embargo, las características infantiles humanas también se pueden manipular para obtener atenciones y apoyo que sobrepasen con mucho las necesidades de supervivencia.

En concreto, la mujer utiliza la neotenia para conseguir distintas ventajas, un hecho que no pasa desapercibido a la escritora y médica Esther Vilar, que escribe lo siguiente:

“El mayor ideal de la mujer es una vida sin trabajo ni responsabilidades. Pero, ¿quién lleva esa vida, aparte de un niño? Un niño de mirada suplicante, de cuerpo pequeño y gracioso, con hoyuelos, rellenito y de piel clara y tersa; un adulto en miniatura de lo más adorable. Es al niño a quien imita la mujer: su risa fácil, su indefensión, su necesidad de protección. Es necesario cuidar del niño, porque no puede valerse por sí mismo. ¿Y qué especie no cuida instintivamente de su descendencia? Debe hacerlo, si no quiere que la especia se extinga.

Con la ayuda de cosméticos hábilmente aplicados, diseñados para preservar ese preciado aspecto de bebé; con exclamaciones indefensas como “Uuuh” y “Aaah”, que denotan asombro, sorpresa y admiración en una conversación dulce y trivial, la mujer preserva ese aspecto de bebé durante el mayor tiempo posible, para que el mundo siga creyendo en la adorable y dulce niñita que fue antaño, y confía en que el instinto protector del hombre lo obligue a cuidar de ella.”2

Neoteny

El zoólgo Konrad Lorenz descubrió que las imágenes de cabezas redondeadas y con ojos grandes (izquierda) liberan reacciones parentales en un amplio espectro de especies mamíferas, en contraste con las cabezas anguladas y con ojos proporcionalmente más pequeño, que no provocan dichas respuestas.

Comparemos las imágenes de Lorenz de la izquierda con imágenes de maquillaje para los ojos (arriba), hábilmente aplicado por la mujer moderna en busca de amor. Las sombras de ojos, delineadores y rímeles de todos los colores, por no mencionar las horas practicando ante el espejo, abriendo los ojos al máximo y agitando las pestañas; todo está diseñado para estimular y activar los “paleo-reflejos” del espectador.

Los rostros femeninos neoténicos (ojos grandes, gran distancia entre los ojos, nariz pequeña) les resultan más atractivos a los hombres, mientras que los rostros menos neoténicos se consideran los menos atractivos, independientemente de la edad real de la mujer3. Y de todos estos rasgos, los ojos grandes son el indicio neoténico más eficaz4; se trata de una fórmula triunfal que ha sido utilizada en el anime y en los personajes de Disney, exagerando el tamaño de los ojos e infantilizando el rostro de la mujer adulta.

  1. Exageración de las cualidades sexuales

La vestimenta y las posturas corporales que realzan las caderas, los muslos, los traseros y los senos llevan milenios desarrollándose.

El corte, el color y la caída de las prendas; la ropa interior, los corsés, la lencería y los zapatos, sombreros, joyas y otros accesorios nos permitirían realizar un largo estudio sobre la evolución de la moda, y en términos de sexualidad, representan superestímulos diseñados para desatar una sobrecarga de atracción sexual en el espectador.

En relación con el “realzamiento”, resulta muy interesante la aparición de la cirugía plástica, pensada para transformar el cuerpo en un escenario de superestímulos, a veces con resultados grotescos e incluso letales. Esos son los riesgos que se corren y se aceptan al ir en pos de un atractivo sexual aumentado.

Implantes de pecho, implantes de glúteos, rinoplastias, abdominoplastias, lifting facial… todo ello diseñado para aumentar la sexualidad y, aún más importante, aumentar el poder y el control.

  1. Instinto de emparejamiento intensificado artificialmente

Todos hemos escuchado el consejo de la matrona experimentada a las mujeres más jóvenes: “Si les dais vuestro amor incondicionalmente, perderán el interés; privadles de un poco de afecto y los tendréis siempre suplicando que les deis más”.

Hoy en día, este mensaje está tan difundido que se están reutilizando técnicas de adiestramiento de animales para las mujeres que desean controlar las necesidades afectivas de los hombres. En Cómo hacer que tu hombre se comporte en 21 días o menos utilizando los secretos de los adiestradores caninos profesionales, podemos leer lo siguiente:

Attachment-2-small“Un perro siempre se porta mejor cuando quiere que lo alimentes. Después se vuelve un manojo de nervios. Un truco muy conocido para que el perro mantenga su mejor comportamiento consiste en llenar su comedero únicamente hasta la mitad, para que desee más.

Ocurre lo mismo con su hambre de afecto. Mantenlo siempre emocionalmente hambriento de ti, y será más atento y fácil de controlar.”

Por cruel que suene, la privación de afecto, sexo, aprobación y amor se ha convertido en otra herramienta del repertorio femenino de superestímulos, empleados para obtener por la fuerza el servicio del hombre. Es posible que hubiera una época en la que ese servicio se pudiese considerar una respuesta apropiada a un estímulo de supervivencia. Sin embargo, hoy en día ha sido sustituido por superestímulos, y el servicio masculino ha degenerado en una superrespuesta destructiva.

Esta clase de consejos amorosos para mujeres abunda en Internet. Pretenden intensificar el deseo del hombre, de manera que la obtención de un vínculo estable (algo necesario en una relación sana) se convierta en una meta, en un objetivo. Pero el juego de la caballerosidad romántica, como todos los juegos de feria, está amañado. La meta está siempre fuera de nuestro alcance.

La necesidad de amor, aceptación y seguridad del hombre, una necesidad humana básica, se ve frustrada, dejándolo inmerso en un ciclo permanente de privaciones.

De hecho, uno de los principios fundamentales del amor romántico consiste en mantener el vínculo amoroso en un halo de negación prometedora y tentadora, y en mantener al hombre siempre listo para ser manipulado y utilizado.

Tantalus
La palabra tantalizing (“tentador”) proviene de la historia griega de Tántalo. Éste, según nos cuenta la leyenda, ofendió a los dioses. Su castigo consistió en ser colocado en medio de un río, con el agua hasta el cuello. Hacia él se inclinaba un manzano cargado de manzanas rojas y maduras.

Los dioses lo castigaron con una sed y un hambre feroces. Cuando inclinaba la cabeza para saciar la sed, las aguas retrocedían. Del mismo modo, cuando alargaba el brazo para tomar una manzana, la rama ascendía, quedando fuera de su alcance.

Las mujeres son socializadas para tentar a los hombres con la posibilidad de un emparejamiento, para mantener el fruto del amor siempre fuera de su alcance, y para enturbiar aún más las aguas con los dictados de la caballerosidad romántica.

Si quieres ese vínculo de pareja, es decir, si quieres que te tienten más, más te vale recibirla con flores, abrirle la puerta y, evidentemente, pagar la cuenta.

Más te vale estar listo para vivir así el resto de tu vida, exiliado en el río con Tántalo, eternamente sediento y hambriento. Hoy en día, el simple afecto se ha transformado en algo muy complejo, un impulso que ahora está guiado por las costumbres de la caballerosidad romántica, diseñadas para otorgarle el máximo poder a la mujer.

Incluso cuando en principio ya se ha establecido el vínculo de pareja, es posible que te sigan privando de amor, sexo y aprobación como método de control. Puede ser incluso peor después de haberse emparejado que durante el proceso de cortejo.

Ese comportamiento femenino no es un reflejo innato y simple; es un reflejo en el que han sido educadas y socializadas culturalmente. La mayor parte de las niñas dominan el juego de la inclusión y la exclusión, en grupos o con sus amigas, mucho antes de cumplir 10 años, y las meta-normas que han aprendido vuelven a aparecer en los consejos amorosos populares;se trata de normas diseñadas para perturbar la seguridad afectiva de la que nosotros, como seres gregarios, disfrutaríamos en caso de no haber manipulación.

Las normas femeninas resuenan abiertamente a lo largo de todo un género literario:

  • Mantén un aire de misterio.
  • Esfuérzate únicamente al 30%.
  • Haz que sea él quien vaya a ti.
  • No te veas con él sin una semana de antelación.
  • No lo llames nunca, salvo para devolverle su llamada.
  • Nunca respondas inmediatamente a una llamada o a un mensaje.
  • Haz que sea él el que se acerque a ti.
  • No le devuelvas la llamada inmediatamente. Eres una chica solicitada.
  • Finaliza la llamada SIEMPRE a los 15 minutos (aunque no te guste. Así te llamará más).
  • Aunque no estés ocupada, finge que lo estás.

Hemos recopilado estos consejos tras un examen somero de únicamente dos páginas web con consejos amorosos para la mujer. Sin embargo, no son producto de la era de la información. Representan la expresión extensa y codificada de lo que se ha enseñado a las mujeres de generación en generación, desde el surgimiento de la caballerosidad romántica.

Son las bases de un adiestramiento para la obediencia, pensado para programar al hombre caballeroso y romántico; son superestímulos, tremendamente eficaces a la hora de provocar una superrespuesta. En esta caso, la adulación ciega y servil por parte de un hombre débil y poco introspectivo.

El Amor Romántico

El amor romántico se puede reconceptualizar como un conjunto de superestímulos, cuyas distintas facetas conducen a la sobreexcitación del sistema nervioso humano. Esa excitación tiende a perjudicar el bienestar a largo plazo del hombre. Pero el daño no se queda ahí. Nuestro mundo social y familiar se ve rápidamente desintegrado por los excesos y la toxicidad del amor romántico. En cierto modo, el amor romántico se ha convertido en una de las mayores explotaciones anti-humanas de la biología humana que ha conocido nuestra especie.

Para comprender de dónde proviene esto, es necesario examinar sucintamente la historia del amor romántico, antiguamente llamado amor cortés, para así mostrar que en sus comienzos ya se aplicaban esos mismos elementos. Tal y como han expuesto detalladamente nuestros antepasados medievales, la literatura revela la misma neotenia exagerada, la misma exageración de la sexualidad y la misma obsesión con el control del afecto romántico.

Aunque el engaño de la neotenia lleva en funcionamiento desde el antiguo Egipto, como mínimo, con las sombras y delineadores de ojos, esa práctica se popularizó después de que los cruzados descubrieran los cosméticos que se utilizaban en Oriente Medio y los difundieran por toda Europa5. En la Edad Media, las aristócratas europeas utilizaban ampliamente los cosméticos; Francia e Italia eran los centros principales de fabricación de cosméticos, incluidos compuestos estimulantes como la belladona (que en italiano significa “mujer bella”), que hacían que los ojos pareciesen más grandes6.

De este modo, la neotenia, fabricada mediante técnicas artesanales, se convirtió en la herencia cultural de todas las generaciones de muchachas que aprendían (y siguen aprendiendo) el arte de la aplicación y la exhibición del maquillaje, particularmente en los ojos. Tales prácticas probablemente fomentaron los elogios a los ojos femeninos en la poesía trovadoresca, como los que se encuentran en la autobiografía del poeta Ulrich von Liechtenstein, titulada En servicio de las damas. Podemos leer lo siguiente:

“La dama dulce y pura sabe bien cómo reír bellamente, con sus ojos brillantes. Por ello llevo la corona de los nobles placeres, mientras sus ojos se llenan del rocío que asciende desde su puro corazón, con su risa. Inmediatamente quedo herido por Minnie.”

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La vestimenta también se utilizaba para realzar la sexualidad. Sin embargo, las modas no cambiaron demasiado durante muchísimo tiempo, y su utilidad sexual no se comprendió completamente. El momento en el que se empezó a modificar con mayor frecuencia el estilo de la ropa, además de reconocerse sus múltiples formas de realzar la sexualidad, se puede situar (en opinión de los historiadores de la moda James Laver y Fernand Braudel) en Europa, aproximadamente a mediados del siglo XIV, la época en la que ciertos elementos sexualizados, como la lencería y los corsés, empezaron a cobrar fama7.

La doctora Jane Burns aporta pruebas adicionales sobre el papel de la vestimenta en el empoderamiento sexual de la mujer medieval en su libro Courtly Love Undressed: Reading Through Clothes in Medieval French Culture [“El amor cortés al desnudo: la interpretación de la cultura medieval francesa a través de la vestimenta”]8.

Como se ha mencionado antes, el truco más eficaz del amor romántico era tentar al hombre con la promesa de afecto, un objetivo que permanecía casi completamente inalcanzable. Los relatos de los trovadores dan fe de la agonía esperanzada que afligía al amante varón; el hombre permanecía en una rara especie de purgatorio, esperando algún “consuelo” de su amada.

El juego medieval del amor llegó a su máxima expresión cuando los códigos de conducta romántica animaron a jugar con los extremos de la aceptación y el rechazo. Comparemos la lista anterior de normas amorosas con la siguiente lista de El arte del amor cortés, un manual amoroso muy divulgado durante el siglo XII:

  • El amor es un sufrimiento congénito.
  • El que no siente celos no puede amar.
  • Se sabe que el amor siempre crece o disminuye.
  • El valor de un amor es proporcional a la dificultad de la conquista.
  • El temor es el compañero constante del amor verdadero.
  • Los celos y el deseo de amar siempre crecen al sospechar del amante.
  • Poco duerme y come aquel a quien hacen sufrir sueños de amor.
  • El amante siempre teme que su amor no se gane su deseo.
  • Cuanto mayor sea la dificultad de intercambiar solaces, mayor será el deseo de los mismos, y mayor será el amor.
  • El exceso de oportunidades para verse y para hablar disminuyen el amor9.

La obra más romántica de Shakespeare cuenta la misma historia: Julieta mantiene a su amante a medio camino entre aquí y allá, entre un vínculo estable y la vida de soltero. Aquí, Julieta le dice a su amante obediente:

“Casi es de día. Quisiera que te hubieses ido;
Pero no más lejos de lo poco
Que una niña traviesa deja volar
Al pajarillo que tiene en la mano;
Infeliz cautivo de trenzadas ligaduras,
Al que así atrae de nuevo,
Recogiendo de golpe su hilo de seda.
¡Tanto es su amor enemigo de la libertad del prisionero!”

A lo que Romeo responde, cumpliendo las expectativas del amor romántico:

“Yo quisiera ser tu pajarillo.”

En este breve paseo por la historia, hemos llegado al punto de inflexión final del artículo, donde nos hacemos la pregunta del millón de dólares de Aristóteles: la causa final. ¿Con qué fin se emplean estos superestímulos?

Muchos responderían con un tópico: que tales prácticas consiguen “éxito reproductivo”; que la mujer que las utiliza obtiene una pareja de calidad y tiene descendencia que perpetúa la especie. Pero es una explicación demasiado simple. Para empezar, hay otros objetivos en la vida humana, aparte de la reproducción: el abastecimiento de alimentos, la obtención de riqueza, las necesidades afectivas, o la gratificación narcisista de una mujer que nunca haya querido tener descendencia. Los recursos obtenidos mediante esos superestímulos cuidadosamente preparados pueden servir para otros fines.

Además, los entusiastas de la reproducción parecen no haberse dado cuenta de que esas estrategias pueden ser perjudiciales para la reproducción. No hay más que observar las relaciones fallidas por doquier, la disminución del índice de natalidad y las sociedades occidentales en decadencia; todo ello augura un futuro negro, si continuamos montados a lomos de los superestímulos que tanto nos gusta explotar.

Sin duda, al habernos centrado en la reproducción, no hemos hecho suficiente hincapié en la gratificación narcisista, aunque ésta tampoco es la motivación final. No puede haber nada más gratificante para el impulso narcisista que el ejercicio del poder (cosa que hacen la mayoría de las mujeres), y los superestímulos les otorgan un poder inmenso para ello.

Es muy posible que la satisfacción narcisista sea un rasgo profundamente socializado de la mujer moderna, pero es evidente que sólo trae beneficios a corto plazo, y que a largo plazo los resultados no son demasiado positivos. Los datos muestran que el índice de infelicidad femenina ha aumentado rápidamente en esta época en la que la mujer “lo tiene todo”.

Cuculus_canorus_chick1En resumen, el ginocentrismo extremo en el que vivimos hoy en día es una aberración, un monstruo de Frankenstein que, en cierto modo, no debería existir; por lo menos no más que el gigantesco polluelo de cuco que crece en el nido de un pequeño pinzón. Es un fenómeno para el que nuestros sistemas no están preparados, pero continuamos atrapados en esteciclo de deseo incomprensible que lo mantiene vivo.

Podría compararse con una campaña propagandística tan fuerte como las que se usaban durante las guerras mundiales, apelando a nuestros reflejos territoriales; la diferencia es que esta campaña ha estado utilizándose y perfeccionándose continuamente desde hace 900 años.

Sea cual sea el impulso ginocéntrico que subyace en nuestro sistema nervioso, hoy en día se ha desarrollado exageradamente, y continuamos desarrollando mediante superestímulos cada vez más sofisticados. Pero si somos conscientes de ello, tal vez, sólo tal vez, podremos expulsar el huevo de cuco de nuestro nido biológico. Podemos empezar por reconocer que hemos estado hipnotizados, y tomar la decisión de no volver a consentirlo.

Es tan sencillo como dejar de ir en pos del dragón, y matarlo.

Fuentes:

[1] Artículo de Wikipedia sobre los superestímulos.

[2] Esther Vilar, El varón domado, (1971).

[3] Jones, D., Sexual Selection, Physical Attractiveness and Facial Neoteny: Cross-Cultural Evidence and Implications [“Selección sexual, atractivo físico y neotenia facial: pruebas y conclusiones interculturales”], Current Anthropology [“Antropología actual”], Vol. 36, No. 5 (1995), pp. 723-748.

[4] Cunningham, M.; Roberts, A.; Vu, C., “Their ideas of beauty are, on the whole, the same as ours”: consistency and variability in the cross-cultural perception of female physical attractiveness”[“Sus ideas de la belleza son, en su conjunto, las mismas que las nuestras: regularidad y variabilidad en la percepción intercultural del atractivo físico femenino”]. Journal of Personality and Social Psychology [“Revista de Psicología social y de la personalidad”] 68 (2): 261–79 (1995).

[5] John Toedt, Chemical Composition of Everyday Products [“Composición química de los productos cotidianos”], (2005).

[6] Linda D. Rhein, Mitchell Schlossman, Surfactants in Personal Care Products and Decorative Cosmetics [“Surfactantes en los productos de cuidado personal y en los cosméticos decorativos”], (2006)

[7] Laver, James., Abrams, H.N., The Concise History of Costume and Fashion [“Breve historia del vestuario y la moda”], (1979).

Fernand Braudel, Civilization and Capitalism, 15th–18th Centuries, Vol 1: The Structures of Everyday Life [“Civilización y capitalismo, siglos XV-XVIII, Vol 1: Las estructuras de la vida cotidiana”], William Collins & Sons, (1981)

[8] Jane Burns, Courtly Love Undressed: Reading Through Clothes in Medieval French Culture [“El amor cortés al desnudo: la interpretación de la cultura medieval francesa a través de la vestimenta”] (2005)

[9] Andreas Capellanus: The Art of Courtly Love[El arte del amor cortés] (republicado en 1990). El manual amoroso de Capellanus se escribió en 1185, por petición de Marie de Champagne, hija del rey Luis VII de Francia y de Leonor de Aquitania.

Foto de cuco por vladlen 666 – Obra propia, CCO.

http://www.avoiceformen.com/gynocentrism/the-supersizing-of-gynocentrism/

Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 5-8)

Teoría del Ginocentrismo

Las conferencias seminales que se encuentran a continuación fueron pronunciadas en 2011 por Adam Kostakis:

Greek goddess

5. Anatomía de una Ideología de Víctima

Conferencia Nº 5

Entre los peores errores que un pueblo amante de la libertad puede cometer es el de estereotipar a la feministas como un pequeño grupo variopinto de lesbianas rabiosas que ha dejado de ser relevante hace mucho tiempo. Tomen nota: este estereotipo les ayuda.

Debo repetirlo: este estereotipo les ayuda.

Piensen en eso un momento. Cada vez que ustedes menosprecian a las feministas como un montón de viejas gruñonas que nadie toma en serio, han ayudado ustedes a oscurecer el programa feminista y, sin duda, su misma existencia como una forma de poder organizado. Menosprécienlas, deben hacerlo – ¡pero háganlo de una manera que las exponga, no que las esconda! Porque el feminismo está lejos de ser una reliquia del pasado. El movimiento feminista es tomado muy en serio por aquellos que tienen el poder para hacer cumplir sus objetivos:

(1) La expropiación de los recursos de los hombres hacia las mujeres.
(2) El castigo de los hombres
(3) Incrementar (1) y(2) en términos de alcance e intensidad indefinidamente.

La obscuridad ayuda en la realización de esas metas al crear dudas entre los opositores potenciales. La identificación inapropiada del feminismo como un artefacto cultural que ya no tiene ningún peso sobre las operaciones del gobierno y la sociedad es un producto de la metamorfosis del feminismo en sí. Noten que la esencia, o la sustancia del feminismo no cambiado a lo largo de los años, tan solo su forma, o su empaque. El cambio de empaque ha demostrado ser tan efectivo que ahora hay algunos que incluso niegan que el producto exista.

Por el contrario. Así como los tiempos han cambiado con el feminismo, el feminismo ha cambiado con el tiempo. En la transformación del feminismo de un movimiento en oposición al gobierno y a la sociedad en general, al un movimiento que controla al estado y a la opinión pública –y usa esa posición para perseguir a los nuevos enemigos del estado– sus estrategias se han sometido a cierto tipo de sofisticación. Hoy en día, las feministas ya no necesitan hacer rabietas para conseguir lo que quieren, porque aunque antes luchaban contra el sistema, ahora lo controlan. Este es el cambio verdaderamente profundo en las sociedades Occidentales desde el zenit de la conciencia respecto al feminismo en la mitad del siglo pasado; no es que las feministas se hayan hecho menos relevantes, sino más.

Como Fidelbogen lo puso hace poco:

El feminismo está ahora afianzado en las estructuras institucionales, y por lo tanto, es “respetable”. Se podría comparar al crimen organizado, que solía ser abiertamente grosero y hostil en los primeros días de la mafia, pero que una vez lograron poner a su gente en el ayuntamiento, y en la política electoral, aprendió a vestir corbata de seda y a jugar el juego de manera diferente.

Cuando las feministas estaban fuera de la carpa, el ofender era una de sus primeras armas –pobremente disfrazada como una osada transgresión de los límites. ¿Quién recuerda esta adorable pieza de odio propagandístico, publicada en la década de 1970?

Pic

La de arriba es precisamente el tipo de cosas que las feministas de hoy en día quieren pretender que nunca pasó. Ahora que las feministas se encuentran dentro de la carpa, están obligadas a defender sus ganancias, en la década de 1970, cuando se concibió la imagen de arriba, ellas atacaban desde afuera, y buscaban tumbar la moralidad oficial en lugar de (como lo hacen ahora) definirla y dictarla.

¿Y qué mejor para mantener el control que castigando a lo que atacan, o podrían atacar, al nuevo status quo? Nos referimos claro a los hombres, que son los que más tienen que perder de los tres objetivos esenciales del proyecto feminista que ya mencionamos arriba. Hoy en día, las feministas creen que las mujeres tienen el derecho inalienable de no sentirse ofendidas, y no temen emplear la violencia de estado para imponer este derecho. Perseguir a aquellos (hombres) que las ofendan es su nueva arma, una que reemplaza a la anterior (ofender). Desde luego, perseguir a la gente simplemente porque dicha gente es ofensiva es bastante menos caritativo de lo que los hombres fueron para con las feministas antes de que éstas tomaran el poder. Pero, como nos lo explica la Teoría del Ginocentrismo, los hombres sólo eran caritativos con las mujeres ofensivas en los primeros días del feminismo porque las mujeres ya ejercían un control sustancial.

¿Creen acaso las feministas que están haciendo lo correcto? La respuesta es un inequívoco si para la mayoría de ellas –ellas realmente creen que son gente virtuosa, y que aún cuando son conscientes de estar mal, lo racionalizan de tal manera que también, simultáneamente, están bien. ¿Cómo puede ser esto posible) Bueno, déjenme mostrarles cómo funciona, rastreando la anatomía de una ideología de víctima.

Una vez que un periodo de concientización ha propagado la creencia de que los miembros de un grupo son –por su naturaleza esencial como miembros de ese grupo– víctimas, el grupo perseguirá tres objetivos:

(1) Igualarse con el grupo designado como “enemigo”;
(2) Forjar su propia “identidad de víctima”, distinto del grupo “enemigo”, al que no le tiene que rendir cuentas.

Se darán cuenta de que, mientras el primer objetivo acerca al grupo “víctima” al grupo “enemigo”, en términos de estatus, expectativas, autonomía, etc., el segundo amplia el espacio entre ambos grupos. El primer objetivo, nos dicen, nos unirá en nuestra humanidad común, y otorgará libertad a todos, y otras cosas agradables como esa. Pero tan pronto como no acercamos a ese objetivo, tiende a haber un cambio hacia proclamaciones de importancia del segundo objetivo. Nada será nunca suficiente para satisfacer al grupo “víctima”, pues éstos se ven a sí mismos como esencial e inherentemente víctimas del grupo “enemigo”, sin importar de lo que haya cambiado en realidad. Una ideología de víctima es anti-contextual, y sus seguidores ¬–las auto-designadas víctimas– nunca se verán a sí mismas como otra cosa. Su victimismo es confirmado con anterioridad, y los hechos se deben acomodar a la narración. En otras palabras, continuarán tergiversando cualquier situación para hacer ver siempre que se les trata de la peor manera.

Es por eso que feministas como Hillary Clinton se pueden salir con la suya al decir cosas como esta:

Las mujeres siempre han sido las principales víctimas de la guerra. Mujeres que pierden a sus esposos, sus padres, sus hijos en combate.

Bueno, sin duda –perder a miembros de la familiar en muertes horribles es mucho peor que tener que experimentar esas muertes horribles. Esto es, si toda su visión de mundo está manchada por el sexismo y usted reduce el estatus de los hombres a Objetos que Protegen/Proveen. En la cita de la Sra. Clinton, no se les otorga ningún tipo de humanidad a los hombres. El problema real no es que estos hombres sean traumatizados, mutilados o hechos pedazos per se; es que, como están siendo sujetos a esas atrocidades, los hombres no podrán cumplir con sus obligaciones de proteger/proveer de manera efectiva. Es por ello que son las mujeres quienes pierden, porque los hombres realmente no importan en tanto no puedan asistir a las mujeres. Este es precisamente el tipo de actitud que emerge de una ideología de víctima. Toda su existencia, en toda su maravillosa complejidad, se reduce a un primitivismo sin matices: mi gente importa, la suya no. O, como ya veremos, mi gente es buena, la suya mala. Todo lo que sea bueno para mi gente es bueno, no importa si es bueno o malo para su gente.

A este tipo de pensamiento se le conoce como Esencialismo Maniqueo, y es la piedra de toque metafísica de todo el feminismo. Décadas de concientización han asegurado que las mujeres son reflexivamente consideradas como objeto de injuria, sean cuales sean los hechos. Si no se puede encontrar ejemplos genuinos de mujeres que hayan sido agraviadas, el privilegio compensatorio se convierte en la meta aprobada. Es decir, se trata de manera más indulgente a las mujeres en un asunto porque se cree que ellas están en desventaja en asuntos no relacionados, o simplemente en desventaja en general. Un ejemplo reciente de lo anterior del Reino Unido es la orden emitida por la Dama Laura Cox a los jueces que dice que éstos deben tratar a las mujeres criminales con mayor indulgencia, una resolución que simultáneamente reduce a los hombres Británicos a un estatus de segunda clase mientras le da luz verde a mujeres abusivas que de otra manera hubieran sido disuadidas.

Hay algunas que van aún más lejos. La Baronesa Corston, quien se identifica explícitamente como feminista, cree que las mujeres no deberían ser castigadas en lo absoluto cuando cometen crímenes. Su informe de Gobierno de 2007 aboga por la clausura de todas las prisiones de mujeres, y que aún las delincuentes más violentas y abusivas no deberían ser encerradas. Sin duda, ellas

ya no irían a una de las 15 prisiones de mujeres de país, que serían todas clausuradas. En su lugar, asesinas como Rose West, quien cumple una condena por el asesinato de 10 mujeres y niñas, serían enviadas a “sencillas” unidades de custodia locales. Allí se les permitiría vivir como una “unidad familiar” con otras 20 o 30 prisioneras, quienes organizarían sus compras, presupuestos y cocina. Las unidades también les permitirían a esas mujeres permanecer cerca a sus familias…Todas las cárceles de mujeres se cerrarían en la próxima década, y en su lugar se podrían convertir en prisiones para hombres…El informe sostiene que “Hombres y mujeres son diferentes. El trato igual a hombres y mujeres no produce resultados iguales.”

El de arriba es un ejemplo clásico de la Neolengua Orwelliana. Anti-feministas de todos los tipos han venido diciendo por décadas que los hombres y las mujeres son esencialmente diferentes. Las feministas han insistido que hombres y mujeres son esencialmente iguales, y que por ello se les debe dar igual trato. Pero tan pronto como la igualdad resulta retrógrada para la meta de empoderamiento femenino, se suelta como una papa caliente, y las feministas se retuercen en una increíble gimnasia semántica para justificar ese súbito giro.

Las mujeres tampoco serán enviadas a prisión para “enseñarles una lección”.

Por supuesto que no. Las mujeres no deberían tener que aprender cómo obedecer la ley, mucho menos cómo ser miembros funcionales de la civilización. Se les debería permitir correr libres y salvajes, abusando y destruyendo todo lo que les dé la gana con absoluta impunidad. No deberían esperar siquiera una mínima amonestación por su mal comportamiento – eso sería violencia doméstica ¿acaso no lo sabía?

Pero si el feminismo realmente se tratara de igualdad, ¿no deberían las feministas tratar de pasar nuevas leyes para criminalizar a más mujeres, en lugar de su enfoque anti-igualitario de encarcelar a menos mujeres y a más hombres? ¿o es que acaso la igualdad sólo importa cuando son las mujeres las que son consideradas desiguales? (en sí mismo, esto implicaría fuertemente que las mujeres son una clase privilegiada como ninguna otra.)

La encarcelación femenina es tan sólo un octavo de la de los hombres en los Estados Unidos (Wikipedia, consultada el 10 de Octubre de 2010) mientras que las mujeres suman tan sólo el 5.7% de los reclusos en la Gran Bretaña (consultada el 10 de Octubre de 2010). Sin duda, si la igualdad fuera la meta, relajaríamos las leyes punitivas inspiradas por el feminismo en contra de los hombres, y buscaríamos castigar a más mujeres en su lugar. No se me ocurre ningún otro sector de nuestra sociedad que sea más predominantemente dominado por los hombres que el sistema penal –algo que, en aras de la igualdad sexual, necesita cambiar.

Pero no – rotundamente contrario a los principios de la justicia neutra e imparcial, las feministas consideran que encerrar a menos mujeres ¡es algo bueno en sí mismo! Es como si las mujeres que son culpables de crímenes no son realmente culpables –y por lo tanto son víctimas de lo que sea que se les haga como castigo. Es una noción popular que las mujeres están en desventaja –generalmente, inherentemente, esencialmente, con cada fibra de su ser– y por lo tanto están en desventaja en cada área particular de la vida; por ello, cualquier cosa que se pueda hacer para ayudarlas debe ser una reducción de desventajas injustas. Cualquier persona racional puede ver qué tan absurdo es todo esto, e incluyo a feministas destacadas en ese grupo, puesto que son astutas pero no estúpidas. Sólo desiertos, disuasión, trato justo, al diablo con la civilización; éste es el Ginocentrismo en acción.

Para recapitular, las ideologías de víctima, como el feminismo, buscan:

(1) Igualarse con el grupo “enemigo”;
(2) Forjar su propia “identidad de víctima”, distanciarse y no rendirle cuentas al grupo “enemigo”.

Que estos dos objetivos estén en contradicción no es solamente un error de lógica; es parte de una estrategia que le permite al grupo “víctima” cambiar su posición según lo requieran las circunstancias. Se podría perseguir el objetivo (1) durante un corto tiempo. Pero si se somete al grupo al escrutinio por colocar en desventaja al grupo “enemigo”, las “víctimas” pueden simplemente cambiarse al objetivo (2) y hacer énfasis en la importancia de su propia singularidad en maneras para las que la igualdad no es suficiente. O, como lo puso la feminista Germaine Greer:

En 1970, el movimiento era llamado “Liberación de la Mujer” o, despectivamente, “Lib de las Mujeres”. Cuando se dejó a un lado el nombre de “Libbers” por el de “Feministas” todos nos aliviamos. Lo que nadie notó es que el ideal de liberación estaba desapareciendo con la palabra. Nos estábamos conformando con la igualdad. La lucha por la liberación no se trata de la asimilación sino de afirmar la diferencia, dotando a esa diferencia con dignidad y prestigio, e insistiendo en ella como una condición de auto-definición y auto-determinación. …las feministas visionarias de finales de los sesenta y comienzo de los setenta sabían que las mujeres nunca podrían encontrar la libertad al acordar vivir las vidas de hombres cautivos.

Una vez que se alcanza un estatus igual, se puede desechar la retórica de la igualdad, porque ¿quién en todo caso quiere ser igual a un hombre? Aquí, en blanco y negro, está la declaración de la supremacía femenina.

Como ha sido siempre.

Si la igualdad hubiese sido la meta final, entonces las desventajas de los hombres habrían sido abordadas seriamente, y no exacerbadas mientras los hombres mismos eran provocados. Hasta el día de hoy, la única vez en que una feminista se molesta en abordar alguna desventaja masculina es cuando al señalarla se beneficia a las mujeres –como es el caso de la licencia por paternidad. Hacer cumplir las licencias de maternidad y paternidad descarta cualquier elemento disuasorio que los empleadores puedan tener al contratar a una mujer. Una feminista dejará de lado su treta de “todos los padres son violadores y abusadores”, justo lo suficiente como para insistir que los hombres deberían tener los mismos derechos en lo que respecta a la crianza –pero esto es presentado típicamente como una exigencia a que los hombres compartan la carga de criar a los niños para que las mujeres puedan obtener más poder en su lugar de trabajo. Aún cuando se trata de reivindicar las injusticias que sufren, los hombres no son más que herramientas para el mejoramiento de las mujeres.

Como ha sido siempre.

Otro ejemplo es la violación de hombres en las cárceles. Las feministas recalcan este problema ocasionalmente, pero sólo para mostrar que los hombres son los opresores, lo que les permite atacar a la masculinidad misma. Las feministas toman la antorcha una vez que el violador ha hecho lo suyo; ellas completan la humillación sexual de la víctima al destruir su identidad, envenenando su mente con calumnias que dicen que la masculinidad misma es la culpable por su victimización; por lo que una parte fundamental e inmutable de ese hombre víctima es la causa de violación. Ellas fuerzan sobre él la identidad de violador junto con la de víctima, su denigración de la “masculinidad tóxica” sirve para asegurarle que él comparte las características abusivas de su abusador. Por otra parte, se ignora o se niega el alto nivel de culpabilidad femenina en el abuso de niños, tanto sexual como no-sexual.

Ésta es la razón por la cual nuestra definición universalmente aplicable de feminismo no podría haber incluido ninguna referencia a la “igualdad” –no es una declaración razonable si hemos de utilizar herramientas analíticas más incisivas que el Esencialismo Maniqueo. La definición universal permanece, y es posible ceder ningún terreno: el feminismo es el proyecto de incrementar el poder de las mujeres.

¿Poder en qué sentido? ¿Poder para hacer qué? Tales preguntas surgen inevitablemente. La respuesta, si ha seguido el texto de cerca, es obvia –para lo que les dé la gana, sin importar quién más puede salir lastimado. El silencio no es consentimiento, pero es complicidad cuando se tiene el poder de llamar la atención hacia el abuso, así como los recursos para detenerlo, pero aún así se fracasa en hacerlo si los abusadores tienen genitales parecidos a los suyos.
Y es a esto a lo que hemos llegado, amigos – estamos lidiando con primitivos en traje de pantalón.
Adam

* * *

6. Vino Viejo, Botellas Nuevas

Conferencia Nº 6

“Lo que sea que destroce la individualidad es despotismo, no importa con qué nombre se le llame” – J.S. Mill

Dominación. Mucho del análisis feminista gira en torno a este concepto. Un hombre que golpea a su mujer no está simplemente molesto con ella; está intentando dominarla. Un hombre que no está de acuerdo con una mujer y habla por encima de ella no está simplemente siendo grosero; está tratando de dominarla. Un violador realmente no está preocupado por el sexo; su crimen es una exhibición de poder, tan sólo quiere dominar a la mujer.

Verán, el hecho de que estas cosas sucedan no es suficiente para las fanáticas anti-hombres del mundo. Ellas siempre necesitarán más abasto para el molino misándrico. Castigar a los verdaderos criminales es una cosa, pero sencillamente no es tan gratificante como podría serlo dejar las cosas ahí – ellas necesitan articular lo que su intuición de mujer siempre les ha dicho, y es atacar a todos los hombres. El problema es, por supuesto, que la abrumadora mayoría de hombres no atacan a las mujeres de ninguna manera perceptible en lo absoluto. La solución, como se han dado cuenta las feministas, es jugar al Dr. Freud y plantear alguna motivación subconsciente, subyacente – una mentalidad oscura, sexual, anormal, que actúa como una explicación universal del comportamiento masculino.

Incluso cuando los hombres no se dedican a actos criminales, la criminalidad sigue allí, simplemente es latente – o es lo que las feministas nos quieren hacer creer. La idea según la cual todos los hombres poseen un mal latente, inherente, y las mujeres no, funciona como un pretexto para todo el discurso de odio sexista contra los hombres. Lo vemos en el trabajo, en las diatribas sin sentido en contra de una “cultura de violación” que no puede ser refutada, en campañas para prohibir el consumo privado de pornografía, y en la defensa de mujeres maliciosas que acusan falsamente a hombres de crímenes sexuales. Consideremos esta declaración de Mary Koss: “la violación representa un comportamiento extremo pero que se encuentra en flujo continuo con el comportamiento masculino normal dentro de la cultura.”

La desviación masculina inherente, según dicen (o insinúan), se manifiesta como un flujo continuo de masculinidad disfuncional, abarcando todo desde una simple desavenencia verbal hasta el asesinato del cónyuge. Todas las acciones masculinas que no contribuyan al proyecto feminista – incrementar el poder de las mujeres – se deben tomar como evidencia de una masculinidad inherentemente defectuosa que busca, sobre todo, dominar al bello sexo.

Pongámoslo de esta manera. ¿Dirían ustedes que ser asesinado ayuda a incrementar el poder de las mujeres?

¿No?

Bien, ¿qué me dicen de perder un combate verbal? ¿Esto ayuda a que la mujer incremente su poder? ¿O no? Sin duda parece que uno tendría más autonomía si ella puede convencer más fácilmente a los demás que su parecer es correcto.

Entonces, si los dos ejemplos anteriores existen en un flujo continuo en el que las mujeres pierden poder, el corolario del cual es la dominación patriarcal, entonces por supuesto que es culpa de los hombres. Esto es, si nuestro análisis está basado en dudosas conjeturas feministas.

El concepto de dominación, tan tomado por sentado en su manifestación presente, es un ejemplo supremo del cambio lingüístico que ya discutí previamente. Como término, conlleva contrabando ideológico, escondido en un abrigo de rectitud. Originalmente, el término dominación, que tiene su raíz en el latín dominus, se refería específicamente al poder ejercido por un amo sobre sus esclavos. Como tantos otros términos de los que las feministas se han apropiado con el fin de manipular las percepciones de la realidad, dominación se ha vuelto objeto de un descoloramiento semántico.

Lo que es realmente interesante de todo esto es que nuestro nuevo concepto de dominación –como jerarquía injusta que se debe atacar y a la que hay que oponerse– se usa en una dirección específica: como promotor del verdadero despotismo. La señal más obvia que marca el camino al despotismo es la intrusión de la esfera pública en la vida privada de los individuos. El despotismo es precisamente el tipo de jerarquía injusta con la que identificamos a la dominación; sin embargo, si se amplía lo suficiente este último término como para abarcar todas las áreas de la vida privada, entonces el resultado inevitable es una dictadura brutal y devastadora.

Este es el contexto en el que debemos entender el eslogan feminista que ha perdurado por más tiempo: lo personal es político. Nótese que (según ese eslogan), lo personal no es simplemente un asunto que interesa a lo político; no forma parte de lo político; no es de importancia equivalente a lo político. Realmente es lo político.

Los dos términos son presentados como si fueran idénticos, intercambiables.

Lo personal es político.

Si esto es cierto, entonces no existe ni el más pequeño espacio de privacidad, que es algo que corresponde exclusivamente al individuo –es decir, sobre el cual el individuo es soberano. Es cierto que una vida privada digna de su título no sería posible sin una estructura pública dominante –es la ley la que protege todas las libertades que hace posible la existencia de las vidas e intereses privados. Para usar la analogía favorita de J.F. Stephen, la ley es la tubería a través de la cual fluyen las aguas de la libertad. Es cuando la vida pública –el estado– fracasa en reconocer sus propios límites que la sociedad se ve amenazada por el despotismo.

Los intelectuales de todas la épocas han elaborado las razones más ingeniosas por las que su manera de pensar en superior a aquellas que han existido antes. La mayoría de la gente sencillamente ha asumido esto sin la necesidad de que se lo justifiquen. Lo que es peculiarmente moderno es la construcción de fronteras artificiales entre nuestro tiempo y las épocas pasadas. Nosotros, por ejemplo, no consideramos que estemos viviendo en el mismo plano histórico que los de la Europa Medieval, ni mucho menos de la Grecia Antigua. Éstos son tiempo inexplicables e inaccesibles para nosotros. Es una fantasía seductora con la que nos liberamos de cualquier miedo conjurado por los horrores de los libros de historia. Nos gusta creer que las autocracias sangrientas se encuentran confinadas a esas páginas, y que cosas como esas no podrían pasar aquí, ni ahora; no en la vida real. Sin duda, hemos progresado más allá de todo ello. Nosotros somos Iluminados, a diferencia de los seres humanos que existieron antes de nosotros.

¿Pero acaso no estamos nosotros en el mismo plano histórico que vio surgir al Comunismo Soviético y al partido Nazi? Estos reinados del terror en particular ocurrieron en el último siglo, no importa qué tanto nos gustaría pensar que hemos progresado más allá de ese barbarismo. Supuestamente, nosotros en el mundo Occidental aborrecemos los regímenes totalitarios; y sin embargo el surgir de esos dos que acabamos de mencionar es indicativo de una tendencia que existe dentro de nuestra cultura política. Junto con el bagaje que hemos heredado de la Ilustración se encuentra el concepto de utopía. El término fue acuñado en el siglo XVI, y designaba, por primera vez, la noción de un orden socio-político perfecto. Con el nacimiento de esta idea, se sembraron las semillas para la limpieza de impedimentos humanos como un programa político puesto en marcha.

Antes de la Ilustración, se asumía que la vida humana era cíclica. Tan cierto como que el sol sale por la mañana y se oculta una vez más al anochecer, los grandes poderes surgirían y caerían, para que otros nuevos tomaran su lugar. Esa era la ciencia de Polibio, cuya obra histórica no disponía los eventos en orden cronológico, sino que representaba la experiencia humana como una unidad. Las dinastías, imperios, culturas, así como los pueblos y sus comunidades, vivían y morían en las oscilaciones del péndulo cósmico.

Una de las mayores innovaciones conceptuales de la modernidad es el progreso como ideal guía en la política y la sociedad. No solo asumimos que estamos constantemente distanciándonos de nuestra propia historia; persiste la creencia de que sólo es cuestión de tiempo antes de que cada problema dé lugar a su solución. La fe en el conocimiento humano nunca ha sido tan grande como en la Era de la Información; nosotros buscamos activamente vencer lo que antes se consideraba como los hechos inextricables de la vida.

El propósito de esta digresión no es sembrar dudas sobre las posibilidades del conocimiento humano, ni sugerir que cualquier intento por mejorar la condición humana es una búsqueda innoble. Es para señalar que somos hijos de la Ilustración, independientemente de cuál es nuestra inclinación dentro del espectro político. Es para señalar que hay ciertas suposiciones que forman la base y el andamiaje del pensamiento político Occidental, y que es sobre estas suposiciones que están construidas ideologías tan diversas como el conservadurismo, el liberalismo, el Nacional Socialismo y el feminismo.

El –ismo en sí es un fenómeno completamente moderno. Un –ismo (o, podríamos decir, una “ideología”) asume una diferencia entre cómo la sociedad es y cómo debería ser, predicado sobre una perspectiva moral del mundo. Esto es obviamente verdad para aquellas ideologías que abogan explícitamente por un cambio –liberalismo, socialismo, feminismo, y así. Es igualmente cierto para el conservadurismo y el tradicionalismo, ideologías que (como ellas mismas lo ven) apuntan a recuperar aquellas cosas valiosas que se han perdido a través de las épocas.

Típicamente, lo que las ideologías encuentran tan censurable acerca del mundo es la configuración vigente de poder. Los grandes textos y oradores de la ideología que describe una configuración de poder pelean porque ésta se reconozca como injusta, y luego presentan los medios a través de los cuales se puede lograr el cambio deseado. Estos medios pueden involucrar el trabajar a través de las instituciones estatales vigentes, o puede que éstas necesiten ser derrocadas, o puede que se eviten las prácticas convencionales y se abogue por encantar a la sociedad civil.

Lo que sea que la ideología suponga en práctica, esta es una diferencia marcada con lo que ocurría antes. El progreso, no la recurrencia, se encuentra en la raíz de toda expectativa política. Ya sea un progreso hacia una sociedad sin clases, o pureza étnica, o el retorno a los valores tradicionales, el progreso es una constante. La perspectiva de que algo está mal y se necesita hacer algo al respecto, como una declaración política, es un invento reciente, uno que define nuestra cultura política compartida. Los conservadores se encuentran atrapados en la misma telaraña “progresiva”, pero también los iconoclastas, quienes evidencian su cumplimiento de los modos convencionales de pensamiento aun cuando declaran sus intenciones de alejarse de ellos. Entre más luchan contra esta inevitabilidad, más atrapados se encuentran. Para poner un ejemplo relevante, las feministas han declarado a veces que ellas se están distanciando completamente de las suposiciones “patriarcales”, y construyendo su propia visión de mundo desde cero, que no está corrompida por la influencia masculina. En realidad, nadie empieza desde cero, y el feminismo continúa profundamente incrustado en formas de pensamiento que han evolucionado a lo largo de los siglos, exclusivamente a través de las mentes de los hombres. La ideología feminista, y todas sus innovaciones, sencillamente no pudieron haber ocurrido sin previos siglos de trabajo masculino.

La conferencia de la próxima semana mirará más de cerca la afirmación feminista según la cual lo personal es político, y las implicaciones ocultas contenidas dentro de este lema. En las semanas que vienen, consideraremos el concepto de utopía, que esta vez fue mencionado por encima. Por ahora será suficiente un comentario breve: utopía es la extensión lógica del progreso, y ese es el fin de todo progreso, la última etapa de la existencia humana. Es una idea profundamente peligrosa, responsable de los más opresivos regímenes y de las revoluciones más sangrientas que ha conocido el mundo. Mientras la gloria y el poder personales pueden haber sido la fuerza motivadora detrás de las acciones de individuos despóticos incluso en los últimos tiempos, fue la visión colectiva y utópica la que incitó a sus seguidores a llevar a cabo las más violentas fantasías. En todos los casos en que los utópicos toman las riendas del poder, los seres humanos que no encajan en su visión de un nuevo orden mundial son tratados como la basura viviente de un régimen desaparecido.

Es con asco y horror que el Occidente mira hacia atrás a los déspotas utópicos del siglo XX, y sin embargo estos despotismos particulares corresponden a una tendencia que forma la infraestructura de nuestra propia política. Pero el asco y el horror son suficientemente reales, y quizás el cambio más verdaderamente progresivo de los últimos tiempos es el rechazo al extremismo, en todas sus formas, por poblaciones determinadas a dejar atrás un siglo de genocidio.

No obstante, eso no es tan fácil. Se puede tirar de las puntas y talar los troncos de la tierra, pero a menos de que se desentierren las raíces, pronto se verá brotar de nuevo esas flores. El utopismo, con la purificación de los impedimentos humanos que siempre implica, está codificado en nuestro ADN político. El desprecio generalizado hacia esos recientes totalitarismos fracasados no hará que lo anterior desaparezca; tan sólo puede hacer que la tendencia despótica se quede dormida por un tiempo. Un nuevo despotismo sólo puede emerger si lo hace silenciosamente, disfrazado como algo diferente –tal vez como una oposición organizada a ciertas formas de dominación injusta, cuya solución siempre es incrementar el poder del estado relativo a la autonomía del individuo.

Lo personal es político, dicen las feministas.

Ya puedo escuchar que se acerca la marcha a paso de ganso.

Adam.

* * *

7. Lo Personal, en Contraste con lo Político

Conferencia Nº 7

“Ellos se enorgullecían de pertenecer a un movimiento, a diferencia de un partido, y un movimiento no estaba atado a un programa” – Hanna Arendt

La semana pasada miramos cómo el concepto de dominación se ha convertido en una justificación para transgredir hacia el despotismo. No debería ser una sorpresa para aquellos lectores atentos que virtualmente cada palabra clave en el léxico feminista se usa de una manera similar. Ya sea que el término que se está discutiendo sea misoginia, o violación, o patriarcado, la tendencia es ampliar su significado hasta cubrir el área semántica más amplia posible, contrabandeando la máxima cantidad de alijo ideológico posible dentro de un abrigo de rectitud. El efecto en el mundo real de todo esto es restringir la autonomía masculina a través de la criminalización de las acciones de los hombres. Las posibilidades ilimitadas del descoloramiento semántico corresponden con las vastas sentencias a prisión y multas descomunales. La intención es criminalizar la norma. Cada movimiento que un hombre haga debería ocasionarle escalofríos, forzarlo a mirar sobre sus hombres, con una expresión de pánico, y preguntándose “¿Qué ley he roto ahora?” los hombres deberían vivir en un estado perpetuo de vigilancia y culpa presunta – una existencia panóptica en la que son repetidamente reprendidos por hacer las cosas mal. Es decir, según un estándar moral ajeno e invasivo que ellos son invitados a obedecer, no a entender, y ciertamente no a cuestionar o a refutar.

Pero cuando el comportamiento criminalizado cae dentro del campo de las acciones que tanto hombres como mujeres realizan, el argumento requiere un corolario según el cual es diferente, y peor, cuando los hombres lo hacen. Por ejemplo, ciertos individuos desagradables de ambos sexos cometen acoso sexual, pero nosotros tenemos que entender que cuando los hombres se lo hacen a las mujeres, es aceite, y cuando las mujeres se lo hacen a los hombres es agua. Ambas cosas, se nos asegura, con incomparables, no importa cómo vea las cosas un hombre que ha sido victimizado– después de todo, incluso en su victimismo, él tiene su percepción cegada por su privilegio.

Todo el cuento de hadas se puede resumir en el mantra feminista, lo personal es político. Como se discutió la semana pasada, el contexto propio en el que esta declaración debería ser vista es la historia reciente del mundo Occidental. Hay que darle atención particular a una corriente dentro de nuestra cultura política compartida que ha provocado gobiernos despóticos y amenaza con hacerlo de nuevo. ¿Cómo más podemos interpretar una declaración según la cual todas las cosas dentro del dominio del individuo son en realidad asuntos del gobierno? Si no poseemos, ni tenemos el control de, aquellas cosas que son personales para nosotros, no puede haber nada de lo que podamos hablar que controlemos o poseamos, incluidas nuestras vidas.

Pero sería un error ver ese mantra simplemente como una declaración o una creencia, es decir que la persona que lo dice simplemente cree que lo personal es lo político. Todo tipo de personas tienen todo tipo de teorías excéntricas, y un grupo de gente que comunica su creencia de que todos los aspectos de nuestras vidas son manejadas por el estado sería tan problemático como aquellos teóricos de la conspiración que usan sombreros de papel aluminio o la Sociedad de la Tierra Plana. Cuando una feminista dice que lo personal es político, sin embargo, ella no está simplemente enunciando una creencia; está haciendo un llamado a la acción. Hay implicaciones ocultas en esa frase.

La discusión de la semana pasada incluyó una sección sobre ideologías, y las suposiciones progresistas que se encuentran en las raíces de la cultura política occidental. Para recapitular, las ideologías asumen una diferencia entre cómo es la sociedad y cómo debería ser, predicada sobre una perspectiva moral específica del mundo. Lo que esto significa, en lo que le incumbe al análisis feminista, es que actualmente lo personal no es político, entonces se debería hacer que lo sea. Prácticamente, toda la innovación política consiste en convertir esas cosas que son personales en asuntos políticos. El extremo lógico se encuentra allí donde no hay acciones estrictamente personales, no hay afirmaciones, intenciones, pensamientos o creencias personales; todas éstas, ya sean expresadas públicamente o en privado, serían estrictamente políticas. Cada decisión, hasta los detalles más minúsculos de la vida diaria, se vuelve asunto político del que los individuos deben rendir cuentas, no como transgresiones individuales, sino como miembros de una clase opresiva que debe responder por sus pecados.

“Lo político” es otro de esos conceptos esencialmente polémicos –en otras palabras, es uno de esos conceptos que son más vulnerables al abuso. Es una idea imprecisa, que puede ser captada pero nunca determinada con precisión– y los intentos para hacerlo son como intentar agarrar el aire de un colchón inflable. Una de las cosas que podemos decir sobre “lo político” es que no siempre ha sido identificado con “lo ideológico” –lo que parece sensato, ya que “lo ideológico” es un producto de la modernidad, un recién llegado en lo que a la política se refiere.

Hubo una vez en que “lo político” era un término que se refería a Reyes, Reinas, cortesanos y nobles, sus luchas y sus sucesiones; pero ciertamente no a la doctrina. Ese cambio se dio a cabo gradualmente, con el declive del fervor religioso que marca a la modernidad.

Soy consciente de que estoy muy cerca de caer en una falacia etimológica, así que déjenme aclarar que es lo que estoy argumentando. No estoy reclamando que haya un significado apropiado de términos como “lo político” que ha pasado de moda. Ya he reconocido previamente que el lenguaje está en un flujo perpetuo. Como corolario, reconozco que las definiciones objetivamente correctas son una rareza. Mi propósito, al resaltar el cambio lingüístico, es resaltar complementariamente el cambio social. Uno rara vez sufre un cambio de paradigma sin afectar al otro. Hay un poder inmenso en el lenguaje, no sólo al reflejar sino al definir el mundo experiencial. Si queremos entender porqué las cosas con como son, debemos fijar nuestra atención en los cambios históricos en el vocabulario –es ahí donde encontraremos las nocionales células germen que dieron origen a la enfermedad del feminismo.

Ese es el caso de “lo político”. Hoy en día, todo lo que sea controversial es reflexivamente considerado como un asunto político. Ya sea que estemos discutiendo el estilo de vida inusual de alguna persona, o una nueva obra de arte que desafía los límites, o una página web que propone una perspectiva del mundo innovadora, nos sentimos bastante seguros de que lo que estamos discutiendo es una declaración política. Lo controversial es entonces político; o quizás sería más exacto decir que lo inusual es político. Se incita a los inconformistas de todo tipo a adherir algún propósito político a sus acciones o creencias. El efecto de este desafío tan público es encerrar a los individuos en un sistema de control ubicuo; salirse de los límites lo convierte a uno en un blanco.

Y esto es precisamente lo que el feminismo requiere –que los hombres se alineen, y que persigan a los que no lo hagan. Es mucho más fácil lograr el proyecto de aumentar el poder de las mujeres cuando uno puede silenciar a aquellos que tienen más que perder en caso de que el proyecto tenga éxito.

El otro lado de la moneda es el beneplácito “compensatorio” cada vez más mayor que se les da a las mujeres. Son solamente las vidas privadas de los hombres las que deben estar atrapadas en un sistema de control público; las mujeres, por otra parte, han de disfrutar del botín de la victoria en una nueva era de anarquía sexual femenina. Quizás el único consuelo que nos queda, siendo realistas, es que los despotismos son grandes generadores de iluminación espiritual entre los oprimidos. Fue la persecución de los primeros cristianos lo que llevó a hombres y mujeres piadosos a vivir solos en el desierto, imitando a Jesús –fue tan sólo en el siglo V que la Iglesia se apropió de estos monásticos, después de que hubieran buscado una existencia puramente asceta como alternativa del mundo material que los había expulsado. De manera similar, los regímenes opresivos del periodo Helenístico llevaron a muchos, dentro de las ciudades-estado griegas, a acogerlas filosofías místicas que abogaban por el rechazo del mundo. Dado que nosotros vamos en camino hacia un despotismo feminista, no es de sorprenderse que un desarrollo paralelo se esté incubando, en la forma del movimiento Hombres que Siguen Su Propio Camino (MGTOW [Men Going Their Own Way]). Los MGTOW han rechazado la exigencia ginocéntrica según la cual los hombres deben definirse de acuerdo a su destreza sexual. Como consecuencia de haber sido aliviados de ese peso, muchos MGTOW han asumido una deliberación introspectiva sobre la naturaleza del hombre y la masculinidad –discusiones que son androcéntricas, y por lo tanto no rinden cuentas a la ortodoxia feminista. En su núcleo, el movimiento MGTOW se aparta del mundo –del matrimonio, de los hijos, de los empleos sacrificantes, incluso de cualquier relación con mujeres– buscando calma de los agentes hostiles, así como lo hicieron los ascetas y místicos del mundo antiguo.

Aunque yo respaldo el estilo de vida MGTOW, soy consciente de que no es suficiente –para la realización o para la supervivencia. El feminismo simplemente no está en el negocio de dejar a los hombres en paz. Es una ideología progresista, lo que quiere decir que seguirá creciendo, sin ningún control interno sobre sus propias actividades; ¡no tiene frenos! Cualquier intento de auto-criticismo da paso a una mayor radicalización. Incapaz de percibir el mundo desde fuera de la burbuja feminista, sus discípulas piensan y actúan de una manera anti-contextual y abstracta. El único control sobre las actividades de semejantes ideologías debe venir de afuera –es decir, del resto de la sociedad. Si el feminismo no desacelera y se detiene voluntariamente, entonces les corresponde a agentes externos construir un muro de ladrillo en su camino. Este es un requerimiento moral –la alternativa es permitirle que reine libremente, en cuyo caso terminaremos inevitablemente en un despotismo. Hasta ahora, el feminismo ha mostrado ser notablemente socio-dinámico, y no se ha enfrentado a mucha resistencia política –lo que quiere decir que la velocidad de persecución va a aumentar.

Me gustaría aclarar algo. La palabra “feminismo” se puede referir a más de una cosa. De manera más obvia, feminismo como movimiento no es precisamente lo mismo que el feminismo como ideología; de manera más precisa, el primero es motivado por las máximas del segundo. El feminismo como ideología es una ideología de víctimas, lo que quiere decir que existe en defensa de un cierto tipo de gente que se ha designado como las víctimas. Los objetivos duales de una ideología de víctimas son, como ya lo había mencionado anteriormente:

(1) Igualarse con el grupo “enemigo”;
(2) Forjar su propia “identidad de víctima”, diferente del grupo “enemigo” y al que no tiene que rendirle cuentas.

Si se logra el objetivo (1), entonces la ideología sencillamente deja de existir, lo que quiere decir que el movimiento deja de existir. El movimiento, sin embargo, no es una entidad inorgánica que cumple de manera mecánica con las necesidades de la ideología. Está conformado por gente que se ha vuelto dependiente de él, tanto financiera como psicológicamente. El fin de la desigualdad, como sea que se hubiera medido al principio, significaría un desastre para las graduadas en Estudios de Género en todo el mundo. Por ejemplo, la inhabilidad de las organizaciones feministas en admitir que los índices de violación están en declive y que las acusaciones falsas están llegando a niveles de epidemia significaría grandes pérdidas que afrontarían los ideólogos que trabajan en los centros de asistencia a víctimas de violación (que generalmente se encuentran vacíos). No se puede permitir que la ideología muera –hay demasiado en juego, en particular el movimiento, y todos aquellos recursos de los que sus actores principales hayan podido echar mano. Así como con mucha otra gente, la amenaza del desempleo es suficiente como para sacar un conservadurismo radical, que insiste, en este caso, en la existencia de nuevos tipos de opresión que aún se deben superar. Hay muchísimo dinero en el negocio de la percepción constante de las mujeres como seres en desventaja. El feminismo ya no es simplemente un movimiento, sino una industria –bien llamada por muchos la industria de los agravios sexuales.

En caso de que está industria se derrumbe, dejaría un vacío en las carteras de las feministas profesionales casi tan grande como el vacío que dejaría entre sus orejas. La alternativa a un apoyo estatal continuo para superar las nuevas opresiones es casi inimaginable. No sólo significaría el fin del subsidio que se extrae a los hombres para su propia persecución –también amenazaría con dejar un vacío físico en la mente de muchas feministas profesionales. ¿Qué harían entonces, una vez que se les quite ese dinero ensangrentado?

Las feministas tienen, desde luego, un plan de contingencia. Los remito al objetivo (2). La razón por la cual las ideologías de víctimas tienden a no morir fácilmente cuando se ha logrado la igualdad, o incluso la supremacía del grupo “víctima”, es esta: porque cambian sus objetivos hacia la separación inherente entre los grupos de “víctimas” y “enemigos”, y rehúsan tomar cualquier tipo de responsabilidad para con el resto del mundo. Sin duda, cualquier intento de una persona externa al grupo designado como “víctima”, de hacer a los miembros de ese grupo responsables por sus transgresiones, es mancillado como un intento de frenar el objetivo (1) –y la persona que se atrevió a quejarse será insultada con todo tipo de nombres.

Una ideología de víctimas es necesariamente tripartita en su entendimiento del tiempo. El pasado es identificado con la Opresión, el presente con la Lucha, y el futuro con la Liberación. La historiografía tripartita es constante. Si cualquiera de los tres estados –Opresión, Lucha o Liberación– es removido, entonces no tenemos una ideología de víctima. Se derrumba debido a su inconsistencia. Tiene que haber una Opresión pasada, pues esto justifica la Lucha presente, que también tiene que existir en el presente, como una tautología; ¿de qué más estaríamos hablando? La Lucha debe ser en pos de algo, y ese algo es la Liberación, prometida en el futuro. Abajo hay una especia de diagrama, presentado desde la perspectiva feminista:

ideology1

Es una caricatura infantil, apropiada para una perspectiva de mundo infantil. Es importante mencionar lo que se requiere para que la triada Opresión, Lucha, Liberación tenga sentido –el actor que lleva a cabo la opresión, contra quien se debe luchar, y de quien las víctimas designadas deben liberarse. Ese actor es, desde luego, el hombre.

La imagen de arriba se presenta desde la perspectiva feminista, en la que el tiempo se mueve de manera horizontal, de izquierda a derecha. En el mundo real, la línea de tiempo está rota. Estamos permanente congelados en la fase presente, y desde allí, el tiempo se mueve verticalmente y hacia abajo:

ideology2

Hay sencillamente demasiadas personas que se benefician del feminismo (por ejemplo, la industria de los agravios sexuales) para permitir que la verdadera liberación de la mujer sea reconocida. Si se admitiera que las mujeres no sólo han sido liberadas, sino que han recibido varias ventajas sobre los hombres, entonces el movimiento y la ideología, y por lo tanto la industria que es el feminismo, se volverían irrelevantes. El papel actual de las mujeres, que puede ser descrito de la manera más apropiada como Privilegiado, no es ni siquiera concebible en el tiempo feminista. La Liberación debe permanecer siempre como una meta futura, y no se puede permitir que sea percibida como un logro presente. El feminismo es auto-sostenible de esta manera –al impulsarse a sí mismo hacia nuevas Luchas. El entendimiento tripartito del tiempo es independiente del contexto; es fundamentalmente abstracto y anti-contextual. Se asume la triada antes de que la verdad acerca del mundo sea establecida en cualquier momento, y los hechos del mundo deben ser martillados hasta que adquieran una forma amigable a la perspectiva feminista.

No importa mucho que las grandes Luchas hayan sido ganadas. Las feministas pueden simplemente crear unas nuevas. Y como los hombres son (como debe ser siempre) los opresores contra los que se debe luchar, es bastante justificable quitarles cualquier poder que aún posean.

Hasta que no posean ninguno

Adam

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8. Persiguiendo Arco Iris

Conferencia Nº 8

“La igualdad, entendida correctamente como nuestros padres fundadores la entendían, lleva hacia la libertad y a la emancipación de diferencias creativas; entendida de manera errónea, como ha sucedido trágicamente en nuestro tiempo, lleva primero a la conformidad y luego al despotismo.” –Barry Goldwater

¿Qué es lo que nos permite vivir vidas significativas? Esta es una pregunta que tiene una larga historia, y después de más de dos mil años de rascarnos la cabeza, nuestra especie no es mucho más sabia. Las respuestas fracasan tan fácilmente como se forman. Tal vez la única sabiduría real impartida por siglos de búsqueda espiritual es que la solución no se puede reducir a la materialización de un único valor. Los esfuerzos para ocasionar un sistema social basado en la materialización de un valor en particular –ya sea una doctrina religiosa, la voluntad de la nación, o igualdad social– han resultado invariablemente en una represión extendida, y no en la época dorada de paz y virtud como lo postulan sus ideologías. Por el contrario, esas sociedades que han logrado crear y mantener un espacio para que la gente pueda realmente vivir lo que podrían llamar “vidas significativas” son aquellas que han mantenido un número de valores en equilibrio. Esta no es una solución muy emocionante, pero es mejor sentirse insatisfecho con los grandes misterios de la vida que ser un siervo o un “desaparecido” por un régimen que persigue una máxima más seductora.

Sea cual sea el caso, el argumento a favor de la autonomía parece convincente –equilibrado, como debe ser, respecto a otros valores. Es difícil ver cómo la vida podría ser significativa allí donde no se poseen los derechos más básicos de auto-determinación. En este punto, estoy superficialmente de acuerdo con las feministas, quienes han hecho de la autonomía (y no la igualdad) su principio guía. Desde luego, en su caso, la única que cuenta es la autonomía de las mujeres, y ésta se debe extender tanto como sea posible. Sin embargo, coincidimos en que la autonomía, en sí misma, es algo bueno, aunque yo añadiría el corolario de que ésta debe estar en equilibrio respecto a otros valores de manera que no se vuelva una autorización parar hacer cualquier cosa.

Es entonces una ironía espectacular el que, en tanto sigan siendo feministas, las mujeres nunca podrán saborear la libertad. El feminismo es una ideología de víctima que paraliza a las mujeres en una Lucha perpetua; no se puede permitir el disfrutar la Liberación, pues de lo contrario se acaba el juego. Para seguir jugando, las feministas deben imaginar que están bajo el control de fuerzas externas que son responsables del destino que les acaece, y tienen un nombre para este delirio masivo: El Patriarcado. Cada mala decisión, cada consecuencia no deseada, cada menor inconveniente puede ser rastreado a este sistema de control místico, mítico e invisible que ejerce su influencia sobre las mujeres, de manera similar a como las tribus animistas explican varios fenómenos climatológicos a través de deidades enfurecidas y vengativas. Si las feministas han de pretender que la Lucha aún es relevante, entonces no se puede admitir que las mujeres tienen el control de sus propios actos, puesto que ello implicaría que son agentes morales libres. Se debe hacer creer a las mujeres que son delicadas embarcaciones arrojadas a una tormenta en el océano, sin tierra a la vista, en la que tratar de navegar o conducir es inútil. Tal vez podríamos contrastar esto con el movimiento MGTOW, que asemeja a una serie de canoas, ligeras pero resistentes, cuyos ocupantes reman en mares calmos –por lo pronto, al menos.

Aun cuando las mujeres sean privilegiadas más allá de sus sueños más salvajes –lo que es inconcebible en la teoría feminista– todavía no se pueden considerar libres. A las mujeres no se les permite disfrutar la libertad; se les debe negar de manera que la ideología sobreviva. Se debe reiterar, hasta que venga a la mente como si fuera un reflejo, que “todavía vivimos en un patriarcado”, y que “las mujeres todavía no son iguales”, etcétera. Las adherentes la feminismo no pueden descansar jamás, porque ellas mismas no se lo pueden permitir. Están persiguiendo arco iris perpetuamente.

Han construido una barricada mental, cerradas al mismo mundo al que le imponen sus designios. Están forzadas a concebirse a sí mismas como en una Lucha eterna, a menos de que se Liberen, en cuyo caso se volverían irrelevantes. Como lo dije la semana pasada, una percepción tripartita de la historia (el pasado como Opresión, el presente como Lucha, el futuro como Liberación) es una constante del feminismo, y todo esto se decide antes de los hechos. Sin importar el contexto, el presente es Lucha, con la Liberación perpetuamente establecida en algún punto en el futuro. Como lo dice el proverbio, el mañana jamás llega.

Como lo mencioné previamente, el feminismo es fundamentalmente anti-contextual, tomando decisiones respecto a lo que sucede antes de que suceda, y luego acomodando los hechos a dichas decisiones. El proceso es simple: tomar los puntos clave respecto a la situación dada, y a través de la falta de lógica, la erística, el relativismo moral, el simbolismo, la auto-contradicción, y la fantasía, enmarcan el discurso como uno en el que las mujeres pasan de la Opresión a la Liberación, pero en el que no llegarán allí sin la Lucha feminista.

Esto no significa que el feminismo opere de manera estática. El primer paso en el proceso que acabo de describir es actuar sobre los hechos de la vida real. Si las feministas no hicieran esto, su sermón no tendría ningún atractivo para el sector no-feminista, porque daría la impresión de no ser aplicable al mundo experiencial. El feminismo es anti-contextual en el sentido de que la narración se decide antes de los hechos, pero aún así depende del contexto de cualquier situación particular. El contexto de la vida real debe ser vivido y entendido, y sólo entonces podrá ser cooptado dentro del discurso feminista. Para dar un ejemplo claro, las feministas en Estados Unidos, hoy en día, no protestan por el derecho de las mujeres al voto. No lograrían nada si lo hicieran porque, teniendo ya el voto, no tienen a dónde más ir (en este aspecto). El sufragio no es un asunto relevante en el contexto del mundo real. Por otra parte, el hecho de que la mayoría de los líderes de negocios sean hombres puede ser verificado por la mayoría de la gente en el mundo; esto, entonces, se puede arrastrar hasta el discurso feminista como un ejemplo de Opresión.

Discúlpenme si soy demasiado simplista, pero se debe aclarar cómo el proceso de fabricación de la Lucha juega un papel crucial en la naturaleza cambiante de los derechos.

¿Qué es un derecho? Como se ha entendido típicamente, un derecho es una reivindicación que, en circunstancias usuales, es inviolable. En otras palabras, si yo tengo un derecho, entonces tengo una prerrogativa –el permiso para hacer algo que deseo hacer, o para ser protegido de algo que no deseo– y otros individuos no pueden quitarme dicha reivindicación. Un ejemplo claro sería que yo tengo el derecho a no ser atacado –no les está permitido a otros individuos atacarme. No obstante, puede que lo hagan, en cuyo caso habrán transgredido mi derecho; habrán hecho aquello que no les está permitido hacer, y me habrán impedido hacer (o evitar) aquellas cosas que se me está permitido hacer (o evitar). Por consiguiente, tengo la prerrogativa de buscar una recompensa por la violación de mi derecho.

Una teoría de derechos requiere un encargado de hacerlos cumplir, de tal manera que prevenga transgresiones a los derechos y otorgue recompensas a aquellos cuyos derechos han sido violados. El encargado con el cual ya estamos familiarizados es el estado, en particular aquellas instituciones involucradas en la creación y práctica de la ley: la legislatura, el poder judicial, la fuerza policiaca, etcétera. Es necesario que el estado posea el monopolio en el uso de la fuerza, pues de lo contrario no se lograría que se hicieran cumplir las reglas, y no habría un factor disuasorio en contra de las violaciones de derechos. En un caso extremo, los ciudadanos podrían rebelarse y tumbar un estado débil, y de manera subsecuente instituir su propia forma de justicia que podría no ser imparcial. Max Weber describió célebremente al estado como “el monopolio del uso legítimo de la fuerza”. Yo he dejado por fuera de mi definición la palabra “legítimo”, porque me parece un juicio totalmente subjetivo, sin mencionar inevitable, desde el punto de vista de aquellos que están en control del estado. Aquellos que toman el poder y lo usan para perseguir a un sector de la población, seguramente creerán que su monopolio en el uso de la fuerza es legítimo –sin duda, probablemente crean que su uso de la fuerza tiene más legitimidad que el del régimen que depusieron, sin importar cómo se haya comportado dicho régimen.

Es de notar que no hay un límite inherente al concepto de los derechos; no tiene un sistema de frenado. Nunca habrá un punto en el que podamos decir, “ahora tenemos todos los derechos”. Potencialmente, siempre habrá más derechos que los que podamos poseer, lo que no significa que debamos poseer más derechos. La posesión absoluta de todos los derechos concebibles sería una licencia inconcebible –autonomía total, en la que todas las reclamaciones serían permitidas. Esto significaría que el individuo con autorización estaría en la libertad de violar los derechos de los otros. En este caso, los derechos de otros serían insignificantes cada vez que se encuentren con el individuo con la autorización total. Lógicamente, no toda la gente puede tener posesión total de todos los derechos, debido a que a cada uno se le permitiría infringir los derechos de los demás –lo que implicaría que los derechos de nadie estarían seguros, y que el individuo o grupo más fuerte tendría derecho a establecer una regla arbitraria basada sólo en su fuerza física.

Es evidente que necesitamos limitaciones, y la Constitución de los Estados Unidos de América es un ejemplo en este aspecto. Como la mejor declaración de libertad personal y democracia representativa que el mundo haya conocido, existe para proteger una serie de derechos fundamentales de ser anulados por el grupo más fuerte de individuos –específicamente, el gobierno. Las leyes pueden ir y venir, pero mientras la constitución se mantenga, los derechos fundacionales del ciudadano individual son inmodificables –o, al menos, son extremadamente difíciles de remover o alterar. Donde sea que un gobierno viole repetidas veces su propia constitución, corre el riesgo (idóneamente, al menos) de ser derrocado por un levantamiento de sus ciudadanos, quienes formarían un colectivo más fuerte.

La Constitución de los Estados Unidos, adoptada en 1787, está construida sobre la filosofía liberal del tiempo, más especialmente la de John Locke. Algunas secciones de la Declaración de Independencia, firmada once años antes, son más o menos sacadas de su Segundo Tratado de Gobierno. Las ideas expresadas en esta obra no son las del liberalismo que conocemos hoy en día; son más próximas a los que ahora conocemos con el nombre de libertarismo. Fue solo en la segunda mitad del siglo XIX que el liberalismo experimentó una profunda transformación hacia una ideología colectivista con la que asociamos más fácilmente el término hoy en día.

En su texto de 1859, Sobre la Libertad, J. S. Mill introdujo una nueva articulación de la defensa moral liberal tradicional de los derechos individuales. Dice algo así como: los individuos tienen el derecho de hacer lo que escojan, mientras esto no lastime a otros. Mill ejercía precaución cuando consideraba la aplicación de este principio: uno no sería lastimado, por ejemplo, por perder en una competencia (ejemplo: el mercado libre). Siguiendo a Tocqueville, expresó su preocupación según la cual la democracia, si no se moderaba, podría resultar en una tiranía de la mayoría.

Podemos agradecer a los sucesores de Mill por pervertir el liberalismo individual y transformarlo en una filosofía colectivista y autoritaria. Sólo había un pequeño paso del axioma de Mill –los individuos tienen el derecho de hacer lo que escojan, siempre y cuando no lastimen a otros– a la doctrina del Nuevo Liberalismo: si no puedo hacer lo que de otra manera escogería, entonces alguien debe estar lastimándome. Fue el auto-proclamado “socialista liberal”, Leonard Trelawny Hobhouse, quien trabajó sobre las premisas de Mill y añadió un giro nuevo: que la libertad no es buena en sí misma, sino que deber subordinarse para un fin más alto. En consecuencia, cualquier libertad que no esté subordinada a este fin más alto, no está justificada moralmente. Fue el radical social Richard Henry Tawney quien, expandiendo esta idea, abogaba por una sociedad igualitaria, basado en la premisa según la cual “la libertad para el pez grande es la muerte de los peces pequeños” –en otras palabras, que ciertos grupos identificables no merecen la misma autonomía, sino que la suya debe ser restringida. Fue Lester Frank Ward quien repudió al individuo totalmente y arguyó que el estado debería dirigir todo desarrollo económico y social, incluyendo la felicidad de sus ciudadanos. Quizá lo más revelador de todo es que Ward era un entusiasta partidario de la noción según la cual las mujeres son innatamente superiores a los hombres. Para citar un pasaje especialmente relevante:

Y ahora desde el punto de vista del desarrollo intelectual mismo la encontramos lado a lado, y hombro a hombro con él, suministrando, desde el comienzo, allá en los tiempo prehistóricos, pre-sociales, e incluso pre-humanos, el complemente necesario para su carrera unilateral, apresurada, y obstinada, sin el cual él habría torcido y distorsionado la raza y la habría vuelto incapaz del progreso mismo que él declara inspirar exclusivamente. Y por esta razón, nuevamente, aun en el ámbito del intelecto, donde él reinaba supremo de buen grado, ella ha probado ser su igual y tiene derecho a parte del crédito que se añada al progreso humano conseguido hasta ahora.

El propósito de haberme desviado hacia la naturaleza cambiante de los derechos era para podernos concentrar en el desarrollo histórico que precipitó ciertos aspectos del feminismo moderno. Algunos colaboradores del Movimiento de Derechos de los Hombres han atacado la “modernidad” y los “valores de la Ilustración” de una manera algo abstracta. Esto está bien si tienen la intención de atacar la autonomía individual en general, pero debemos mirar detenidamente si realmente queremos llegar a la raíz de los problemas que los hombres deben enfrentar, como hombres, hoy en día –lo que resultaría, en mi opinión, en la privación de la autonomía masculina. Es la modernidad, y particularmente el pensamiento de la Ilustración, la que ha hecho posible la autonomía individual –y es el liberalismo social, y más específicamente el feminismo, el que la está volviendo imposible para los hombres.

La innovación del liberalismo social es evidente en la sección de la cita de Ward de más arriba en la que ya he hecho énfasis. Es exigir el derecho a algo; la creación de nuevas obligaciones que otros deben cumplir; la concepción de los derechos de las reivindicaciones, no de individuos, que deben ser iguales, pero en contra de un segmento identificado de la población (el grupo “enemigo”). Desde luego, cada derecho, si ha de ser tomado seriamente, exige obligaciones de parte de los otros –si yo tengo el derecho a no ser atacado, entonces usted no debe atacarme, y viceversa. La diferencia entre dicha afirmación y las demandas del Nuevo Liberalismo es que la primera es una obligación a la inacción, mientras que la última es una obligación a actuar. Mis obligaciones a la inacción significan que no puedo transgredir ciertos límites –los derechos de otras personas. No puedo lastimarlos, ni robarles, ni dañarles sus posesiones. Se me tiene prohibido hacer ciertas cosas que podrían interferir con la autonomía de otros, pero aparte de eso, puedo hacer lo que quiera. Las obligaciones a actuar son de una clase muy diferente: aquel que pueda forzarme a una obligación de ese tipo tiene el poder de darme órdenes. Me dirá cómo actuar, y yo no puedo actuar de ninguna otra manera, lo que restringe mi autonomía.

Por ejemplo, si usted requiere algún objeto para poder llevar a cabo algún proyecto, entonces su autonomía está restringida hasta que no posea dicho objeto. Por lo tanto, usted tiene el derecho a reclamar mi objeto, presumiendo que yo posea uno así. No importa si yo me he ganado dicho objeto o si lo poseo de manera legítima; la teoría dice que usted puede tener el objeto de todas maneras. Las reclamaciones sobre el derecho de propiedad están subordinadas a la autonomía de los individuos, es decir a los deseos (no las necesidades) de un grupo especialmente identificado como “víctimas”. Si, por ejemplo, yo estoy entrevistando a un hombre y a una mujer para un puesto en mi compañía, y la mujer exige que se le dé a ella el empleo puesto que es un paso crucial en su plan de carrera, le estoy negando su autonomía si no la contrato a ella, incluso si no es la candidata más calificada. Ella necesita el puesto para poder lograr aquello que en últimas quiere, y por lo tanto se le perjudica si no lo consigue. La doctrina del Nuevo Liberalismo –si yo no puedo hacer lo que elijo entonces alguien me debe estar haciendo daño– evidentemente sirve a los fines de víctima del feminismo. Cualquier límite impuesto a las acciones de las mujeres, incluyendo aquel que se establece en nombre de la equidad y la imparcialidad, puede ser tomado como la nueva Opresión, de acuerdo a esta doctrina.

El “Nuevo” Liberalismo, o liberalismo “social”, es de hecho una perversión y una corrupción del liberalismo –y encuentra su mayor expresión en el sistema de castas de derechos que las feministas están ocupadas creando. Los derechos de la mujeres, un eslogan pegajoso alguna vez proclamado como la marcha progresiva hacia un futuro más justo, se ha convertido en el as bajo la manga que nunca pierde su valor, listo para ser jugado en cualquier momento en que una mujer quiera “ganarle una a los muchachos”. En los primeros días, la idea de la Lucha era más creíble, e incluso parecía admirable en retrospectiva. Las mujeres luchaban por los derechos que los hombres poseían: el derecho al voto, el derecho a poseer propiedades, el derecho al divorcio, el derecho a tener el mismo salario que un hombre por el mismo trabajo. Había una vez en que era perfectamente plausible, para un observador imparcial, que el feminismo significara llegar a la igualdad entre los sexos. Esto no quiere decir que dicha perspectiva sea inherentemente correcta, sólo que es creíble, desde un punto de vista externo al feminismo, que dicha ideología tuviera en mente esa meta tan altruista.

¿Pero cuáles son los derechos de las mujeres por los que se aboga hoy en día? El derecho a confiscar el dinero de los hombres, el derecho a cometer alienación paternal, el derecho a cometer fraude de paternidad, el derecho a ganar el mismo salario por hacer menos trabajo, el derecho a pagar menos impuestos, el derecho a mutilar hombres, el derecho a confiscar esperma, el derecho a asesinar niños, el derecho a que nadie puede estar en desacuerdo con ellas, el derecho a la elección reproductiva, y el derecho a tomar esa decisión por los hombres también. En una interesante paradoja legal, algunas han incluso abogado –con éxito– para que las mujeres tengan el derecho a no ser castigadas por crímenes en lo absoluto. El resultado eventual de esto es un tipo de feudalismo sexual, en el que las mujeres gobiernan arbitrariamente, y en el que los hombres son mantenidos en sumisión, con menos derechos y más obligaciones. Hasta la fecha, la transformación de derechos en obligaciones a actuar nos ha ocasionado un estado de bienestar en el que, de acuerdo a The Futurist,

Virtualmente todos los gastos del gobierno […] desde Medicare hasta Obamacare, los subsidios de bienestar, los empleos en el sector público para mujeres, y la expansión de la población en prisión, son una transferencia neta de riqueza de los hombres a las mujeres, o un subproducto de la destrucción del Matrimonio 1.0. En cualquier caso, el “feminismo” es la causa […] Recordemos que las ganancias de los hombres pagan el 70%-80% de la totalidad de los impuestos.

El feminismo ve la independencia de los ciudadanos individuales como una barrera, no como una medida protectora. La autonomía personal obstaculiza el progreso del feminismo en moralizar al mundo y en desangrar a los hombres para el beneficio de las mujeres.

¿Derechos de las mujeres? Todo eso no es más que un intento de usurpar el poder.

Adam.

 

Teoría Ginocentrismo Conferencias

gynocentrism pedestal woman New YorkSERIE DE CONFERENCIAS SOBRE LA TEORÍA DEL GINOCENTRISMO

Las conferencias seminales que se encuentran a continuación fueron pronunciadas en 2011 por Adam Kostakis:

Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 1-4)
Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 5-8)
Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 9-12)

Disponible en Amazon

Gyno book spanish

Teoría del Ginocentrismo (Conferencias 1-4)

Teoría del Ginocentrismo

Las conferencias seminales que se encuentran a continuación fueron pronunciadas en 2011 por Adam Kostakis:
Greek goddess

1. Mirando hacia afuera desde el abismo

Conferencia Nº 1

“Me encanta una oposición que tenga convicciones” –Federico el Grande

La Batalla de los Sexos ha degenerado en una Guerra Sucia, y nosotros, cada uno de nosotros, estamos siendo reclutados en ella por fuerzas a las que no les importa ni una pizca la igualdad o la ecuanimidad.

La Propaganda, como una herramienta de control, sólo es efectiva en tanto que la visión del mundo que presenta concuerde con la percepción del mundo que el público que se desea capturar con esa propaganda experimente en el día a día. Entre más amplio es el vacío entre el mundo que se percibe y la representación propagandística del mundo, menos efectiva –y por lo tanto menos útil– se vuelve eventualmente la propaganda. Hemos alcanzado un punto crítico en el que las mujeres están rechazando cada vez más el feminismo por considerarlo irrelevante o inaplicable a sus vidas, pues el mundo que describe la ortodoxia feminista no parece existir en el planeta Tierra. Al mismo tiempo, nos estamos acercando al zénit del control feminista sobre el mundo habitado, que combina la represión estatal con el tribalismo de género, y ambas fuerzas se intensifican exponencialmente mientras se usan mutuamente como palanca para seguir y seguir subiendo.

Esto me recuerda un antiguo acertijo que hace la pregunta, ‘¿qué tan alto se puede escalar una montaña?’ La respuesta es ‘hasta la cima,’ porque una vez que se alcanza la cúspide, el único camino posible es hacia abajo. El Feminismo ya no tiene ningún obstáculo; el control total está al alcance de la mano, y por total, me refiero a que será totalitarista. La carta de víctima ha servido como un pase de entrada por la puerta de atrás del estado y las instituciones supranacionales. Ahora que tienen poder sobre los hombres, las feministas han restablecido los principios del Manifiesto Scum de Valerie Solanas, declarando –con un lenguaje que evoca claramente la Solución Final– que pronto seremos testigos de El Fin de los Hombres. La ‘guerra de los sexos’ no se está enfriando en tanto las mujeres se acercan a (o en algunos casos, sobrepasan) la igualdad con los hombres –se está calentando. Las feministas no sólo están incitando el odio hacia los hombres públicamente y se están saliendo con la suya; están usando sus puestos en el gobierno, en la academia, en comités de expertos y en los medios para hacer realidad sus violentas fantasías, abogando por la renuncia de los derechos humanos básicos de los hombres.

Para tomar un ejemplo reciente, la Secretaria de Estado de la nación más poderosa del mundo declaró hace poco que una unidad internacional móvil de persecución será establecida para apuntarle, específicamente, a hombres alrededor del mundo. O para tomar otro ejemplo reciente, una destacada feminista ha sugerido que ciertos principios legales diseñados para proteger ciudadanos inocentes de persecución o encarcelamiento injustos, que datan de la firma de la Carta Magna, deberían retirárselos a los hombres. Los hombres son sujetos al régimen arbitrario de las mujeres en la India, enfrentándose a severas penalidades por haber causado la más mínima ofensa, aun involuntariamente.

Nada de esto cuadra con el cliché de las ‘mujeres como víctimas’, el cual ha sido muy útil para que las feministas llegaran a este punto. No obstante, el feminismo está firmemente afianzado y en control de los mecanismos que ostentan el monopolio del poder físico, ya sea legítimo o no. Difícilmente queda alguna fuerza que haga algún contrapeso. Occidente ha encontrado su nueva Misión imperial para reemplazar al Cristianismo Global: el culto forzado a las mujeres. Y mientras cualquier voz disidente es inmediata y violentamente silenciada, las feministas son libres de radicalizar su agenda anti-masculina hasta el punto de náusea moral, y de desencadenar sobre el mundo todo tipo de atrocidades vengativas.

Pues ya ven ustedes, cuando la propaganda deja de ser una herramienta efectiva de control, quien quiera controlar simplemente encontrará otras formas de hacerlo. El control del estado –el monopolio de la fuerza física– es el medio que las feministas han buscado. Pero a diferencia de la propaganda, que manipula la mente, el control estatal sólo brutaliza el cuerpo. El poder de quien controla siempre yace eventualmente sobre la resistencia de los controlados, y por lo tanto el consentimiento debe ser fabricado. El Imperio Romano no duró quinientos años ejerciendo la fuerza bruta, sino con el apoyo masivo; el Emperador era glorificado como una deidad mortal, e incluso en las aldeas más pequeñas de su reino se erigían voluntariamente estatuas y altares en su honor. Por demasiado tiempo han estado los hombres prosternados ante el altar de las mujeres, y es tentador creer que esta sumisión psicológica no cederá incluso ante la opresión física o la exterminación –que los hombres marcharán hacia su muerte como corderos expiatorios, esperando ganarse el favor de las mujeres con sus últimas acciones serviles. Pero las proclamaciones que hacen referencia al Fin de los Hombres pueden resultar tan vacías como aquellas que se hicieron hace casi veinte años con respecto al Fin de la Historia. El así-llamado Choque de Civilizaciones que siguió llevó a su autor a refutar su propia posición. Deberíamos ser optimistas con respecto a que un verdadero Choque de los Sexos terminará pronto con las feministas humilladas y admitiendo su derrota.

En tanto el feminismo crece más y más poderoso, y comienza a darse cuenta de sus ambiciones radicales, simultáneamente extenuará su capacidad para fabricar consentimiento. Aquellas ilusiones caballerescas que aseguran el consentimiento de los hombres, y sobre las que en últimas yace el feminismo –‘las mujeres como víctimas’, y otras– serán más difíciles de mantener con el tiempo. Entre más fuerza sea utilizada contra los hombres para someter e inhibir sus vidas, más descontento empezará a cultivarse entre ellos. La burbuja de la misandria debe estallar en cualquier momento, y con cada ejemplo de exageración, que pone a hombres inocentes en el papel de criminales y sometidos a castigos humillantes y despiadados, una nueva grieta aparece en el muro, otro paso hacia el día en el que toda esa odiosa edificación colapse bajo su propio peso –y, crucialmente, bajo el nuestro.

Nuestra tarea es, entonces, doble: primero, abrir el camino para apresurar el colapso del feminismo.

Segundo (y complementario al primero): diseñar las armas ideológicas para ayudar a prevenir un resurgimiento feminista después de que éste colapse.

Ambas metas requieren, no fuerza, sino su propia propaganda. Siendo como son las cosas, esto no requiere que distorsionemos la verdad. Por el contrario, debemos, en la mayor parte, exponer aquellas verdades que otros han distorsionado; revelando los hechos a una audiencia más amplia que aún no los ha recibido, de manera diligente y sin remordimientos. Como un notable activista en el campo lo puso recientemente, no se necesita atacar feministas –todo lo que se tiene que hacer es citarlas. Simplemente, el exponer el odio feminista a la luz desinfectante del mundo podría ser suficiente para cambiar la marea –razón por la cual enormes cantidades de energía se utilizan para informar mal, descreditar, neutralizar y obscurecer a los argumentos y defensores de la oposición.

Una estrategia clave para el logro de nuestra tarea fue anunciada en una conferencia en Abril de 2010 en la forma de Estudios Masculinos, una nueva disciplina que ya está enfrentando la hostilidad del mundo académico que desde hace mucho tiempo ha sido un bastión del feminismo radical. Que este dedo en la llaga, esta espina en el costado de la uniformidad académica pueda provocar semejante indignación como lo ha hecho no debería ser una sorpresa. He aquí una selección de los temas que el programa de Estudios Masculinos de propone abarcar:

Los factores socioeconómicos que llevan a la predominancia masculina en el sistema de justicia criminal, subempleo y oportunidades limitadas como padres, que resultan de los cambios en la ley de custodia infantil (economía, medicina forense, derecho, política pública);

Representaciones misándricas de niños y hombres adultos en los medios y en la publicidad (estudios de medios incluyendo cine, televisión e internet, y publicidad);

Testimonios de la experiencia de ser hombre (historia, literatura, autobiografía);

Asuntos urgentes relacionados con el bienestar emocional de niños y adultos mayores, notablemente la depresión y el suicidio (psicología clínica, medicina y psiquiatría, trabajo social).

Friedrich Nietzsche, en el siglo XIX, advirtió que si uno mira dentro del abismo demasiado tiempo, uno se dará cuenta que el abismo devuelve la mirada. Debe ser profundamente alarmante para las feministas despertar una mañana y encontrar que otra gente las está deconstruyendo a ellas, que se ha puesto como misión en la vida exponer y corregir las ofensas feministas.

Esta parece ser la respuesta de la respuesta abusiva del sector feminista a la idea de que los hombres discutan ideas de sexo y sexismo sin la supervisión de las mujeres. No importa lo que las feministas piensen sobre los Estudios Masculinos, porque las feministas no son el público que esta disciplina pretende captar; su éxito no depende de la aprobación feminista, un hecho con el que les será difícil reconciliarse. En cualquier caso, aún si lanzaran una campaña organizada para impedir que los hombres discutan sus experiencias a través del foro de la academia, las feministas son incapaces de evitar que esto suceda en alguna parte. El verdadero escollo hoy en día para las dictadoras en potencia es que vivimos en una Era de la Información. Es difícil controlar el flujo de información cuando la época misma en la que vivimos está definida por ello. Entonces, tengamos estas discusiones ahora mismo –mientras la gente pueda utilizar Internet para congregarse y decir lo que piensa, nada puede detenernos. Tengamos estas discusiones en un millón de lugares, en el mundo real –porque si lo hombres no hubieran hablado de sus experiencias, como hombres, entonces no estaríamos anhelando el comienzo de los Estudios Masculinos en el futuro cercano.

Ya hay un gran número de sitios de internet dedicados a asuntos relacionados con los Derechos de los Hombres; ciertamente, éstos parecen haber proliferado en los últimos años, ¡brotando en todas partes como deliciosos hongos! Para la mayoría de estos blogs, su contenido no necesita un tema unificador más grande que la oposición al feminismo. Dada la activa y creciente red de gente interesada en el estatus de los hombres actualmente, ha sido posible ampliar los límites un poco más allá. Este blog tiene como objetivo alentar la cristalización intelectual de lo que llamamos el Movimiento por los Derechos de los Hombres, al llevar a cabo un análisis atento en un amplio espectro de temas. Este sitio web está dedicado a la elucidación de la Teoría del Ginocentrismo.

¿Qué es la Teoría del Ginocentrismo? Para ponerlo de manera sencilla, es un sistema que explica las relaciones sociales entre los sexos. Reemplaza a la Teoría del Patriarcado, la piedra angular del pensamiento feminista. Ahora memética, la Teoría del Patriarcado ha demostrado ser una herramienta excelente para negarles a los hombres sus derechos, incluyendo sus derechos más básicos a la dignidad y a la integridad corporal, con la pretensión de que todos los hombres son opresores (o al menos, aliados con hombres opresivos de quienes obtienen beneficios) y que todas las mujeres son víctimas del poder masculino. La Teoría del Ginocentrismo es la articulación de muchos años de esfuerzo por parte de varios pensadores en el ámbito de los Derechos de los Hombres para describir una visión de mundo que refleje de una manera mucho más precisa las experiencias de los hombres –y de muchas mujeres también. En contraste con el tribalismo simplista y que no acepta matices de la Teoría del Patriarcado, la Teoría del Ginocentrismo no equipara la realización masculina con la celebración del poder tiránico sobre las mujeres. La Teoría del Ginocentrismo no acepta que los hombres actúen en bloque de poder. Por el contrario, la Teoría del Ginocentrismo expone la divergencia entre estadísticas demográficas e intereses; fundamentalmente, que mientras un pequeño número de hombres pueden ser los que tienen el poder social y político, esto no quiere decir en lo absoluto que lo hacen para el beneficio de todos los hombres; y que de hecho, más a menudo, lo hacen para el beneficio de la mayoría de las mujeres y en detrimento de la mayoría de los hombres. La Teoría del Ginocentrismo defiende la idea de que el poder sea entendido como multifacético, y que esa norma históricamente ha sido una cuestión de atraer, y proteger, a las mujeres.

Lo anterior, sin duda, confundirá a aquellos que asumen que el poder en todos los niveles puede ser identificado de acuerdo a la forma de los genitales de aquellos que toman las decisiones importantes –independientemente de lo que decidan.

Cualquier otra cosa está más allá del alcance de esta conferencia introductoria. Y así, continuaremos con este hilo de ideas la próxima semana. Las conferencias se ofrecen los sábados, y estudiantes de todas partes del mundo están invitados a asistir –o a ponerse al día en su propio tiempo si así lo desean. Habrá discusiones inmediatamente después de las conferencias. A diferencia de la mayoría de los blogs feministas, cuyas autoras se asemejan a su mentora Mary Daly en negarles sistemáticamente a los hombres su derecho a hablar, todo el mundo será bienvenido para hablar aquí, aunque se justificarán expulsiones en caso de que alguien publique material obsceno o información personal. Prefiero que las feministas sean requisadas a que se les niegue la entrada, pero el destino de aquellos trolls que sean verdaderamente persistentes estará a mi discreción.

Les deseo a todos un día de reflexión, y los veré pronto.

Antes de lo que piensan.

Adam Kostakis

* * *

2. La Misma Vieja Historia Ginocéntrica

Conferencia Nº 2

Mis lectores deben entender que las preocupaciones que aborda la Teoría Ginocéntrica no se limitan al feminismo. El feminismo aún es relativamente nuevo en la escena, mientras que el Ginocentrismo ha estado presente desde que se tiene registro. El Movimiento de los Derechos de los Hombres busca abordar problemas asociados con el feminismo, pero no limita su atención a estos problemas. Muchos de ellos empezaron antes de la emergencia del feminismo como tal en los últimos años del siglo XIX, aunque se hayan expandido y exacerbado desde entonces. El feminismo no es más que el empaque moderno del Ginocentrismo, un producto antiguo, que ha sido posible en su forma presente gracias a las extensas políticas de asistencia social en el periodo de la posguerra.

A pesar de su retórica radical, el contenido del feminismo o, se podría decir, su esencia, es extraordinariamente tradicional; tan tradicional de hecho, que sus ideas claves se toman por sentado, como dogmas indiscutidos e incuestionables, que disfrutan del consentimiento uniforme a lo largo del espectro político. El feminismo es distinguible sólo porque toma cierta idea tradicional –la deferencia de los hombres hacia las mujeres– a un extremo insostenible. El extremismo político, producto de la modernidad, pondrá fin, adecuadamente, a esa idea tradicional; es decir, como secuela de su sorprendente, espectacular acto final.

Permítanme aclarar. La idea tradicional que se está discutiendo es el sacrifico masculino para el beneficio de las mujeres, el cual denominamos Ginocentrismo. Esta es la norma histórica, y ha sido la manera en que se mueve el mundo mucho antes de que algo llamado ‘feminismo’ se diera a conocer. Hay una enorme cantidad de continuidad entre el código de la clase caballeresca que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno, por ejemplo. El hecho de que los dos sean diferenciables es bastante claro, pero el último es simplemente una extensión progresiva del otro a lo largo de muchos siglos, habiendo retenido su esencia después de un largo periodo de transición. Uno podría decir que son la misma entidad, que ahora existe en una forma más madura –ciertamente no estamos lidiando con dos creaturas distintas. Tomemos cualquiera de los grandes imperios que barrieron el mundo –el Romano, el Otomano, el Español, el Británico– y encontraremos que el Ginocentrismo es la orden del día. Esas extensas empresas geopolíticas, testamentos históricos del triunfo del hombre sobre la tierra y el mar, fueron construidas y mantenidas por hombres perfectamente acostumbrados a la idea de morir por el bien de sus mujeres. Es una idea que ha sobrevivido a cualquier otra, y perdura hoy en día en nuestro Imperio Americano. Que los hombres deban sacrificarse a sí mismos totalmente –su misma esencia, su ser y su identidad, para salvar a mujeres que ni siquiera conocen– está claramente encapsulado en aquella frase popular, ‘mujeres y niños primero’.

(Y si le ponemos especial cuidado, nos daremos cuenta de que nunca se dice ‘niños y mujeres primero’. ¡Tan sólo pensarlo así es absurdo! La razón es que lo que en realidad se quiere decir con esa frase es ‘mujeres primero, niños segundo.’)

La resistencia de estos códigos sociales y de clase no se debe en lo absoluto al control totalitario. Incluso cuando se llevan a cabo sangrientas revueltas en contra de monarcas tiranos y élites de terratenientes, los hombres que aspiran al poder dejan el código Ginocéntrico intacto. El sacrificio de los hombres es una constante sexual que ha sobrevivido a todos los cambios de régimen. El Ginocentrismo, parece, traía ciertos beneficios a los hombres; en los tiempos de paz, un hombre podía tener asegurado una estructura familiar estable y así como la paternidad de los niños que ayudaba a criar. En todo caso, lo que se le ofrecía a los hombres era compensatorio. Durante la mayor parte de la historia, los hombres aparentemente consideraban que esta compensación era suficientemente razonable –o quizás el Ginocentrismo estaba tan arraigado que simplemente no lo consideraban siquiera. A través de sus acciones, ellos reafirmaban (y renovaban) el Ginocentrismo, y ya sea que fuera llamado honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, su esencia no ha cambiado. Sigue siendo un deber peculiarmente masculino ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte helada y segura.

Es sólo hasta ahora, con los desarrollos sociales y políticos del siglo XX que han abierto una brecha entre los sexos, que el tipo de pensamientos que se encuentran en este blog pueden emerger. La modernidad tardía nos provee nuevos recursos conceptuales –nuevas maneras de pensar, que datan de la Ilustración de los siglos XVII y XVIII. El feminismo eventualmente reptó fuera de este crisol intelectual, una vengativa mezcla del Ginocentrismo clásico, el fetichismo por las víctimas, utopismo radical y presuposiciones liberales.

Sería una simplificación excesiva decir que las feministas se proponen obtener ganancias. Por el contrario, ellas exigen pérdidas y ganancias por igual. Lo que ellas querían era ganar los derechos de los hombres, pero perder sus responsabilidades tradicionales como mujeres. Esto, parecía, pondría a las mujeres en una posición social igual a la de los hombres. Era un argumento enraizado en las tendencias liberales del individualismo, la igualdad cívica y la auto-definición. En la retórica, si no en la realidad, el feminismo asevera sus puntos coincidentes con los aspectos más admirables del liberalismo tradicional: igualdad ante la ley, la renuncia a la regla arbitraria, entre otros. Otorgar derechos a las mujeres parecía, lógicamente, ser la fase sucesiva de la liberación humana después de otorgar derechos a todos los hombres.

Se asumió –qué tontos fuimos– que una vez que se les otorgaran derechos iguales, las mujeres adoptarían voluntariamente las responsabilidades que acompañaban a esos derechos, responsabilidades con las que los hombres siempre habían cumplido. Pero esto no sucedió. Las feministas estaban felices de obtener los derechos de los hombres y de perder las responsabilidades que tenían como mujeres, pero se horrorizaban ante la mera sugerencia de que deberían adoptar las responsabilidades de los hombres como consecuencia. En vez de que hombres y mujeres compartieran las cargas del mundo, lo que obtuvimos fue la Campaña de la Pluma Blanca:

Esta campaña empezó en los primeros días de la Primera Guerra Mundial en Gran Bretaña, en la que se alentaba a las mujeres a ponerles plumas blancas a aquellos hombres jóvenes que no llevaran uniforme. Lo que se esperaba era que esta marca de cobardía los avergonzara lo suficiente como para que ‘hicieran su parte’ en la guerra. Esta práctica pronto llegó a Canadá, donde mujeres patrióticas, como respuesta al declive en las cifras de reclutamiento voluntario, organizaban comités que expedían plumas blancas a los hombres en ropa de civil y denunciaban públicamente a los ‘holgazanes’ y a los ‘flojos’.

Sin duda vale la pena resaltar que muchas de estas mujeres eran sufragistas; y por lo tanto, incluso cuando hacían campaña para obtener derechos iguales a los hombres, utilizaban la misma herramienta para asegurarse de que los hombres, y sólo los hombres, cumplieran con las obligaciones tradicionalmente masculinas. En particular el deber de dar sus vidas, sólo porque eran hombres, por el bien de las mujeres. Cualesquiera que hubieran sido las desventajas que las mujeres sufrían en esa época, seguro que no hay chantaje más grande que la muerte.

Mucho ha cambiado desde la Primera Guerra Mundial, y el proyecto feminista de holgazanear y evadir las responsabilidades de las mujeres mientras obtenían su licencia para actuar como les viniera en gana ha encontrado un amplio éxito. Y es precisamente esta situación la que nos lleva a hacernos ciertas preguntas, que son posibles gracias a los recursos conceptuales que hemos heredado de la Ilustración: ¿qué pasa si un hombre no quiere vivir de esta manera? ¿Por qué habría un hombre de continuar cumpliendo o desempeñando sus obligaciones tradicionales cuando las mujeres no están a la altura de las suyas, pero tampoco están dispuestas a adoptar las responsabilidades que corresponden a sus derechos en este momento? Las preguntas surgen. ¿Estaban equivocados los hombres todo este tiempo al sacrificarse por el bien de las mujeres? ¿Deberíamos, de hecho, no tener ninguna obligación en lo absoluto para con las mujeres?

La razón por la cual el Movimiento de los Derechos de los Hombres despierta tanta hostilidad, tanto de la derecha como de la izquierda, es que es el primer intento verdadero en la historia en el que un sexo trata de escapar de su papel tradicional. El feminismo no hace nada de esto; es la consolidación del poder que las mujeres ya tenían. El Movimiento de los Derechos de los Hombres hoy en día va más allá de simplemente denunciar a las feministas por sus crímenes. Sus partidarios trabajan en el análisis histórico y el criticismo social, y con el beneficio de dos siglos y medio de imaginación e innovación que se desprenden de la Ilustración, pueden concebir un mundo en el que los hombres, por primera vez en la historia, no necesitan sacrificarse por las mujeres.

Este es sin duda el futuro, y es una reacción inevitable en contra –y al mismo tiempo, una consecuencia accidental– del feminismo mismo. En otros tiempos, cuando los hombres podían pedir una compensación por su sacrificio, aceptaban que así funcionaba el mundo. En la ausencia de dicha compensación, y con las tuercas apretando cada vez más a los hombres en cada ámbito de la vida, éstos son incitados a cuestionar la medida arbitraria, y a formular su propio proyecto de liberación en respuesta.

Mi declaración de más arriba –que el extremismo político, producto de la modernidad, pondrá fin a la idea tradicional– debería ser claro en este punto. El feminismo, que es una forma extrema de Ginocentrismo, pondrá fin a éste totalmente a través de la reacción que aquel crea. Llevamos ya cincuenta años en el tremendo acto final: una gran representación orquestal, una exhibición teatral que hace un uso sin precedentes de sonido y luz para crear ilusiones y confusión. Pero si el mundo es en verdad un escenario, entonces todos los hombres y las mujeres son actores –con papeles que hemos escogido nosotros mismos, y ahora con la libertad de arrojar a un lado los guiones que nos entregaron y crear una nueva historia en el lugar de la vieja.

Y cuando la cortina caiga finalmente, realmente creo que no habrá repeticiones.

Adam

* * *

3. Refutando el Recurrir al Diccionario

Conferencia Nº 3

“¿Te has molestado en buscar la definición de feminismo en el diccionario? Quiere decir igualdad entre los sexos. No tiene nada que ver con odiar a los hombres. Esto es muy sencillo, y lo sabrías si realmente lo hubieras buscado –Diva

Después del resumen de la semana pasada respecto al Ginocentrismo antes y ahora, yo propongo que hay un hilo conductor de adoración a las mujeres, y que además une los conceptos tradicionales de masculinidad –históricamente expresados en los que podríamos llamar ‘patriarcado’– y el feminismo, que se ha apoderado del estado y de las instituciones supranacionales, y se dispone a desencadenar la persecución explícita de los hombres.

Es posible que tome más que tan sólo estas conferencias antes de que el concepto anterior sea totalmente elucidado, pero lo menciono aquí con dos propósitos. El primero es un recordatorio de la referencia al hilo conductor que toca todas estas reflexiones: que el ginocentrismo ha estado con nosotros por un largo, largo tiempo, y que sólo ha cambiado de forma mas no de contenido. Este es el punto crucial de la Teoría del Ginocentrismo, y es el enfoque limitado que utilizo para analizar un amplio espectro de temas.

El segundo es cambiar la discusión hacia el feminismo. Existe el peligro de tomar la Teoría del Ginocentrismo como una minimización de los efectos del feminismo, considerando que no es más que la versión más moderna de un fenómeno que existe hace muchos siglos. Por otro lado, sin embargo, es la forma más activa de Ginocentrismo con la que debemos lidiar actualmente; es el enemigo, y es el tremendo y espectacular acto final en ese respecto, un fenómeno que vale la pena estudiar por aparte.

¡Más vale malo conocido! Se dice que es mejor conocer a tu enemigo, pero las feministas son muy eficaces en obscurecer sus intenciones, sus acciones, su historia, y su afición por utilizar la Erística. Entre el humo y los espejos, se puede escuchar un coro de voces estridentes provenientes de todas partes proclamando “¡no es nuestro trabajo educarte sobre el feminismo!”

Está bien –entonces tendremos que investigar por nosotros mismos, escarbar en busca de gemas de conocimiento, y procurar nuestros propios juicios respecto a qué es feminismo. Y como las mismas feministas han rechazado su papel como educadoras, las conclusiones a las que lleguemos no requerirán su autorización. Si no es su trabajo educarnos sobre el feminismo, entonces difícilmente podría ser el trabajo de cualquier otra persona que no seamos nosotros mismos ¿verdad? Y sin embargo, extrañamente, cuando salimos en la búsqueda de ese conocimiento por nuestra cuenta, ellas objetan vehementemente todo lo que encontramos, como si después de todo si tuvieran el papel de educadoras. Se ha sugerido repetidas veces que tal vez deberíamos mirar el diccionario.

Esta es una solicitud espuria, en particular porque no hay tal cosa como ‘el diccionario’. En su lugar hay más bien diccionarios (plural). Recurrir al Diccionario es un argumento utilizado por gente que, para ponerlo de manera franca, no es muy brillante. Esa gente aparentemente cree que el lenguaje es una variedad finita de palabras, cada una con su definición única y objetiva, y cuyo juez final es El Diccionario.

En el mundo real, el lenguaje fluctúa y además es corruptible. Es una colección de significados, designada por términos – pero el cómo éstos están configurados está determinado por los caprichos del tiempo y el lugar. Y muy a menudo la gente no está de acuerdo respecto a cómo son, o deberían ser, los términos designados a los significados – ¡y cómo los significados son, o deberían ser, designados a los términos!

La sola existencia de terminología impugnada, entonces, parece refutar el argumento de Recurrir al Diccionario. Cada vez que surjan disputas sobre la definición o el uso de un término, esto es un indicativo de que tenemos múltiples significados (o ideas, o conceptos, si así lo prefieren) apiñados bajo la misma palabra. Para ponerlo de otra forma: hay varias cosas, pero a todas ellas se les asigna la misma palabra. Una configuración dada de términos a significados podría beneficiar a cierta gente, pero ser perjudicial para otra.

Tomemos un ejemplo – a veces, la afirmación según la cual el feminismo apoya a las mujeres a hacer acusaciones falsas de violaciones ha sido refutada por la referencia del manifestado apoyo de las feministas por la igualdad sexual. “El feminismo”, diría una feminista, “se trata de la igualdad sexual, y de nada más.”

Y sin embargo, las acusaciones falsas todavía suceden – así como la complicidad feminista en hacerlas. Este tema solamente ha sido privado de reconocimiento en el lenguaje. La feminista ha ocultado expertamente la complicidad del feminismo en hacer acusaciones falsas de violación al encubrir la ideología con la máscara de “igualdad sexual, y nada más.” Si aceptamos su argumento de que el feminismo sólo se refiere al apoyo en lo relacionado con la igualdad sexual, entonces ya no tendremos términos con los cuales discutir o entender las acusaciones de violación falsas, más allá de verlas como una serie de incidentes aislados. Sin duda, no podríamos considerar las acusaciones de violación falsas en su contexto específico, que es parte de un sistema de control y persecución. El fenómeno de las acusaciones de violación falsas ciertamente no se explica por lo que entendemos como “igualdad sexual”, y como el feminismo no es otra cosa, entonces quedamos sin recursos lingüísticos con los cuales hablar sobre ello de manera significativa; nos hemos quedado sin palabras. En pocas palabras, tenemos una cosa que existe, pero la cual no puede ser designada por ninguna palabra. ¿Cómo podemos entonces llamar la atención sobre ese tema, o criticarlo, u oponerse a él?

Tomemos otro ejemplo. Una feminista puede crear una partición falsa en el problema de los Derechos de los Padres, al definirlo de tal manera que la culpabilidad feminista es ignorada. Ella podría, por ejemplo, decir que “el patriarcado tiene la culpa por el trato desigual que se les da a los padres”. Una vez más, ella ha controlado el lenguaje – los significados se dividen entre términos, o se comprimen en uno solo, ¡y el resultado intencional es que la parte culpable evita ser llamada a rendir cuentas!

Ahora, ustedes podrían pensar –“¿por qué importa esto? Una feminista podría decir esto y lo otro, pero yo no le creo; mi propia experiencia me dice que no es cierto, y es poco probable que ella me engañe con lo que dice.”

Todo eso está muy bien. Pero hay gente que si será engañada por lo que ella diga – incluyendo aquellos que tienen el poder físico, muy real, de enviarte a la cárcel, destruirte, o aislarte de aquellos que amas. Las feministas no sólo le están diciendo esto a gente como tú o yo – sus sandeces sale a borbotones en todas las direcciones, como el petróleo cuando sale de una tubería reventada, fluyendo hacia cualquier persona que esté dispuesta a escuchar, y especialmente aquellos que pueden “hacer algo al respecto”. Su mensaje se transmite de manera clara y más ruidosa que una catarata, ya sea que quieras oír o no – y todo su proyecto depende de la repetición implacable de una docena de mantras, y de clavar sus sentimientos en el inconsciente colectivo. ¡Esta es la razón por la cual ellas parlotean incesantemente, repitiendo típicamente frases aprendidas como células subordinadas en un enjambre! Lo hacen porque funciona – al menos, hasta que alguien se ponga de pie y señale que el Emperador está desnudo.

Y entonces, ¡se desata todo un pandemonio!

Era necesario extenderse en este punto, porque debemos darnos cuenta de que el lenguaje político nunca es neutral, y las implicaciones siempre están ocultas en una configuración de ideas y términos. El papel de los Defensores de los Derechos de los Hombres es evaluar críticamente el uso feminista del lenguaje, y determinar dónde sería útil separar varias ideas que se refieren a un mismo término, o comprimir varios términos en uno solo. Nunca debemos responder a un argumento feminista sin antes mirar críticamente los términos que se utilizan para manifestarlo. Para ponerlo en lenguaje de Juego, ¡debemos “controlar el marco”!

El argumento de Recurrir al Diccionario puede ser descartado brevemente. Los diccionarios oficiales representan la posición de la clase dominante. El feminismo, como está de moda, es definido oficialmente de la manera como a sus seguidores les gustaría que el mundo viera el feminismo; no está definido de una forma que describe, o rinde cuenta por, la totalidad del proyecto. Aquello que sucedió, y aún sucede, pero que no refleja la opinión de la clase dominante, es simplemente ignorado. Definir al feminismo como

La defensa de los derechos de la mujer en términos de la igualdad política, social y económica con respecto al hombre…

es echar a un lado gran parte de su desagradable historia – y negarles a los escépticos los recursos para un análisis lingüístico e histórico no oficial del término. Esta vieja revisión de la página de Wikipedia de ‘Feminismo e Igualdad’ contiene bastante material que disputa la definición sin matices del diccionario, aunque la página misma ha sido presa de las mismas fuerzas que buscan delimitar las oportunidades lingüísticas de sus críticos. Afortunadamente, Wikipedia guarda los archivos de las versiones antiguas de sus artículos, así que los esfuerzos de Nick Levinson de exponer el tenor explícitamente anti-masculino de varias obras feministas no se ha perdido. ¡Manos a la obra!

Jill Johnston, en ‘Lesbian Nation’ [Nación Lesbiana], exigía a los hombres eliminar las cualidades que mantenían como hombres. “El hombre está desfasado con la naturaleza. La naturaleza es mujer. El hombre es el intruso. El hombre que se vuelve a sintonizar con la naturaleza es el hombre que se de-masculiniza a sí mismo y se elimina a sí mismo como hombre […] Una pequeña pero significativa cantidad de mujeres enojadas e históricamente orientadas comprenden la revolución de la mujer en el sentido visionario de un fin de la catastrófica hermandad y un regreso a la antigua gloria y sabia ecuanimidad de los matriarcados.”

Mary Daly, in Gyn/Ecology, escribió a favor de revertir el poder entre los sexos […] “Como una cristalización creativa del movimiento más allá del estado de la Parálisis Patriarcal, este libro es un acto de Desposeimiento; y por lo tanto, en un sentido más allá de las limitaciones de la etiqueta anti-masculina, es absolutamente Anti-androcrata, Sorprendentemente Anti-masculina, Furiosa y Finalmente Femenina.”

“¿Necesitan las mujeres tierra y un ejército…; o un gobierno feminista en el exilio…? O es acaso más simple: la cama le pertenece a la mujer; la casa le pertenece a la mujer; cualquier tierra le pertenece a la mujer; si un amigo íntimo hombre es violento, es retirado del lugar donde ella tiene el derecho superior e inviolable, arrestado, sin posibilidad de libertad condicional, y procesado…¿Podrían las mujeres poner un alto precio a nuestra sangre? –Andrea Dworkin

Phyllis Chesler, en ‘Women and Madness’ [Mujeres y Locura], hace uso de la historia matriarcal, la mitología Amazona, y de la psicología y, con alguna ambivalencia respecto a apoyarse en la biología únicamente como justificación, argumenta que siempre ha esta ha estado en proceso una guerra de los sexos y que las mujeres se beneficiarían de usar sus poderes para ser las únicas con poder político para producir una sociedad desigual en la que los hombres viven pero son relativamente desvalidos, aun si una sociedad así no es más justa que un patriarcado, e hizo un llamado a las feministas de dominar las instituciones públicas en interés propio. “La sociedad Amazona, como mitología, historia, y pesadilla masculina universal, representa una cultura en la que las mujeres imperan culturalmente debido a su sexo […] En la sociedad Amazona, sólo los hombres, cuando se les permitía quedarse, eran, en grados ampliamente diferentes, desvalidos y oprimidos […] si las mujeres toman sus cuerpos seriamente –e idealmente deberíamos hacerlo– entonces a su expresión total, en términos de placer, maternidad, y fuerza física, le irá mejor cuando las mujeres controlen los medios de producción y reproducción. Desde este punto de vista, simplemente no conviene a las mujeres apoyar el patriarcado o incluso una imaginaria ‘igualdad’ con los hombres.”

Una organización que se llamaba Las Feministas estaba interesada en el matriarcado. Dos miembros querían “la restauración del régimen femenino”.

A menos de que la organización y los libros mencionados no existan, estamos obligados a concluir que el feminismo no puede haber sido solamente sobre la defensa de los derechos de la mujer en términos de igualdad con el hombre. Como mínimo, lo que debemos decir es que algunas feministas puede que hayan apoyado la igualdad, en tanto que otras feministas hayan ignorado la igualdad y hayan apoyado abiertamente la superioridad femenina. Y tampoco puede ese último grupo ser reducido a un puñado de lunáticas marginadas. Como lo señala Nick Levinson (para el disgusto de las moderadoras feministas), se vendieron dos millones y medio de copias del libro de Phyllis Chesler, Mujeres y Locura.

Esa es una gran cantidad de odio.

Y una gran cantidad de energía se invierte en esconder bajo la alfombra este tipo de cosas, por parte de aquellos que se han dado cuenta de qué tan perjudicial puede ser la honestidad para su caso. Las feministas modernas son mucho más disciplinadas retóricamente que sus directas antecesoras, y han concluido que los planes impopulares no pueden ser puestos en marcha si se discuten abiertamente. La disciplina retórica añade una nueva capa de subterfugios a todos eso que se ha dicho respecto a designarle términos a las ideas. No será suficiente solamente con mirar lo que ellas han dicho; debemos observar cuidadosamente lo que hacen. ¿Y acaso no hay recomendaciones de las hechas arriba que se hayan hecho verdad gracias a las acciones de las feministas? ¿No sucede ahora acaso que hombres acusados de violencia son retirados de sus casas en las que la mujer tiene el derecho superior e inviolable, como lo deseaba Andrea Dworkin? ¿Acaso las feministas no han dominado las instituciones públicas en beneficio propio como lo proponía Phyllis Chesler? Como nos lo dice la Teoría del Ginocentrismo, las mujeres ya tenían un “alto precio en su sangre” –mucho más alto que el de los hombres, en casi cualquier punto de la historia. Este simple hecho es la razón por la cual era posible lograr las prescripciones de las feministas radicales en primer lugar –y marginalizar sin ningún esfuerzo a los disidentes.

No obstante, los tiempos cambian. Las clases dominantes se vuelcan, y las palabras son oficialmente redefinidas. Si la definición nueva de una palabra resulta más precisa, entonces ésta debió haber existido por algún tiempo, no oficialmente, antes de que se revisara el significado de esa palabra. Algunas veces, la clase dominante debe cambiar antes de que los términos se pongan al día. El diccionario se queda rezagado detrás de la definición, porque la clase dominante está atrapada en el barro. Yo predigo que, en la medida en que nos acercamos a la masa crítica de oposición al feminismo, y poco antes de su colapso, podremos ver algunas concesiones en la forma en que las definiciones alternativas del término empiezan a ser aceptadas.

Adam

* * *

4. Latín Cerdo

Conferencia Nº 4

Para recapitular la conferencia de la semana pasada: Los Defensores de los Derechos de los Hombres no deberían temer el jugar con las palabras; replantear el debate; reestructurar los usos lingüísticos convencionales como sea que nos parezca apropiado. No temamos hacer de todo ello un juego. Usemos las palabras –y los significados que elegimos atribuirles– para burlarse, humillar, y confundir a nuestro enemigos. He aquí un buen ejemplo –utiliza la fraseología feminista típica, pero con una diferencia importante:

No todos los patriarcas son así. Yo soy un patriarca –y orgulloso de serlo– pero eso no quiere decir que yo, personalmente, sea responsable de lo que los otros patriarcas hacen, en especial no esos patriarcas radicales. Pero el patriarcado no es un monolito. No hay un solo tipo de patriarcado. Hay muchos tipos de patriarcas diferentes con puntos de vista diferentes.

Noten que definirse a sí mismos como patriarcas no necesariamente implica que nos definamos a nosotros mismos como las feministas creen que los patriarcas deberían ser. Las feministas no son jueces lingüísticos; nosotros somos totalmente libres de llamarnos a nosotros mismos patriarcas utilizando nuestra propia definición del término, que puede o no coincidir hasta cierto punto con la definición que ellas tienen de la misma palabra. No obstante, sea cual sea el caso, sin lugar dudas no necesitamos explicar cuáles cualidades poseemos nosotros que, en opinión nuestra, nos hace patriarcales. Sin embargo, al anunciar que se es un patriarca, uno puede notar cómo las feministas intentan manipularlo para que uno le dé una forma definida a su tipo de patriarcado; ellas ya tienen en su mente dicha forma, por lo que la tarea que tienen es lograr que uno reconozca que la que uno tiene es la misma. Ella dirá algo emotivo como, “oh ¿entonces usted cree que los hombres simplemente deberían ser capaces de violar mujeres con impunidad?”

Nuestra respuesta inicial, desde luego, será un ceño fruncido. Entonces diremos, “por supuesto que no pienso así. Y sin embargo yo soy, sin lugar a dudas, un patriarca.”

En este ejemplo, uno puede definir patriarcado como uno quiera; al haber decidido con antelación que el feminismo no es confiable, uno ha descartado del todo cualquier noción de lo que el patriarcado es. Uno podría incluso, si así lo desea, definirse como un patriarca en base al hecho de que uno apoya la igualdad entre hombres y mujeres. Si, ese tipo de juego de palabras las fastidiará bastante, porque el feminismo depende de una configuración peculiar de palabras y significados, lo que no puede ser circunnavegado sin señalar primero que hay una amenaza a la base de poder del feminismo.

¿Les parece que la sugerencia anterior es algo ridícula? Pues bien, no puedo más que referirlos al ejemplo real de un movimiento social, cuyo éxito ha dependido, en su mayor parte, de este tipo de habilidad para la manipulación lingüística. Estoy hablando, por supuesto, del feminismo, cuyos proponentes han hecho carrera en reestructurar percepciones de la realidad a través de la redefinición de las palabras. Pero esta arma está disponible para todos aquellos que han sido marginalizados; es la clase dominante la que debe defender su ortodoxia, ¡no los marginados! Y aunque las feministas alguna vez hicieron un muy buen uso de esta estrategia en el campo de batalla lingüístico, se ha convertido en un punto vulnerable para ellas, ahora que son parte del sistema, en lugar de luchar contra él. En este momento¸ verán ustedes, ellas deben consolidar sus ganancias; ellas deben conservar lo que han creado; y por lo tanto, están a la defensiva, protegiendo sus ortodoxias etimológicas de todos aquellos que no piensan igual. Como lo mencioné en la primera conferencia, su capacidad para controlar percepciones está tambaleando. El hierro está caliente. ¡Es tiempo de golpear!

Pero ¿acaso he sido demasiado apresurado en descartar la definición de feminismo que ofrecen las feministas? Creo que sí. Incluso conceptos esencialmente refutados, como W. B. Gallie solía referirse a ellos, deben tener significados que son más grandes que la norma o, por el contrario, la comunicación al respecto de los mismos sería imposible. Es decir –existe algún tipo de consenso general sobre lo que quiere decir feminismo entre feministas y anti-feministas, ¡o no podríamos discutir sobre ello! Aún a pesar de las diferencias entre el punto de vista feminista y el nuestro, debe existir algún contenido compartido en cierto punto, o estaríamos hablando de cosas totalmente diferentes. Ellas podrían estar hablando del movimiento feminista, en tanto que yo podría estar hablando de adiestrar caballos, aunque ambos nos refiramos a nuestros respectivos temas como “feminismo” –pero no tendríamos mucho que decirnos el uno al otro si ese fuera el caso ¿verdad?

Entonces, plantearé lo siguiente como una definición universalmente aplicable de feminismo; es decir, dicha definición debería ajustarse a los criterios de todo el mundo respecto a lo que es feminismo, a pesar de las perspectivas diferentes que diferentes personas mantengan sobre su naturaleza. Es una definición apropiadamente limitada, puesto que sólo puede abarcar aquellas partes del feminismo que todas las definiciones tienen en común. Luego, aquí está: el feminismo es el proyecto para incrementar el poder de las mujeres.

Esa es, pues, la idea que todo el que discuta sobre feminismo tiene en común respecto al concepto, ya sea que lo apoyen, sea escépticos, o nihilistamente indiferentes. Ninguna feminista, creo yo, podría negar que ésta sea, como mínimo, la esencia del feminismo, aún si esa persona preferiría desmenuzarlo en más detalle. Pero eso no funcionará, porque más allá de esta estrecha inferencia, discrepamos el uno del otro. Para ser lo más objetivo posible, se debe tomar aquello en lo que todo el mundo esté de acuerdo, es decir nuestra definición universalmente aplicable.

Noten que no hay mención de igualdad. Esto se debe a que, como lo descubrí la semana pasada con ayuda de Nick Levinson, hay un número de feministas que, explícitamente, no buscan la igualdad sino la supremacía. Entonces, la igualdad no puede ser incluida en la definición universal de feminismo, puesto que incluso las feministas radicales mismas, algunas de ellas, lo rechazan. ¡Decir que el feminismo ‘tiene que ver con la igualdad’, equivaldría entonces a colocarse en oposición total a varias feministas extremadamente influyentes! ¡Y eso sería misógino!

Tampoco se puede decir del feminismo que sea el proyecto para incrementar el poder de las mujeres relativo a los hombres, puesto que, en opinión de este contra-feminista, las feministas a menudo se dan por satisfechas al incrementar el poder de las mujeres en un sentido absoluto. Es decir, su misión es agarrar todo lo que puedan para las mujeres, sin referencia al estatus del hombre. La frase ‘relativo a los hombres’ sólo sirve pues para insinuar que las mujeres no tienen poder en relación con los hombres en este momento, y así muestran el feminismo bajo una luz favorable. En realidad, una vez que las mujeres han alcanzado un poder que es igual o equivalente al de los hombres, las exigencias de las feministas no se detendrán. Veremos que el poder femenino se atrincherará, extenderá, y cuando sobrepase el poder masculino, será esto a lo que llamen ‘paridad’ y será ignorado por las feministas, al menos, cuando no se estén regodeando de esta nueva invalidez de los hombres.

Tampoco podemos incluir en nuestra definición universal las áreas específicas de la vida, o esferas, en las que aplica el proyecto feminista. Esto se debe a que el feminismo es inherentemente generalizador; busca dominar y colonizar cada una de las facetas de la vida en la que se encuentran hombres y mujeres. Apunta a la dominación en cada ámbito de la vida, real y potencial.

Puede que usted no esté de acuerdo con algunos de los puntos que he mencionado arriba, en particular si apoya el feminismo. Pero eso no cambia en nada nuestra definición universal, porque todo lo que podemos decir acerca de esos puntos es que son contenciosos. Es decir, feministas y no-feministas, que se han educado en lo que es feminismo, discrepan en cuanto a estos aspectos del feminismo, y sería simplemente tendencioso tomar uno u otro punto de vista por sentado. Sería como preguntarles únicamente a los jacobinos sobre los logros históricos del Club Jacobino, o encuestar sólo a los conservadores para que estos expliquen el liberalismo moderno. Sería un buen ejemplo de una metodología mediocre, y nos ayudaría muy poco en nuestra búsqueda de la verdad. ¿No es verdad? Entonces, nuestra definición universalmente aplicable no puede ser expandida más allá de lo que hemos establecido anteriormente: el feminismo es el proyecto para incrementar el poder de las mujeres.

No podemos ser influenciados por los tentativas feministas de negar lo tendencia generalizadora del feminismo. En sus intentos por ganar el debate sobre lo que es el feminismo, las feministas son famosas por sintetizar su propia ideología en fracción de su todo, y en presentar su apoyo –y su disentimiento– hacia la idea de pretender que el feminismo yace en un solo asunto. Les daré un ejemplo, en el que se verán confrontados por el Apelo a la Franquicia. Ustedes han dicho que no apoyan el feminismo. La siguiente jugada de su oponente feminista es reducir todo lo que tiene que ver con feminismo a obtener el derecho al voto para las mujeres –y por lo tanto insinuando que ustedes deben oponerse a ello puesto que se oponen al feminismo. Lo que ustedes deben hacer simplemente es recordarles a los espectadores que el feminismo se trata de más cosas que tan sólo ese tema en particular y que no puede ser reducido a un solo asunto como ella ha intentado hacerlo. Ustedes pueden decir abiertamente que apoyan ese tema –en este caso el voto– mientras que aún así mantienen su antipatía hacia el feminismo, que no se puede reducir tan sólo al derecho de las mujeres al voto.

Esencialmente, su conciencia está limpia, y ustedes son libres de etiquetarse como no-feministas –e incluso, como anti-feministas– sin la implicación de que por ello apoyen todo aquello a lo que el feminismo se opone.

Entonces, para recapitular: la única cosa en la que podremos ponernos de acuerdo es que el feminismo es el proyecto para incrementar el poder de las mujeres. Como lo habrán notado, las feministas van un poco más allá cuando hablan de lo que ellas creen que es el feminismo, y si se les pide de manera cortés, tendrán para ofrecer un montón de verdades a medias y ofuscaciones–aunque, recuerden, no es el trabajo de ellas educarnos sobre estas cosas.

Como tal, hay que dejarlas a ellas con sus acogedoras fantasías e ir más allá de la definición universal, llegar a una que tenga en cuenta las experiencias de los hombres del mundo de manera más precisa.

Aquí está entonces la definición que yo ofrezco: “el feminismo es la más reciente, y actualmente la más dominante, forma de Ginocentrismo. Es una ideología de víctimas que explícitamente defiende la idea de la supremacía femenina, en cada faceta de la vida en la que se encuentran hombres y mujeres; lo hace en concordancia con su tendencia generalizadora, y por ello lo hace en cada ámbito de la vida, incluyendo, pero extendiéndose más allá de, lo político, lo social, lo cultural, lo personal, lo emocional, lo sexual, lo espiritual, lo económico, lo gubernamental y lo legal. Por supremacía femenina me refiero a la noción de que las mujeres deberían poseer un estatus de superioridad, poder y protección relativo a los hombres. Es el paradigma cultural dominante en el mundo Occidental y más allá. Es moralmente indefensible, aunque sus seguidores se aseguren de que su hegemonía no tenga oposición a través de la dominación de instituciones sociales y el uso de la violencia de estado.”

En respuesta a la conferencia de la semana pasada, Primal ofreció su propia definición de feminismo, que no es igual que la mía, pero que sin duda es complementaria:

El feminismo de género es una ideología global construida sobre una serie de mentiras flagrantes. Como la primera superstición reverso-sexista de la era Posmoderna, establece los fundamentos de la supremacía sexual femenina en nombre de la equidad de ‘género’. Como otras fantasías utópicas mal concebidas, es totalitaria en esencia. Se forma de un brebaje de reliquias recicladas pero desacreditadas de la caneca de basura de la historia… reliquias como el Marxismo, el Romanticismo y el Clasismo. Sus proponentes orgullosamente destruyen estándares de escolaridad bien establecidos para forzar a otros a que tomen esa ideología en serio. Sus seguidores han se expandido como patógenos cancerígenos en instituciones autoritarias…donde sea que el poder es corrompido por razones políticas. Su filosofía es absurda, circular, y autocomplaciente. Como el fundamento moral principal para los grupos de odio prevalecientes que operan en nombre de los Derechos de las Mujeres alrededor del mundo, el feminismo de género es un dogma peligroso, y que no tiene espacio en el lenguaje civilizado.

Ambas definiciones son algo largas, aunque creo que es útil tener una declaración sobre aquello a lo que nos referimos exactamente con la palabra. Podría acortarse mucho más y presentarse de la siguiente manera: el feminismo equivale a la búsqueda de la supremacía femenina.

Que la versión corta sea más memorable es compensado por las implicaciones infortunadas según las cuales i) sólo las mujeres son feministas, y ii) todas las mujeres apoyan al feminismo. Ni la premisa i) ni la ii) son correctas. Tan sólo el cargo de tener como objetivo la supremacía es realmente suficiente para nuestros propósitos; deja mucho por decir respecto a lo que quiere decir búsqueda de supremacía, y a la tasa de éxito del feminismo hasta ahora. Para el propósito de abreviar, eso servirá, pero se debe recordar que es una reducción de definiciones más amplias como ya se resolvió aquí y en otros espacios.

Lo que puede ser más útil para nuestros propósitos de presentar nuestra perspectiva de lo que el feminismo es es una breve declaración de sus metas. El feminismo persigue esencialmente las siguientes metas:

(1) La expropiación de los recursos de los hombres hacia las mujeres.
(2) El castigo de los hombres.
(3) Incrementar (1) y (2) en términos de alcance e intensidad indefinidamente.

Me parece que esa definición tocará una fibra sensible en las feministas mismas –porque las golpea muy de cerca. Que los efectos reales del proyecto feminista hayan sin duda sido (1) y (2), y que éstos hayan aumentado en alcance e intensidad a lo largo de los años (3) es francamente irrefutable.

El tiempo ha mostrado lo que en verdad sucede cuando mujeres de pensamiento feminista ocupan las posiciones más poderosas en la sociedad, y es que los Derechos de los Hombres son sistemáticamente destrozados. Entre más poder tengan las feministas, más leyes serán creadas para lograr una mayor confiscación de la propiedad de los hombres y para intensificar las violaciones contra su libertad, integridad corporal, y sus vidas.

Pero hay esperanza. Puesto que son los actos, no las palabras, los que le hablaran a nuestros enemigos. Tengan un feliz fin de semana.

Adam

El Matrimonio es esclavitud

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)

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El matrimonio moderno evolucionó de un ritual histórico diseñado para contratar esclavos para los señores, aunque la mayoría de la gente ha olvidado su historia. Sin embargo, muchos de los comportamientos y rituales que son centrales en esta historia se pueden todavía discernir en el matrimonio moderno.

grooms_wedding_ring-02Se piensa que la práctica de intercambiar anillos de boda se extiende muy atrás en la historia antigua, y se ha encontrado evidencia de ese ritual en el Antiguo Egipto, Roma, y en diferentes culturas religiosas. Sin embargo, nuestra práctica moderna de anillos de bodas tiene un origen y un significado distinto, uno que podría ocasionar un estremecimiento en más de una persona. Como se sugiere en el blog Society of Phineas, el anillo funciona como un contrato feudal entre el hombre y su esposa:

“El anillo funciona como una prueba de habilidad en el juramento del vasallo a su esposa. Esto es cierto si se tienen en cuenta las expectativas tradicionales de la cantidad de recursos que han de utilizarse en comprar el anillo junto con los gastos del día de la boda. En este ambiente ginocéntrico, es un sacrilegio total no darle a la mujer su Anillo Único u ofrecerle uno que esté por debajo de los estándares de ella y de sus amigas. Ella utiliza su Anillo Único como prueba social de su estatus en el Equipo Mujer (es una competencia parecida a los regalos del Día de San Valentín), ya que ella no dudará lucirlo tanto como sea posible cuando lo consigue, si es que éste obtiene su aprobación.” (1)

Esta opinión encuentra apoyo en académicos medievalistas quienes muestran el origen de nuestro ritual de intercambio de anillos en primitivas fuentes literarias o en representaciones artísticas de la Edad Media. H.J. Chaytor, por ejemplo, escribió “El amante era colocado en su posición por la dama, hacía un juramento de fidelidad para con ella y recibía un beso para sellarlo, un anillo, o alguna otra posesión personal.” La Profesora Joan Kelly nos ofrece un resumen de la práctica:

“Un beso (como el beso de homenaje) sellaba el juramento, se intercambiaban los anillos, y el caballero entraba al servicio de su dama. El representar el amor en los términos del vasallaje tenía varias implicaciones liberadoras para las mujeres aristocráticas. Las más fundamentales, la ideas de homenaje y mutualidad, se introdujeron en la noción de las relaciones heterosexuales junto con la idea de libertad. Como se simbolizaba en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no la dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (2)

155190-425x282-istock_000018156233xsmallComo en la descripción ofrecida por Kelly, los hombres continúan poniéndose sobre una rodilla y no tienen problema en demonstrar humildad declarando que la boda es “el día de ella”, traicionando el origen y la concepción del matrimonio al hacerla, en su estructura más feudal que cristiana. Con gestos como ese, es obvio que el matrimonio moderno está basado en los primeros rituales feudales conocidos como “ceremonia de mención” o “de elogio” en la que se crea un lazo entre el señor y su guerrero (es decir, su vasallo). La ceremonia de mención está compuesta de dos elementos, uno que es realizar el acto de homenaje y el otro que es un juramento de vasallaje. Para el juramento de vasallaje, el vasallo colocaba sus manos en la Biblia (como aún se practica) y juraba que nunca lastimaría a su señor en ninguna forma y que le sería fiel. Una vez que el vasallo había hecho el juramento de vasallaje, señor y siervo entraban en una relación feudal.

Como este contrato arcaico sigue en vigencia en nuestros matrimonios contemporáneos, también podríamos cuestionar los conceptos típicos de obediencia entre marido y mujer. En las antiguas ceremonias cristianas, la mujer a veces juraba amar, estimar y “obedecer” a su esposo. Sin embargo, como estaba enmarcada dentro de una relación de tipo feudal, la obediencia de la mujer estaba fuertemente compensada e incluso revertida en la práctica porque ella tendía a ser quien tenía el poder en relación al hombre. En este último caso, la mujer, como la figura más poderosa, simplemente obedece –si es que obedece del todo– a sus responsabilidades como un gentil señor feudal de su esposo. Es importante notar que en este caso se cambia la noción de patriarcado benévolo a un ginocentrismo amable que las feministas tratan de promover como amoroso, pacífico, e igualitario.

El servicio de amor

El modelo Medieval de servicio a un señor feudal fue transferido en su totalidad a relaciones de “servicio de amor” de los hombres a las mujeres. Dicho servicio es la marca distintiva del amor romántico y es caracterizado por la deferencia que el hombre le profesa a la mujer, quien es vista como superior moral. Durante ese periodo, los hombres se referían a las mujeres como domnia (rango dominante), midons (mi señor), y después como dame (autoridad respetada), términos que tienen su raíz en el latín dominus que quiere decir “señor”, o “dueño”, particularmente de esclavos. El experto en lenguaje Medieval Peter Makin confirma que los hombres que usaban estos términos debieron ser conscientes de lo que estaban diciendo:

“Guillermo IX llama a su dama midons, que he traducido como ‘mi Señor’… Estos hombres sabían latín y debieron ser conscientes de su origen y peculiaridad; de hecho, era claro que eran sus emociones y expectativas colectivas las que suscitaban lo que solía ser una metáfora del ámbito del señorío, de la misma manera que el proceso de creación colectiva de metáforas establece ‘bebé’ como un término para referirse a una novia, y que crea y transforma el lenguaje constantemente. Así mismo, al saber que don, ‘señor’, también se usaba para referirse a Dios, ellos debieron haber sentido alguna conexión con la adoración religiosa.” (3)

Recapitulación

Recapitulemos las prácticas que estaban asociadas con el ritual de dar anillos de bodas:

1. Genuflexión: el hombre se coloca sobre una rodilla para proponer matrimonio.
2. Símbolo de mención: se intercambian los anillos.
3. El beso de vasallo: se representa en la ceremonia.
4. Homenaje y vasallaje: implícito en los votos matrimoniales.
5. Sumisión: “Es el día de ella”.
6. Servicio: el hombre se dispone a trabajar para su esposa por el resto de su vida.
7. Desechabilidad: “Moriría por ti”.

¿Es de extrañar que las mujeres sientan tantas ganas de casarse y que los hombres estén rechazando el matrimonio en bandadas? El modelo feudal revela exactamente en qué se están metiendo los hombres a través de esa pequeña banda dorada –un compromiso de por vida con una mujer que está culturalmente preparada para actuar como nuestro señor. Mientras más hombres se dan cuenta de esta farsa, más escogerán rechazarla, y para aquellos que aún consideran casarse, los aliento a que lean este artículo una segunda vez; su habilidad de conservar o perder su libertad depende de ello.

[1] Website: Society of Phineas
[2] Joan Kelly, Women, History, and Theory, University of Chicago Press, 1986
[3] Peter Makin, Provence and Pound, University of California Press, 1978

El otro Mito de la Belleza

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)
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En 1991, Naomi Wolf escribió El Mito de la Belleza [The Beauty Myth] en el que afirma que las mujeres son oprimidas por la presión cultural de ser hermosas. Lo que le falto decirnos es dónde se originó este hábito, y cómo se utiliza esencialmente para ganar poder sobre el sexo masculino.

En los seres humanos, diferentes compulsiones y deseos están en conflicto entre sí, cada uno atropellando a los otros por lograr la supremacía momentánea en la que un imperativo usurpa los derechos del otro. Dicho juego ha alcanzado un punto muerto durante los últimos 800 años porque, durante ese periodo de tiempo relativamente corto, la cultura humana ha enfocado su apoyo a desarrollar, intensificar e imponer el uso de prácticas dudosas en el ámbito sexual, hasta el punto en el que nuestras compulsiones sexuales parecen infladas con esteroides y llevadas hasta extremos nunca antes vistos en la sociedad humana (a pesar de los mitos sobre difundidas orgías romanas). La obsesión con la belleza de las formas femeninas son parte importante del problema.

Si viviéramos en la Antigua Grecia, Roma o en cualquier otro sitio, veríamos al coito como a cualquier otra función corporal, parecida al comer, defecar o dormir –una función corporal básica sin toda la publicidad que se le hace. Sin embargo, después de la Edad Media, se convirtió en un producto que se podía explotar y con el que se podía negociar, y el culto del romance sexualizado que surgió de él resultó en una frustración de nuestras necesidades de apego más básicas –una frustración instigada y secundada por las instituciones sociales que colocaban la manipulación sexual en el centro de las interacciones humanas. Este desarrollo atrincheró una nueva creencia según la cual la belleza era una posesión original de las mujeres, y solamente de ellas, y que en cambio el deseo de poseer esa belleza pertenecía sólo a los hombres, creando así una división entre los sexos que perdura hoy en día.

Comparemos esta división con las creencias de otras culturas –India, Roma, Grecia, etc. – y veremos un fuerte contraste, en el que las culturas clásicas asignaban la belleza equitativamente a los hombres y el deseo sexual a las mujeres. En la Antigua Grecia, por ejemplo, los hombres dejaban crecer su cabello y lo peinaban con veneración, untaban aceite de oliva sobre su piel y ponían mucha atención a su atuendo –los colores de la toga, los materiales con los que estaba hecha, la manera como envolvía el cuerpo –y tal vez no hay cultura moderna sobre la Tierra en la que la belleza masculina era celebrada de manera más asombrosa en las artes que la Griega.

Otro ejemplo viene del Cantar de Salomón, en el que la apreciación de la belleza y su añoranza fluía en ambas direcciones entre el hombre y las mujeres, mientras que en el amor romántico la belleza sólo es atribuida a la mujer, y el deseo sólo al hombre –los papeles están divididos radicalmente. Además, en el Cantar de los Cantares no hay ninguna evidencia del arreglo ginocéntrico; el hombre no aparece como vasallo de las mujeres, quienes son tanto Señores como deidades. Para los amantes del Cantar de los Cantares ya existe un Dios, así que no hay adoración de la mujer como una cuasi-divinidad que puede redimir la patética existencia del hombre –como si sucede en el amor “romántico”.

Según Robert Solomon, el amor romántico requería un cambio dramático en el auto-concepto de las mujeres. Este autor cuenta:

Ellas también fueron liberadas de una identidad que dependía exclusivamente de sus roles sociales, es decir, de sus lazos consanguíneos y legales con los hombres, como hijas, esposas y madres. Fue en este periodo de la historia cristiana en el que la apariencia adquiere una importancia de primer orden, en el que ser hermoso importaba para todo, no sólo como un rasgo atractivo en una hija o en una esposa (que probablemente no contaba para mucho de todas maneras), sino como una señal de carácter, estilo, personalidad. Un buen acicalamiento, en vez de las propiedades, llegó a definir a la mujer individual, y su valor, que ya no dependía de su padre, esposo o hijos, ahora se concentraba en su apariencia. La prima se le otorgaba entonces a la juventud y a la belleza, y aunque algunas mujeres hayan, incluso entonces, condenado este énfasis como injusto, al menos constituía la primera ruptura con una sociedad que, hasta ese momento, dejaba poco espacio para la iniciativa personal o el avance individual. Podríamos decir que el prototipo de la Playmate de Playboy ya había sido creado hace ochocientos años, y no requería, como mucha gente ha defendido recientemente, de las páginas centrales de Hugh Hefner para hacer de la juventud, de la belleza y de una cierta vacuidad virtudes personales altamente estimadas. El problema es el porqué seguimos teniendo dificultades para superar todo esto sin, como lo hicieron algunos Platonistas, despreciar la belleza totalmente –el error opuesto. [1]

Modesta Pozzo escribió un libro en los años de 1500 titulado El Valor de las Mujeres: su Nobleza y Superioridad sobre los Hombres. [The Worth of Women: their Nobility and Superiority to Men]. Esta obra supuestamente registra una conversación entre siete mujeres de la nobleza veneciana que explora casi todos los aspectos de la experiencia femenina. Uno de los temas explorados es el uso de cosméticos y de la ropa por parte de las mujeres para intensificar la belleza, incluyendo la tintura del cabello, para la que hay veintiséis recetas diferentes. La siguiente es la voz de Cornelia, quien explica que el deseo sexual de los hombres hacia las mujeres (y el control que las mujeres tienen sobre ese proceso a través de la belleza) es la única razón por la que los hombres pueden amar:

“Pensando en ello directamente, ¿qué tema podemos encontrar que sea más digno y más adorable que el de la belleza, la gracia y las virtudes de la mujer?… Yo diría que una forma corpórea externa perfectamente compuesta es lo más digno de nuestra estima, puesto que es esta forma externa visible la que se presenta primero ante el ojo y nuestro entendimiento: la vemos e inmediatamente la amamos y la deseamos, empujados por un instinto incrustado en nosotros por la naturaleza. No es debido a que los hombres nos aman que llevan a cabo todas estas demostraciones de amor y de devoción imperecedera, sino porque nos desean. Por lo que en este caso el amor es el retoño, el deseo su progenitor, o, en otras palabras, el amor es el efecto y el deseo es la causa. Y como quitar la causa significa quitar el efecto, eso quiere decir que los hombres nos aman en tanto nos desean, y una vez que el deseo, que es la causa de su amor banal, ha expirado en ellos (ya sea porque han obtenido lo que querían o porque se dieron cuenta de que no pueden obtenerlo), el amor, que es el efecto de esa causa, muere exactamente al mismo tiempo.” [Escrito en 1592]

Cavalier 1964Lo que me parece más interesante es que, desde la Edad Media, como es evidente en las palabras de Cornelia, hemos mezclado colectivamente el amor masculino con el deseo sexual como si ambos fueran inseparables, y con la habilidad de las mujeres para controlar ese “amor” masculino a través de la hábil cultivación de la belleza. Se podría perdonar que uno rehusara creer que esto es siquiera amor, y que en vez de eso sea la creación de un deseo intenso de satisfacción del placer sexual debido a la atracción hacia la belleza. Al observar detenidamente, se puede ver que el “amor” generado por el sexo no necesariamente lleva a la compatibilidad entre las parejas en un amplio espectro de intereses, y puede ocurrir entre gente que, además de la atracción sexual, son totalmente incompatibles, con casi nada en común, por lo cual la relación a menudo se deteriora tanto cuando empieza a haber ciertos vacíos en el juego sexual.

Esto plantea la idea alternativa del amor basado en compatibilidad, en lo que podemos llamar “amor basado en amistad” que no está basada únicamente en el deseo sexual –de hecho para este tipo de amor el deseo sexual ni siquiera es esencial, aunque a menudo esté presente. El amor basado en la amistad tiene que ver con intereses comunes que la pareja comparte, con encontrar un alma compatible y con conocer a la otra persona en igualdad de condiciones. Sin embargo, apuntarle a un amor basado en amistad quiere decir que las mujeres ya no necesitan manejar los hilos del deseo sexual tal como se practica en la atracción basada en la belleza, lo que en últimas libera a hombres y mujeres para encontrarse como iguales en poderes y, con suerte, encontrar mucho en común para poder sostener una relación duradera.

[1] Robert Solomon, Love: Emotion, Myth, Metaphor, 1990 (p.62)
[2] Modesta Pozzo, The Worth of Women: their Nobility and Superiority to Men, 2007
[3] Nancy Firday, The Power of Beauty

El contrato de relaciones sexuales

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)
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El modelo ginocéntrico para llevar a cabo relaciones entre los sexos hoy en día viene de la antigua Europa en la forma de la caballerosidad y el amor cortés. La tradición empezó en Francia y Alemania en el siglo XII y se difundió rápidamente a todas las principales cortes de Europa. Desde allí se filtró a la cultura popular, siendo eventualmente llevada al nuevo mundo en las alas del expansionismo colonial – a América, India, Australia y así sucesivamente.

¿Por qué es importante esta historia para los hombres? Porque es una historia que seguimos representando hoy en día, inconscientemente, y sus consecuencias en los hombres tienen implicaciones psicológicas de largo alcance.

En el modelo medieval, los hombres se ofrecían a sí mismos como vasallos de las mujeres, quienes tomaban la posición de jefes supremos en lo que respecta a las relaciones sexuales – esto se daba porque las mujeres eran ampliamente vistas como los superiores morales de los hombres. Como lo demostraban los primeros trovadores, los hombres prometían homenaje y lealtad a las mujeres, quienes vigorosamente actuaban el papel de superiores de los hombres. Esta fórmula feudal, a la que llamaré provisionalmente feudalismo sexual, es avalada por los escritores de la Edad Media y posteriores, incluyendo a Lucrecia Marinella, quien en 1600 d.C. relataba que incluso las mujeres de clases socioeconómicas bajas eran tratadas como superiores por hombres que, como ella narra, actuaban como sirvientes o bestias que habían nacido para servirlas.

Muchos escritores de ambos sexos declaraban esta creencia, incluyendo a Modesta Pozzo, quien en 1590 escribió, “¿no vemos acaso que la tarea legítima de los hombres es ir a trabajar hasta el agotamiento tratando de acumular riqueza, como si fueran nuestros agentes o representantes, de tal manera que nosotras permanezcamos en casa como señoras de la heredad dirigiendo su trabajo y disfrutando de las ganancias de su labor? Esa, si lo quieren así, es la razón por la que los hombres son por naturaleza más fuertes y robustos que nosotras –ellos necesitan serlo, de tal manera que puedan soportar el pesado trabajo que deben padecer a nuestro servicio.”

Y este modelo implica mucho más que el que los hombres trabajen en el beneficio material de las mujeres. También incluye una creencia en la superioridad corpórea, moral y espiritual de las mujeres, de lo que hablaremos en más detalle.

Feudalismo sexual

Llegué a la frase feudalismo sexual como una manera abreviada de aludir al modelo de relaciones sexuales del ginocentrismo, y desde entonces he descubierto que la misma frase ha sido utilizada ocasionalmente en literatura; aquí hay algunos ejemplos que conllevan el mismo significado:

Camille Paglia (1990):

“… un feudalismo sexual de relaciones maestro-esclavo.”

Marjolin Februari (2011):

“De hecho propone una dictadura, la dictadura de la vagina, un tipo de feudalismo sexual que uno no querría que gobernara nuestras relaciones internacionales en el futuro… esas mujeres no están preocupadas en lo más mínimo en la guerra y la paz como cuestiones de principios; lo único que les interesa es asegurar sus propios intereses.”

Adam Kostakis (2011):

“¿Pero cuáles son los derechos femeninos que se defienden hoy en día? El derecho a confiscar el dinero de los hombres, el derecho a cometer alienación paternal, el derecho a cometer fraude de paternidad, el derecho al mismo sueldo por menos trabajo, el derecho a pagar menos impuestos, el derecho a mutilar hombres, el derecho a que nadie esté en desacuerdo con lo que dicen, el derecho a la elección reproductiva y el derecho a elegir por los hombres también. En una interesante paradoja legal, algunos han defendido –exitosamente– que las mujeres deberían tener el derecho de no ser castigadas en lo absoluto por cometer crímenes. El resultado eventual de esto es un tipo de feudalismo sexual, en el que las mujeres gobiernan arbitrariamente, y en el que los hombres se encuentran sometidos, con menos derechos y muchas más obligaciones.”

¿Cuándo empezó?

A continuación se encuentran compiladas una serie de citas acreditadas en el tema. Cada una apunta a la evidencia que hay del comienzo del feudalismo sexual en la Europa antigua, junto con otros factores que contribuían, como la veneración de la Virgen María y su influencia en el estatus de las mujeres.

? H.J. Chaytor, Los Trovadores: “En el siglo XI, el culto a la Virgen María se volvió ampliamente popular; la reverencia profesada a la Virgen se extendía a todo el sexo femenino en general, y así como un vasallo debía obediencia a su señor feudal, de la misma manera el hombre debía obediencia a su dama… Era así que había un servicio de amor tal como había un servicio de vasallaje, y el amante se colocaba en relación a su dama en una posición análoga a la que el vasallo tiene con su señor. Esa posición la lograba solamente en etapas; “hay cuatro etapas en el amor: la primera es aquella de aspirante (fegnedor), la segunda era la de suplicante (precador), la tercera era la del pretendiente reconocido (entendedor) y la cuarta era la del amante aceptado (drut)”. El amante era formalmente aceptado como tal por la dama, y aquel tomaba un juramento de fidelidad a ella y recibía un beso, un anillo o alguna otra posesión para sellar la cuestión.”

woman-on-a-pedestal? C.G. Crump, Legado de la Edad Media: “La Aristocracia y le Iglesia desarrollaron la doctrina de la superioridad de la mujer, esa adoración que congregaba a la Virgen en el cielo y a la dama en la tierra, y le entregaba al mundo moderno el ideal de la caballerosidad. El culto a la Virgen y el culto a la caballerosidad crecieron juntos, y continuamente uno era una reacción al otro. El culto a la dama era la contraparte mundana del culto a la Virgen y fue el invento de la aristocracia medieval. En la caballerosidad, la adoración romántica de una mujer era una cualidad tan necesaria para el caballero perfecto como lo era la adoración de Dios… Es obvio que la teoría que consideraba la adoración de una dama tan cercana como la adoración de Dios y que la concebía como el impulso primario de actos valientes, una creatura mitad romántica, mitad divina, debió haber hecho algo para contrarrestar el dogma del sometimiento. El proceso de colocar a las mujeres sobre un pedestal había empezado, y sea lo que sea que pensemos sobre el valor último de semejante elevación (pues pocos humanos estaban hechos para ser Estilitas, ya sean ascetas o románticos), al menos era mejor que ponerlas, como los Padres de la Iglesia estaban inclinados a hacer, en un pozo sin fondo.”

? C.S. Lewis, La Alegoría del Amor: “Todo el mundo ha escuchado sobre el amor cortés, y todo el mundo sabe que apareció muy repentinamente al final del siglo XI en Languedoc. El sentimiento, desde luego, es amor, pero amor de una clase altamente especializada, cuyas características podrían ser enumeradas como Humildad, Cortesía, y la Religión del Amor. El amante siempre es abyecto. La obediencia de los deseos más nimios de su señora, sin importar que caprichosos sean, y el consentimiento mudo a los reproches de ella, sin importar lo injustos que sean, son las únicas virtudes que él se atreve a reclamar. Este es un servicio de amor moldeado cuidadosamente sobre el servicio que un vasallo feudal le debe a su señor. El amante es el ‘hombre’ de la dama. Se dirige a ella como midons, que etimológicamente representa “mi señor” y no “mi señora”. Toda la actitud ha sido descrita apropiadamente como “una feudalización del amor”. Este solemne ritual amatorio es considerado como parte esencial de la vida cortesana”

? Joan Kelly ¿Tuvieron las mujeres un Renacimiento?: El amor cortés medieval, cuidadosamente ligado a los valores dominantes del feudalismo y la Iglesia, permitía de una manera especial la expresión de amor sexual por parte de las mujeres… si el amor cortés se quisiera definir a sí mismo como un fenómeno noble, tendría que atribuir una libertad esencial a la relación entre los amantes. Por tanto, la relación social del vasallaje se extendió a la relación amorosa, un “concepto” que Maurice Valency adecuadamente llamó “el principio formador de todo el diseño” del amor cortés… Por lo tanto, en los romances medievales, decaprioun acuerdo verbal seguía típicamente después de la declaración amorosa hasta que el amor ofrecido libremente era reciprocado libremente. Un beso (como un beso de homenaje) sellaba la promesa, se intercambiaban anillos, y el caballero entraba en servicio amoroso de su dama. Representar el amor en términos de vasallaje tenía varias implicaciones liberadoras para las mujeres aristocráticas. Lo más fundamental, las ideas de homenaje y mutualidad se introdujeron en la noción de relaciones heterosexuales junto con la idea de libertad. Como estaba simbolizado en escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en actitud ritual de recomendación, arrodillado frente a su dama con sus manos dobladas dentro de las de ella, homenaje significaba servicio masculino, no la dominación ni la subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.”

? Peter Makin, Provence and Pound: “Guillermo IX llama a su dama midons, que yo he traducido como “mi Señor”. Este midons es, como dice Pound, “inexplicable”: es usado por los trovadores, para sus damas, y en trovadores posteriores lo encontramos en todas partes – Bernart de Ventadorn lo usó veintitrés veces. Su etimología es (?mi-) dominus, ‘mi amo, señor’, pero como se usaba sólo con las mujeres – su pronombre es ‘ella’ – ha sido difícil para los especialistas en glosarios asignarle un género. Aunque Mary Hackett ha mostrado que no parecía significar en el nivel primario “mi señor cuasi-feudal” por los trovadores que lo usaban, estos hombres sabían latín y debieron haber sido conscientes de su origen y peculiaridad; de hecho, fue de sus emociones y expectativas colectivas de donde salió lo que equivale a una metáfora del señorío, de la misma manera en que el proceso colectivo de creación de metáforas estableció la palabra “bebé” como un término para referirse a una novia y que crea y transforma el lenguaje constantemente. De manera similar, saber que Dominus era el término estándar para Dios, y que don, señor, también se usaba para referirse a Dios, ellos debieron haber sentido la conexión con la adoración religiosa. Guillermo IX hace eco a lo que dicen
las escrituras cuando dice

Cada alegría debe inclinarse ante ella
Y cada orgullo obedece a Midons…
Nadie puede encontrar una mujer más bella
Ni ningunos ojos ver, ni ninguna boca hablar de…

 

La cautivadora quinta estrofa de esta canción enumera los poderes que eran evocados cada día en la Virgen y en los santos. Guillermo IX es, metafóricamente, el vasallo feudal de su dama, así como su devoto. De esta manera hay tres estructuras paralelas: la feudal, la del amor cortés, y la religiosa; la estructura psicológica de cada una imitaba a la de las otras, por lo que era difícil pensar en una sin transferir las emociones que pertenecían a las otras. La dama era a su amante, lo que Dios era para el hombre, y lo que el señor feudal a su vasallo; y el señor feudal era al vasallo lo que Dios era al hombre. Nuestra era, tan orientada a lo socioeconómico, diría que las formas de las sociedades medievales debieron haber moldeado las relaciones de las otras dos esferas, y es muy probable que tanto la ética como la estética moldearan la economía y viceversa. Desde luego, el amor cortés no era “religioso” en el sentido de que hiciera parte de algún tipo de ética cristiana; pero era una religión en su psicología. El amante cortesano no pensaba en su dama como la Iglesia lo hacía, sino como la iglesia pensaba acerca de Dios.”

? Irving Singer, Amor: Cortés y Romántico: “Como la estructura social de la Edad Media era principalmente feudal y jerárquica, se esperaba que los hombres sirvieran a sus señores a la vez que se requería fidelidad de las mujeres. En el amor cortés, esto se transformó de tal manera que empezó a significar que el amante debía servir a su dama y que ella le sería fiel. Se dice a menudo que el amor cortés coloca a las mujeres en un pedestal y que convierte a los hombres en caballeros cuyas vidas heroicas pertenecerían desde entonces a sus elevadas damas. Esta idea surge del hecho según el cual los hombres usaban frecuentemente el lenguaje de la caballerosidad para expresar su servil relación para con cualquier mujer que amaran, y en ocasiones la describían como a una divinidad a la cual aspiraban pero que no tenían ninguna esperanza de igualar… que debían probarse a sí mismos dignos de ella y así avanzar hacia arriba, paso a paso, hacia una unión que culminaba en el nivel de la mujer; que todo lo que era noble y virtuoso, todo lo que hacía que la vida fuera digna de ser vivida, venía de las mujeres, quienes eran descritas como la fuente de la bondad misma. Pero aunque la dama ahora conversa con su amante, los hombres a menudo se arrojaban en la posición típica de fin’amors. En sus rodillas, con las manos entrelazadas, le rogaban a su amada que ésta aceptara su amor, su vida, su servicio, y que hiciera con ellos lo que ella quisiera.”

? Gerald A. Bond, A Handbook of the Troubadours [Un Manual de los Trovadores]: “El alcance de la infiltración del pensamiento feudal en la concepción y la expresión del amor cortés ha sido evidente para los investigadores modernos: el poeta-amante se retrata a sí mismo como un vasallo (om), la dama es tratada como un señor feudal y a menudo se dirigen a ella en forma masculina (midons/sidons), y los contratos (conven), recompensas (guizardon), y otros aspectos del servicio leal y humilde están siendo constantemente discutidos. En un sentido profundo, el amor cortés es feudal por excelencia (Riquer 77-96), ya que imita los principios jerárquicos básicos empleados cada vez más para controlar y justificar el deseo hegemónico en la segunda época feudal.”

El Feudalismo Sexual hoy en día

twilight-edward-and-bellaA pesar de la ansiedad ocasional que los medios experimentan debido al declive del servicio caballeresco hacia las mujeres, éste parece seguir funcionando bastante bien. No sólo hay hombres que continúan poniéndose sobre una rodilla cual vasallo solícito para pedir la mano de la mujer en matrimonio, sino que el feudalismo sexual sigue siendo un patrón popular de las novelas románticas, las películas de Disney y éxitos cinematográficos como Crepúsculo, así como en la música popular, como la canción Love Story de Taylor Swift, que celebra el amor cortés. Los hombres todavía están dispuestos a morir, trabajar, proveer, adorar y poner a las mujeres en un pedestal, y las mujeres no podrían estar más felices de ser tratadas con semejantes demostraciones de exaltación.

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El Nacimiento del Amor Caballeresco

Cultura Ginocéntrica

El amor y la guerra siempre han sido opuestos, tal como lo expresa aquella conocida frase “haz el amor y no la guerra”, o la retórica de los bandos a favor y en contra de la guerra. Que ambos sean mutualmente excluyentes es lo suficientemente obvio. Sin embargo, en la Europa del siglo XII sucedió algo peculiar que marcó el comienzo de una unión entre estos dos principios contrapuestos. En ese entonces, el código militar de la caballería se unió con los caprichos del amor cortés para producir una creatura bastarda que aquí llamaremos amor caballeresco (hoy simplemente lo llamamos caballerosidad). Anterior a esto, la caballerosidad siempre se había referido al código militar de comportamiento –uno que cambiaba de país a país- pero que no tenía nada que ver con el amor romántico.

¿Cuál fue el método que la sociedad del siglo XII utilizó para lograr esto? En una palabra, avergonzando.

La aristocracia medieval empezó a aumentar la práctica de avergonzar al escoger lo peores comportamientos de los hombres más revoltosos y extrapolar dichos comportamientos a todo el género masculino. ¿Suena familiar? Los caballeros eran particularmente señalados –de manera muy similar a los actuales héroes del deporte que han cometido algún tipo de paso en falso– para ser usados como ejemplo del mal comportamiento masculino que requiere el remedio de una reforma cultural de gran envergadura.

Durante esa época de hombres (supuestamente) revoltosos, se decía que escuderos maleducados entraban a las cantinas montando sus sarnosos caballos, y groseros hombres jóvenes osaban desviar los ojos del salterio en plena misa. Entre los caballeros, y en el ambiente de los torneos, se sucedían riñas ocasionales con incidentes horribles –la ruptura de un cráneo, o el que un ojo se saliera de su órbita- mientras las apuestas continuaban y los dados volaban. La atención masculina a la vestimenta y a la moda era supuestamente desastrosa, con hombres que no tenían problema en vestir pieles de ovejas y zorros en lugar de las ropas hechas de materiales valiosos, con colores más acordes a la compañía femenina. Y tal vez lo peor de todo era su falta de refinamiento y modales hacia las mujeres, lo que era considerado ofensivo.

¿Quién podría, y cómo se lograría reformar a este género revoltoso? Una de las primeras soluciones fue planteada por una condesa francesa llamada Marie. De acuerdo a la historiadora Amy Kelly, con sus ideas de reforma masculina,

“Marie organizó a la turba de soldados, guerreros, duelistas, hombres de acción, jinetes, trovadores, nobles y debutantes, jóvenes hacendados, príncipes adolescentes, y princesas niñas en el gran salón de Poitiers. De este pandemonio, la condesa confeccionó una sociedad decorosa y elegante, cuya fama se extendió por todo el mundo. He ahí la misión de una mujer para alejar a los hombres de las emociones de la caza y los torneos, de los dados y los juegos, y atraerlos hacia la sociedad femenina, una misión para proscribir la tosquedad e imponer el tributo de adulación a la majestad femenina.”(1)

La Condesa Marie era una más entre una larga línea de reformadores que ayudaron a dar inicio a un ginocentrismo cuyo propósito era convencer a los hombres de los defectos compartidos por todo el género –esencialmente avergonzarlos- y prescribir como remedio el amor romántico y la adoración concomitante de las mujeres. A través de este programa, el amor romántico fue irremediablemente unido al código militar e introducido como una manera de domar la actitud pendenciera y brutal de los hombres, algo en lo que los tradicionalistas de hoy en día concuerdan en su llamado a que los hombres se adhieran a estos mismos roles masculinos establecidos por primera vez en la Europa medieval. Una de las autoridades actuales en este periodo de la historia describe el entrenamiento de los caballeros en la siguiente observación: “el surgimiento del amor cortés y su intersección con la caballerosidad en Occidente son ambos eventos del siglo XII. La idea según la cual el amor ennoblece y es necesario para la educación de un caballero proviene de las letras de este periodo, pero también de los romances de caballería. En ellos, los verdaderos amantes eran también los mejores caballeros.” (2)

Con el amor romántico firmemente establecido dentro del código de caballería, empezamos a ver el comportamiento romántico de los soldados tan familiar para nosotros hoy: ir a luchar y morir por su Dama, cartas de amor desde el frente de batalla, la foto arrugada de su amor en un bolsillo de su uniforme. En lugar de ser hombre, rey y patria, es el amor por “ella” el que ahora motiva a un hombre al sacrificio militar. Ésta es también la razón por la que tantas películas actuales en las que se retratan zonas de guerra y matanza incluyen a un héroe y a su damisela tomando una pausa para darse un apasionado beso mientras las bombas estallan a su alrededor, como para sugerir que toda esa carnicería es en nombre de ella y del amor romántico. Una vez aceptadas en el canon caballeresco, varias “reglas” de amor fueron impuestas con fuerza militar –por caballeros blancos, como los llamamos- y la cultura resultante ha sido imparable. Tratar de detenerla despierta la ira de todos esos caballeros blancos quienes te enterrarán vivo por romper esta nueva meta militar del amor romántico.

Antes de la Edad Media, el amor romántico era usualmente considerado con sospecha e incluso visto como un signo de inestabilidad mental que requería la eliminación de la fuente del problema, y tal vez una solución médica. En el contexto de los matrimonios arreglados, el amor romántico, si era permitido del todo, se llevaba a cabo de una manera discreta e incluso clandestina, sin el consentimiento explícito de la sociedad educada. Esta era la situación en todo el mundo hasta el advenimiento de la revolución europea.

El culto al amor caballeresco se radico primero entre las clases aristocráticas y pronto alcanzó a las clases comunes a través de la literatura y las narraciones; en particular la literatura romance. Habiendo germinado en Alemania y Francia en el siglo XII, el culto se expandió gracias a una industria pujante de producción de libros que llevaría la revolución ginocéntrica a todo el continente europeo.

Cuando uno considera los sujetos de estos libros –Gawain y Guinevere, Tristán e Isolda, heroicas hazañas masculinas por las mujeres, escándalos amorosos, cortejo, bodas de clase alta, adulterio, y estatus- se nos vienen a la mente inmediatamente las revistas para mujeres actuales que abundan en los estantes de las librerías y en las salas de espera.

Las revistas para mujeres y la omnipresente novela romántica –y la gula que las mujeres sienten por ellas- se pueden rastrear hasta este periodo en el que el término romance se acuñó. Según Jennifer Wollock, profesora de Literatura en la Universidad de Texas, esta literatura tenía un sustancial público femenino, incluyendo a las madres que les leían a sus hijas. Wollock afirma que la continua popularidad de las historias de amor caballeresco también se confirma por la procedencia de manuscritos romances y los contenidos de las bibliotecas de mujeres de la Edad Media tardía.

Los tres comportamientos del código de amor caballeresco

Manteniéndose en el lado masculino de la ecuación, los principales comportamientos prescritos por el código de amor caballeresco son: el llevar a cabo hazañas románticas, la galantería, y el vasallaje.

Anterior a esta redistribución en relaciones románticas, la galantería solía referirse a cualquier comportamiento valiente, especialmente en batalla. La palabra aún puede significar eso. Sin embargo, bajo las reglas del amor caballeresco se convirtió, según la definición del diccionario de Google, “atención cortés o respeto que el hombre le da a la mujer”. ¿Podrían estas dos definiciones de galantería estar más lejos la una de la otra? Así como los conceptos contrarios de caballerosidad militar y amor caballeresco, estas dos definiciones de galantería estiran el significado para cubrir dos dominios completamente diferentes de comportamiento. Parece entonces que las mujeres de la época hacían uso de los más grandes comportamientos expiatorios de los hombres –caballerosidad y galantería- para satisfacer sus apetitos narcisistas.

Un vasallo es definido como un siervo, un esclavo, un subordinado o dependiente, o una persona que entra en una obligación mutua hacia un señor o monarca en el contexto del sistema feudal en la Europa medieval. Las obligaciones a menudo incluían apoyo militar y protección mutua a cambio de ciertos privilegios, que usualmente incluían la concesión de tierra mantenida como un feudo. El vasallaje era entonces utilizado como una idea que Maurice Valency llamó “el principio formador de todo el diseño del amor cortés”.(3) Ya fuera un caballero, un trovador, o un plebeyo, la rutina de vasallos de la mujer era la orden del día en ese entonces, exactamente como lo es actualmente (4). Los poetas adoptaron la terminología del feudalismo, declarándose a sí mismos “vasallos” de la dama y se dirigían a ella como midons (mi señor), lo que se tomaba como la adulación estándar de una mujer. Una práctica particularmente impactante que mostraba la adaptación del sistema feudal era aquella en la que el hombre se ponía sobre una de sus rodillas ante la mujer. Al arrodillarse de esta manera, el hombre asume la postura del vasallo. Él le habla, jurándole su fe, prometiéndole, como lo haría un súbdito, no ofrecer sus servicios a nadie más. Incluso va más lejos: como lo haría un siervo, él le otorga a ella todo su ser como regalo.

Citando evidencia del vasallaje, Amy Kelly escribe: “Como estaba simbolizado en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en la actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (5)

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En resumen, era la relación feudal entre vasallo y señor la que le proveía al amante un modelo por su conducta humilde y servil.

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Los actores principales – entonces y ahora

Imaginemos a la Europa del siglo XII como una puesta en escena en la que se representan los temas del amor caballeresco, una que se volvería tan popular, que sus actores continuarían sirviendo como modelos a seguir para la población global 800 años después. Los actores principales en esta obra medieval son los siguientes, acompañados (en paréntesis) por los títulos que les damos a esos mismos actores hoy en día, mientras continúan ese antiguo drama:

Damas cortesanas (=Feministas). Las feministas de hoy en día se refieren a las damas cortesanas de la Edad Media como las primeras feministas, o protofeministas, y así como las feministas modernas, aquellas mujeres disfrutaban de un número considerable de privilegios y recursos. Entre los siglos XII y XIV, la evidencia muestra que las mujeres empezaron a causar agitación a causa de una aumentada autoridad sobre la manera “correcta” para llevar a cabo relaciones entre hombres y mujeres, con énfasis particular en lo que ellas creían que eran los roles adecuados para los hombres en una sociedad digna y cívica. No es de sorprender que ésta sea la época en la que mujeres poderosas tenían la facultad de establecer las “cortes de amor” encabezadas por mujeres y que actuaban de una manera similar a las Cortes de Familia actuales, en cuanto a que ambas arbitraban disputas amorosas entre parejas en conflicto.

La literatura clave del periodo, que detallaba la etiqueta adecuada en relaciones de género, era comisionada por mujeres poderosas para ser escrita (“El Arte del Amor Cortés”), y en algunos casos era escrita por las mismas mujeres (los escritos de Christine de Pizan, o los de Marie de France). El discurso emergente actuaba como una droga que prometía la introducción de un poder unilateral de mujeres sobre hombres, y a través de la diseminación de literatura romance que prometía una pronta propagación en todas las clases sociales del continente. Hemos estado viviendo las consecuencias desde entonces de una revolución mucho más significativa para la historia de relaciones entre géneros que la aparición de la píldora anticonceptiva y el divorcio no contencioso combinados- siendo el último un simple epifenómeno generado dentro de una cultura de amor caballeresco mucho más grande.

Los arquetipos introducidos en la sociedad por estas damas de noble cuna son identificables instantáneamente: la damisela en peligro (la mujer como inocente, la mujer como indefensa, la mujer como víctima), la princesa (la mujer como belleza, la mujer como sujeto narcisista que requiere devoción, la mujer como ser merecedor de privilegios especiales), y las damas de alta casta (la mujer moralmente pura, la mujer valiosa, la mujer como superior, la mujer con derecho a reclamar). Estas ilusiones aseguraron que la atención del hombre fuera enfocada a atender las necesidades de la mujer, un programa tan exitoso que las feministas modernas continúan dándole forma al escenario cultural actual con el mismo programa de sus antecesoras protofeministas. Y así como sus antecesoras, las feministas continúan utilizando narrativas que buscan avergonzar a los hombres para facilitar la herencia que las coloca en un pedestal.

fotor091415394Caballeros Blancos (=caballeros blancos). Conservamos esta metáfora para estos heroicos individuos, hombres galantes de muchas maneras, pero especialmente las incorrectas, como alardear ante mujeres poco merecedoras y deleitarse de manera concomitante en competir y lastimar a otros hombres. Más que cualquier otro actor en esta obra, los caballeros blancos se especializan en el comportamiento galante con el propósito de impresionar a las mujeres, y lograr al final que estas les alimenten el ego.

Para estos primeros caballeros blancos, el torneo de justas, precursor de los torneos atléticos actuales, consistía en competencias caballerescas o luchas en la Edad Media. En estas luchas, los caballeros estaban más que dispuestos a lastimar a otros hombres para ganar el elogio de las mujeres espectadoras. Los competidores eran observados luchando por mujeres que tiraban prendas de vestir en la arena donde los atletas las recogían y se las ponían –de ahí que el hombre que vestía el pañuelo de una mujer en particular la representaba a ella en el torneo.

Los hombres estaban básicamente luchando “por ella”, así como lo harían en campos de batalla reales por sus madres y esposas. Al hombre galante que ganaba el torneo se le daba la oportunidad de cortejar a la dama a quien representaba en el ring. Aún conservamos esta tradición ginocéntrica hoy en día: torneos de golf, de fútbol, de artes marciales, y así, están todos diseñados para mostrar proezas masculinas en las que los ganadores logran cortejar a las mejores mujeres.

MEDIEVAL KNIGHT & LADY BEFORE JOUST- ILLUSTRATIONOtras actividades de los caballeros blancos incluyen impresionar mujeres con grandes gestos de protección. Por ejemplo, la “Empresa del Escudo Verde con la Dama Blanca” era una orden de caballería fundada por Jean Le Maingre y doce caballeros más en 1399 que se comprometían a proteger mujeres. Inspirados por el ideal del amor cortés, el propósito de la orden era proteger y defender el honor, los bienes, la propiedad, la reputación, la fama y el elogio de todas las damas y damiselas, una tarea que recibió el elogio de Christine de Pizan. Le Maingre, cansado de recibir quejas de damas, doncellas, y viudas quejándose de ser oprimidas por hombres poderosos empeñados en privarlas de tierras y honores, y de no encontrar caballero o escudero dispuesto a defender su justa causa, fundó la orden de doce caballeros jurados a llevar “un escudo de oro esmaltado de verde y con una dama blanca en su interior.”

Los doce caballeros, después de hacer el juramento, redactaron una extensa carta explicando su propósito y la diseminaron ampliamente en Francia y más allá de sus fronteras. La carta decía que cualquier dama, joven o vieja, que fuera víctima de alguna injusticia podría pedir a uno o más caballeros que hicieran valer su honor, y ese caballero respondería prontamente, dejando cualquier otra tarea que estuviera haciendo para luchar en persona con el opresor de la dama en cuestión. Las similitudes de esta Orden con empresas contemporáneas tales como la Campaña de la Cinta Blanca (White Ribbon Campaign) en la que “embajadores” masculinos hacen un juramento a toda la femineidad de nunca consentir, excusar o permanecer callados respecto a la violencia contra la mujer, y de intervenir y actuar contra cualquier hombre acusado de alguna ofensa contra una mujer. Las similitudes entre estas galantes misiones dejan claro que el linaje de caballeros blancos ha progresado fluidamente hacia la era moderna.

Trovadores I (=Pick Up Artists [artistas de la conquista] y los promotores del “Juego” [Conquista]). El trabajo de los trovadores era difundir la palabra respecto a las virtudes del amor caballeresco a través de la música, las canciones, la poesía, y las narraciones. Tanto aristócratas como comunes disfrutaban escuchar cuentos sobre valentía, y las damas se dejaban llevar con los poemas épicos al tiempo que los trovadores practicaban los rituales del amor caballeresco. Así como los Artistas de la Conquista y los Don Juanes hoy en día, quienes hablan y escriben en elogio de la vagina, los trovadores también eran compositores y promotores de las “artes del amor”, que apuntaban a asegurar la plenitud sexual.

Como esos trovadores, Roosh y Roissy [nota del traductor: Conocidos artistas de la conquista en internet], entre otros, continúan la tradición de escribir prosa que ilustra las muchas maneras de adular a las mujeres para poder meterse en sus pantalones. Game [conquista, juego] es una palabra muy apta para esta tradición que ya cumple 800 años, con su prescripción de líneas ensayadas y falta de autenticidad personal. Es un juego ensayado de adoración de las mujeres orientado a una meta muy estrecha. En esencia, esta rutina de Casanova consiste simplemente en fingir el amor caballeresco con el propósito de manipular, generalmente con el objetivo de obtener sexo. Cuando las mujeres modernas llaman a estos hombres “jugadores” están muy cerca de acertar. Aunque Roosh et al declaran externamente rechazar la caballerosidad, aún así aceptan sus principios como si fueran actores consumados.

Trovadores II (=hombres feministas – a veces llamados despectivamente “manginas”). A diferencia de los trovadores mencionados arriba, quienes abogan por un amor orientado a la satisfacción sexual, los Trovadores II abogan por un tipo de amor más idealizado de anhelo que no se consuma en una satisfacción sexual. Básicamente, estos hombres se parecen más a unos Romeos aduladores que a unos excitados Casanovas. El concepto que los guía era llamado “fin’amors”, que significa “amor puro”. Dichos hombres eran particularmente predominantes en el norte de Francia, mientras que en el sur se podía ver que los trovadores (tipo I, ya mencionados más arriba) celebraban un amor adúltero o carnal en el que se buscaban encuentros sexuales.

Otra cosa que distinguía a los trovadores tipo II de los otros era la autenticidad. Estos hombres parecían identificarse totalmente con su papel y no eran simples jugadores. Su deseo de servir a las mujeres como vasallos, o incluso tal vez como esclavos masoquistas, apelaba a su carácter más íntimo. La versión de hoy en día serían los típicos hombres feministas, que trabajan incansablemente para difundir el mensaje de sus superiores feministas, al igual que aquellos trovadores esclavizados que abogaban por las idiosincrasias narcisistas de sus damas. El papel de vasallaje aplica en este caso más que en cualquier otro personaje de la Edad Media –no simplemente como una rutina para poder conseguir sexo, sino como acto verdaderamente devoto.

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Lo que nos trae a lo que el Movimiento de los Derechos Humanos de los Hombres (MHRM) se refiere como ginocentrismo. De lo anterior es claro que, a menos de que haya evidencia de una cultura (ampliamente) ginocéntrica anterior a la Edad Media, entonces el ginocentrismo tiene precisamente 800 años. Para determinar si esta tesis es válida, primero necesitamos definir qué es exactamente a lo que nos referimos con “ginocentrismo”.

El término “ginocentrismo” ha estado en circulación desde los años de 1800, hasta donde he podido encontrar, y su definición general es “centrarse en las mujeres; preocuparse sólo por las mujeres” (6). Adam Kostakis define el ginocentrismo de manera más específica: “el sacrificio masculino para el beneficio de las mujeres” y como “deferencia de los hombres hacia las mujeres”, y concluye: “El ginocentrismo, ya sea que se llame honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, no ha cambiado en su esencia. Continúa siendo un deber particularmente masculino el ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte segura y helada”. (7)

De estas definiciones podemos ver que ginocentrismo podría referirse a cualquier práctica que se centra en las mujeres en una sociedad que en otras circunstancias es androcéntrica, o incluso a un solo acto ginocéntrico llevado a cabo por un individuo. Teniendo en mente este amplio uso del concepto, la frase “cultura ginocéntrica” parece ser más precisa para los propósitos de este ensayo, y dicha frase la definiré aquí como “cualquier cultura que instituya reglas para las relaciones de género que beneficien a las mujeres a expensas de los hombres en un amplio rango de aspectos”.

En la base de nuestra actual forma de ginocentrismo se encuentra la práctica del sacrificio masculino forzado a beneficio de las mujeres. Si aceptamos esta definición, necesitamos mirar hacia atrás y hacer la pregunta concomitante de si los sacrificios masculinos a lo largo de la historia siempre fueron llevados a cabo por las mujeres o si, en cambio, se hicieron por alguna otra meta primaria. Por ejemplo, cuando los hombres son enviados a morir en grandes números en las guerras, ¿fue acaso por las mujeres, o fue más bien por el Hombre, Rey, y País? Si fue por lo último, entonces no podemos declarar que fue el resultado de una cultura ginocéntrica intencional, o al menos no en la manera en que lo he definido aquí. Si el sacrificio no se hace para el beneficio de las mujeres, aún si ellas son beneficiarias ocasionales de ese sacrificio masculino, entonces no se trata de ginocentrismo.

La prescindibilidad masculina estrictamente “en beneficio de las mujeres” comienza de manera notable después del advenimiento de la revolución de género del siglo XII en Europa –una revolución que nos entregó términos como galantería, caballerosidad, amor caballeresco, cortesía, romance, y otros. De ese periodo en adelante, las prácticas ginocéntricas crecieron exponencialmente, culminando en las demandas del feminismo actual. En resumen, el ginocentrismo era un fenómeno aislado en el mejor de los casos antes de la Edad Media, después de lo cual se volvió algo ubicuo.

Con todo esto en mente, no tiene mucho sentido hablar de una cultura ginocéntrica que empezó junto con la revolución industrial hace sólo 200 años (o hace 100 o incluso 30 años), o de que ésta empezó hace ya dos millones de años, como algunos argumentan. No estamos luchando simplemente con dos millones de años de programación genética; nuestro enemigo, culturalmente construido, es mucho, mucho, más simple de señalar y de, potencialmente, revertir. La evidencia histórica es fuerte. Todo lo que necesitamos hacer es mirar las circunstancias bajo las cuales el ginocentrismo empezó a florecer, e intentar revertir dichas circunstancias. Específicamente, si la cultura ginocéntrica se ocasionó por la práctica de avergonzar, entonces ese es el enemigo al que apuntar con el objeto de revertir toda la empresa. Para mí, ese proceso podría empezar rechazando la falsa pureza moral a la que las mujeres del último milenio han pretendido llegar, y contra la cual han sido comparados los peores ejemplos de los hombres con la pretensión de avergonzar a todo el género.

Referencias

  1. Amy Kelly, “Eleanor of Acquitaine and Her Courts of Love”. Fuente: Speculum, Vol. 12, No. 1 (Publicado por Medieval Academy of America, 1937)
  2. Jennifer G. Wollock, “Rethinking Chivalry and Courtly Love”. (Publicado por Praeger, 2011)
  3. Maurice Valency, “In Praise of Love: An Introduction to the Love Poetry of the Renaissance, (Macmillan, 1961).
  4. Para un excelente artículo sobre vasallaje hoy en día, ver el escrito por Gordon Wadsworth “The Western Butler and his Manhood”, que indica un línea ininterrumpida entre el vasallaje romántico de la Edad Media y el papel de “mayordomo” que se espera de los hombres actualmente. (Publicado por AVFM, 2013).
  5. Amy Kelly, “Did Women Have a Renaissance?” en Mujeres, Historia y Teoría. (Publicado por UCP Press, 1984).
  6. com – Gynocentric
  7. Adam Kostakis, Gynocentrism Theory – (Publicado en línea, 2011). Aunque Kostakis asume que el ginocentrismo ha estado presente a lo largo de la historia, señala a la Edad Media para comentar: “Hay una inmensa continuidad entre el código de la clase caballeresca que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno… Uno podría decir que son la misma entidad, que ahora existe en una forma más madura –ciertamente, no estamos lidiando con dos creaturas diferentes.”

 

https://gynocentrism.com/2013/07/14/the-birth-of-chivalric-love/