Línea de Tiempo de la Cultura Ginocéntrica

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)
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La siguiente línea de tiempo ilustra detalladamente el nacimiento de la cultura ginocéntrica junto con los eventos históricos significativos que aseguraron su supervivencia. Antes del año 1200 d.C., simplemente no existía una cultura ginocéntrica ampliamente extendida, a pesar de la evidencia que existe de actos y eventos ginocéntricos aislados. Fue tan sólo hasta la Edad Media que el ginocentrismo desarrolló una complejidad cultural y se volvió una norma cultural ubicua y duradera.

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1102 d.C.: El meme del Ginocentrismo es introducido por primera vez

Guillermo IX, Duque de Aquitania, el señor feudal más poderoso de Francia, escribió los primeros poemas de trovador y es ampliamente considerado como el primer trovador. Separándose de la tradición de luchar guerras en nombre del hombre, del rey, de Dios y del país, se dice que Guillermo tenía la imagen de su señora pintada en su escudo, a quien él llamaba midons (mi Señor) diciendo que “era su deseo llevarla en batalla, así como ella lo había cargado a él en la cama.” (1)

1168 – 1198 d.C.: El meme del Ginocentrismo se elabora, recibe patrocinio imperial

El meme del ginocentrismo se populariza aún más y recibe patrocinio de la nieta de Guillermo, la Reina Eleonor de Aquitania, y de la hija de ésta, Marie (2). En la corte de Eleonor, en Poitiers, ella y Marie terminaron el trabajo de adornar el código militar cristiano de caballería con un código de amantes románticos; con ello pusieron a la mujer en el centro de la vida cortesana, y al amor en el trono de Dios mismo – y al hacerlo, cambiaron la cara de la caballería para siempre. Los eventos claves son:

– 1170 d.C.: Eleonor y Marie establecieron las Cortes de Amor formales, presididas por ellas mismas y un jurado de 60 mujeres de la nobleza, quienes investigaban y pasaban sentencias en disputas de amor de acuerdo al nuevo código que gobernaba las relaciones entre géneros.

– 1180 d.C.: Marie encomienda a Chrétien de Troyes para que éste escriba Lancelot, El Caballero de la Carreta, una historia de amor sobre Lancelot y Guinevere en la que se elaboraba la naturaleza de la caballerosidad ginocéntrica. Chrétien de Troyes abandonó este proyecto antes de completarlo porque se oponía a la aprobación implícita que recibía la relación adúltera entre Lancelot Y Guinevere que Marie le había mandado escribir. Pero la aprobación de la leyenda era irresistible – poetas posteriores completaron la historia en representación de Chrétien, quien también escribió otros romances famosos, incluyendo Eric y Enide.

– 1188 d.C.: Marie ordena a su capellán Andreas Capellanus escribir El Arte del Amor Cortesano. Esta guía de los códigos caballerescos de amor romántico es un documento que podría pasar como contemporáneo en casi todos los aspectos, excepto por las conjeturas y estructuras de clase anticuadas. Muchos de los consejos en el “libro de texto” de Andreas venían evidentemente de las mujeres que habían mandado realizar el escrito (3).

1180 – 1380 d.C.: La cultura ginocéntrica se expande por Europa

En doscientos años, la cultura ginocéntrica salió de Francia para instituirse en todas las principales cortes de Europa, y de ahí llegó a capturar la imaginación de hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales. De acuerdo a Jennifer Wollock (4), la continua popularidad de las historias de amor caballerescas también se confirma por los contenidos de las bibliotecas de mujeres de la Edad Media tardía, literatura que tenía un substancial público femenino, incluyendo a las madres que les leían a sus hijas. Aparte del creciente acceso a la literatura, los valores de la cultura ginocéntrica se difundieron a través de la interacción diaria entre la gente en la que creaban, compartían y/o intercambiaban la información y las ideas.

1386 d.C.: Se forma el concepto Ginocéntrico de “caballero”

Acuñado en los años de 1200, la expresión “Hombre Gentil [Gentil man en inglés]” pronto se volvió sinónimo de caballería. De acuerdo al Diccionario Oxford la palabra gentleman llegó a referirse a “un hombre con instintos caballerescos y buenos sentimientos” en 1386. Por lo tanto, gentleman implica un comportamiento caballeresco y sirve a su vez como su sinónimo; un significado que perdura hasta nuestros días.

1400 d.C.: El comienzo de la Querelle des Femmes

La Querelle des Femmes o la “controversia femenina” técnicamente tuvo su comienzo en 1230 d.C. con la publicación del Romance de la Rosa. Sin embargo, fue la autora francoitaliana Cristina de Pizán quien en 1400 d.C. llevó la discusión prevalente sobre las mujeres a un debate que continúa resonando en la ideología feminista de hoy en día (aunque algunos autores afirman, de manera poco convincente, que la querelle llegó a su fin en los años de 1700). El tema básico de esta controversia de siglos giraba, y continúa haciéndolo, alrededor de la defensa de los derechos, del poder y del estatus de las mujeres.

Siglo 21: El Ginocentrismo continúa

La cultura del ginocentrismo, que ya cumple 800 años, continúa gracias a la ayuda de los tradicionalistas, ansiosos de preservar las costumbres, las maneras, los tabúes, las expectativas y las instituciones ginocéntricas, con las cuales tienen tanta familiaridad; y también con la ayuda de feministas que continúan encontrando nuevas y a menudo novedosas maneras de incrementar el poder de las mujeres con la ayuda de la caballerosidad. El movimiento feminista moderno ha rechazado algunas costumbres caballerescas tales como abrirle la puerta del carro a una mujer, o cederle el puesto en el bus; sin embargo, continúan apoyándose en “el espíritu de la caballerosidad” para obtener nuevos privilegios para las mujeres: abrir la puerta de los carros se transformó en abrir la puerta en universidades o empleos a través de la discriminación positiva; y ceder el asiento en buses se transformó en ceder los asientos en juntas directivas y en partidos políticos a través de cuotas. A pesar de las diversas metas, el ginocentrismo contemporáneo sigue siendo un proyecto para mantener e incrementar el poder de las mujeres con la ayuda de la caballerosidad.

Fuentes:

[1] Maurice Keen, Chivalry, Yale University Press, 1984. [Nota: 1102 d.C. es la fecha atribuida a la escritura de los primeros poemas de Guillermo].
[2] Las fechas 1168 – 1198 cubren el periodo que empieza con la época de Eleonor y Marie en Poitiers hasta la fecha de la muerte de Marie en 1198.
[3] Jeremy Catto, Chivalry: The Path of Love, Harper Collins, 1994.
[4] Jennifer G. Wollock, Rethinking Chivalry and Courtly Love, Praeger, 2011.

El Nacimiento del Amor Caballeresco

Cultura Ginocéntrica

El amor y la guerra siempre han sido opuestos, tal como lo expresa aquella conocida frase “haz el amor y no la guerra”, o la retórica de los bandos a favor y en contra de la guerra. Que ambos sean mutualmente excluyentes es lo suficientemente obvio. Sin embargo, en la Europa del siglo XII sucedió algo peculiar que marcó el comienzo de una unión entre estos dos principios contrapuestos. En ese entonces, el código militar de la caballería se unió con los caprichos del amor cortés para producir una creatura bastarda que aquí llamaremos amor caballeresco (hoy simplemente lo llamamos caballerosidad). Anterior a esto, la caballerosidad siempre se había referido al código militar de comportamiento –uno que cambiaba de país a país- pero que no tenía nada que ver con el amor romántico.

¿Cuál fue el método que la sociedad del siglo XII utilizó para lograr esto? En una palabra, avergonzando.

La aristocracia medieval empezó a aumentar la práctica de avergonzar al escoger lo peores comportamientos de los hombres más revoltosos y extrapolar dichos comportamientos a todo el género masculino. ¿Suena familiar? Los caballeros eran particularmente señalados –de manera muy similar a los actuales héroes del deporte que han cometido algún tipo de paso en falso– para ser usados como ejemplo del mal comportamiento masculino que requiere el remedio de una reforma cultural de gran envergadura.

Durante esa época de hombres (supuestamente) revoltosos, se decía que escuderos maleducados entraban a las cantinas montando sus sarnosos caballos, y groseros hombres jóvenes osaban desviar los ojos del salterio en plena misa. Entre los caballeros, y en el ambiente de los torneos, se sucedían riñas ocasionales con incidentes horribles –la ruptura de un cráneo, o el que un ojo se saliera de su órbita- mientras las apuestas continuaban y los dados volaban. La atención masculina a la vestimenta y a la moda era supuestamente desastrosa, con hombres que no tenían problema en vestir pieles de ovejas y zorros en lugar de las ropas hechas de materiales valiosos, con colores más acordes a la compañía femenina. Y tal vez lo peor de todo era su falta de refinamiento y modales hacia las mujeres, lo que era considerado ofensivo.

¿Quién podría, y cómo se lograría reformar a este género revoltoso? Una de las primeras soluciones fue planteada por una condesa francesa llamada Marie. De acuerdo a la historiadora Amy Kelly, con sus ideas de reforma masculina,

“Marie organizó a la turba de soldados, guerreros, duelistas, hombres de acción, jinetes, trovadores, nobles y debutantes, jóvenes hacendados, príncipes adolescentes, y princesas niñas en el gran salón de Poitiers. De este pandemonio, la condesa confeccionó una sociedad decorosa y elegante, cuya fama se extendió por todo el mundo. He ahí la misión de una mujer para alejar a los hombres de las emociones de la caza y los torneos, de los dados y los juegos, y atraerlos hacia la sociedad femenina, una misión para proscribir la tosquedad e imponer el tributo de adulación a la majestad femenina.”(1)

La Condesa Marie era una más entre una larga línea de reformadores que ayudaron a dar inicio a un ginocentrismo cuyo propósito era convencer a los hombres de los defectos compartidos por todo el género –esencialmente avergonzarlos- y prescribir como remedio el amor romántico y la adoración concomitante de las mujeres. A través de este programa, el amor romántico fue irremediablemente unido al código militar e introducido como una manera de domar la actitud pendenciera y brutal de los hombres, algo en lo que los tradicionalistas de hoy en día concuerdan en su llamado a que los hombres se adhieran a estos mismos roles masculinos establecidos por primera vez en la Europa medieval. Una de las autoridades actuales en este periodo de la historia describe el entrenamiento de los caballeros en la siguiente observación: “el surgimiento del amor cortés y su intersección con la caballerosidad en Occidente son ambos eventos del siglo XII. La idea según la cual el amor ennoblece y es necesario para la educación de un caballero proviene de las letras de este periodo, pero también de los romances de caballería. En ellos, los verdaderos amantes eran también los mejores caballeros.” (2)

Con el amor romántico firmemente establecido dentro del código de caballería, empezamos a ver el comportamiento romántico de los soldados tan familiar para nosotros hoy: ir a luchar y morir por su Dama, cartas de amor desde el frente de batalla, la foto arrugada de su amor en un bolsillo de su uniforme. En lugar de ser hombre, rey y patria, es el amor por “ella” el que ahora motiva a un hombre al sacrificio militar. Ésta es también la razón por la que tantas películas actuales en las que se retratan zonas de guerra y matanza incluyen a un héroe y a su damisela tomando una pausa para darse un apasionado beso mientras las bombas estallan a su alrededor, como para sugerir que toda esa carnicería es en nombre de ella y del amor romántico. Una vez aceptadas en el canon caballeresco, varias “reglas” de amor fueron impuestas con fuerza militar –por caballeros blancos, como los llamamos- y la cultura resultante ha sido imparable. Tratar de detenerla despierta la ira de todos esos caballeros blancos quienes te enterrarán vivo por romper esta nueva meta militar del amor romántico.

Antes de la Edad Media, el amor romántico era usualmente considerado con sospecha e incluso visto como un signo de inestabilidad mental que requería la eliminación de la fuente del problema, y tal vez una solución médica. En el contexto de los matrimonios arreglados, el amor romántico, si era permitido del todo, se llevaba a cabo de una manera discreta e incluso clandestina, sin el consentimiento explícito de la sociedad educada. Esta era la situación en todo el mundo hasta el advenimiento de la revolución europea.

El culto al amor caballeresco se radico primero entre las clases aristocráticas y pronto alcanzó a las clases comunes a través de la literatura y las narraciones; en particular la literatura romance. Habiendo germinado en Alemania y Francia en el siglo XII, el culto se expandió gracias a una industria pujante de producción de libros que llevaría la revolución ginocéntrica a todo el continente europeo.

Cuando uno considera los sujetos de estos libros –Gawain y Guinevere, Tristán e Isolda, heroicas hazañas masculinas por las mujeres, escándalos amorosos, cortejo, bodas de clase alta, adulterio, y estatus- se nos vienen a la mente inmediatamente las revistas para mujeres actuales que abundan en los estantes de las librerías y en las salas de espera.

Las revistas para mujeres y la omnipresente novela romántica –y la gula que las mujeres sienten por ellas- se pueden rastrear hasta este periodo en el que el término romance se acuñó. Según Jennifer Wollock, profesora de Literatura en la Universidad de Texas, esta literatura tenía un sustancial público femenino, incluyendo a las madres que les leían a sus hijas. Wollock afirma que la continua popularidad de las historias de amor caballeresco también se confirma por la procedencia de manuscritos romances y los contenidos de las bibliotecas de mujeres de la Edad Media tardía.

Los tres comportamientos del código de amor caballeresco

Manteniéndose en el lado masculino de la ecuación, los principales comportamientos prescritos por el código de amor caballeresco son: el llevar a cabo hazañas románticas, la galantería, y el vasallaje.

Anterior a esta redistribución en relaciones románticas, la galantería solía referirse a cualquier comportamiento valiente, especialmente en batalla. La palabra aún puede significar eso. Sin embargo, bajo las reglas del amor caballeresco se convirtió, según la definición del diccionario de Google, “atención cortés o respeto que el hombre le da a la mujer”. ¿Podrían estas dos definiciones de galantería estar más lejos la una de la otra? Así como los conceptos contrarios de caballerosidad militar y amor caballeresco, estas dos definiciones de galantería estiran el significado para cubrir dos dominios completamente diferentes de comportamiento. Parece entonces que las mujeres de la época hacían uso de los más grandes comportamientos expiatorios de los hombres –caballerosidad y galantería- para satisfacer sus apetitos narcisistas.

Un vasallo es definido como un siervo, un esclavo, un subordinado o dependiente, o una persona que entra en una obligación mutua hacia un señor o monarca en el contexto del sistema feudal en la Europa medieval. Las obligaciones a menudo incluían apoyo militar y protección mutua a cambio de ciertos privilegios, que usualmente incluían la concesión de tierra mantenida como un feudo. El vasallaje era entonces utilizado como una idea que Maurice Valency llamó “el principio formador de todo el diseño del amor cortés”.(3) Ya fuera un caballero, un trovador, o un plebeyo, la rutina de vasallos de la mujer era la orden del día en ese entonces, exactamente como lo es actualmente (4). Los poetas adoptaron la terminología del feudalismo, declarándose a sí mismos “vasallos” de la dama y se dirigían a ella como midons (mi señor), lo que se tomaba como la adulación estándar de una mujer. Una práctica particularmente impactante que mostraba la adaptación del sistema feudal era aquella en la que el hombre se ponía sobre una de sus rodillas ante la mujer. Al arrodillarse de esta manera, el hombre asume la postura del vasallo. Él le habla, jurándole su fe, prometiéndole, como lo haría un súbdito, no ofrecer sus servicios a nadie más. Incluso va más lejos: como lo haría un siervo, él le otorga a ella todo su ser como regalo.

Citando evidencia del vasallaje, Amy Kelly escribe: “Como estaba simbolizado en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en la actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (5)

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En resumen, era la relación feudal entre vasallo y señor la que le proveía al amante un modelo por su conducta humilde y servil.

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Los actores principales – entonces y ahora

Imaginemos a la Europa del siglo XII como una puesta en escena en la que se representan los temas del amor caballeresco, una que se volvería tan popular, que sus actores continuarían sirviendo como modelos a seguir para la población global 800 años después. Los actores principales en esta obra medieval son los siguientes, acompañados (en paréntesis) por los títulos que les damos a esos mismos actores hoy en día, mientras continúan ese antiguo drama:

Damas cortesanas (=Feministas). Las feministas de hoy en día se refieren a las damas cortesanas de la Edad Media como las primeras feministas, o protofeministas, y así como las feministas modernas, aquellas mujeres disfrutaban de un número considerable de privilegios y recursos. Entre los siglos XII y XIV, la evidencia muestra que las mujeres empezaron a causar agitación a causa de una aumentada autoridad sobre la manera “correcta” para llevar a cabo relaciones entre hombres y mujeres, con énfasis particular en lo que ellas creían que eran los roles adecuados para los hombres en una sociedad digna y cívica. No es de sorprender que ésta sea la época en la que mujeres poderosas tenían la facultad de establecer las “cortes de amor” encabezadas por mujeres y que actuaban de una manera similar a las Cortes de Familia actuales, en cuanto a que ambas arbitraban disputas amorosas entre parejas en conflicto.

La literatura clave del periodo, que detallaba la etiqueta adecuada en relaciones de género, era comisionada por mujeres poderosas para ser escrita (“El Arte del Amor Cortés”), y en algunos casos era escrita por las mismas mujeres (los escritos de Christine de Pizan, o los de Marie de France). El discurso emergente actuaba como una droga que prometía la introducción de un poder unilateral de mujeres sobre hombres, y a través de la diseminación de literatura romance que prometía una pronta propagación en todas las clases sociales del continente. Hemos estado viviendo las consecuencias desde entonces de una revolución mucho más significativa para la historia de relaciones entre géneros que la aparición de la píldora anticonceptiva y el divorcio no contencioso combinados- siendo el último un simple epifenómeno generado dentro de una cultura de amor caballeresco mucho más grande.

Los arquetipos introducidos en la sociedad por estas damas de noble cuna son identificables instantáneamente: la damisela en peligro (la mujer como inocente, la mujer como indefensa, la mujer como víctima), la princesa (la mujer como belleza, la mujer como sujeto narcisista que requiere devoción, la mujer como ser merecedor de privilegios especiales), y las damas de alta casta (la mujer moralmente pura, la mujer valiosa, la mujer como superior, la mujer con derecho a reclamar). Estas ilusiones aseguraron que la atención del hombre fuera enfocada a atender las necesidades de la mujer, un programa tan exitoso que las feministas modernas continúan dándole forma al escenario cultural actual con el mismo programa de sus antecesoras protofeministas. Y así como sus antecesoras, las feministas continúan utilizando narrativas que buscan avergonzar a los hombres para facilitar la herencia que las coloca en un pedestal.

fotor091415394Caballeros Blancos (=caballeros blancos). Conservamos esta metáfora para estos heroicos individuos, hombres galantes de muchas maneras, pero especialmente las incorrectas, como alardear ante mujeres poco merecedoras y deleitarse de manera concomitante en competir y lastimar a otros hombres. Más que cualquier otro actor en esta obra, los caballeros blancos se especializan en el comportamiento galante con el propósito de impresionar a las mujeres, y lograr al final que estas les alimenten el ego.

Para estos primeros caballeros blancos, el torneo de justas, precursor de los torneos atléticos actuales, consistía en competencias caballerescas o luchas en la Edad Media. En estas luchas, los caballeros estaban más que dispuestos a lastimar a otros hombres para ganar el elogio de las mujeres espectadoras. Los competidores eran observados luchando por mujeres que tiraban prendas de vestir en la arena donde los atletas las recogían y se las ponían –de ahí que el hombre que vestía el pañuelo de una mujer en particular la representaba a ella en el torneo.

Los hombres estaban básicamente luchando “por ella”, así como lo harían en campos de batalla reales por sus madres y esposas. Al hombre galante que ganaba el torneo se le daba la oportunidad de cortejar a la dama a quien representaba en el ring. Aún conservamos esta tradición ginocéntrica hoy en día: torneos de golf, de fútbol, de artes marciales, y así, están todos diseñados para mostrar proezas masculinas en las que los ganadores logran cortejar a las mejores mujeres.

MEDIEVAL KNIGHT & LADY BEFORE JOUST- ILLUSTRATIONOtras actividades de los caballeros blancos incluyen impresionar mujeres con grandes gestos de protección. Por ejemplo, la “Empresa del Escudo Verde con la Dama Blanca” era una orden de caballería fundada por Jean Le Maingre y doce caballeros más en 1399 que se comprometían a proteger mujeres. Inspirados por el ideal del amor cortés, el propósito de la orden era proteger y defender el honor, los bienes, la propiedad, la reputación, la fama y el elogio de todas las damas y damiselas, una tarea que recibió el elogio de Christine de Pizan. Le Maingre, cansado de recibir quejas de damas, doncellas, y viudas quejándose de ser oprimidas por hombres poderosos empeñados en privarlas de tierras y honores, y de no encontrar caballero o escudero dispuesto a defender su justa causa, fundó la orden de doce caballeros jurados a llevar “un escudo de oro esmaltado de verde y con una dama blanca en su interior.”

Los doce caballeros, después de hacer el juramento, redactaron una extensa carta explicando su propósito y la diseminaron ampliamente en Francia y más allá de sus fronteras. La carta decía que cualquier dama, joven o vieja, que fuera víctima de alguna injusticia podría pedir a uno o más caballeros que hicieran valer su honor, y ese caballero respondería prontamente, dejando cualquier otra tarea que estuviera haciendo para luchar en persona con el opresor de la dama en cuestión. Las similitudes de esta Orden con empresas contemporáneas tales como la Campaña de la Cinta Blanca (White Ribbon Campaign) en la que “embajadores” masculinos hacen un juramento a toda la femineidad de nunca consentir, excusar o permanecer callados respecto a la violencia contra la mujer, y de intervenir y actuar contra cualquier hombre acusado de alguna ofensa contra una mujer. Las similitudes entre estas galantes misiones dejan claro que el linaje de caballeros blancos ha progresado fluidamente hacia la era moderna.

Trovadores I (=Pick Up Artists [artistas de la conquista] y los promotores del “Juego” [Conquista]). El trabajo de los trovadores era difundir la palabra respecto a las virtudes del amor caballeresco a través de la música, las canciones, la poesía, y las narraciones. Tanto aristócratas como comunes disfrutaban escuchar cuentos sobre valentía, y las damas se dejaban llevar con los poemas épicos al tiempo que los trovadores practicaban los rituales del amor caballeresco. Así como los Artistas de la Conquista y los Don Juanes hoy en día, quienes hablan y escriben en elogio de la vagina, los trovadores también eran compositores y promotores de las “artes del amor”, que apuntaban a asegurar la plenitud sexual.

Como esos trovadores, Roosh y Roissy [nota del traductor: Conocidos artistas de la conquista en internet], entre otros, continúan la tradición de escribir prosa que ilustra las muchas maneras de adular a las mujeres para poder meterse en sus pantalones. Game [conquista, juego] es una palabra muy apta para esta tradición que ya cumple 800 años, con su prescripción de líneas ensayadas y falta de autenticidad personal. Es un juego ensayado de adoración de las mujeres orientado a una meta muy estrecha. En esencia, esta rutina de Casanova consiste simplemente en fingir el amor caballeresco con el propósito de manipular, generalmente con el objetivo de obtener sexo. Cuando las mujeres modernas llaman a estos hombres “jugadores” están muy cerca de acertar. Aunque Roosh et al declaran externamente rechazar la caballerosidad, aún así aceptan sus principios como si fueran actores consumados.

Trovadores II (=hombres feministas – a veces llamados despectivamente “manginas”). A diferencia de los trovadores mencionados arriba, quienes abogan por un amor orientado a la satisfacción sexual, los Trovadores II abogan por un tipo de amor más idealizado de anhelo que no se consuma en una satisfacción sexual. Básicamente, estos hombres se parecen más a unos Romeos aduladores que a unos excitados Casanovas. El concepto que los guía era llamado “fin’amors”, que significa “amor puro”. Dichos hombres eran particularmente predominantes en el norte de Francia, mientras que en el sur se podía ver que los trovadores (tipo I, ya mencionados más arriba) celebraban un amor adúltero o carnal en el que se buscaban encuentros sexuales.

Otra cosa que distinguía a los trovadores tipo II de los otros era la autenticidad. Estos hombres parecían identificarse totalmente con su papel y no eran simples jugadores. Su deseo de servir a las mujeres como vasallos, o incluso tal vez como esclavos masoquistas, apelaba a su carácter más íntimo. La versión de hoy en día serían los típicos hombres feministas, que trabajan incansablemente para difundir el mensaje de sus superiores feministas, al igual que aquellos trovadores esclavizados que abogaban por las idiosincrasias narcisistas de sus damas. El papel de vasallaje aplica en este caso más que en cualquier otro personaje de la Edad Media –no simplemente como una rutina para poder conseguir sexo, sino como acto verdaderamente devoto.

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Lo que nos trae a lo que el Movimiento de los Derechos Humanos de los Hombres (MHRM) se refiere como ginocentrismo. De lo anterior es claro que, a menos de que haya evidencia de una cultura (ampliamente) ginocéntrica anterior a la Edad Media, entonces el ginocentrismo tiene precisamente 800 años. Para determinar si esta tesis es válida, primero necesitamos definir qué es exactamente a lo que nos referimos con “ginocentrismo”.

El término “ginocentrismo” ha estado en circulación desde los años de 1800, hasta donde he podido encontrar, y su definición general es “centrarse en las mujeres; preocuparse sólo por las mujeres” (6). Adam Kostakis define el ginocentrismo de manera más específica: “el sacrificio masculino para el beneficio de las mujeres” y como “deferencia de los hombres hacia las mujeres”, y concluye: “El ginocentrismo, ya sea que se llame honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, no ha cambiado en su esencia. Continúa siendo un deber particularmente masculino el ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte segura y helada”. (7)

De estas definiciones podemos ver que ginocentrismo podría referirse a cualquier práctica que se centra en las mujeres en una sociedad que en otras circunstancias es androcéntrica, o incluso a un solo acto ginocéntrico llevado a cabo por un individuo. Teniendo en mente este amplio uso del concepto, la frase “cultura ginocéntrica” parece ser más precisa para los propósitos de este ensayo, y dicha frase la definiré aquí como “cualquier cultura que instituya reglas para las relaciones de género que beneficien a las mujeres a expensas de los hombres en un amplio rango de aspectos”.

En la base de nuestra actual forma de ginocentrismo se encuentra la práctica del sacrificio masculino forzado a beneficio de las mujeres. Si aceptamos esta definición, necesitamos mirar hacia atrás y hacer la pregunta concomitante de si los sacrificios masculinos a lo largo de la historia siempre fueron llevados a cabo por las mujeres o si, en cambio, se hicieron por alguna otra meta primaria. Por ejemplo, cuando los hombres son enviados a morir en grandes números en las guerras, ¿fue acaso por las mujeres, o fue más bien por el Hombre, Rey, y País? Si fue por lo último, entonces no podemos declarar que fue el resultado de una cultura ginocéntrica intencional, o al menos no en la manera en que lo he definido aquí. Si el sacrificio no se hace para el beneficio de las mujeres, aún si ellas son beneficiarias ocasionales de ese sacrificio masculino, entonces no se trata de ginocentrismo.

La prescindibilidad masculina estrictamente “en beneficio de las mujeres” comienza de manera notable después del advenimiento de la revolución de género del siglo XII en Europa –una revolución que nos entregó términos como galantería, caballerosidad, amor caballeresco, cortesía, romance, y otros. De ese periodo en adelante, las prácticas ginocéntricas crecieron exponencialmente, culminando en las demandas del feminismo actual. En resumen, el ginocentrismo era un fenómeno aislado en el mejor de los casos antes de la Edad Media, después de lo cual se volvió algo ubicuo.

Con todo esto en mente, no tiene mucho sentido hablar de una cultura ginocéntrica que empezó junto con la revolución industrial hace sólo 200 años (o hace 100 o incluso 30 años), o de que ésta empezó hace ya dos millones de años, como algunos argumentan. No estamos luchando simplemente con dos millones de años de programación genética; nuestro enemigo, culturalmente construido, es mucho, mucho, más simple de señalar y de, potencialmente, revertir. La evidencia histórica es fuerte. Todo lo que necesitamos hacer es mirar las circunstancias bajo las cuales el ginocentrismo empezó a florecer, e intentar revertir dichas circunstancias. Específicamente, si la cultura ginocéntrica se ocasionó por la práctica de avergonzar, entonces ese es el enemigo al que apuntar con el objeto de revertir toda la empresa. Para mí, ese proceso podría empezar rechazando la falsa pureza moral a la que las mujeres del último milenio han pretendido llegar, y contra la cual han sido comparados los peores ejemplos de los hombres con la pretensión de avergonzar a todo el género.

Referencias

  1. Amy Kelly, “Eleanor of Acquitaine and Her Courts of Love”. Fuente: Speculum, Vol. 12, No. 1 (Publicado por Medieval Academy of America, 1937)
  2. Jennifer G. Wollock, “Rethinking Chivalry and Courtly Love”. (Publicado por Praeger, 2011)
  3. Maurice Valency, “In Praise of Love: An Introduction to the Love Poetry of the Renaissance, (Macmillan, 1961).
  4. Para un excelente artículo sobre vasallaje hoy en día, ver el escrito por Gordon Wadsworth “The Western Butler and his Manhood”, que indica un línea ininterrumpida entre el vasallaje romántico de la Edad Media y el papel de “mayordomo” que se espera de los hombres actualmente. (Publicado por AVFM, 2013).
  5. Amy Kelly, “Did Women Have a Renaissance?” en Mujeres, Historia y Teoría. (Publicado por UCP Press, 1984).
  6. com – Gynocentric
  7. Adam Kostakis, Gynocentrism Theory – (Publicado en línea, 2011). Aunque Kostakis asume que el ginocentrismo ha estado presente a lo largo de la historia, señala a la Edad Media para comentar: “Hay una inmensa continuidad entre el código de la clase caballeresca que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno… Uno podría decir que son la misma entidad, que ahora existe en una forma más madura –ciertamente, no estamos lidiando con dos creaturas diferentes.”

 

https://gynocentrism.com/2013/07/14/the-birth-of-chivalric-love/

Cultura Ginocéntrica

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)
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¿Comenzó la cultura centrada alrededor de las mujeres en la prehistoria?

Esta pregunta es formulada en ocasiones por gente que piensa que el ginocentrismo ha estado presente siempre en la evolución humana. La respuesta es, por supuesto, si – el ginocentrismo ha estado presente a lo largo de la historia humana. Sin embargo, es importante hacer la distinción entre ginocentrismo (es decir, actos ginocéntricos individuales, costumbres, o eventos) y cultura ginocéntrica (un penetrante complejo cultural que afecta cada aspecto de la vida). Nunca seremos lo suficientemente precisos como para encontrarle algo de sentido a este tema, a menos de que insistamos en la distinción entre ginocentrismo y cultura ginocéntrica.

Ginocentrismo:

5-venus-of-willendorfEs sencillo exagerar la importancia de los ejemplos específicos de ginocentrismo cuando en realidad dichos ejemplos pueden estar igualmente balanceados, culturalmente hablando, por actos y costumbres centrados alrededor de los hombres, o por eventos que niegan el concepto de una ubicua cultura ginocéntrica. Se nos recuerda aquí que el viejo adagio “una golondrina no hace el verano” y que de la misma manera, actos ginocéntricos individuales, o incluso un pequeño grupo de dichos actos, no equivale a una cultura ginocéntrica generalizada.

Ejemplos individuales de ginocentrismo son a veces malinterpretados como ejemplos de una cultura más amplia, como se evidencia en la discusión alrededor las antiguas estatuillas femeninas que algunas personas consideran como indicadores de culturas ginocéntricas en las que se rendía culto a diosas. Pero no es sólo que la importancia de dichas figuras ha sido bastamente exagerada, sino que la cantidad que se ha descubierto de las mismas es potencialmente abultada según prominentes antropólogas feministas:

Los análisis cuantitativos del imaginario del Paleolítico Tardío dejan claro que también hay imágenes de hombres y que, en líneas generales, la mayoría del imaginario de humanos-humanoides no puede ser fácilmente identificada como masculina o femenina. De hecho, ninguna fuente puede afirmar que más del 50 por ciento del imaginario sea evidentemente femenino”.

(AncientGoddesses)

Incluso si la mayoría de estas estatuillas han sido identificadas como femeninas, esto no sería un indicativo de una cultura ginocéntrica, más de lo que las estatuas de la diosa Atenea, y el Partenón construido en su honor, indicarían que la antigua Atenas era una ciudad ginocéntrica – que claramente no lo era.

Los arqueólogos han descubierto plantillas de manos femeninas en cuevas antiguas, creadas en la práctica de esparcir barrosobre una mano de mujer desde la boca. Algunos han conjeturado, sin evidencia alguna, que esas mismas manos serían las autoras de los animales que también se encontraban pintados en las paredes de las cuevas. Adicionalmente, estos arqueólogos asumen que la presencia de manos femeninas no sólo significaba que las mujeres pintaban el arte de las cuevas, sino que también todo el mundo antiguo “debió haber” consistido de una cultura completamente ginocéntrica. Estas conjeturas muestran los peligros que conlleva el permitir que la imaginación se separe demasiado de la evidencia.

Más ejemplos de estos excesos se dan al citar el material ficticio de la época clásica, tales como Helena de Troya (un mito griego), o Lisístrata (una obra de teatro griega) como pruebas de cultura ginocéntrica; infortunadamente, estos ejemplos son tan útiles para entender el ginocentrismo como lo serían la película El Planeta de los Simios para futuros investigadores que estén estudiando la historia de los primates.

Cultura Ginocéntrica:

Un complejo cultural se refiere a una configuración significativa de rasgos culturales que tienen una significancia importante en la manera en que la gente vive su vida. En sociología, se define como el conjunto de rasgos culturales unificados y dominados todos por un rasgo esencial; como un complejo cultural industrial, un complejo cultural religioso, un complejo cultural militar, y así sucesivamente. En cada uno de estos complejos podemos identificar un factor central – la industria, la religión, la milicia – por lo que requeriríamos un factor central para que el complejo cultural ginocéntrico calificara para el título. En el centro del complejo cultural ginocéntrico está la estructura feudal de señores y vasallos, una estructura que eventualmente fue adoptada como modelo de relaciones de género y requería que los hombres sirvieran como vasallos de las mujeres. C.S. Lewis llamó a esta restructuración de relaciones entre los géneros “la feudalización del amor” y adecuadamente sugirió que ésta no dejó ni un solo rincón de nuestra ética, imaginación, o vida diaria sin tocar.

subservient-maleLa feudalización del amor no era algo que pudiera verse en épocas anteriores al Medioevo, y mucho menos en la era Paleolítica cuando el feudalismo sencillamente no existía. Por ejemplo, no hemos visto aún pinturas en cuevas iguales a este arte de la Edad Media que muestra a un hombre actuando como servil vasallo de una mujer dominante, quien lo lleva de su cuello por un cabestro.

En resumen, pareciera que todo el mundo está de acuerdo con que los ejemplos de actos ginocéntricos han existido a lo largo de la historia humana. La pregunta no es si un acto en particular ocurrió, sino éste era parte de una cultura más dominante de ginocentrismo. La respuesta que se busca no es si un acto ginocéntrico fue registrado, sino cuándo el complejo cultural ginocéntrico (GCC) empezó, respecto a lo cual parece haber tres teorías principales.

  • Génesis Antiguo
  • Génesis Medieval
  • Génesis Reciente

Esta página ofrece evidencia que claramente favorece la Génesis Medieval, ya que simplemente no hay suficiente evidencia de ginocentrismo en la cultura antigua más allá de algunos ejemplos dispersos. De hecho, lo que sabemos de civilizaciones clásicas parece favorecer la conclusión opuesta – que éstas fueron culturas evidentemente androcéntricas que tuvieron influencia global hasta la revolución europea del siglo XII.

https://gynocentrism.com/2013/10/19/gynocentrism-or-gynocentric-culture/

Sobre el Ginocentrismo

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)

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Ginocentrismo n. (del griego ???? “mujer” – Latín centrum, “centrdo”) se refiere a enfocarse de manera exclusiva o dominante en la mujer, en teoría y en práctica; o a la defensa de esa premisa (1). Cualquier cosa puede ser considerada ginocéntrica (Adj.) cuando se está tratando exclusivamente con un punto de vista femenino (o específicamente feminista) (2).

Katherine K. Young y Paul Nathason declaran que el enfoque predominante de la ideología ginocéntrica es dar prioridad a las mujeres jerárquicamente, y como resultado ésta puede ser interpretada como misandria (el odio y prejuicio hacia los hombres). Los llamados por la igualdad e incluso la equidad por parte de las feministas son a menudo, de acuerdo con esos autores, una treta para llegar al ginocentrismo (3).

Young y Nathanson definen el ginocentrismo como una forma de ver el mundo basada en la creencia explícita según la cual el mundo gira en torno a las mujeres, un tema cultural que estos autores aseguran se ha vuelto “de rigor” tras bastidores en las cortes y burocracias gubernamentales, lo que ha resultado en una discriminación sistémica contra los hombres (4). Los autores exponen además que el ginocentrismo es una forma de esencialismo –distinto de la escolaridad o la actividad política en nombre de las mujeres- en la medida en que se centra en las virtudes innatas de las mujeres y los vicios innatos de los hombres.

Otros autores hacen la discriminación entre tipos de ginocentrismo, tales como los actos o eventos ginocéntricos individuales (por ejemplo el Día de la Madre), y el concepto más amplio de una cultura ginocéntrica, que se refiere a una colección más grande de rasgos culturales que tienen una mayor significancia en la forma en que la gente vive (6).

 

Historia

Los elementos de cultura ginocéntrica que existen hoy en día se derivan de prácticas que se originaron en la sociedad medieval, tales como el feudalismo, la caballería y el amor cortés, que continúan dando forma a la sociedad contemporánea en formas muy sutiles. Peter Wright se refiere a dichos patrones ginocéntricos como constituyentes de “feudalismo sexual”, como lo confirman escritoras como Lucrezia Marinella, quien en 1600 relató que las mujeres de clases socioeconómicas bajas eran tratadas como superiores por hombres que actuaban como sirvientes o bestias hechas para servirles, o por Modesta Pozzo quien en 1590 escribió:

“¿no vemos acaso que la tarea legítima de los hombres es ir a trabajar hasta el agotamiento tratando de acumular riqueza, como si fueran nuestros agentes o representantes, de tal manera que nosotras permanezcamos en casa como señoras de la heredad dirigiendo su trabajo y disfrutando de las ganancias de su labor? Esa, si lo quieren así, es la razón por la que los hombres son por naturaleza más fuerte y robustos que nosotras –ellos necesitan serlo, de tal manera que puedan soportar el pesado trabajo que deben padecer a nuestro servicio.” (7)

El ataúd dorado en la imagen de arriba muestra escenas de comportamiento servil hacia las mujeres que eran típicas de la cultura del amor cortés de la Edad Media. Dichos objetos eran regalos que los hombres daban a las mujeres buscando impresionarlas. Nótese a la mujer de pie y con las manos en la cintura en posición de autoridad, y al hombre que está siendo llevado por un cabestro, con sus manos juntas en posición de sumisión.

Es claro que mucho de lo que hoy llamamos ginocentrismo fue inventado en la Edad Media, con las prácticas culturales de la caballerosidad romántica y el amor cortés. En la Europa del siglo XII, el feudalismo servía como base de un nuevo tipo de amor en el que los hombres jugaban el papel de vasallos de las mujeres, que a su vez jugaban el papel de un Señor idealizado. C.S. Lewis, a principios del siglo XX, se refería a esta revolución histórica como “la feudalización del amor”, y declaraba que no ha dejado ni un solo rincón intacto en lo que concierne a nuestra ética, nuestra imaginación y nuestra vida diaria. (8) Lewis escribe:

“Todo el mundo ha escuchado sobre el amor cortés, y todo el mundo sabe que apareció muy repentinamente al final del siglo XI en Languedoc. El sentimiento, desde luego, es amor, pero amor de una clase altamente especializada, cuyas características podrían ser enumeradas como Humildad, Cortesía, y la Religión del Amor. El amante siempre es abyecto. La obediencia de los deseos más nimios de su señora, sin importar que caprichosos sean, y el consentimiento mudo a los reproches de ella, sin importar lo injustos que sean, son las únicas virtudes que él se atreve a reclamar. Este es un servicio de amor moldeado cuidadosamente sobre el servicio que un vasallo feudal le debe a su señor. El amante es el”hombre” de la dama. Se dirige a ella como midons, que etimológicamente representa “mi señor” y no “mi señora”. Toda la actitud ha sido descrita apropiadamente como “una feudalización del amor”. Este solemne ritual amatorio es considerado como parte esencial de la vida cortesana” (9).

Con el advenimiento de mujeres (inicialmente cortesanas) elevadas a la posición de “Señor” en las relaciones íntimas, y con este sentimiento general difundido a las masas y a lo largo del gran parte del mundo hoy en día, se justifica hablar de un complejo cultural ginocéntrico que afecta, entre otras cosas, las relaciones entre hombres y mujeres. Además, a menos de que se pueda encontrar evidencia concreta de una extendida cultura ginocéntrica en periodos anteriores a la Edad Media, entonces el ginocentrismo tiene precisamente 800 años. Para determinar si esta tesis es válida, es necesario mirar con más detalle aquello a lo que nos referimos como “ginocentrismo”.

Ginocentrismo como fenómeno cultural

El término ginocentrismo ha estado en circulación desde los años de 1800, cuya definición general es “centrarse en las mujeres; preocuparse exclusivamente por las mujeres” (10). De esta definición podemos ver que ginocentrismo puede referirse a cualquier práctica centrada en el género femenino, o a un simple acto ginocéntrico llevado a cabo por un individuo. No hay nada inherentemente malo con un acto ginocéntrico (por ejemplo, el Día de la Madre) o, en ese caso, con un acto androcéntrico (celebrar el Día del Padre). Sin embargo, cuando un acto se institucionaliza en la cultura en detrimento de otros actos, entonces estamos frente a una costumbre hegemónica –es decir, es la costumbre relacional de elevar a las mujeres al papel de Señor en relación con sus vasallos masculinos.

El autor de Teoría Ginocéntrica, Adam Kostakis, ha intentado expandir la definición de ginocentrismo para referirse al “sacrificio masculino para el beneficio de las mujeres” y “la deferencia de los hombres hacia las mujeres”, y concluye: “El ginocentrismo, ya sea que lleve el nombre de honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, no ha cambiado en su esencia. Continúa siendo un deber particularmente masculino el ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte segura y helada” (11). Yo estoy de acuerdo con las descripciones de Kostakis de un deber masculino asumido, pero la frase “cultura ginocéntrica” transmite su intención de manera más precisa que decir solamente “ginocentrismo”. Por lo que cuando se usa la palabra sola en esta página, “ginocentrismo” se refiere a una parte de toda la cultura ginocéntrica, frase que defino aquí como cualquier cultura que instituya reglas para relaciones de género que beneficien a las mujeres a expensas de los hombres a lo largo de un amplio rango de medidas.

En la base de nuestra actual forma de ginocentrismo se encuentra la práctica del sacrificio masculino forzado a beneficio de las mujeres. Si aceptamos esta definición, necesitamos mirar hacia atrás y hacer la pregunta concomitante de si los sacrificios masculinos a lo largo de la historia siempre fueron llevados a cabo por las mujeres o si, en cambio, se hicieron por alguna otra meta primaria. Por ejemplo, cuando los hombres son enviados a morir en grandes números en las guerras, ¿fue acaso por las mujeres, o fue más bien por el Hombre, Rey, y País? Si fue por lo último, entonces no podemos declarar que fue el resultado de una cultura ginocéntrica intencional, o al menos no en la manera en que lo he definido aquí. Si el sacrificio no se hace para el beneficio de las mujeres, aún si ellas son beneficiarias ocasionales de ese sacrificio masculino, entonces no se trata de ginocentrismo.

La prescindibilidad masculina estrictamente “en beneficio de las mujeres” comienza de manera notable después del advenimiento de la revolución de género del siglo XII en Europa –una revolución que nos entregó términos como galantería, caballerosidad, amor caballeresco, cortesía, romance, y otros. De ese periodo en adelante, las prácticas ginocéntricas crecieron exponencialmente, culminando en las demandas del feminismo actual. En resumen, el ginocentrismo era un fenómeno aislado en el mejor de los casos antes de la Edad Media, después de lo cual se volvió algo ubicuo.

Con todo esto en mente, no tiene mucho sentido hablar de una cultura ginocéntrica que empezó junto con la revolución industrial hace sólo 200 años (o hace 100 o incluso 30 años), o decir que ésta empezó hace ya dos millones de años, como algunos argumentan. No estamos luchando simplemente con dos millones de años de programación genética; nuestro enemigo, culturalmente construido, es mucho, mucho, más simple de señalar y de, potencialmente, revertir. Todo lo que necesitamos hacer es mirar las circunstancias bajo las cuales el ginocentrismo empezó a florecer, e intentar revertir dichas circunstancias. Específicamente, eso quiere decir rechazar las ilusiones del amor romántico (amor feudalizado), junto con las prácticas de misandria, humillación masculina y servidumbre que en definitiva lo apoyan.

 

La Querelle des Femmes, y la defensa de las mujeres

La Querelle des Femmes se traduce como “la controversia de las mujeres” y equivale a lo que hoy llamaríamos una guerra de géneros. La querelle comienza en la Europa del siglo XII y encuentra su culminación en la actual ideología impulsada por feministas (aunque algunos autores afirman, de manera poco convincente, que la querelle llegó a su fin en los años de 1700). El tema básico de esa controversia que ya lleva siglos giraba, y continúa haciéndolo, alrededor de la defensa de los derechos, poder y estatus de las mujeres, y por lo tanto Querelle des Femmes sirve como el título original del discurso ginocéntrico.

Si consideramos la longevidad de esta revolución, podríamos estar inclinados a coincidir con la declaración de Barbarossaaa que dice que “el feminismo es la máquina de defensa perpetua de las mujeres.”

Al ubicar los eventos anteriormente descritos en una línea de tiempo coherente, se ve que la servidumbre caballerosa hacia las mujeres fue elaborada y tuvo patrocinio bajo el reinado de Eleanor de Aquitaine (1137-1152), e instituida culturalmente a lo largo y ancho de Europa durante los 200 años siguientes. La Querelle des Femmes surgió después de arraigarse de esa manera en suelo europeo, y se refiriere a la cultura de defensa, que nació para proteger, perpetuar e incrementar el poder femenino, en relación con el masculino, que continúa hasta hoy, en una tradición ininterrumpida, en los esfuerzos del feminismo contemporáneo (12).

Los escritos de la Edad Media en adelante están llenos de testimonios de hombres intentando adaptarse a la feudalización del amor y al servicio de las mujeres, junto con la agonía emocional, la vergüenza y en algunos casos la violencia física que sufrieron en el proceso. La caballerosidad ginocéntrica y la querelle asociada no han recibido mucha elaboración en los cursos de los estudios de hombres hasta la fecha, pero con la emergencia de nuevos manuscritos y traducciones al inglés de mejor calidad, podría ser rentable iluminar este camino (13). Por ejemplo, el texto que estaba leyendo una vez más hoy, “Al Servicio de las Damas” de Ulrich Von Liechtenstein (1250) representa un tesoro escondido de las emociones a las que se enfrenta un hombre tratando de adaptarse a este papel de vasallo; textos como éste podrían ser incluidos en planes de estudios y explorados para un entendimiento más profundo de la experiencia masculina y las expectativas culturales que se imponen a los hombres.

 

Referencias

  1. Diccionario de Inglés Oxford – Vers.4.0 (2009), Oxford University Press, ISBN 978-0199563838
  2. Diccionario de Inglés Oxford 2010
  3. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Legalizing Misandry, 2006 p.116
  4. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Legalizing Misandry, 2006 p.309
  5. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Sanctifying Misandry, 2010 p.58
  6. Wright, Peter, Gynocentrism: From Feudalism to Modern Disney Princesses, 2014 p.8
  7. Wright, Peter, ‘The sexual-relations contract,’ Capítulo 7 in Gynocentrism: From Feudalism to Modern Disney Princesses, 2014 p.28
  8. C.S. Lewis, Friendship, capítulo en The Four Loves, HarperCollins, 1960
  9. C.S. Lewis, The Allegory of Love, Oxford University Press, 1936
  10. Dictionary.com – Gynocentric
  11. Adam Kostakis, Gynocentrism Theory – (Published online, 2011). Aunque Kostakis asume que el ginocentrismo ha existido desde que se tienen registros históricos, señala en particular a la Edad Media para comentar: “Hay una continuidad considerable entre el código caballeresco de clases que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno… Uno podría decir que son la misma entidad que ahora existe de una manera más madura –ciertamente no estamos lidiando con dos creaturas diferentes”
  12. Joan Kelly, Early Feminist Theory and the Querelle des Femmes (1982), reimpresa en Women, History and Theory, UCP (1984)
  13. El New Male Studies Journal ha publicado artículos que tratan sobre la historia y la influencia de la caballerosidad en las vidas masculinas.

About gynocentrism

Wife of Bath, criminal justice & men’s subordination to women

Article by Douglas Galbi

Wife of Bath illustration from Ellesmere Chaucer

In the Wife of Bath’s Prologue within Geoffrey Chaucer’s fourteenth-century Canterbury Tales, Alisoun accused her husband Jankyn of murdering her. Actual murder victims never make such accusations. Alisoun concocted her accusation of murder to strike back at Jankyn and make him subordinate to her. In the subsequent Wife of Bath’s Tale, women court leaders suspended punishing a man for rape in order to promote men’s subordination to women. The Wife of Bath’s Prologue and Tale present criminal justice as a pretext for promoting men’s subordination to women.

Alisoun initiated domestic violence against her husband Jankyn. Living within gynocentric society, Jankyn found a measure of humor and enjoyment in reading literature of men’s sexed protest, including the venerable classics Theophrastus’s Golden Book on Marriage and Valerius’s letter to his friend Rufinus. Alisoun responded violently to Jankyn’s peaceful reading:

And when I saw he would never cease
Reading on this cursed book all night,
All suddenly have I plucked three leaves
Out of his book, right as he read, and also
I with my fist so hit him on the cheek
That in our fire he fell down backwards. [1]

Jankyn got back up and hit her back. She fell down and then claimed that he, a battered spouse, murdered her. When Jankyn came to kiss her and apologize, she struck him again. In medieval Europe, men were punished as perpetrators of domestic violence and as victims of domestic violence. Peace came to their household not through criminal justice, but by the husband making himself subordinate to his wife. Alisoun explained:

We made an agreement between our two selves.
He gave me all the control in my hand,
To have the governance of house and land,
And of his tongue, and of his hand also;
And made him burn his book immediately right then.
And when I had gotten unto me,
By mastery, all the sovereignty,
And that he said, ‘My own true wife,
Do as you please the rest of all thy life;
Guard thy honor, and guard also my reputation’ —
After that day we never had an argument. [2]

Alisoun’s sovereignty over Jankyn encompassed what he said, what he did, and even what he read. Political structures of oppression seldom reach that extent of personal domination.

In the Wife of Bath’s Tale, public and personal support for women’s domination of men allowed a knight to escape punishment under law for rape. While out hunting, the knight saw a maiden walking. While most men, like most male primates, don’t rape, this knight raped that maiden. Rape of women has been considered a serious crime throughout recorded history. The Wife of Bath reported that the knight was condemned to death for raping the maiden. However, the queen and other courtly ladies intervened. They were delegated authority to decide whether the knight would be executed.

The queen declared that the knight’s punishment would be remitted if he declared satisfactorily what women most desire. The queen gave the knight up to twelve months to declare publicly what women most desire. The knight desperately searched for the saving answer. What women want has always been a vigorous topic of public discussion in gynocentric society. The knight heard many different answers. He despaired of finding the saving one. Finally, an ugly woman offered to solve the riddle for the knight if he would do whatever she requested of him. The knight agreed. The ugly woman whispered the answer to him.

The knight successfully declared publicly what women want. The queen’s ad hoc court of justice publicly assembled:

Very many a noble wife, and many a maid,
And many a widow, because they are wise,
The queen herself sitting as a justice,
Are assembled, to hear his answer;
And afterward this knight was commanded to appear.
Silence was commanded to every person,
And that the knight should tell in open court
What thing that worldly women love best.

Before that court, the knight courageously declared to the queen:

“My liege lady, without exception,” he said,
“Women desire to have sovereignty
As well over her husband as her love,
And to be in mastery above him.
This is your greatest desire, though you kill me.
Do as you please; I am here subject to your will.”

The women sitting in judgment of him universally acclaimed the knight’s answer. In response to his public recognition of women’s interest in dominating men, the women exercised their dominance by freeing him from the death penalty for raping a woman.

The knight, however, was still beholden to the women who had provided the answer that saved him. She, the “loathly lady,” was low-born, ugly, old, and poor. She ordered the knight to marry her. The knight was horrified at that request. But he had given his word. Empathy and generosity can save women from oppressive terms of ill-considered agreements. Men are much less likely to benefit from such favor. The knight was forced to wed and sleep with the loathly lady. In short, under today’s understanding, he was raped.

Men’s lack of good life choices is sustained through men’s subordination to women and romantic fantasies. In despair at not having fulfilling alternatives for living his life, the knight repressed his desires, nullified his independent thinking, and surrendered his rational agency to his wife, the loathly lady:

“My lady and my love, and wife so dear,
I put me in your wise governance;
Choose yourself which may be most pleasure
And most honor to you and me also.

The loathly lady carefully confirmed her husband’s total subordination to her:

“Then have I gotten mastery of you,” she said,
“Since I may choose and govern as I please?”
“Yes, certainly, wife,” he said, “I consider it best.”

Then, in the fairytale of all fairytales, the wife turned into a beautiful young woman. Men today internalize this fairytale with the common saying, “happy wife, happy life.”[3]

The injustices of criminal justice are in part a problem of imagination. Few today can even imagine asking the question, “what do men most desire?” A satisfactory answer is not that men are dogs. Most men don’t desire sovereignty or mastery over others, be those others women or men. Most men surely desire not to be treated as criminally suspect persons, and to receive due process and equal justice under law. A good beginning to answering the question “what do men most desire?” is to face the highly disproportionate number of men prisoners and ask why they are imprisoned.

Notes:

[1] Geoffrey Chaucer, The Wife of Bath’s Prologue and Tale, ll. 788-93, modernized English from Benson (2008). Subsequent quotes, unless otherwise noted, are from id., ll. 812-22, 1026-30, 1037-42, 1230-33, 1236-38.

[2] Mann (2002), p. ix, expresses concern that since 1992, “this reluctance to credit Chaucer with a ‘real sympathy’ with women has persisted and intensified.” Mann earnestly pondered whether Chaucer wrote “without incurring the charge of antifeminism.” Id. p. 25. For scholars today, the charge of antifeminism is as serious as the charge of murder, at least if the victim is a woman. Chaucer probably wrote for noble ladies. See note [14] and related text in my post on the Griseldas of Boccaccio, Petrarch, and Chaucer.

[3] McTaggert (2012) p. 61, n. 3, observes:

Suffice it to say that Chaucer scholarship remains undecided about whether the Wife’s text makes a case for feminism or not.

Such Chaucer scholarship should simply declare its worthlessness and shift to the more important task of appreciating Boccaccio’s Corbaccio.

[image] Wife of Bath illumination from the Ellesmere Chaucer, f. 72r (probably first or second decade of the fifteenth century). MS EL 26 C 9 in Huntington Library, San Marino, California.

References:

Benson, Larry, trans. 2008. Geoffrey Chaucer. The Wife of Bath’s Prologue and Tale. The Geoffrey Chaucer Page, Harvard University.

Mann, Jill. 2002. Feminizing Chaucer. Woodbridge, Suffolk, UK: D.S. Brewer.

McTaggart, Anne. 2012. “What Women Want?: Mimesis and Gender in Chaucer’s Wife of Bath’s Prologue and Tale.” Contagion: Journal of Violence, Mimesis, and Culture. 19 (1): 41-67.

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Glorification of men’s love abjection

Article by Douglass Galbi

woman blessing knight serving in amour courtois

Since late in the nineteenth century, learned scholars have intensely and earnestly deliberated various historical and technical issues associated with medieval European poésie lyrique and amour courtois. This deliberation, though courteous, has been heated and pointed. Scholarly reputations have risen and fallen in the verbal battles. Just as in war generally, almost all the persons fighting in this field of medieval scholarship have been men. Consistent with the gynocentrism typical of primates, all the leading men have glorified men’s love abjection and men’s love servitude to women.

Narrow historical and technical disputes about amour courtois have obscured broad scholarly endorsement of men’s love abjection and men’s love servitude to women. Claims about medieval European poésie lyrique have been qualified to amour courtois. The latter, however, has been identified as an anachronistic term. Fin d’amor has thus among scholars become a more reputable term for amour courtois. Being French, amour courtois is more stylish than “courtly love.” Both terms are etymologically related to being classy. Embracing the spirit of democratic equality, an elite medieval scholar coined the term “courtly experience.” That term emphasizes that amour courtois is a universal impulse:

I hold that here is a gentilezza {courtesy} which is not confined to any court or privileged class, but springs from an inherent virtù {manly excellence}; that the feelings of courtoisie are elemental, not the product of a particular chivalric nurture. In the poets’ terms, they allow even the most vilain {common} to be gentil {noble}. [1]

“Courtly experience” expressed in poetry can be a way of looking at life even for peasants rolling in the hay:

The courtly experience is the sensibility that gives birth to poetry that is courtois, to poetry of amour courtois. Such poetry may be either popular or courtly, according to the circumstances of its composition. The unity of popular and courtly love-poetry is manifest in the courtly experience, which finds expression in both. [2]

Gynocentrism is typical of primates. It hence encompasses both popular and courtly love poetry. Amour courtois has been described as “un secteur du coeur, un des aspects éternels de l’homme” {a part of the heart, one of the eternal aspects of man}.[3] Stated more literally, gynocentrism is a prevalent aspect of human societies.

The stark, oppressive anti-men gender inequality at the core of amour courtois has often been obscured. In 1896, an eminent European medievalist defined la poésie courtoise {courtly love poetry}:

What distinguishes it is conceiving of love as a cult directed toward an instance of excellence and based, like Christian love, on the infinite disproportion between merit and desire; like a necessary school of honor that makes the lover worthy and transforms commoners into nobles; like a voluntary servitude that has an ennobling power and that consists in the dignity and beauty of passionate suffering. [4]

That definition completely ignores the starkly different positions of men and women in amour courtois. The monumental work Medieval Latin and the Rise of European Love-Lyric, published in 1965, expanded upon that definition:

‘le culte d’un objet excellent’ {cult directed toward an instance of excellence}: such an attitude of the poet towards his beloved is the foundation of the courtly experience. From this arises the ‘infinite disproportion’ between lover and loved one. Yet the entire love-worship of the beloved is based on the feeling that by loving such disproportion may be lessened, the infinite gulf bridged, and a way toward union, however difficult and arduous, begun. … It is what leads to such expressions as: she whom I love is peerless throughout the world; one moment with her is worth Paradise to me; I would gladly go to Hell if she were there; her beauty is radiant as the sun; she mirrors the divine light in the world; she moves among other women like a goddess; she is worshipped by saints and angels; she herself is an angel, a goddess; she is the lover’s remedy; she is his salvation. … winning such a love is infinitely arduous, and would be impossible were it not for the lady’s grace. The value of the way is intimately related to its difficulty; therefore the lady should not take pity too easily. In any case, the lover must orient himself to an absolute love, if necessary a love unto death. [5]

In 1936, an influential medievalist declared the anti-men gender inequality of amour courtois more openly and more realistically:

Every one has heard of courtly love, and every one knows that it appears quite suddenly at the end of the eleventh century in Languedoc. … The lover is always abject. Obedience to his lady’s lightest wish, however whimsical, and silent acquiescence in her rebukes, however unjust, are the only virtues he dares to claim. There is a service of love closely modelled on the service which a feudal vassal owes to his lord. The lover is the lady’s ‘man’. He addresses her as midons, which etymologically represents not ‘my lady’ but ‘my lord’. The whole attitude has been rightly described as ‘a feudalisation of love’. [6]

The scholar rightly identified an “unmistakable continuity” in this idea of love from the Middle Ages right through to the present. Men’s love servitude to women also existed in the Roman Empire in love elegy, in the relation to between caliphs and slave girls in the early Islamic world, and probably in most human societies throughout history.[7]

Scholars have only described and interpreted amour courtois while glorifying it. The scholarly imperative should be to abolish it. Writing in 1936, an influential medievalist observed:

Even our code of etiquette, with its rule that women always have precedence, is a legacy from courtly love [8]

He, however, lamented that courtly love isn’t more prevalent:

The popular erotic literature of our own day tends rather to sheikhs and ‘Salvage Men’ and marriage by capture, while that which is in favour with our intellectuals recommends either frank animalism or the free companionship of the sexes. [9]

In Theft of History, published in 2006, the chapter “Stolen Love: European Claims to the Emotions” takes amour courtois to farce:

the associated claim that love is uniquely European has also had a number of political implications being bound up not only with the development of capitalism but also being used in the service of imperialism. There is a palace in Mérida in Yucatan, the decoration of which portrays helmeted and armoured conquistadores towering over vanquished savages, with an inscription that proclaims the conquering power of love. That emotion, fraternal rather than sexual, had been claimed by the imperialist conquerors from Europe. Love literally conquers all in the hands of the invading military. [10]

Claiming amour courtois for a time or place is no substitute for meaningful ethical judgment. Amour courtois, which has at its core the subordination of men to women, isn’t humane. Amour courtois remains far too prevalent in societies around the world. Medieval European literature, wrongly understood as the source of amour courtois, provides important resources for overcoming it. Everyone needs to be educated through careful study of Lamentationes Matheoluli, Vita Aesopi, Solomon and Marcolf, Old French fabliaux, medieval women’s love poetry, and especially Boccaccio.

Notes:

[1] Dronke (1965) p. 3. Id., p. 7, refers to “the way of acquiring the virtù that she embodies.” That feminine usage of virtù reflects Dronke’s blurring of stark sex differences in amour courtois.

[2] Id. p. 3. Id, n. 1, explains:

I speak of the courtly experience rather than, say, the courtly manner or fashion because, beyond manners and fashions, it can entail a whole way of looking at life.

Dronke doesn’t speak about how looking at life through amour courtois differs in domination and subordination between women and men.

[3] Marrou (1947) p. 89, cited in Dronke (1965) pp. ix, 46.

[4] Bédier (1896) p. 172, cited in Dronke (1965) p. 4, my translation from French. The original French text:

Ce qui lui est propre, c’est d’avoir conçu l’amour comme un culte qui s’adresse à un objet excellent et se fonde, comme l’amour chrétien, sur l’infinie disproportion du mérite au désir ; — comme une école nécessaire d’honneur, qui fait valoir l’amant et transforme les vilains en courtois ; — comme un servage volontaire qui recèle un pouvoir ennoblissant, et fait consister dans la souffrance la dignité et la beauté de la passion.

Bédier was disputing the views of his contemporary scholars Alfred Jeanroy and Gaston Paris. All are influential figures in scholarship on amour courtois. C.S. Lewis characterized amour courtois as Humility, Courtesy, Adultery, and the Religion of Love. Lewis (1936) p. 2. The three characteristics other than adultery exist together in some medieval love poetry. That has spurred marginal disputes about amour courtois.

[5] Dronke (1965) pp. 4-5, 7. In his elaboration on Bédier’s definition, Dronke treats gender difference as merely a grammatical formalism. Gender difference emerges only when Dronke moves to “such expressions as.” The subordinate, abject lover is the man (he) and the dominant, paragon of excellence is the woman (she).

[6] Lewis (1936) p. 2. The reference to “unmistakeable continuity” is id. p. 3. Id. pp. 11, 12 calls amour courtois a “new sentiment” and a “new feeling” that originated in the love poetry of the late-eleventh-century Provençal troubadours. Donke, in contrast, declares nothing new and no geographic origin for amour courtois. Dronke also regards amour courtois as not particularly associated with feudal, chivalric society. Dronke (1965) p. ix. His depiction of amour courtois is nonetheless consistent with servant / lord feudal relations.

[7] Dronke (1965), Ch. I, documents the courtly experience of amour courtois in ancient Egyptian literary love songs; medieval Byzantium popular love songs; Rusthaveli’s The Man in the Panther’s Skin, written in Georgian about 1200; in the pre-Islamic Arabic poetry of Jamil and Buthaynah, the early Islamic poetry of ibn al-Ahnaf, and the eleventh-century Persian romance Wis and Ramin; love poetry of Mozarabic Spain; refrains of medieval France and Germany; tenth-century Icelandic skaldic poetry; and medieval love poetry in the Greek-Italian dialect of Calabria.

[8] Id. pp. 3-4. Scholars have provided rationalizations for denying and reversing men’s manifest subordination in courtly love. The collapse of reason is now pervasive in medieval scholarship:

As is now generally recognized, the rhetoric of courtly love is a social discourse of coercive power, asserting the courtier’s dominance over both the female love-object and men of lesser status.

Garrison (2015) p. 323. Anti-men gender bigotry is now similarly interpreted as promoting gender equality. Moreover, as the Costa Condordia disaster made clear, men continue to be denied equal opportunity to get off sinking ships.

[9] Id. p. 1. The term “salvage” apparently is an archaic form of “savage.”

[10] Goody (2006) p. 285. These are the concluding sentences of the chapter. The non-gendered reference to military action underscores lack of concern for men’s lives.

[image] Knight serving woman in amour courtois. Oil on canvas. Edmund Leighton, English, 1901. Thanks to Wikimedia Commons.

References:

Bédier, Joseph. 1896. “Les fêtes de mai et les commencemens de la poésie lyrique au moyen âge.” Revue des Deux Mondes 135: 146-72.

Dronke, Peter. 1965. Medieval Latin and the rise of European love-lyric. Vol I. Oxford: Clarendon Press.

Garrison, Jennifer. 2015. “Chaucer’s Troilus and Criseyde and the Danger of Masculine Interiority.” The Chaucer Review. 49 (3): 320-343.

Goody, Jack. 2006. The theft of history. Cambridge: Cambridge University Press.

Lewis, C. S. 1936. The allegory of love; a study in medieval tradition. Oxford: The Clarendon Press.

Marrou, Henri-Irénée. 1947. “Au dossier de l’amour courtois.” Revue du Moyen Age Latin 3: 81-89.

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La Querelle

The following items elaborate on the long-running gender quarrel (La querelle) from the twelfth century to today.

 

WOMEN’S VOICES

Christine de Pizan: the first gender warrior
Jane Anger: gynocentrism in 1589
Modesta Pozzo: gynocentrism in 1590
Lucrezia Marinella: gynocentrism in 1600
Margaret Cavendish: gynocentrism in 1662
Elizabeth Poole Sandford: Female Power, Influence, and Privileges in 1835

FEMINISM

La Querelle des Femmes
Ernest B. Bax on “Chivalry feminism”
Feminism: the same old gynocentric story
Gynocentrism and its Discontents
Feminism: gynocentric or egalitarian?
Feminism, sex-differences and chivalry
Nathanson and Young on gynocentric feminism
Gynocentrism, humanism and The Patriarchy™
Offering a concise definition of feminism
Gynocentrism 2.0, compassion, and choice
Damseling, chivalry and courtly love in modern feminism

MEN GOING THEIR OWN WAY (MGTOW)

MGTOW philosophy

Perspectives on MGTOW (Men Going Their Own Way) – a significant post-gynocentrism subculture based on the principle of male self-determination.

Querelle du Mariage
How to tame men – gynocentrism style
Gynocentrism – why so hard to kill?
MGTOW – facts and fallacies
What are MGTOW against?
Early references to “Men going their own way”
Definition of MGTOW
A MGTOW Yardstick: Determination Of Self By Other (DOSBO)
On the nature of MGTOW self-determination
MGTOW: 12th century style
MGTOW movement of 1898
Authoring your own life
Don’t just do something, SIT THERE

Marriage shunning

The following collection of articles describe the post-gynocentrism phenomenon of marriage shunning by males, and the rationale behind it.

Marriage is a gynocentric custom
Slavery 101 – dating as taught to girls
Valentine’s Day: gynocentrism’s most holy event
Women complaining about lack of available slavemasters
Men not marrying
Men shouldn’t marry
Marriage is obsolete. Are women?
Men on strike: why men are boycotting marriage
Don’t give up on marriage? Request denied
Down the aisle again on the marriage question

Post-gynocentrism relationships

Post-gynocentrism relationships between men and women are possible and even desirable for many people. The following articles explore how relationships can be revisioned.

Hail to the V
The other Beauty Myth
Sex and Attachment
Love and Friendship
On the marriage question

Post-gynocentrism culture

Articles (mostly from AVfM) exploring post-gynocentrism culture. Each article presents a post-gynocentrism paradigm for individual or collective existence.

How to end gynocentrism
Gynocentrism – why so hard to kill?
Freedom from gynocentrism in 12 Steps
Breaking the pendulum: Tradcons vs. Feminists
Why anyone who values freedom should be fighting against feminism
A Voice for Choice
Gynocentrism and the hierarchy of entitlement
The Counterculture
MHRM: counterculture or subculture?
On creating a counter-culture
A little blood in the mix never hurt a revolution

Our Better Halves (1888)

Lester Frank Ward delivered this his first major essay on Gynæcocentrism Theory in 1888, entitled Our Better Halves. The speech was delivered at the Fourteenth Dinner of the Six O’clock Club in Washington on April 26, 1888, at Willard’s Hotel, where Sex Equality was selected as the evening’s topic. Distinguished women in Washington on that day were invited to the Club, among them being Mrs. Elizabeth Cady Stanton, Miss Phoebe Couzins, Mrs. Croly (Jennie June), Mrs. N. P. Willis, and a number of others equally well known. – PW

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But let us now inquire what grounds there are for accepting this mental and physical inferiority of women as something inherent in the nature of things. Is it really true that the larger part taken by the female in the work of reproduction necessarily impairs her strength, dwarfs her proportions, and renders her a physically inferior and dependent being? In most human races it may be admitted that women are less stalwart than men, although all the stories of Amazonian tribes are not mere fictions. It is also true, as has been insisted upon, that the males of most mammals and birds exceed the females in size and strength, and often differ from them greatly in appearance.

But this is by no means always the case. The fable of the hedgehog that won the race with the hare by cunningly stationing Mrs. Hedgehog at the other end of the course, instructed to claim the stakes, is founded upon an exception which has many parallels. Among birds there are cases in which the rule is reversed. There are some entire families, as for example the hawks, in which the females exceed the males. If we go further down the scale, however, we find this attribute of male superiority to disappear almost entirely throughout the reptiles and amphibians, with a decided leaning toward female supremacy; and in the fishes, where male rivalry does not exist, the female, as every fisherman knows, is almost invariably the heavier game.

But it is not until we go below the vertebrate series and contemplate the invertebrate and vegetable worlds that we really begin to find the data for a philosophical study of the meaning of sex. It has been frequently remarked that the laws governing the higher forms of life can be rightly comprehended only by an acquaintance with the lower and more formative types of being. In no problem is this more true than in that of sex.

In studying this problem it is found that there is a great world of life that wholly antedates the appearance of sex—the world of asexual life—nor is the passage from the sexless to the distinctly male and female definite and abrupt. Between them occur parthenogenesis or virgin reproduction, hermaphroditism, in which the male being consists simply of an organ, and parasitic males, of which we shall presently speak, while the other devices of nature for perpetuating life are innumerable and infinitely varied. But so far as sex can be predicated of these beings, they must all be regarded as female. The asexual parent must be contemplated as, to all intents and purposes, maternal. The parthenogenetic aphis or shrimp is in all essential respects a mother. The hermaphrodite creature, whatever else it may be, is also necessarily a female. Following these states come the numberless cases in which the female form continues to constitute the type of life, the insignificant male appearing to be a mere afterthought.

The vegetable kingdom, except in its very lowest stages, affords comparatively few pointed illustrations of this truth. The strange behavior of the hemp plant, in which, as has long been known, the female plants crowd out the male plants by overshadowing them as soon as they have been fertilized by the latter, used to be frequently commented upon as a perverse anomaly in nature. Now it is correctly interpreted as an expression of the general law that the primary purpose of the male sex is to enable the female, or type form, to reproduce, after performing which function the male form is useless and a mere cumberer of the ground. But the hemp plant is by no means alone in possessing this peculiarity.

I could enumerate several pretty well known species that have a somewhat similar habit. I will mention only one, the common cud-weed, or everlasting ( Antennaria plantaginifolia ), which, unlike the hemp, has colonies of males separate from the females, and these male plants are small and short-lived. Long after their flowering stalks have disappeared the female plants continue to grow, and they become large and thrifty herbs lasting until frost.

In the animal kingdom below the vertebrates female superiority is well-nigh universal. In the few cases where it does not occur it is generally found that the males combat each other, after the manner of the higher animals, for the possession of the females. The cases that I shall name are such as all are familiar with. The only new thing in their presentation is their application to the point at issue.

The superiority of the queen bee over the drone is only a well-known illustration of a condition which, with the usual variations and exceptions, is common to a great natural order of insects. The only mosquito that the unscientific world knows is the female mosquito. The male mosquito is a frail and harmless little creature that swarms with the females in the early season and passes away when his work is done.

There are many insects of which the males possess no organs of nutrition in the imago state, their duties during their ephemeral existence being confined to what the Germans call the Minnedienst.1 Such is the life of many male moths and butterflies. But much greater inequalities are often found. I should, perhaps, apologize for citing the familiar case of spiders, in some species of which the miniature lover is often seized and devoured during his courtship by the gigantic object of his affections. Something similar, I learn, sometimes occurs with the mantis or “praying insect.”

Merely mentioning the extreme case of Sphaerularia, in which the female is several thousand times as large as the male, I may surely be permitted to introduce the barnacle, since it is one of the creatures upon which Prof. Brooks lays considerable stress in the article to which I have referred. Not being myself a zoologist, I am only too happy to quote him. He says:

Among the barnacles there are a few species the males and females of which differ remarkably. The female is an ordinary barnacle, with all the peculiarities of the group fully developed, while the male is a small parasite upon the body of the female, and is so different from the female of its own species, and from all ordinary barnacles, that no one would ever recognize in the adult male any affinity whatever to its closest allies.

The barnacle, or cirripede, is the creature which Mr. Darwin so long studied, and from which he learned so many lessons leading up to his grand generalizations. In a letter to Sir Charles Lyell, dated September 14, 1849, he recounts some of his discoveries while engaged in this study. Having learned that most cirripedes, but not all, were hermaphrodite, he remarks:

The other day I got a curious case of a unisexual instead of hermaphrodite cirripede, in which the female had the common cirripedial character, and in two valves of her shell had two little pockets in each of which she kept a little husband. I do not know of any other case where a female invariably has two husbands. I have one still odder fact, common to several species, namely, that though they are hermaphrodite, they have small additional, or, as I call them, complemental males. One specimen, itself hermaphrodite, had no less than seven of these complemental males attached to it.

Prof. Brooks brings forward facts of this class to demonstrate that the male is the variable sex, while the female is comparatively stable. However much we may doubt his further conclusion that variability rather than supplementary procreative power was the primary purpose of the separate male principle, we must, it would seem, concede that variability and adaptability are the distinguishing characteristics of the male sex everywhere, as the transmitting power and permanence of type are those of the female. But this is a very different thing from saying that the female sex is incapable of progress, or that man is destined to develop indefinitely, leaving woman constantly farther and farther in the rear. Does the class of philosophers to which reference has been made look forward to a time when woman shall become as insignificant an object compared to man as the male spider is compared to the female? This would be the logical outcome of their argument if based upon the relative variability of the male sex.

We have now seen that, whether we contemplate the higher animals, among which male superiority prevails, or the lower forms, among which female superiority prevails, the argument from biology that the existing relations between the sexes in the human race are precisely what nature intended them to be, that they ought not to be disturbed and cannot be improved, leads, when carried to its logical conclusion, to a palpable absurdity. But have we, then, profited nothing by the thoughtful contemplation of the subject from these two points of view?

Those who rightly interpret the facts cannot avoid learning a most important lesson from each of these lines of inquiry. From the first the truth comes clearly forth that the relations of the sexes among the higher animals are widely abnormal, warped, and strained by a long line of curious influences, chiefly psychic, which are incident to the development of animal organisms under the competitive principle that prevails throughout nature. From the second comes now into full view the still more important truth with which we first set out, that the female sex is primary in point both of origin and of importance in the history and economy of organic life. And as life is the highest product of nature and human life the highest type of life, it follows that the grandest fact in nature is woman.

But we have learned even more than this, that which is certainly of more practical value. We have learned how to carry forward the progress of development so far advanced by the unconscious agencies of nature. Accepting evolution as we must, recognizing heredity as the distinctive attribute of the female sex, it becomes clear that it must be from the steady advance of woman rather than from the uncertain fluctuations of man that the sure and solid progress of the future is to come. The attempt to move the whole race forward by elevating only the sex that represents the principle of instability, has long enough been tried. The many cases of superior men the sons of superior mothers, coupled with the many more cases of degenerate sons of superior sires, have taught us over and over again that the way to civilize the race is to civilize woman. And now, thanks to science, we see why this is so.

Woman is the unchanging trunk of the great genealogic tree; while man, with all his vaunted superiority, is but a branch, a grafted scion, as it were, whose acquired qualities die with the individual, while those of woman are handed on to futurity. Woman is the race, and the race can be raised up only as she is raised up. There is no fixed rule by which Nature has intended that one sex should excel the other, any more than there is any fixed point beyond which either cannot further develop. Nature has no intentions, and evolution has no limits. True science teaches that the elevation of woman is the only sure road to the evolution of man.

Reference

[1] Service of love.