El Matrimonio es esclavitud

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)

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El matrimonio moderno evolucionó de un ritual histórico diseñado para contratar esclavos para los señores, aunque la mayoría de la gente ha olvidado su historia. Sin embargo, muchos de los comportamientos y rituales que son centrales en esta historia se pueden todavía discernir en el matrimonio moderno.

grooms_wedding_ring-02Se piensa que la práctica de intercambiar anillos de boda se extiende muy atrás en la historia antigua, y se ha encontrado evidencia de ese ritual en el Antiguo Egipto, Roma, y en diferentes culturas religiosas. Sin embargo, nuestra práctica moderna de anillos de bodas tiene un origen y un significado distinto, uno que podría ocasionar un estremecimiento en más de una persona. Como se sugiere en el blog Society of Phineas, el anillo funciona como un contrato feudal entre el hombre y su esposa:

“El anillo funciona como una prueba de habilidad en el juramento del vasallo a su esposa. Esto es cierto si se tienen en cuenta las expectativas tradicionales de la cantidad de recursos que han de utilizarse en comprar el anillo junto con los gastos del día de la boda. En este ambiente ginocéntrico, es un sacrilegio total no darle a la mujer su Anillo Único u ofrecerle uno que esté por debajo de los estándares de ella y de sus amigas. Ella utiliza su Anillo Único como prueba social de su estatus en el Equipo Mujer (es una competencia parecida a los regalos del Día de San Valentín), ya que ella no dudará lucirlo tanto como sea posible cuando lo consigue, si es que éste obtiene su aprobación.” (1)

Esta opinión encuentra apoyo en académicos medievalistas quienes muestran el origen de nuestro ritual de intercambio de anillos en primitivas fuentes literarias o en representaciones artísticas de la Edad Media. H.J. Chaytor, por ejemplo, escribió “El amante era colocado en su posición por la dama, hacía un juramento de fidelidad para con ella y recibía un beso para sellarlo, un anillo, o alguna otra posesión personal.” La Profesora Joan Kelly nos ofrece un resumen de la práctica:

“Un beso (como el beso de homenaje) sellaba el juramento, se intercambiaban los anillos, y el caballero entraba al servicio de su dama. El representar el amor en los términos del vasallaje tenía varias implicaciones liberadoras para las mujeres aristocráticas. Las más fundamentales, la ideas de homenaje y mutualidad, se introdujeron en la noción de las relaciones heterosexuales junto con la idea de libertad. Como se simbolizaba en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no la dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (2)

155190-425x282-istock_000018156233xsmallComo en la descripción ofrecida por Kelly, los hombres continúan poniéndose sobre una rodilla y no tienen problema en demonstrar humildad declarando que la boda es “el día de ella”, traicionando el origen y la concepción del matrimonio al hacerla, en su estructura más feudal que cristiana. Con gestos como ese, es obvio que el matrimonio moderno está basado en los primeros rituales feudales conocidos como “ceremonia de mención” o “de elogio” en la que se crea un lazo entre el señor y su guerrero (es decir, su vasallo). La ceremonia de mención está compuesta de dos elementos, uno que es realizar el acto de homenaje y el otro que es un juramento de vasallaje. Para el juramento de vasallaje, el vasallo colocaba sus manos en la Biblia (como aún se practica) y juraba que nunca lastimaría a su señor en ninguna forma y que le sería fiel. Una vez que el vasallo había hecho el juramento de vasallaje, señor y siervo entraban en una relación feudal.

Como este contrato arcaico sigue en vigencia en nuestros matrimonios contemporáneos, también podríamos cuestionar los conceptos típicos de obediencia entre marido y mujer. En las antiguas ceremonias cristianas, la mujer a veces juraba amar, estimar y “obedecer” a su esposo. Sin embargo, como estaba enmarcada dentro de una relación de tipo feudal, la obediencia de la mujer estaba fuertemente compensada e incluso revertida en la práctica porque ella tendía a ser quien tenía el poder en relación al hombre. En este último caso, la mujer, como la figura más poderosa, simplemente obedece –si es que obedece del todo– a sus responsabilidades como un gentil señor feudal de su esposo. Es importante notar que en este caso se cambia la noción de patriarcado benévolo a un ginocentrismo amable que las feministas tratan de promover como amoroso, pacífico, e igualitario.

El servicio de amor

El modelo Medieval de servicio a un señor feudal fue transferido en su totalidad a relaciones de “servicio de amor” de los hombres a las mujeres. Dicho servicio es la marca distintiva del amor romántico y es caracterizado por la deferencia que el hombre le profesa a la mujer, quien es vista como superior moral. Durante ese periodo, los hombres se referían a las mujeres como domnia (rango dominante), midons (mi señor), y después como dame (autoridad respetada), términos que tienen su raíz en el latín dominus que quiere decir “señor”, o “dueño”, particularmente de esclavos. El experto en lenguaje Medieval Peter Makin confirma que los hombres que usaban estos términos debieron ser conscientes de lo que estaban diciendo:

“Guillermo IX llama a su dama midons, que he traducido como ‘mi Señor’… Estos hombres sabían latín y debieron ser conscientes de su origen y peculiaridad; de hecho, era claro que eran sus emociones y expectativas colectivas las que suscitaban lo que solía ser una metáfora del ámbito del señorío, de la misma manera que el proceso de creación colectiva de metáforas establece ‘bebé’ como un término para referirse a una novia, y que crea y transforma el lenguaje constantemente. Así mismo, al saber que don, ‘señor’, también se usaba para referirse a Dios, ellos debieron haber sentido alguna conexión con la adoración religiosa.” (3)

Recapitulación

Recapitulemos las prácticas que estaban asociadas con el ritual de dar anillos de bodas:

1. Genuflexión: el hombre se coloca sobre una rodilla para proponer matrimonio.
2. Símbolo de mención: se intercambian los anillos.
3. El beso de vasallo: se representa en la ceremonia.
4. Homenaje y vasallaje: implícito en los votos matrimoniales.
5. Sumisión: “Es el día de ella”.
6. Servicio: el hombre se dispone a trabajar para su esposa por el resto de su vida.
7. Desechabilidad: “Moriría por ti”.

¿Es de extrañar que las mujeres sientan tantas ganas de casarse y que los hombres estén rechazando el matrimonio en bandadas? El modelo feudal revela exactamente en qué se están metiendo los hombres a través de esa pequeña banda dorada –un compromiso de por vida con una mujer que está culturalmente preparada para actuar como nuestro señor. Mientras más hombres se dan cuenta de esta farsa, más escogerán rechazarla, y para aquellos que aún consideran casarse, los aliento a que lean este artículo una segunda vez; su habilidad de conservar o perder su libertad depende de ello.

[1] Website: Society of Phineas
[2] Joan Kelly, Women, History, and Theory, University of Chicago Press, 1986
[3] Peter Makin, Provence and Pound, University of California Press, 1978

El otro Mito de la Belleza

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)
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En 1991, Naomi Wolf escribió El Mito de la Belleza [The Beauty Myth] en el que afirma que las mujeres son oprimidas por la presión cultural de ser hermosas. Lo que le falto decirnos es dónde se originó este hábito, y cómo se utiliza esencialmente para ganar poder sobre el sexo masculino.

En los seres humanos, diferentes compulsiones y deseos están en conflicto entre sí, cada uno atropellando a los otros por lograr la supremacía momentánea en la que un imperativo usurpa los derechos del otro. Dicho juego ha alcanzado un punto muerto durante los últimos 800 años porque, durante ese periodo de tiempo relativamente corto, la cultura humana ha enfocado su apoyo a desarrollar, intensificar e imponer el uso de prácticas dudosas en el ámbito sexual, hasta el punto en el que nuestras compulsiones sexuales parecen infladas con esteroides y llevadas hasta extremos nunca antes vistos en la sociedad humana (a pesar de los mitos sobre difundidas orgías romanas). La obsesión con la belleza de las formas femeninas son parte importante del problema.

Si viviéramos en la Antigua Grecia, Roma o en cualquier otro sitio, veríamos al coito como a cualquier otra función corporal, parecida al comer, defecar o dormir –una función corporal básica sin toda la publicidad que se le hace. Sin embargo, después de la Edad Media, se convirtió en un producto que se podía explotar y con el que se podía negociar, y el culto del romance sexualizado que surgió de él resultó en una frustración de nuestras necesidades de apego más básicas –una frustración instigada y secundada por las instituciones sociales que colocaban la manipulación sexual en el centro de las interacciones humanas. Este desarrollo atrincheró una nueva creencia según la cual la belleza era una posesión original de las mujeres, y solamente de ellas, y que en cambio el deseo de poseer esa belleza pertenecía sólo a los hombres, creando así una división entre los sexos que perdura hoy en día.

Comparemos esta división con las creencias de otras culturas –India, Roma, Grecia, etc. – y veremos un fuerte contraste, en el que las culturas clásicas asignaban la belleza equitativamente a los hombres y el deseo sexual a las mujeres. En la Antigua Grecia, por ejemplo, los hombres dejaban crecer su cabello y lo peinaban con veneración, untaban aceite de oliva sobre su piel y ponían mucha atención a su atuendo –los colores de la toga, los materiales con los que estaba hecha, la manera como envolvía el cuerpo –y tal vez no hay cultura moderna sobre la Tierra en la que la belleza masculina era celebrada de manera más asombrosa en las artes que la Griega.

Otro ejemplo viene del Cantar de Salomón, en el que la apreciación de la belleza y su añoranza fluía en ambas direcciones entre el hombre y las mujeres, mientras que en el amor romántico la belleza sólo es atribuida a la mujer, y el deseo sólo al hombre –los papeles están divididos radicalmente. Además, en el Cantar de los Cantares no hay ninguna evidencia del arreglo ginocéntrico; el hombre no aparece como vasallo de las mujeres, quienes son tanto Señores como deidades. Para los amantes del Cantar de los Cantares ya existe un Dios, así que no hay adoración de la mujer como una cuasi-divinidad que puede redimir la patética existencia del hombre –como si sucede en el amor “romántico”.

Según Robert Solomon, el amor romántico requería un cambio dramático en el auto-concepto de las mujeres. Este autor cuenta:

Ellas también fueron liberadas de una identidad que dependía exclusivamente de sus roles sociales, es decir, de sus lazos consanguíneos y legales con los hombres, como hijas, esposas y madres. Fue en este periodo de la historia cristiana en el que la apariencia adquiere una importancia de primer orden, en el que ser hermoso importaba para todo, no sólo como un rasgo atractivo en una hija o en una esposa (que probablemente no contaba para mucho de todas maneras), sino como una señal de carácter, estilo, personalidad. Un buen acicalamiento, en vez de las propiedades, llegó a definir a la mujer individual, y su valor, que ya no dependía de su padre, esposo o hijos, ahora se concentraba en su apariencia. La prima se le otorgaba entonces a la juventud y a la belleza, y aunque algunas mujeres hayan, incluso entonces, condenado este énfasis como injusto, al menos constituía la primera ruptura con una sociedad que, hasta ese momento, dejaba poco espacio para la iniciativa personal o el avance individual. Podríamos decir que el prototipo de la Playmate de Playboy ya había sido creado hace ochocientos años, y no requería, como mucha gente ha defendido recientemente, de las páginas centrales de Hugh Hefner para hacer de la juventud, de la belleza y de una cierta vacuidad virtudes personales altamente estimadas. El problema es el porqué seguimos teniendo dificultades para superar todo esto sin, como lo hicieron algunos Platonistas, despreciar la belleza totalmente –el error opuesto. [1]

Modesta Pozzo escribió un libro en los años de 1500 titulado El Valor de las Mujeres: su Nobleza y Superioridad sobre los Hombres. [The Worth of Women: their Nobility and Superiority to Men]. Esta obra supuestamente registra una conversación entre siete mujeres de la nobleza veneciana que explora casi todos los aspectos de la experiencia femenina. Uno de los temas explorados es el uso de cosméticos y de la ropa por parte de las mujeres para intensificar la belleza, incluyendo la tintura del cabello, para la que hay veintiséis recetas diferentes. La siguiente es la voz de Cornelia, quien explica que el deseo sexual de los hombres hacia las mujeres (y el control que las mujeres tienen sobre ese proceso a través de la belleza) es la única razón por la que los hombres pueden amar:

“Pensando en ello directamente, ¿qué tema podemos encontrar que sea más digno y más adorable que el de la belleza, la gracia y las virtudes de la mujer?… Yo diría que una forma corpórea externa perfectamente compuesta es lo más digno de nuestra estima, puesto que es esta forma externa visible la que se presenta primero ante el ojo y nuestro entendimiento: la vemos e inmediatamente la amamos y la deseamos, empujados por un instinto incrustado en nosotros por la naturaleza. No es debido a que los hombres nos aman que llevan a cabo todas estas demostraciones de amor y de devoción imperecedera, sino porque nos desean. Por lo que en este caso el amor es el retoño, el deseo su progenitor, o, en otras palabras, el amor es el efecto y el deseo es la causa. Y como quitar la causa significa quitar el efecto, eso quiere decir que los hombres nos aman en tanto nos desean, y una vez que el deseo, que es la causa de su amor banal, ha expirado en ellos (ya sea porque han obtenido lo que querían o porque se dieron cuenta de que no pueden obtenerlo), el amor, que es el efecto de esa causa, muere exactamente al mismo tiempo.” [Escrito en 1592]

Cavalier 1964Lo que me parece más interesante es que, desde la Edad Media, como es evidente en las palabras de Cornelia, hemos mezclado colectivamente el amor masculino con el deseo sexual como si ambos fueran inseparables, y con la habilidad de las mujeres para controlar ese “amor” masculino a través de la hábil cultivación de la belleza. Se podría perdonar que uno rehusara creer que esto es siquiera amor, y que en vez de eso sea la creación de un deseo intenso de satisfacción del placer sexual debido a la atracción hacia la belleza. Al observar detenidamente, se puede ver que el “amor” generado por el sexo no necesariamente lleva a la compatibilidad entre las parejas en un amplio espectro de intereses, y puede ocurrir entre gente que, además de la atracción sexual, son totalmente incompatibles, con casi nada en común, por lo cual la relación a menudo se deteriora tanto cuando empieza a haber ciertos vacíos en el juego sexual.

Esto plantea la idea alternativa del amor basado en compatibilidad, en lo que podemos llamar “amor basado en amistad” que no está basada únicamente en el deseo sexual –de hecho para este tipo de amor el deseo sexual ni siquiera es esencial, aunque a menudo esté presente. El amor basado en la amistad tiene que ver con intereses comunes que la pareja comparte, con encontrar un alma compatible y con conocer a la otra persona en igualdad de condiciones. Sin embargo, apuntarle a un amor basado en amistad quiere decir que las mujeres ya no necesitan manejar los hilos del deseo sexual tal como se practica en la atracción basada en la belleza, lo que en últimas libera a hombres y mujeres para encontrarse como iguales en poderes y, con suerte, encontrar mucho en común para poder sostener una relación duradera.

[1] Robert Solomon, Love: Emotion, Myth, Metaphor, 1990 (p.62)
[2] Modesta Pozzo, The Worth of Women: their Nobility and Superiority to Men, 2007
[3] Nancy Firday, The Power of Beauty

El contrato de relaciones sexuales

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)
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El modelo ginocéntrico para llevar a cabo relaciones entre los sexos hoy en día viene de la antigua Europa en la forma de la caballerosidad y el amor cortés. La tradición empezó en Francia y Alemania en el siglo XII y se difundió rápidamente a todas las principales cortes de Europa. Desde allí se filtró a la cultura popular, siendo eventualmente llevada al nuevo mundo en las alas del expansionismo colonial – a América, India, Australia y así sucesivamente.

¿Por qué es importante esta historia para los hombres? Porque es una historia que seguimos representando hoy en día, inconscientemente, y sus consecuencias en los hombres tienen implicaciones psicológicas de largo alcance.

En el modelo medieval, los hombres se ofrecían a sí mismos como vasallos de las mujeres, quienes tomaban la posición de jefes supremos en lo que respecta a las relaciones sexuales – esto se daba porque las mujeres eran ampliamente vistas como los superiores morales de los hombres. Como lo demostraban los primeros trovadores, los hombres prometían homenaje y lealtad a las mujeres, quienes vigorosamente actuaban el papel de superiores de los hombres. Esta fórmula feudal, a la que llamaré provisionalmente feudalismo sexual, es avalada por los escritores de la Edad Media y posteriores, incluyendo a Lucrecia Marinella, quien en 1600 d.C. relataba que incluso las mujeres de clases socioeconómicas bajas eran tratadas como superiores por hombres que, como ella narra, actuaban como sirvientes o bestias que habían nacido para servirlas.

Muchos escritores de ambos sexos declaraban esta creencia, incluyendo a Modesta Pozzo, quien en 1590 escribió, “¿no vemos acaso que la tarea legítima de los hombres es ir a trabajar hasta el agotamiento tratando de acumular riqueza, como si fueran nuestros agentes o representantes, de tal manera que nosotras permanezcamos en casa como señoras de la heredad dirigiendo su trabajo y disfrutando de las ganancias de su labor? Esa, si lo quieren así, es la razón por la que los hombres son por naturaleza más fuertes y robustos que nosotras –ellos necesitan serlo, de tal manera que puedan soportar el pesado trabajo que deben padecer a nuestro servicio.”

Y este modelo implica mucho más que el que los hombres trabajen en el beneficio material de las mujeres. También incluye una creencia en la superioridad corpórea, moral y espiritual de las mujeres, de lo que hablaremos en más detalle.

Feudalismo sexual

Llegué a la frase feudalismo sexual como una manera abreviada de aludir al modelo de relaciones sexuales del ginocentrismo, y desde entonces he descubierto que la misma frase ha sido utilizada ocasionalmente en literatura; aquí hay algunos ejemplos que conllevan el mismo significado:

Camille Paglia (1990):

“… un feudalismo sexual de relaciones maestro-esclavo.”

Marjolin Februari (2011):

“De hecho propone una dictadura, la dictadura de la vagina, un tipo de feudalismo sexual que uno no querría que gobernara nuestras relaciones internacionales en el futuro… esas mujeres no están preocupadas en lo más mínimo en la guerra y la paz como cuestiones de principios; lo único que les interesa es asegurar sus propios intereses.”

Adam Kostakis (2011):

“¿Pero cuáles son los derechos femeninos que se defienden hoy en día? El derecho a confiscar el dinero de los hombres, el derecho a cometer alienación paternal, el derecho a cometer fraude de paternidad, el derecho al mismo sueldo por menos trabajo, el derecho a pagar menos impuestos, el derecho a mutilar hombres, el derecho a que nadie esté en desacuerdo con lo que dicen, el derecho a la elección reproductiva y el derecho a elegir por los hombres también. En una interesante paradoja legal, algunos han defendido –exitosamente– que las mujeres deberían tener el derecho de no ser castigadas en lo absoluto por cometer crímenes. El resultado eventual de esto es un tipo de feudalismo sexual, en el que las mujeres gobiernan arbitrariamente, y en el que los hombres se encuentran sometidos, con menos derechos y muchas más obligaciones.”

¿Cuándo empezó?

A continuación se encuentran compiladas una serie de citas acreditadas en el tema. Cada una apunta a la evidencia que hay del comienzo del feudalismo sexual en la Europa antigua, junto con otros factores que contribuían, como la veneración de la Virgen María y su influencia en el estatus de las mujeres.

? H.J. Chaytor, Los Trovadores: “En el siglo XI, el culto a la Virgen María se volvió ampliamente popular; la reverencia profesada a la Virgen se extendía a todo el sexo femenino en general, y así como un vasallo debía obediencia a su señor feudal, de la misma manera el hombre debía obediencia a su dama… Era así que había un servicio de amor tal como había un servicio de vasallaje, y el amante se colocaba en relación a su dama en una posición análoga a la que el vasallo tiene con su señor. Esa posición la lograba solamente en etapas; “hay cuatro etapas en el amor: la primera es aquella de aspirante (fegnedor), la segunda era la de suplicante (precador), la tercera era la del pretendiente reconocido (entendedor) y la cuarta era la del amante aceptado (drut)”. El amante era formalmente aceptado como tal por la dama, y aquel tomaba un juramento de fidelidad a ella y recibía un beso, un anillo o alguna otra posesión para sellar la cuestión.”

woman-on-a-pedestal? C.G. Crump, Legado de la Edad Media: “La Aristocracia y le Iglesia desarrollaron la doctrina de la superioridad de la mujer, esa adoración que congregaba a la Virgen en el cielo y a la dama en la tierra, y le entregaba al mundo moderno el ideal de la caballerosidad. El culto a la Virgen y el culto a la caballerosidad crecieron juntos, y continuamente uno era una reacción al otro. El culto a la dama era la contraparte mundana del culto a la Virgen y fue el invento de la aristocracia medieval. En la caballerosidad, la adoración romántica de una mujer era una cualidad tan necesaria para el caballero perfecto como lo era la adoración de Dios… Es obvio que la teoría que consideraba la adoración de una dama tan cercana como la adoración de Dios y que la concebía como el impulso primario de actos valientes, una creatura mitad romántica, mitad divina, debió haber hecho algo para contrarrestar el dogma del sometimiento. El proceso de colocar a las mujeres sobre un pedestal había empezado, y sea lo que sea que pensemos sobre el valor último de semejante elevación (pues pocos humanos estaban hechos para ser Estilitas, ya sean ascetas o románticos), al menos era mejor que ponerlas, como los Padres de la Iglesia estaban inclinados a hacer, en un pozo sin fondo.”

? C.S. Lewis, La Alegoría del Amor: “Todo el mundo ha escuchado sobre el amor cortés, y todo el mundo sabe que apareció muy repentinamente al final del siglo XI en Languedoc. El sentimiento, desde luego, es amor, pero amor de una clase altamente especializada, cuyas características podrían ser enumeradas como Humildad, Cortesía, y la Religión del Amor. El amante siempre es abyecto. La obediencia de los deseos más nimios de su señora, sin importar que caprichosos sean, y el consentimiento mudo a los reproches de ella, sin importar lo injustos que sean, son las únicas virtudes que él se atreve a reclamar. Este es un servicio de amor moldeado cuidadosamente sobre el servicio que un vasallo feudal le debe a su señor. El amante es el ‘hombre’ de la dama. Se dirige a ella como midons, que etimológicamente representa “mi señor” y no “mi señora”. Toda la actitud ha sido descrita apropiadamente como “una feudalización del amor”. Este solemne ritual amatorio es considerado como parte esencial de la vida cortesana”

? Joan Kelly ¿Tuvieron las mujeres un Renacimiento?: El amor cortés medieval, cuidadosamente ligado a los valores dominantes del feudalismo y la Iglesia, permitía de una manera especial la expresión de amor sexual por parte de las mujeres… si el amor cortés se quisiera definir a sí mismo como un fenómeno noble, tendría que atribuir una libertad esencial a la relación entre los amantes. Por tanto, la relación social del vasallaje se extendió a la relación amorosa, un “concepto” que Maurice Valency adecuadamente llamó “el principio formador de todo el diseño” del amor cortés… Por lo tanto, en los romances medievales, decaprioun acuerdo verbal seguía típicamente después de la declaración amorosa hasta que el amor ofrecido libremente era reciprocado libremente. Un beso (como un beso de homenaje) sellaba la promesa, se intercambiaban anillos, y el caballero entraba en servicio amoroso de su dama. Representar el amor en términos de vasallaje tenía varias implicaciones liberadoras para las mujeres aristocráticas. Lo más fundamental, las ideas de homenaje y mutualidad se introdujeron en la noción de relaciones heterosexuales junto con la idea de libertad. Como estaba simbolizado en escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en actitud ritual de recomendación, arrodillado frente a su dama con sus manos dobladas dentro de las de ella, homenaje significaba servicio masculino, no la dominación ni la subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.”

? Peter Makin, Provence and Pound: “Guillermo IX llama a su dama midons, que yo he traducido como “mi Señor”. Este midons es, como dice Pound, “inexplicable”: es usado por los trovadores, para sus damas, y en trovadores posteriores lo encontramos en todas partes – Bernart de Ventadorn lo usó veintitrés veces. Su etimología es (?mi-) dominus, ‘mi amo, señor’, pero como se usaba sólo con las mujeres – su pronombre es ‘ella’ – ha sido difícil para los especialistas en glosarios asignarle un género. Aunque Mary Hackett ha mostrado que no parecía significar en el nivel primario “mi señor cuasi-feudal” por los trovadores que lo usaban, estos hombres sabían latín y debieron haber sido conscientes de su origen y peculiaridad; de hecho, fue de sus emociones y expectativas colectivas de donde salió lo que equivale a una metáfora del señorío, de la misma manera en que el proceso colectivo de creación de metáforas estableció la palabra “bebé” como un término para referirse a una novia y que crea y transforma el lenguaje constantemente. De manera similar, saber que Dominus era el término estándar para Dios, y que don, señor, también se usaba para referirse a Dios, ellos debieron haber sentido la conexión con la adoración religiosa. Guillermo IX hace eco a lo que dicen
las escrituras cuando dice

Cada alegría debe inclinarse ante ella
Y cada orgullo obedece a Midons…
Nadie puede encontrar una mujer más bella
Ni ningunos ojos ver, ni ninguna boca hablar de…

 

La cautivadora quinta estrofa de esta canción enumera los poderes que eran evocados cada día en la Virgen y en los santos. Guillermo IX es, metafóricamente, el vasallo feudal de su dama, así como su devoto. De esta manera hay tres estructuras paralelas: la feudal, la del amor cortés, y la religiosa; la estructura psicológica de cada una imitaba a la de las otras, por lo que era difícil pensar en una sin transferir las emociones que pertenecían a las otras. La dama era a su amante, lo que Dios era para el hombre, y lo que el señor feudal a su vasallo; y el señor feudal era al vasallo lo que Dios era al hombre. Nuestra era, tan orientada a lo socioeconómico, diría que las formas de las sociedades medievales debieron haber moldeado las relaciones de las otras dos esferas, y es muy probable que tanto la ética como la estética moldearan la economía y viceversa. Desde luego, el amor cortés no era “religioso” en el sentido de que hiciera parte de algún tipo de ética cristiana; pero era una religión en su psicología. El amante cortesano no pensaba en su dama como la Iglesia lo hacía, sino como la iglesia pensaba acerca de Dios.”

? Irving Singer, Amor: Cortés y Romántico: “Como la estructura social de la Edad Media era principalmente feudal y jerárquica, se esperaba que los hombres sirvieran a sus señores a la vez que se requería fidelidad de las mujeres. En el amor cortés, esto se transformó de tal manera que empezó a significar que el amante debía servir a su dama y que ella le sería fiel. Se dice a menudo que el amor cortés coloca a las mujeres en un pedestal y que convierte a los hombres en caballeros cuyas vidas heroicas pertenecerían desde entonces a sus elevadas damas. Esta idea surge del hecho según el cual los hombres usaban frecuentemente el lenguaje de la caballerosidad para expresar su servil relación para con cualquier mujer que amaran, y en ocasiones la describían como a una divinidad a la cual aspiraban pero que no tenían ninguna esperanza de igualar… que debían probarse a sí mismos dignos de ella y así avanzar hacia arriba, paso a paso, hacia una unión que culminaba en el nivel de la mujer; que todo lo que era noble y virtuoso, todo lo que hacía que la vida fuera digna de ser vivida, venía de las mujeres, quienes eran descritas como la fuente de la bondad misma. Pero aunque la dama ahora conversa con su amante, los hombres a menudo se arrojaban en la posición típica de fin’amors. En sus rodillas, con las manos entrelazadas, le rogaban a su amada que ésta aceptara su amor, su vida, su servicio, y que hiciera con ellos lo que ella quisiera.”

? Gerald A. Bond, A Handbook of the Troubadours [Un Manual de los Trovadores]: “El alcance de la infiltración del pensamiento feudal en la concepción y la expresión del amor cortés ha sido evidente para los investigadores modernos: el poeta-amante se retrata a sí mismo como un vasallo (om), la dama es tratada como un señor feudal y a menudo se dirigen a ella en forma masculina (midons/sidons), y los contratos (conven), recompensas (guizardon), y otros aspectos del servicio leal y humilde están siendo constantemente discutidos. En un sentido profundo, el amor cortés es feudal por excelencia (Riquer 77-96), ya que imita los principios jerárquicos básicos empleados cada vez más para controlar y justificar el deseo hegemónico en la segunda época feudal.”

El Feudalismo Sexual hoy en día

twilight-edward-and-bellaA pesar de la ansiedad ocasional que los medios experimentan debido al declive del servicio caballeresco hacia las mujeres, éste parece seguir funcionando bastante bien. No sólo hay hombres que continúan poniéndose sobre una rodilla cual vasallo solícito para pedir la mano de la mujer en matrimonio, sino que el feudalismo sexual sigue siendo un patrón popular de las novelas románticas, las películas de Disney y éxitos cinematográficos como Crepúsculo, así como en la música popular, como la canción Love Story de Taylor Swift, que celebra el amor cortés. Los hombres todavía están dispuestos a morir, trabajar, proveer, adorar y poner a las mujeres en un pedestal, y las mujeres no podrían estar más felices de ser tratadas con semejantes demostraciones de exaltación.

Línea de Tiempo de la Cultura Ginocéntrica

By Peter Wright (translation by Andres Bolaños)
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La siguiente línea de tiempo ilustra detalladamente el nacimiento de la cultura ginocéntrica junto con los eventos históricos significativos que aseguraron su supervivencia. Antes del año 1200 d.C., simplemente no existía una cultura ginocéntrica ampliamente extendida, a pesar de la evidencia que existe de actos y eventos ginocéntricos aislados. Fue tan sólo hasta la Edad Media que el ginocentrismo desarrolló una complejidad cultural y se volvió una norma cultural ubicua y duradera.

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1102 d.C.: El meme del Ginocentrismo es introducido por primera vez

Guillermo IX, Duque de Aquitania, el señor feudal más poderoso de Francia, escribió los primeros poemas de trovador y es ampliamente considerado como el primer trovador. Separándose de la tradición de luchar guerras en nombre del hombre, del rey, de Dios y del país, se dice que Guillermo tenía la imagen de su señora pintada en su escudo, a quien él llamaba midons (mi Señor) diciendo que “era su deseo llevarla en batalla, así como ella lo había cargado a él en la cama.” (1)

1168 – 1198 d.C.: El meme del Ginocentrismo se elabora, recibe patrocinio imperial

El meme del ginocentrismo se populariza aún más y recibe patrocinio de la nieta de Guillermo, la Reina Eleonor de Aquitania, y de la hija de ésta, Marie (2). En la corte de Eleonor, en Poitiers, ella y Marie terminaron el trabajo de adornar el código militar cristiano de caballería con un código de amantes románticos; con ello pusieron a la mujer en el centro de la vida cortesana, y al amor en el trono de Dios mismo – y al hacerlo, cambiaron la cara de la caballería para siempre. Los eventos claves son:

– 1170 d.C.: Eleonor y Marie establecieron las Cortes de Amor formales, presididas por ellas mismas y un jurado de 60 mujeres de la nobleza, quienes investigaban y pasaban sentencias en disputas de amor de acuerdo al nuevo código que gobernaba las relaciones entre géneros.

– 1180 d.C.: Marie encomienda a Chrétien de Troyes para que éste escriba Lancelot, El Caballero de la Carreta, una historia de amor sobre Lancelot y Guinevere en la que se elaboraba la naturaleza de la caballerosidad ginocéntrica. Chrétien de Troyes abandonó este proyecto antes de completarlo porque se oponía a la aprobación implícita que recibía la relación adúltera entre Lancelot Y Guinevere que Marie le había mandado escribir. Pero la aprobación de la leyenda era irresistible – poetas posteriores completaron la historia en representación de Chrétien, quien también escribió otros romances famosos, incluyendo Eric y Enide.

– 1188 d.C.: Marie ordena a su capellán Andreas Capellanus escribir El Arte del Amor Cortesano. Esta guía de los códigos caballerescos de amor romántico es un documento que podría pasar como contemporáneo en casi todos los aspectos, excepto por las conjeturas y estructuras de clase anticuadas. Muchos de los consejos en el “libro de texto” de Andreas venían evidentemente de las mujeres que habían mandado realizar el escrito (3).

1180 – 1380 d.C.: La cultura ginocéntrica se expande por Europa

En doscientos años, la cultura ginocéntrica salió de Francia para instituirse en todas las principales cortes de Europa, y de ahí llegó a capturar la imaginación de hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales. De acuerdo a Jennifer Wollock (4), la continua popularidad de las historias de amor caballerescas también se confirma por los contenidos de las bibliotecas de mujeres de la Edad Media tardía, literatura que tenía un substancial público femenino, incluyendo a las madres que les leían a sus hijas. Aparte del creciente acceso a la literatura, los valores de la cultura ginocéntrica se difundieron a través de la interacción diaria entre la gente en la que creaban, compartían y/o intercambiaban la información y las ideas.

1386 d.C.: Se forma el concepto Ginocéntrico de “caballero”

Acuñado en los años de 1200, la expresión “Hombre Gentil [Gentil man en inglés]” pronto se volvió sinónimo de caballería. De acuerdo al Diccionario Oxford la palabra gentleman llegó a referirse a “un hombre con instintos caballerescos y buenos sentimientos” en 1386. Por lo tanto, gentleman implica un comportamiento caballeresco y sirve a su vez como su sinónimo; un significado que perdura hasta nuestros días.

1400 d.C.: El comienzo de la Querelle des Femmes

La Querelle des Femmes o la “controversia femenina” técnicamente tuvo su comienzo en 1230 d.C. con la publicación del Romance de la Rosa. Sin embargo, fue la autora francoitaliana Cristina de Pizán quien en 1400 d.C. llevó la discusión prevalente sobre las mujeres a un debate que continúa resonando en la ideología feminista de hoy en día (aunque algunos autores afirman, de manera poco convincente, que la querelle llegó a su fin en los años de 1700). El tema básico de esta controversia de siglos giraba, y continúa haciéndolo, alrededor de la defensa de los derechos, del poder y del estatus de las mujeres.

Siglo 21: El Ginocentrismo continúa

La cultura del ginocentrismo, que ya cumple 800 años, continúa gracias a la ayuda de los tradicionalistas, ansiosos de preservar las costumbres, las maneras, los tabúes, las expectativas y las instituciones ginocéntricas, con las cuales tienen tanta familiaridad; y también con la ayuda de feministas que continúan encontrando nuevas y a menudo novedosas maneras de incrementar el poder de las mujeres con la ayuda de la caballerosidad. El movimiento feminista moderno ha rechazado algunas costumbres caballerescas tales como abrirle la puerta del carro a una mujer, o cederle el puesto en el bus; sin embargo, continúan apoyándose en “el espíritu de la caballerosidad” para obtener nuevos privilegios para las mujeres: abrir la puerta de los carros se transformó en abrir la puerta en universidades o empleos a través de la discriminación positiva; y ceder el asiento en buses se transformó en ceder los asientos en juntas directivas y en partidos políticos a través de cuotas. A pesar de las diversas metas, el ginocentrismo contemporáneo sigue siendo un proyecto para mantener e incrementar el poder de las mujeres con la ayuda de la caballerosidad.

Fuentes:

[1] Maurice Keen, Chivalry, Yale University Press, 1984. [Nota: 1102 d.C. es la fecha atribuida a la escritura de los primeros poemas de Guillermo].
[2] Las fechas 1168 – 1198 cubren el periodo que empieza con la época de Eleonor y Marie en Poitiers hasta la fecha de la muerte de Marie en 1198.
[3] Jeremy Catto, Chivalry: The Path of Love, Harper Collins, 1994.
[4] Jennifer G. Wollock, Rethinking Chivalry and Courtly Love, Praeger, 2011.

El Nacimiento del Amor Caballeresco

Cultura Ginocéntrica

El amor y la guerra siempre han sido opuestos, tal como lo expresa aquella conocida frase “haz el amor y no la guerra”, o la retórica de los bandos a favor y en contra de la guerra. Que ambos sean mutualmente excluyentes es lo suficientemente obvio. Sin embargo, en la Europa del siglo XII sucedió algo peculiar que marcó el comienzo de una unión entre estos dos principios contrapuestos. En ese entonces, el código militar de la caballería se unió con los caprichos del amor cortés para producir una creatura bastarda que aquí llamaremos amor caballeresco (hoy simplemente lo llamamos caballerosidad). Anterior a esto, la caballerosidad siempre se había referido al código militar de comportamiento –uno que cambiaba de país a país- pero que no tenía nada que ver con el amor romántico.

¿Cuál fue el método que la sociedad del siglo XII utilizó para lograr esto? En una palabra, avergonzando.

La aristocracia medieval empezó a aumentar la práctica de avergonzar al escoger lo peores comportamientos de los hombres más revoltosos y extrapolar dichos comportamientos a todo el género masculino. ¿Suena familiar? Los caballeros eran particularmente señalados –de manera muy similar a los actuales héroes del deporte que han cometido algún tipo de paso en falso– para ser usados como ejemplo del mal comportamiento masculino que requiere el remedio de una reforma cultural de gran envergadura.

Durante esa época de hombres (supuestamente) revoltosos, se decía que escuderos maleducados entraban a las cantinas montando sus sarnosos caballos, y groseros hombres jóvenes osaban desviar los ojos del salterio en plena misa. Entre los caballeros, y en el ambiente de los torneos, se sucedían riñas ocasionales con incidentes horribles –la ruptura de un cráneo, o el que un ojo se saliera de su órbita- mientras las apuestas continuaban y los dados volaban. La atención masculina a la vestimenta y a la moda era supuestamente desastrosa, con hombres que no tenían problema en vestir pieles de ovejas y zorros en lugar de las ropas hechas de materiales valiosos, con colores más acordes a la compañía femenina. Y tal vez lo peor de todo era su falta de refinamiento y modales hacia las mujeres, lo que era considerado ofensivo.

¿Quién podría, y cómo se lograría reformar a este género revoltoso? Una de las primeras soluciones fue planteada por una condesa francesa llamada Marie. De acuerdo a la historiadora Amy Kelly, con sus ideas de reforma masculina,

“Marie organizó a la turba de soldados, guerreros, duelistas, hombres de acción, jinetes, trovadores, nobles y debutantes, jóvenes hacendados, príncipes adolescentes, y princesas niñas en el gran salón de Poitiers. De este pandemonio, la condesa confeccionó una sociedad decorosa y elegante, cuya fama se extendió por todo el mundo. He ahí la misión de una mujer para alejar a los hombres de las emociones de la caza y los torneos, de los dados y los juegos, y atraerlos hacia la sociedad femenina, una misión para proscribir la tosquedad e imponer el tributo de adulación a la majestad femenina.”(1)

La Condesa Marie era una más entre una larga línea de reformadores que ayudaron a dar inicio a un ginocentrismo cuyo propósito era convencer a los hombres de los defectos compartidos por todo el género –esencialmente avergonzarlos- y prescribir como remedio el amor romántico y la adoración concomitante de las mujeres. A través de este programa, el amor romántico fue irremediablemente unido al código militar e introducido como una manera de domar la actitud pendenciera y brutal de los hombres, algo en lo que los tradicionalistas de hoy en día concuerdan en su llamado a que los hombres se adhieran a estos mismos roles masculinos establecidos por primera vez en la Europa medieval. Una de las autoridades actuales en este periodo de la historia describe el entrenamiento de los caballeros en la siguiente observación: “el surgimiento del amor cortés y su intersección con la caballerosidad en Occidente son ambos eventos del siglo XII. La idea según la cual el amor ennoblece y es necesario para la educación de un caballero proviene de las letras de este periodo, pero también de los romances de caballería. En ellos, los verdaderos amantes eran también los mejores caballeros.” (2)

Con el amor romántico firmemente establecido dentro del código de caballería, empezamos a ver el comportamiento romántico de los soldados tan familiar para nosotros hoy: ir a luchar y morir por su Dama, cartas de amor desde el frente de batalla, la foto arrugada de su amor en un bolsillo de su uniforme. En lugar de ser hombre, rey y patria, es el amor por “ella” el que ahora motiva a un hombre al sacrificio militar. Ésta es también la razón por la que tantas películas actuales en las que se retratan zonas de guerra y matanza incluyen a un héroe y a su damisela tomando una pausa para darse un apasionado beso mientras las bombas estallan a su alrededor, como para sugerir que toda esa carnicería es en nombre de ella y del amor romántico. Una vez aceptadas en el canon caballeresco, varias “reglas” de amor fueron impuestas con fuerza militar –por caballeros blancos, como los llamamos- y la cultura resultante ha sido imparable. Tratar de detenerla despierta la ira de todos esos caballeros blancos quienes te enterrarán vivo por romper esta nueva meta militar del amor romántico.

Antes de la Edad Media, el amor romántico era usualmente considerado con sospecha e incluso visto como un signo de inestabilidad mental que requería la eliminación de la fuente del problema, y tal vez una solución médica. En el contexto de los matrimonios arreglados, el amor romántico, si era permitido del todo, se llevaba a cabo de una manera discreta e incluso clandestina, sin el consentimiento explícito de la sociedad educada. Esta era la situación en todo el mundo hasta el advenimiento de la revolución europea.

El culto al amor caballeresco se radico primero entre las clases aristocráticas y pronto alcanzó a las clases comunes a través de la literatura y las narraciones; en particular la literatura romance. Habiendo germinado en Alemania y Francia en el siglo XII, el culto se expandió gracias a una industria pujante de producción de libros que llevaría la revolución ginocéntrica a todo el continente europeo.

Cuando uno considera los sujetos de estos libros –Gawain y Guinevere, Tristán e Isolda, heroicas hazañas masculinas por las mujeres, escándalos amorosos, cortejo, bodas de clase alta, adulterio, y estatus- se nos vienen a la mente inmediatamente las revistas para mujeres actuales que abundan en los estantes de las librerías y en las salas de espera.

Las revistas para mujeres y la omnipresente novela romántica –y la gula que las mujeres sienten por ellas- se pueden rastrear hasta este periodo en el que el término romance se acuñó. Según Jennifer Wollock, profesora de Literatura en la Universidad de Texas, esta literatura tenía un sustancial público femenino, incluyendo a las madres que les leían a sus hijas. Wollock afirma que la continua popularidad de las historias de amor caballeresco también se confirma por la procedencia de manuscritos romances y los contenidos de las bibliotecas de mujeres de la Edad Media tardía.

Los tres comportamientos del código de amor caballeresco

Manteniéndose en el lado masculino de la ecuación, los principales comportamientos prescritos por el código de amor caballeresco son: el llevar a cabo hazañas románticas, la galantería, y el vasallaje.

Anterior a esta redistribución en relaciones románticas, la galantería solía referirse a cualquier comportamiento valiente, especialmente en batalla. La palabra aún puede significar eso. Sin embargo, bajo las reglas del amor caballeresco se convirtió, según la definición del diccionario de Google, “atención cortés o respeto que el hombre le da a la mujer”. ¿Podrían estas dos definiciones de galantería estar más lejos la una de la otra? Así como los conceptos contrarios de caballerosidad militar y amor caballeresco, estas dos definiciones de galantería estiran el significado para cubrir dos dominios completamente diferentes de comportamiento. Parece entonces que las mujeres de la época hacían uso de los más grandes comportamientos expiatorios de los hombres –caballerosidad y galantería- para satisfacer sus apetitos narcisistas.

Un vasallo es definido como un siervo, un esclavo, un subordinado o dependiente, o una persona que entra en una obligación mutua hacia un señor o monarca en el contexto del sistema feudal en la Europa medieval. Las obligaciones a menudo incluían apoyo militar y protección mutua a cambio de ciertos privilegios, que usualmente incluían la concesión de tierra mantenida como un feudo. El vasallaje era entonces utilizado como una idea que Maurice Valency llamó “el principio formador de todo el diseño del amor cortés”.(3) Ya fuera un caballero, un trovador, o un plebeyo, la rutina de vasallos de la mujer era la orden del día en ese entonces, exactamente como lo es actualmente (4). Los poetas adoptaron la terminología del feudalismo, declarándose a sí mismos “vasallos” de la dama y se dirigían a ella como midons (mi señor), lo que se tomaba como la adulación estándar de una mujer. Una práctica particularmente impactante que mostraba la adaptación del sistema feudal era aquella en la que el hombre se ponía sobre una de sus rodillas ante la mujer. Al arrodillarse de esta manera, el hombre asume la postura del vasallo. Él le habla, jurándole su fe, prometiéndole, como lo haría un súbdito, no ofrecer sus servicios a nadie más. Incluso va más lejos: como lo haría un siervo, él le otorga a ella todo su ser como regalo.

Citando evidencia del vasallaje, Amy Kelly escribe: “Como estaba simbolizado en los escudos y en otras ilustraciones que colocaban al caballero en la actitud ritual de mención, arrodillándose ante su dama con sus manos dobladas entre las de ella, el homenaje significaba servicio masculino, no dominación ni subordinación de la dama, y significaba también fidelidad, constancia en ese servicio.” (5)

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En resumen, era la relación feudal entre vasallo y señor la que le proveía al amante un modelo por su conducta humilde y servil.

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Los actores principales – entonces y ahora

Imaginemos a la Europa del siglo XII como una puesta en escena en la que se representan los temas del amor caballeresco, una que se volvería tan popular, que sus actores continuarían sirviendo como modelos a seguir para la población global 800 años después. Los actores principales en esta obra medieval son los siguientes, acompañados (en paréntesis) por los títulos que les damos a esos mismos actores hoy en día, mientras continúan ese antiguo drama:

Damas cortesanas (=Feministas). Las feministas de hoy en día se refieren a las damas cortesanas de la Edad Media como las primeras feministas, o protofeministas, y así como las feministas modernas, aquellas mujeres disfrutaban de un número considerable de privilegios y recursos. Entre los siglos XII y XIV, la evidencia muestra que las mujeres empezaron a causar agitación a causa de una aumentada autoridad sobre la manera “correcta” para llevar a cabo relaciones entre hombres y mujeres, con énfasis particular en lo que ellas creían que eran los roles adecuados para los hombres en una sociedad digna y cívica. No es de sorprender que ésta sea la época en la que mujeres poderosas tenían la facultad de establecer las “cortes de amor” encabezadas por mujeres y que actuaban de una manera similar a las Cortes de Familia actuales, en cuanto a que ambas arbitraban disputas amorosas entre parejas en conflicto.

La literatura clave del periodo, que detallaba la etiqueta adecuada en relaciones de género, era comisionada por mujeres poderosas para ser escrita (“El Arte del Amor Cortés”), y en algunos casos era escrita por las mismas mujeres (los escritos de Christine de Pizan, o los de Marie de France). El discurso emergente actuaba como una droga que prometía la introducción de un poder unilateral de mujeres sobre hombres, y a través de la diseminación de literatura romance que prometía una pronta propagación en todas las clases sociales del continente. Hemos estado viviendo las consecuencias desde entonces de una revolución mucho más significativa para la historia de relaciones entre géneros que la aparición de la píldora anticonceptiva y el divorcio no contencioso combinados- siendo el último un simple epifenómeno generado dentro de una cultura de amor caballeresco mucho más grande.

Los arquetipos introducidos en la sociedad por estas damas de noble cuna son identificables instantáneamente: la damisela en peligro (la mujer como inocente, la mujer como indefensa, la mujer como víctima), la princesa (la mujer como belleza, la mujer como sujeto narcisista que requiere devoción, la mujer como ser merecedor de privilegios especiales), y las damas de alta casta (la mujer moralmente pura, la mujer valiosa, la mujer como superior, la mujer con derecho a reclamar). Estas ilusiones aseguraron que la atención del hombre fuera enfocada a atender las necesidades de la mujer, un programa tan exitoso que las feministas modernas continúan dándole forma al escenario cultural actual con el mismo programa de sus antecesoras protofeministas. Y así como sus antecesoras, las feministas continúan utilizando narrativas que buscan avergonzar a los hombres para facilitar la herencia que las coloca en un pedestal.

fotor091415394Caballeros Blancos (=caballeros blancos). Conservamos esta metáfora para estos heroicos individuos, hombres galantes de muchas maneras, pero especialmente las incorrectas, como alardear ante mujeres poco merecedoras y deleitarse de manera concomitante en competir y lastimar a otros hombres. Más que cualquier otro actor en esta obra, los caballeros blancos se especializan en el comportamiento galante con el propósito de impresionar a las mujeres, y lograr al final que estas les alimenten el ego.

Para estos primeros caballeros blancos, el torneo de justas, precursor de los torneos atléticos actuales, consistía en competencias caballerescas o luchas en la Edad Media. En estas luchas, los caballeros estaban más que dispuestos a lastimar a otros hombres para ganar el elogio de las mujeres espectadoras. Los competidores eran observados luchando por mujeres que tiraban prendas de vestir en la arena donde los atletas las recogían y se las ponían –de ahí que el hombre que vestía el pañuelo de una mujer en particular la representaba a ella en el torneo.

Los hombres estaban básicamente luchando “por ella”, así como lo harían en campos de batalla reales por sus madres y esposas. Al hombre galante que ganaba el torneo se le daba la oportunidad de cortejar a la dama a quien representaba en el ring. Aún conservamos esta tradición ginocéntrica hoy en día: torneos de golf, de fútbol, de artes marciales, y así, están todos diseñados para mostrar proezas masculinas en las que los ganadores logran cortejar a las mejores mujeres.

MEDIEVAL KNIGHT & LADY BEFORE JOUST- ILLUSTRATIONOtras actividades de los caballeros blancos incluyen impresionar mujeres con grandes gestos de protección. Por ejemplo, la “Empresa del Escudo Verde con la Dama Blanca” era una orden de caballería fundada por Jean Le Maingre y doce caballeros más en 1399 que se comprometían a proteger mujeres. Inspirados por el ideal del amor cortés, el propósito de la orden era proteger y defender el honor, los bienes, la propiedad, la reputación, la fama y el elogio de todas las damas y damiselas, una tarea que recibió el elogio de Christine de Pizan. Le Maingre, cansado de recibir quejas de damas, doncellas, y viudas quejándose de ser oprimidas por hombres poderosos empeñados en privarlas de tierras y honores, y de no encontrar caballero o escudero dispuesto a defender su justa causa, fundó la orden de doce caballeros jurados a llevar “un escudo de oro esmaltado de verde y con una dama blanca en su interior.”

Los doce caballeros, después de hacer el juramento, redactaron una extensa carta explicando su propósito y la diseminaron ampliamente en Francia y más allá de sus fronteras. La carta decía que cualquier dama, joven o vieja, que fuera víctima de alguna injusticia podría pedir a uno o más caballeros que hicieran valer su honor, y ese caballero respondería prontamente, dejando cualquier otra tarea que estuviera haciendo para luchar en persona con el opresor de la dama en cuestión. Las similitudes de esta Orden con empresas contemporáneas tales como la Campaña de la Cinta Blanca (White Ribbon Campaign) en la que “embajadores” masculinos hacen un juramento a toda la femineidad de nunca consentir, excusar o permanecer callados respecto a la violencia contra la mujer, y de intervenir y actuar contra cualquier hombre acusado de alguna ofensa contra una mujer. Las similitudes entre estas galantes misiones dejan claro que el linaje de caballeros blancos ha progresado fluidamente hacia la era moderna.

Trovadores I (=Pick Up Artists [artistas de la conquista] y los promotores del “Juego” [Conquista]). El trabajo de los trovadores era difundir la palabra respecto a las virtudes del amor caballeresco a través de la música, las canciones, la poesía, y las narraciones. Tanto aristócratas como comunes disfrutaban escuchar cuentos sobre valentía, y las damas se dejaban llevar con los poemas épicos al tiempo que los trovadores practicaban los rituales del amor caballeresco. Así como los Artistas de la Conquista y los Don Juanes hoy en día, quienes hablan y escriben en elogio de la vagina, los trovadores también eran compositores y promotores de las “artes del amor”, que apuntaban a asegurar la plenitud sexual.

Como esos trovadores, Roosh y Roissy [nota del traductor: Conocidos artistas de la conquista en internet], entre otros, continúan la tradición de escribir prosa que ilustra las muchas maneras de adular a las mujeres para poder meterse en sus pantalones. Game [conquista, juego] es una palabra muy apta para esta tradición que ya cumple 800 años, con su prescripción de líneas ensayadas y falta de autenticidad personal. Es un juego ensayado de adoración de las mujeres orientado a una meta muy estrecha. En esencia, esta rutina de Casanova consiste simplemente en fingir el amor caballeresco con el propósito de manipular, generalmente con el objetivo de obtener sexo. Cuando las mujeres modernas llaman a estos hombres “jugadores” están muy cerca de acertar. Aunque Roosh et al declaran externamente rechazar la caballerosidad, aún así aceptan sus principios como si fueran actores consumados.

Trovadores II (=hombres feministas – a veces llamados despectivamente “manginas”). A diferencia de los trovadores mencionados arriba, quienes abogan por un amor orientado a la satisfacción sexual, los Trovadores II abogan por un tipo de amor más idealizado de anhelo que no se consuma en una satisfacción sexual. Básicamente, estos hombres se parecen más a unos Romeos aduladores que a unos excitados Casanovas. El concepto que los guía era llamado “fin’amors”, que significa “amor puro”. Dichos hombres eran particularmente predominantes en el norte de Francia, mientras que en el sur se podía ver que los trovadores (tipo I, ya mencionados más arriba) celebraban un amor adúltero o carnal en el que se buscaban encuentros sexuales.

Otra cosa que distinguía a los trovadores tipo II de los otros era la autenticidad. Estos hombres parecían identificarse totalmente con su papel y no eran simples jugadores. Su deseo de servir a las mujeres como vasallos, o incluso tal vez como esclavos masoquistas, apelaba a su carácter más íntimo. La versión de hoy en día serían los típicos hombres feministas, que trabajan incansablemente para difundir el mensaje de sus superiores feministas, al igual que aquellos trovadores esclavizados que abogaban por las idiosincrasias narcisistas de sus damas. El papel de vasallaje aplica en este caso más que en cualquier otro personaje de la Edad Media –no simplemente como una rutina para poder conseguir sexo, sino como acto verdaderamente devoto.

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Lo que nos trae a lo que el Movimiento de los Derechos Humanos de los Hombres (MHRM) se refiere como ginocentrismo. De lo anterior es claro que, a menos de que haya evidencia de una cultura (ampliamente) ginocéntrica anterior a la Edad Media, entonces el ginocentrismo tiene precisamente 800 años. Para determinar si esta tesis es válida, primero necesitamos definir qué es exactamente a lo que nos referimos con “ginocentrismo”.

El término “ginocentrismo” ha estado en circulación desde los años de 1800, hasta donde he podido encontrar, y su definición general es “centrarse en las mujeres; preocuparse sólo por las mujeres” (6). Adam Kostakis define el ginocentrismo de manera más específica: “el sacrificio masculino para el beneficio de las mujeres” y como “deferencia de los hombres hacia las mujeres”, y concluye: “El ginocentrismo, ya sea que se llame honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, no ha cambiado en su esencia. Continúa siendo un deber particularmente masculino el ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte segura y helada”. (7)

De estas definiciones podemos ver que ginocentrismo podría referirse a cualquier práctica que se centra en las mujeres en una sociedad que en otras circunstancias es androcéntrica, o incluso a un solo acto ginocéntrico llevado a cabo por un individuo. Teniendo en mente este amplio uso del concepto, la frase “cultura ginocéntrica” parece ser más precisa para los propósitos de este ensayo, y dicha frase la definiré aquí como “cualquier cultura que instituya reglas para las relaciones de género que beneficien a las mujeres a expensas de los hombres en un amplio rango de aspectos”.

En la base de nuestra actual forma de ginocentrismo se encuentra la práctica del sacrificio masculino forzado a beneficio de las mujeres. Si aceptamos esta definición, necesitamos mirar hacia atrás y hacer la pregunta concomitante de si los sacrificios masculinos a lo largo de la historia siempre fueron llevados a cabo por las mujeres o si, en cambio, se hicieron por alguna otra meta primaria. Por ejemplo, cuando los hombres son enviados a morir en grandes números en las guerras, ¿fue acaso por las mujeres, o fue más bien por el Hombre, Rey, y País? Si fue por lo último, entonces no podemos declarar que fue el resultado de una cultura ginocéntrica intencional, o al menos no en la manera en que lo he definido aquí. Si el sacrificio no se hace para el beneficio de las mujeres, aún si ellas son beneficiarias ocasionales de ese sacrificio masculino, entonces no se trata de ginocentrismo.

La prescindibilidad masculina estrictamente “en beneficio de las mujeres” comienza de manera notable después del advenimiento de la revolución de género del siglo XII en Europa –una revolución que nos entregó términos como galantería, caballerosidad, amor caballeresco, cortesía, romance, y otros. De ese periodo en adelante, las prácticas ginocéntricas crecieron exponencialmente, culminando en las demandas del feminismo actual. En resumen, el ginocentrismo era un fenómeno aislado en el mejor de los casos antes de la Edad Media, después de lo cual se volvió algo ubicuo.

Con todo esto en mente, no tiene mucho sentido hablar de una cultura ginocéntrica que empezó junto con la revolución industrial hace sólo 200 años (o hace 100 o incluso 30 años), o de que ésta empezó hace ya dos millones de años, como algunos argumentan. No estamos luchando simplemente con dos millones de años de programación genética; nuestro enemigo, culturalmente construido, es mucho, mucho, más simple de señalar y de, potencialmente, revertir. La evidencia histórica es fuerte. Todo lo que necesitamos hacer es mirar las circunstancias bajo las cuales el ginocentrismo empezó a florecer, e intentar revertir dichas circunstancias. Específicamente, si la cultura ginocéntrica se ocasionó por la práctica de avergonzar, entonces ese es el enemigo al que apuntar con el objeto de revertir toda la empresa. Para mí, ese proceso podría empezar rechazando la falsa pureza moral a la que las mujeres del último milenio han pretendido llegar, y contra la cual han sido comparados los peores ejemplos de los hombres con la pretensión de avergonzar a todo el género.

Referencias

  1. Amy Kelly, “Eleanor of Acquitaine and Her Courts of Love”. Fuente: Speculum, Vol. 12, No. 1 (Publicado por Medieval Academy of America, 1937)
  2. Jennifer G. Wollock, “Rethinking Chivalry and Courtly Love”. (Publicado por Praeger, 2011)
  3. Maurice Valency, “In Praise of Love: An Introduction to the Love Poetry of the Renaissance, (Macmillan, 1961).
  4. Para un excelente artículo sobre vasallaje hoy en día, ver el escrito por Gordon Wadsworth “The Western Butler and his Manhood”, que indica un línea ininterrumpida entre el vasallaje romántico de la Edad Media y el papel de “mayordomo” que se espera de los hombres actualmente. (Publicado por AVFM, 2013).
  5. Amy Kelly, “Did Women Have a Renaissance?” en Mujeres, Historia y Teoría. (Publicado por UCP Press, 1984).
  6. com – Gynocentric
  7. Adam Kostakis, Gynocentrism Theory – (Publicado en línea, 2011). Aunque Kostakis asume que el ginocentrismo ha estado presente a lo largo de la historia, señala a la Edad Media para comentar: “Hay una inmensa continuidad entre el código de la clase caballeresca que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno… Uno podría decir que son la misma entidad, que ahora existe en una forma más madura –ciertamente, no estamos lidiando con dos creaturas diferentes.”

 

https://gynocentrism.com/2013/07/14/the-birth-of-chivalric-love/

Cultura Ginocéntrica

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)
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¿Comenzó la cultura centrada alrededor de las mujeres en la prehistoria?

Esta pregunta es formulada en ocasiones por gente que piensa que el ginocentrismo ha estado presente siempre en la evolución humana. La respuesta es, por supuesto, si – el ginocentrismo ha estado presente a lo largo de la historia humana. Sin embargo, es importante hacer la distinción entre ginocentrismo (es decir, actos ginocéntricos individuales, costumbres, o eventos) y cultura ginocéntrica (un penetrante complejo cultural que afecta cada aspecto de la vida). Nunca seremos lo suficientemente precisos como para encontrarle algo de sentido a este tema, a menos de que insistamos en la distinción entre ginocentrismo y cultura ginocéntrica.

Ginocentrismo:

5-venus-of-willendorfEs sencillo exagerar la importancia de los ejemplos específicos de ginocentrismo cuando en realidad dichos ejemplos pueden estar igualmente balanceados, culturalmente hablando, por actos y costumbres centrados alrededor de los hombres, o por eventos que niegan el concepto de una ubicua cultura ginocéntrica. Se nos recuerda aquí que el viejo adagio “una golondrina no hace el verano” y que de la misma manera, actos ginocéntricos individuales, o incluso un pequeño grupo de dichos actos, no equivale a una cultura ginocéntrica generalizada.

Ejemplos individuales de ginocentrismo son a veces malinterpretados como ejemplos de una cultura más amplia, como se evidencia en la discusión alrededor las antiguas estatuillas femeninas que algunas personas consideran como indicadores de culturas ginocéntricas en las que se rendía culto a diosas. Pero no es sólo que la importancia de dichas figuras ha sido bastamente exagerada, sino que la cantidad que se ha descubierto de las mismas es potencialmente abultada según prominentes antropólogas feministas:

Los análisis cuantitativos del imaginario del Paleolítico Tardío dejan claro que también hay imágenes de hombres y que, en líneas generales, la mayoría del imaginario de humanos-humanoides no puede ser fácilmente identificada como masculina o femenina. De hecho, ninguna fuente puede afirmar que más del 50 por ciento del imaginario sea evidentemente femenino”.

(AncientGoddesses)

Incluso si la mayoría de estas estatuillas han sido identificadas como femeninas, esto no sería un indicativo de una cultura ginocéntrica, más de lo que las estatuas de la diosa Atenea, y el Partenón construido en su honor, indicarían que la antigua Atenas era una ciudad ginocéntrica – que claramente no lo era.

Los arqueólogos han descubierto plantillas de manos femeninas en cuevas antiguas, creadas en la práctica de esparcir barrosobre una mano de mujer desde la boca. Algunos han conjeturado, sin evidencia alguna, que esas mismas manos serían las autoras de los animales que también se encontraban pintados en las paredes de las cuevas. Adicionalmente, estos arqueólogos asumen que la presencia de manos femeninas no sólo significaba que las mujeres pintaban el arte de las cuevas, sino que también todo el mundo antiguo “debió haber” consistido de una cultura completamente ginocéntrica. Estas conjeturas muestran los peligros que conlleva el permitir que la imaginación se separe demasiado de la evidencia.

Más ejemplos de estos excesos se dan al citar el material ficticio de la época clásica, tales como Helena de Troya (un mito griego), o Lisístrata (una obra de teatro griega) como pruebas de cultura ginocéntrica; infortunadamente, estos ejemplos son tan útiles para entender el ginocentrismo como lo serían la película El Planeta de los Simios para futuros investigadores que estén estudiando la historia de los primates.

Cultura Ginocéntrica:

Un complejo cultural se refiere a una configuración significativa de rasgos culturales que tienen una significancia importante en la manera en que la gente vive su vida. En sociología, se define como el conjunto de rasgos culturales unificados y dominados todos por un rasgo esencial; como un complejo cultural industrial, un complejo cultural religioso, un complejo cultural militar, y así sucesivamente. En cada uno de estos complejos podemos identificar un factor central – la industria, la religión, la milicia – por lo que requeriríamos un factor central para que el complejo cultural ginocéntrico calificara para el título. En el centro del complejo cultural ginocéntrico está la estructura feudal de señores y vasallos, una estructura que eventualmente fue adoptada como modelo de relaciones de género y requería que los hombres sirvieran como vasallos de las mujeres. C.S. Lewis llamó a esta restructuración de relaciones entre los géneros “la feudalización del amor” y adecuadamente sugirió que ésta no dejó ni un solo rincón de nuestra ética, imaginación, o vida diaria sin tocar.

subservient-maleLa feudalización del amor no era algo que pudiera verse en épocas anteriores al Medioevo, y mucho menos en la era Paleolítica cuando el feudalismo sencillamente no existía. Por ejemplo, no hemos visto aún pinturas en cuevas iguales a este arte de la Edad Media que muestra a un hombre actuando como servil vasallo de una mujer dominante, quien lo lleva de su cuello por un cabestro.

En resumen, pareciera que todo el mundo está de acuerdo con que los ejemplos de actos ginocéntricos han existido a lo largo de la historia humana. La pregunta no es si un acto en particular ocurrió, sino éste era parte de una cultura más dominante de ginocentrismo. La respuesta que se busca no es si un acto ginocéntrico fue registrado, sino cuándo el complejo cultural ginocéntrico (GCC) empezó, respecto a lo cual parece haber tres teorías principales.

  • Génesis Antiguo
  • Génesis Medieval
  • Génesis Reciente

Esta página ofrece evidencia que claramente favorece la Génesis Medieval, ya que simplemente no hay suficiente evidencia de ginocentrismo en la cultura antigua más allá de algunos ejemplos dispersos. De hecho, lo que sabemos de civilizaciones clásicas parece favorecer la conclusión opuesta – que éstas fueron culturas evidentemente androcéntricas que tuvieron influencia global hasta la revolución europea del siglo XII.

https://gynocentrism.com/2013/10/19/gynocentrism-or-gynocentric-culture/

Sobre el Ginocentrismo

Por Peter Wright (Traducción por Andrés Bolaños)

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Ginocentrismo n. (del griego ???? “mujer” – Latín centrum, “centrdo”) se refiere a enfocarse de manera exclusiva o dominante en la mujer, en teoría y en práctica; o a la defensa de esa premisa (1). Cualquier cosa puede ser considerada ginocéntrica (Adj.) cuando se está tratando exclusivamente con un punto de vista femenino (o específicamente feminista) (2).

Katherine K. Young y Paul Nathason declaran que el enfoque predominante de la ideología ginocéntrica es dar prioridad a las mujeres jerárquicamente, y como resultado ésta puede ser interpretada como misandria (el odio y prejuicio hacia los hombres). Los llamados por la igualdad e incluso la equidad por parte de las feministas son a menudo, de acuerdo con esos autores, una treta para llegar al ginocentrismo (3).

Young y Nathanson definen el ginocentrismo como una forma de ver el mundo basada en la creencia explícita según la cual el mundo gira en torno a las mujeres, un tema cultural que estos autores aseguran se ha vuelto “de rigor” tras bastidores en las cortes y burocracias gubernamentales, lo que ha resultado en una discriminación sistémica contra los hombres (4). Los autores exponen además que el ginocentrismo es una forma de esencialismo –distinto de la escolaridad o la actividad política en nombre de las mujeres- en la medida en que se centra en las virtudes innatas de las mujeres y los vicios innatos de los hombres.

Otros autores hacen la discriminación entre tipos de ginocentrismo, tales como los actos o eventos ginocéntricos individuales (por ejemplo el Día de la Madre), y el concepto más amplio de una cultura ginocéntrica, que se refiere a una colección más grande de rasgos culturales que tienen una mayor significancia en la forma en que la gente vive (6).

 

Historia

Los elementos de cultura ginocéntrica que existen hoy en día se derivan de prácticas que se originaron en la sociedad medieval, tales como el feudalismo, la caballería y el amor cortés, que continúan dando forma a la sociedad contemporánea en formas muy sutiles. Peter Wright se refiere a dichos patrones ginocéntricos como constituyentes de “feudalismo sexual”, como lo confirman escritoras como Lucrezia Marinella, quien en 1600 relató que las mujeres de clases socioeconómicas bajas eran tratadas como superiores por hombres que actuaban como sirvientes o bestias hechas para servirles, o por Modesta Pozzo quien en 1590 escribió:

“¿no vemos acaso que la tarea legítima de los hombres es ir a trabajar hasta el agotamiento tratando de acumular riqueza, como si fueran nuestros agentes o representantes, de tal manera que nosotras permanezcamos en casa como señoras de la heredad dirigiendo su trabajo y disfrutando de las ganancias de su labor? Esa, si lo quieren así, es la razón por la que los hombres son por naturaleza más fuerte y robustos que nosotras –ellos necesitan serlo, de tal manera que puedan soportar el pesado trabajo que deben padecer a nuestro servicio.” (7)

El ataúd dorado en la imagen de arriba muestra escenas de comportamiento servil hacia las mujeres que eran típicas de la cultura del amor cortés de la Edad Media. Dichos objetos eran regalos que los hombres daban a las mujeres buscando impresionarlas. Nótese a la mujer de pie y con las manos en la cintura en posición de autoridad, y al hombre que está siendo llevado por un cabestro, con sus manos juntas en posición de sumisión.

Es claro que mucho de lo que hoy llamamos ginocentrismo fue inventado en la Edad Media, con las prácticas culturales de la caballerosidad romántica y el amor cortés. En la Europa del siglo XII, el feudalismo servía como base de un nuevo tipo de amor en el que los hombres jugaban el papel de vasallos de las mujeres, que a su vez jugaban el papel de un Señor idealizado. C.S. Lewis, a principios del siglo XX, se refería a esta revolución histórica como “la feudalización del amor”, y declaraba que no ha dejado ni un solo rincón intacto en lo que concierne a nuestra ética, nuestra imaginación y nuestra vida diaria. (8) Lewis escribe:

“Todo el mundo ha escuchado sobre el amor cortés, y todo el mundo sabe que apareció muy repentinamente al final del siglo XI en Languedoc. El sentimiento, desde luego, es amor, pero amor de una clase altamente especializada, cuyas características podrían ser enumeradas como Humildad, Cortesía, y la Religión del Amor. El amante siempre es abyecto. La obediencia de los deseos más nimios de su señora, sin importar que caprichosos sean, y el consentimiento mudo a los reproches de ella, sin importar lo injustos que sean, son las únicas virtudes que él se atreve a reclamar. Este es un servicio de amor moldeado cuidadosamente sobre el servicio que un vasallo feudal le debe a su señor. El amante es el”hombre” de la dama. Se dirige a ella como midons, que etimológicamente representa “mi señor” y no “mi señora”. Toda la actitud ha sido descrita apropiadamente como “una feudalización del amor”. Este solemne ritual amatorio es considerado como parte esencial de la vida cortesana” (9).

Con el advenimiento de mujeres (inicialmente cortesanas) elevadas a la posición de “Señor” en las relaciones íntimas, y con este sentimiento general difundido a las masas y a lo largo del gran parte del mundo hoy en día, se justifica hablar de un complejo cultural ginocéntrico que afecta, entre otras cosas, las relaciones entre hombres y mujeres. Además, a menos de que se pueda encontrar evidencia concreta de una extendida cultura ginocéntrica en periodos anteriores a la Edad Media, entonces el ginocentrismo tiene precisamente 800 años. Para determinar si esta tesis es válida, es necesario mirar con más detalle aquello a lo que nos referimos como “ginocentrismo”.

Ginocentrismo como fenómeno cultural

El término ginocentrismo ha estado en circulación desde los años de 1800, cuya definición general es “centrarse en las mujeres; preocuparse exclusivamente por las mujeres” (10). De esta definición podemos ver que ginocentrismo puede referirse a cualquier práctica centrada en el género femenino, o a un simple acto ginocéntrico llevado a cabo por un individuo. No hay nada inherentemente malo con un acto ginocéntrico (por ejemplo, el Día de la Madre) o, en ese caso, con un acto androcéntrico (celebrar el Día del Padre). Sin embargo, cuando un acto se institucionaliza en la cultura en detrimento de otros actos, entonces estamos frente a una costumbre hegemónica –es decir, es la costumbre relacional de elevar a las mujeres al papel de Señor en relación con sus vasallos masculinos.

El autor de Teoría Ginocéntrica, Adam Kostakis, ha intentado expandir la definición de ginocentrismo para referirse al “sacrificio masculino para el beneficio de las mujeres” y “la deferencia de los hombres hacia las mujeres”, y concluye: “El ginocentrismo, ya sea que lleve el nombre de honor, nobleza, caballerosidad, o feminismo, no ha cambiado en su esencia. Continúa siendo un deber particularmente masculino el ayudar a las mujeres a subirse a los botes salvavidas, mientras los hombres se enfrentan a una muerte segura y helada” (11). Yo estoy de acuerdo con las descripciones de Kostakis de un deber masculino asumido, pero la frase “cultura ginocéntrica” transmite su intención de manera más precisa que decir solamente “ginocentrismo”. Por lo que cuando se usa la palabra sola en esta página, “ginocentrismo” se refiere a una parte de toda la cultura ginocéntrica, frase que defino aquí como cualquier cultura que instituya reglas para relaciones de género que beneficien a las mujeres a expensas de los hombres a lo largo de un amplio rango de medidas.

En la base de nuestra actual forma de ginocentrismo se encuentra la práctica del sacrificio masculino forzado a beneficio de las mujeres. Si aceptamos esta definición, necesitamos mirar hacia atrás y hacer la pregunta concomitante de si los sacrificios masculinos a lo largo de la historia siempre fueron llevados a cabo por las mujeres o si, en cambio, se hicieron por alguna otra meta primaria. Por ejemplo, cuando los hombres son enviados a morir en grandes números en las guerras, ¿fue acaso por las mujeres, o fue más bien por el Hombre, Rey, y País? Si fue por lo último, entonces no podemos declarar que fue el resultado de una cultura ginocéntrica intencional, o al menos no en la manera en que lo he definido aquí. Si el sacrificio no se hace para el beneficio de las mujeres, aún si ellas son beneficiarias ocasionales de ese sacrificio masculino, entonces no se trata de ginocentrismo.

La prescindibilidad masculina estrictamente “en beneficio de las mujeres” comienza de manera notable después del advenimiento de la revolución de género del siglo XII en Europa –una revolución que nos entregó términos como galantería, caballerosidad, amor caballeresco, cortesía, romance, y otros. De ese periodo en adelante, las prácticas ginocéntricas crecieron exponencialmente, culminando en las demandas del feminismo actual. En resumen, el ginocentrismo era un fenómeno aislado en el mejor de los casos antes de la Edad Media, después de lo cual se volvió algo ubicuo.

Con todo esto en mente, no tiene mucho sentido hablar de una cultura ginocéntrica que empezó junto con la revolución industrial hace sólo 200 años (o hace 100 o incluso 30 años), o decir que ésta empezó hace ya dos millones de años, como algunos argumentan. No estamos luchando simplemente con dos millones de años de programación genética; nuestro enemigo, culturalmente construido, es mucho, mucho, más simple de señalar y de, potencialmente, revertir. Todo lo que necesitamos hacer es mirar las circunstancias bajo las cuales el ginocentrismo empezó a florecer, e intentar revertir dichas circunstancias. Específicamente, eso quiere decir rechazar las ilusiones del amor romántico (amor feudalizado), junto con las prácticas de misandria, humillación masculina y servidumbre que en definitiva lo apoyan.

 

La Querelle des Femmes, y la defensa de las mujeres

La Querelle des Femmes se traduce como “la controversia de las mujeres” y equivale a lo que hoy llamaríamos una guerra de géneros. La querelle comienza en la Europa del siglo XII y encuentra su culminación en la actual ideología impulsada por feministas (aunque algunos autores afirman, de manera poco convincente, que la querelle llegó a su fin en los años de 1700). El tema básico de esa controversia que ya lleva siglos giraba, y continúa haciéndolo, alrededor de la defensa de los derechos, poder y estatus de las mujeres, y por lo tanto Querelle des Femmes sirve como el título original del discurso ginocéntrico.

Si consideramos la longevidad de esta revolución, podríamos estar inclinados a coincidir con la declaración de Barbarossaaa que dice que “el feminismo es la máquina de defensa perpetua de las mujeres.”

Al ubicar los eventos anteriormente descritos en una línea de tiempo coherente, se ve que la servidumbre caballerosa hacia las mujeres fue elaborada y tuvo patrocinio bajo el reinado de Eleanor de Aquitaine (1137-1152), e instituida culturalmente a lo largo y ancho de Europa durante los 200 años siguientes. La Querelle des Femmes surgió después de arraigarse de esa manera en suelo europeo, y se refiriere a la cultura de defensa, que nació para proteger, perpetuar e incrementar el poder femenino, en relación con el masculino, que continúa hasta hoy, en una tradición ininterrumpida, en los esfuerzos del feminismo contemporáneo (12).

Los escritos de la Edad Media en adelante están llenos de testimonios de hombres intentando adaptarse a la feudalización del amor y al servicio de las mujeres, junto con la agonía emocional, la vergüenza y en algunos casos la violencia física que sufrieron en el proceso. La caballerosidad ginocéntrica y la querelle asociada no han recibido mucha elaboración en los cursos de los estudios de hombres hasta la fecha, pero con la emergencia de nuevos manuscritos y traducciones al inglés de mejor calidad, podría ser rentable iluminar este camino (13). Por ejemplo, el texto que estaba leyendo una vez más hoy, “Al Servicio de las Damas” de Ulrich Von Liechtenstein (1250) representa un tesoro escondido de las emociones a las que se enfrenta un hombre tratando de adaptarse a este papel de vasallo; textos como éste podrían ser incluidos en planes de estudios y explorados para un entendimiento más profundo de la experiencia masculina y las expectativas culturales que se imponen a los hombres.

 

Referencias

  1. Diccionario de Inglés Oxford – Vers.4.0 (2009), Oxford University Press, ISBN 978-0199563838
  2. Diccionario de Inglés Oxford 2010
  3. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Legalizing Misandry, 2006 p.116
  4. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Legalizing Misandry, 2006 p.309
  5. Katherine K. Young and Paul Nathanson, Sanctifying Misandry, 2010 p.58
  6. Wright, Peter, Gynocentrism: From Feudalism to Modern Disney Princesses, 2014 p.8
  7. Wright, Peter, ‘The sexual-relations contract,’ Capítulo 7 in Gynocentrism: From Feudalism to Modern Disney Princesses, 2014 p.28
  8. C.S. Lewis, Friendship, capítulo en The Four Loves, HarperCollins, 1960
  9. C.S. Lewis, The Allegory of Love, Oxford University Press, 1936
  10. Dictionary.com – Gynocentric
  11. Adam Kostakis, Gynocentrism Theory – (Published online, 2011). Aunque Kostakis asume que el ginocentrismo ha existido desde que se tienen registros históricos, señala en particular a la Edad Media para comentar: “Hay una continuidad considerable entre el código caballeresco de clases que surgió en la Edad Media y el feminismo moderno… Uno podría decir que son la misma entidad que ahora existe de una manera más madura –ciertamente no estamos lidiando con dos creaturas diferentes”
  12. Joan Kelly, Early Feminist Theory and the Querelle des Femmes (1982), reimpresa en Women, History and Theory, UCP (1984)
  13. El New Male Studies Journal ha publicado artículos que tratan sobre la historia y la influencia de la caballerosidad en las vidas masculinas.

About gynocentrism

Le blasme des femmes: Misogyny in the myth of patriarchy

By Douglas Galbi

Waterhouse decameron Wikipedia commons

Le blasme des femmes (The culpability of women) is medieval vernacular literature of men’s sexed protest. It’s scarcely understood or tolerated today. Many persons now believe that men ruling in patriarchy have brutally oppressed their wives, mothers, daughters and all other women throughout history. Belief in patriarchy and men’s brutality toward women has to explain away the literature of men’s sexed protest. Why have some men cried out about the abuse, deceptions, and betrayals that they felt men suffer from women?

A man cannot withstand her guile
Once she has picked him for her wile;
Her will to power will prevail,
She vanquishes most any male.

Woman lives in constant anger,
Do I even dare harangue her? [1]

Patriarchy myth-makers dismiss men’s sexed protests as misogyny. While ruling over women, exploiting women, and controlling women as their own personal property, men complained bitterly about women simply because men hate women, according to the now dominant mythic view of men. Hate is a word for mobilizing social repression. Calling men’s sexed protest misogyny socially justifies repressing it.

A man who slanders women
Is a man I must condemn,
For a courtier whom one respects
Would never malign the opposite sex. [2]

As master narratives, patriarchy and misogyny are social obfuscation. The lives of men and women have always been intimately intertwined in successfully reproducing societies. Those aren’t plausible circumstances for absolute, hierarchical rule and hatred of the other. Men’s sexed protest doesn’t indicate misogyny. Patriarchy has no significance to most men. Men’s sexed protest, and the social suppression of it, reflect men’s social subordination and women’s social dominance.

I would tell it clearly,
But all truths are not good to say. [3]

Today men are incarcerated for doing nothing more than having consensual sex and being too poor to fulfill their obligations of forced financial fatherhood. Through state-institutionalized undue influence, misrepresentations, and mis-service, forced financial fatherhood is imposed on many men without regard for the biological truth of paternity. Men face massive discrimination in child custody decisions, the criminalization of men’s sexuality is ever-expanding, the vastly disproportionate violence against men attracts no public concern, and men continued to be sex-selected for disposal in military service. Why aren’t more men protesting the privileges of women relative to men?

Therefore each man ought to honor
And value women above all. [4]

When men protest the sex-based injustices they suffer, gynocentric society generates quarrels about women, apologies for women, and defenses of women. Men’s servitude to women is deeply entrenched in European culture. Men historically have tended to understand their worth as persons in terms of defending women and children, and in providing resources to women and children. Women are superior to men in social communication. Women are the decision-makers for a large majority of consumer spending. In many high-income countries, women also make up the majority of voters by a larger margin than that which commonly decides major elections. Myths of patriarchy and misogyny work to keep men in their socially subordinate place.

There’s no clerk so shrewd,
Nor any other so worthy,
Who would want to blame women
Nor argue anything against them,
Unless he be of base lineage.
Because of this, they say nothing but good. [5]

Are women equally to blame for the evil done to men? The current dominant view is that the injustices done to men are all men’s fault. Blame patriarchy for the highly disproportionate suicides of men. Blame patriarchy for the highly disproportionate incarceration of men. Blame “toxic masculinity” for men’s suffering. But don’t blame women. Say nothing but good about women.

Sweet friend, be assured
That he will be cursed by God
Who, with evil and empty words,
Speaks dishonor or contempt to women. [6]

Le blasme des femmes is necessary for true democratic equality.[7] Women and men, whose lives have always been intimately intertwined, are equally responsible for injustices against women and men.

Notes:

[1] Le blasme des femmes {The culpability of women} ll. 113-6, 142-3, from Anglo-Norman French trans. Fiero, Pfeffer & Allain (1989) pp. 127, 129. Le blasme des femmes appears to have been composed for oral recitation. Manuscripts of it exist with many variations. Fiero, Pfeffer & Allain (1989)’s version is based on the manuscript Cambridge, University Library, Gg I.i, f. 627r. Text dated 1272-1310. Id. pp. 15-6. Another version of Le blasme des femmes exists in the Harley 2253 Manuscript, Art. 77.

The Cambridge manuscript of Le blasme des femmes concludes with five lines of Latin verse. The last line:

uxorem duxi quod semper postea luxi
{Now, ever since I took a wife,
Calamity has marred my life.}

Id. pp. 130-1. The concluding Latin verse has the leonine rhyme that Matheolus used in his seminal work of men’s sexed protest.

Medieval literature of men’s sexed protest was much less prominent and influential than medieval literature of courtly love. Courtly love literature abased men and pedestalized women.

[2] Le bien des fames {The good of women} ll. 1-4, from Francien French trans. Fiero, Pfeffer & Allain (1989) p. 107. Text dated 1272-1310. For the source text word courtois I’ve used “courtier” rather than “chap.”

[3] La contenance des fames {The ways of women} ll. 170-1, from Francien French trans. Fiero, Pfeffer & Allain (1989) pp. 97, 104 (literal translation version). Text dated 1272-1310. The source text:

Cleremont le deviseroie,
Mais touz voirz ne sont bonds a dire.

Above I’ve added the explicit translation “but” for mais.

[4] Le dit des femmes {The song on women) ll. 65-6, MS Harley 2253, Art. 76, from Anglo-Norman French trans. Fein (2014).

[5] Le dit des femmes {The song on women) ll. 51-6, MS Harley 2253, Art. 76, from Anglo-Norman French trans. Fein (2014).

[6] ABC a femmes {ABC of Women} ll. 276-9, MS Harley 2253, Art. 8, from Anglo-Norman French trans. Fein (2014).

[7] Fiero, Pfeffer & Allain (1989) p. xi explains:

The greater space given to the anti-female material in our discussions reflects the misogynic tradition that prevailed in medieval times and subtly persists into our own age. Since, according to Webster’s dictionary definition, the word feminist refers to one who advocates the political, economic, and social equality of the sexes or generally defends the rights and interests of women, we have avoided the words pro-feminist and anti-feminist, preferring instead pro- and anti-female.

The subtle incoherence of Webster’s alternate definitions of feminist seems to have eluded these scholars. The underlying social problem is far from subtle. On the term antifeminist, see my Matheolus post, note [7].

[image] Front page of Pravda (Moscow, USSR) newspaper, 18 November, 1940. It features a photo of Soviet Commissar M.B. Molotov and Adolf Hitler meeting in Berlin. Thanks to Wikimedia Commons.

References:

Fein, Susanna, ed. with David B. Raybin, and Jan M. Ziolkowski, trans. 2014. The complete Harley 2253 Manuscript (vol. 1, vol. 2, vol. 3). Medieval Institute Publications, Western Michigan University. Kalamazoo, Michigan.

Fiero, Gloria, Wendy Pfeffer, and Mathé Allain. 1989. Three medieval views of women: La contenance des fames, Le bien des fames, Le blasme des fames. New Haven, Conn: Yale University Press.

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Ulrich von Liechtenstein’s servitude to women

By Gouglas Galbi

representation of knight Ulrich von Liechtenstein in Frauendienst

In Frauendienst (Service of Ladies), written in German about 1250, the knight Ulrich von Liechtenstein describes mis-education, delusion, and suffering. Poets and wise men, the teachers of that time, urged Ulrich to subordinate himself to a woman. Ulrich recalled:

This I heard the wise men say:
none can be happy, none can stay
contented in this world but he
who loves and with such loyalty
a noble woman that he’d die
if it would save her from a sigh.
For thus all men have loved who gain
the honor others can’t obtain. [1]

Men’s lives are thus valued lower than a woman’s sigh. Only a very brave man would dare to reject that honor. Ulrich sought it:

“I’ll give my body, all my mind
and life itself to womankind
and serve them all the best I can.
And when I grow to be a man
I’ll always be their loyal thane:
though I succeed or serve in vain
I’ll not despair and never part
from them,” thus spoke my childish heart.

Whoever spoke of women’s praise
I followed, just to hear each phrase,
for it would make my heart so light
and fill me with true delight.
I heard from many a learned tongue
their excellence and honor sung;
they praised one here and praised one there,
they praised the ladies everywhere. [2]

This is the sort of literature that gave rise to Hitler. If children were to read Theophrastus’s Golden Book rather than Dr. Theophrastus Seuss’s One Fish, Two Fish, Red Fish, Blue Fish, they would recognize that praise of ladies is a funny thing.[3] Or at least they would develop a sense of humor lacking today.

Ulrich pledged servitude to a lady. He engaged his aunt to plead his love suit. The lady replied to the aunt:

That he excels I’ll take your word
(although it’s more than I have heard)
in every virtue, every skill,
yet for a woman it must still
prevent a close relationship
to see his most unsightly lip.
You must forgive my saying so:
it isn’t pretty, as you know. [4]

The lady rejected Ulrich for his cleft lip. Oblivious to the lady’s cruelty, he underwent a painful operation to have his cleft lip joined. Critical post-structuralists and ananavelist scholars have determined that the lady’s rejection of Ulrich on the grounds of his cleft lip figures and problematizes the prevalence of male genital mutilation in medieval European Christian culture. More to the point, Ulrich served a heartless lady.

Ulrich enacted his loving devotion to his lady in various ridiculous ways. In one joust, he damaged a finger. After his lady expressed doubt about the seriousness of his wound, he had his finger cut off. He sent the cut-off finger to his lady along with a poem praising her. She responded to his messenger with a message of scorn:

Go back and tell him my regret;
he’d serve the ladies better yet,
were it not that his hand is shy
a finger. Tell him too that I
shall always keep the finger near,
buried in my dresser here,
that I shall see it every day,
and that I mean just what I say.

Tell him from me now, courtly youth:
I’ll keep the finger — not, in truth,
because my heart at last is moved
so that his prospects are improved
by a single hair. Make sure he hears
this: should he serve a thousand years,
the service I would always scorn.
By my constancy I’ve sworn.

Ulrich was delighted. He thought that his lady continually viewing his amputated appendage was a sign that she loved him. But women preoccupied with amputation of men’s appendages do not truly love men.[5]

Ulrich sought to please his lady by pretending to be a woman. He dressed himself as a woman, called himself Lady Venus, and traveled around Europe participating in dangerous jousting tournaments. He was wounded in the chest and took at least one lance blow to the head. While Ulrich was in a bathtub bathing a wound, an admirer showered him in rose petals.[6] Bodily wounds to men aren’t socially understood to bleed real blood.

One day, Ulrich’s lady summoned him to appear before her in secret. She told him to appear in rags like a leper. Ulrich raced to his lady to fulfill her summons. He donned rags and ate with lepers outside his lady’s castle. His lady forced him to sleep outside the castle overnight in the rough, in the rain. The next morning he was instructed to wait until the evening. That evening, as instructed, he laid in hiding outside the castle. The castle warden making rounds took a long piss on him. After more misadventures, he was finally pulled up with a bedsheet onto the castle balcony.[7] Ulrich then declared to his lady:

Lady, grant me grace.

Lady, you’re my chief delight,
may I be favored in your sight,
may your compassion take my part.
Consider the longing of my heart
which constant love for you inspired.
Consider that I have not desired
a thing more beautiful than you,
a lovelier I never knew.

You’re dearer far than all that I
have ever seen. If I could lie
with you tonight then I’d possess
all that I’ve dreamed of happiness.
My life will gain by your assent
a lofty spirit and content
more and more until it ends.
It’s you on whom my joy depends.

That’s a courtly speech by a man drenched in piss. Ulrich obviously hadn’t learned from Ovid. His lady refused to lie with him.

Exploiting Ulrich’s inferiority in guile, his lady got rid of him with deceptive hand-holding. She explained that she would do his will if he would re-enact his entrance and give her the opportunity to greet him as a lover. That meant for him to get on the bedsheet and be lowered down slightly, and then brought up again. Ulrich rightly was suspicious that she would let him down and never pull him up again. She offered to hold his hand as a good-faith guarantee. Ulrich agreed:

Though worried, I then took my seat
inside the tightly knotted sheet.
They let me down a little ways
to where they were supposed to raise
me up. My sweet continued slyly,
“God knows, I never thought so highly
of any noble in the land
as of the knight that holds my hand.

“My friend,” she spoke, “be welcome so.
We both are freed from care and woe
and I can now invite you in.”
While speaking thus, she raised my chin
and said, “Dear one, give me a kiss.”
I was so overjoyed with this
I let her hand go free and I
quite soon had cause to grieve thereby.

They dropped Ulrich down and pulled the sheet back up over the wall. Ulrich was in deep despair. If not for his comrade’s intervention, he would have drowned himself in a dark lake.

Ulrich von Liechtenstein’s Service of Ladies is far more than a playful game. Like the thirteenth-century Old French nouvelle The Three Knights and the Chainse, Service of Ladies represents the social construction of male disposability. Men will not achieve gender equality until men reject a life of service to ladies.[8]

Notes:

[1] Ulrich von Liechtenstein, Frauendienst (Service of Ladies) s. 9, trans. Thomas (1969) p. 52. Ulrich’s book is now commonly recognized to be fictional rather than autobiographical. Ulrich von Liechtenstein was historically a knight in thirteenth-century Germanic lands.

[2] Id. ss. 11, 13.

[3] Dr. Theophrastus Seuss’s One Fish, Two Fish, Red Fish, Blue Fish declares, “From there to here, from here to there, funny things are everywhere.”

[4] Frauendienst, s. 80, trans. Thomas (1969). Subsequent quotes are from id. ss. 453-4, {1198, 1205-6}, 1267-8. The aunt acts as the old woman go-between common in medieval Iberian literature.

[5] On pre-occupation with castration, see the discussion of the serranas stories in Libro de buen amor, note [8] and comparative criticism of the Old French works, Fisherman of Pont-sur-Seine and Lecheor.

[6] Frauendienst, ss. 733-5.

[7] Stories of Virgil and Hippocrates being suspended in a basket from a women’s window are part of the literature of men’s sexed protests. The summons for the secret meeting is ss. 1114-5; sleeping in the rain, 1168-70; getting pissed on, s. 1189.

[8] Classen (2004) emphasizes the theatrical, ludic element of Frauendienst. But Frauendienst, like Pamphilus, has significance extending all the way to scholarly life today. For example, a recent scholarly analysis of Frauendienst centered on the pleasures of ridiculing masculinity:

Ulrich’s lady openly mocks her male suitor, ridiculing his masculinity. What pleasures does such mockery offer to male and female audiences?

Perfetti (2003) p. 129. As scholarly work, id. could be regarded as a joke. But it’s wide-ranging effects are apparent.

[image] Ulrich von Liechenstein, painting on folio 237r, Cod. Pal. germ. 848, Große Heidelberger Liederhandschrift (Codex Manesse). Zürich, ca. 1300 bis ca. 1340,

References:

Classen, Albrecht. 2004. “Moriz, Tristan, and Ulrich as Master Disguise Artists: Deconstruction and Reenactment of Courtliness in Moriz von Crau?n, Tristan als Mo?nch, and Ulrich von Liechtenstein’s Frauendienst.” The Journal of English and Germanic Philology. 103 (4): 475-504.

Perfetti, Lisa. 2003. “‘With them she had her playful game’ The Performance of Gender and Genre in Ulrich von Lichtenstein’s Frauendienst.” Ch. 4 in Women & laughter in medieval comic literature. Ann Arbor: University of Michigan Press.

Thomas, J. W., trans. 1969. Ulrich von Liechtenstein’s Service of ladies. Translated in condensed form into English verse with an introduction to the poet and the work. Chapel Hill: University of North Carolina Press.

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